El monarca inglés provocó un cisma con Roma, pero, a la vez, se manifestó ferozmente antiprotestante persiguiendo a los partidarios de la Reforma.Un sector considerable de la Iglesia anglicana se sentía a gusto con una forma de protestantismo muy suave que, históricamente se consolidaría como la confesión protestante que amoldaba la realidad eclesial existente a los modelos contenidos en la Biblia.
Los partidarios de esta postura recibieron diversos nombres: puritanos, porque perseguían un ideal de pureza bíblica; presbiterianos, porque sus iglesias se gobernaban mediante presbíteros elegidos en lugar de siguiendo un sistema episcopal como el católico romano; y también calvinistas, porque su teología estaba inspirada vehementemente en las obras del reformador francés Juan Calvino.
Sin duda, se trataba de principios que, actualmente, son de reconocimiento prácticamente general en Occidente pero que en el siglo XVI distaban mucho de ser aceptables.
De hecho, los famosos Padres Peregrinos del barco MayFlower no eran sino un grupo de puritanos.
La llegada de los puritanos a lo que después sería Estados Unidos fue un acontecimiento de enorme importancia para el futuro desarrollo de la Constitución.
Desde luego, la influencia educativa fue esencial, ya que no en vano Harvard (como posteriormente Yale y Princeton) fue fundada en 1636 por los puritanos.
De los aproximadamente tres millones de americanos que vivían a la sazón en aquel territorio, 900.000 eran puritanos de origen escocés, 600.000 eran puritanos ingleses y otros 500.000 eran calvinistas de extracción holandesa, alemana o francesa.
Así, dos terceras partes al menos de los habitantes de los futuros Estados Unidos eran calvinistas puritanos y el otro tercio en su mayoría se identificaba con grupos de disidentes como los cuáqueros o los bautistas.
El influjo de los puritanos resultó especialmente decisivo en la redacción de la Constitución. Ciertamente, los cuatro principios del calvinismo político fueron esenciales a la hora de darle forma.
Conforme a esos principios, el poder político debe dividirse para evitar que se concentre en unas manos (lo que siempre derivará en corrupción y tiranía) y tiene que ser controlado.
Esa misma línea fue la seguida a finales del siglo XVIII para redactar la Constitución americana.
De hecho, el primer texto independentista norteamericano no fue, como generalmente se piensa, la declaración de independencia redactada por Thomas Jefferson sino la obra de la que el futuro presidente norteamericano la copió. Ésta no fue otra que la Declaración de Mecklenburg, un texto suscrito por presbiterianos de origen escocés e irlandés, en Carolina del Norte, el 20 de mayo de 1775.
La Declaración de Mecklenburg contenía todos los puntos que un año después desarrollaría Jefferson, desde la soberanía nacional a la lucha contra la tiranía pasando por el carácter electivo del poder político y la división de poderes.
Mientras que el optimismo antropológico de Rousseau derivaba en el terror de 1792 y, al fin y a la postre, en la dictadura napoleónica, y el no menos optimista socialismo propugnaba un paraíso cuya antesala era la dictadura del proletariado, los puritanos habían trasladado desde sus iglesias a la totalidad de la nación un sistema de gobierno que podía basarse en conceptos que resultaron de una eficacia y solidez incomparables.
Si a este aspecto sumamos, además, el impulso de la práctica de cualidades como el trabajo, el impulso empresarial, y el énfasis en la educación, contaremos con muchas de las claves para explicar no sólo la evolución histórica de Estados Unidos sino también sus diferencias con los demás países del continente.
constitucion funciona