Cómo es la cafre "víctima de vulneración de derechos humanos"

Desde hacía un par de semanas, Inés del Río parecía algo más parlanchina de lo habitual. Aunque los funcionarios la conocían por sus modales desdeñosos últimamente había dulcificado su conducta.  Quizá fuera la cercanía del 21 de octubre, la fecha que tenía marcada en rojo en su calendario.

Ese día, el Tribunal de Estrasburgo preveía pronunciarse sobre su recurso contra la doctrina Parot. Los abogados le decían que no se preocupase, que el caso estaba ganado. "Estaba absolutamente histérica", cuentan varios trabajadores de la prisión, donde estaba recluida en el módulo X, el único reservado a las mujeres del penal coruñés.

Sabía que su excarcelación era cuestión de horas. Así se lo confirmó su abogada a primera hora del martes, tras una breve reunión. El auto de liberación llegó a sus manos desde el juzgado de Betanzos hacia las 13:00 horas. Y, tres horas después, a las 16:25, la etarra pisaba la calle arropada por una veintena de familiares y amigos, que la blindaron de los fotógrafos con una ikurriña.

Cada uno de sus 24 asesinatos sólo le ha costado 399 jornadas de cárcel. Ni siquiera ha cumplido el 1% de los 3.828 años a los que fue condenada en ocho sentencias distintas por su participación en los atentados del comando Madrid de mediados de los años 80, el más truculento de la historia de ETA.

Allí, en Navarra, fue donde la guapa Inés nació el 2 de septiembre de 1958. de Cristina y José María, la joven se ganaba bien la vida como auxiliar administrativa en una empresa. Un matrimonio navarro, Fede y Loli, la acompañaron a Hendaya (Francia). Se reunió con el animal de Juan Lorenzo Lasa, Txikierdi, jefe de los comandos etarras en los años de plomo. Le entregaron 300.000 pesetas para que alquilara un piso en Madrid.

Un día Inés acudió a una cita prefijada junto al cine Callao (Madrid). Debía portar un bolso negro con un pañuelo rojo anudado y llegar acompañada por su nuevo compinche, Esteban Esteban Nieto.  A la hora convenida, se les acercó un tipo que les entregó 400.000 pesetas y una lista de misiones. Sin saberlo, La "Peque" acababa de convertirse en responsable de infraestructura del comando Madrid de ETA. En apenas dos años, participaría en una decena de atentados en la capital.

Antes de cumplir los 30 años, ya acarreaba 24 cadáveres a sus espaldas.

Inés del Río pasó aquel bienio junto a los pistoleros más despiadados de ETA como Iñaki de Juana Chaos, Juan Manuel Soares Gamboa, Belén González Peñalba o Idoia López Riaño, alias La Tigresa. También compartió piso en la calle Carranza de Madrid con Antonio Troitiño, otro de los presos que se ha beneficiado de rebote de su recurso contra la doctrina Parot.

Aquella orgía criminal le costó una condena de casi cuatro milenios de cárcel. Pero, pese a este historial delictivo, no era una reclusa conflictiva. En su expediente de Teixeiro no consta ningún parte por mal comportamiento. Eso sí: nunca, en sus 26 años y tres meses de encierro, dio síntomas de arrepentimiento.

En estos años, estudió la carrera de Periodismo en la Universidad del País Vasco (UPV), con una nota media de 7,3. También completó varios cursos de Psicología, de Derecho. O al menos eso rezaba su expediente universitario, repleto de irregularidades, como haberse matriculado con sendos DNI ficticios (99.999.177 y 15.831.964) o haber participado en "cursos presenciales", pese a que llevaba presa desde julio de 1987.

En todo caso, estos (falseados) estudios le sirvieron para redimir parte de su condena. Su fecha de salida prevista era el 3 de julio de 2008, tras cumplir 21 años de cárcel. Sin embargo, la aplicación in extremis de la doctrina Parot evitó que se repitiera el escándalo de la excarcelación de De Juana Chaos, hoy en paradero desconocido.

Precisamente De Juana fue el destinatario de su primer trabajito para ETA: recopilar datos sobre militares de alta graduación. Primero, sacaba sus direcciones de guías de teléfono. Luego, se hacía pasar por repartidora de propaganda para detectar si seguían viviendo en sus domicilios. Y, finalmente, entregaba el listado definitivo a sus colegas de comando, que se encargaban de ejecutar los atentados. Otra de sus funciones era alquilar inmuebles para la célula etarra.

En uno de ellos, en la calle Sambara de Madrid, cargaron de explosivos el Seat 124 con el que atentaron contra el autobús de la Guardia Civil . Aquel 25 de abril de 1986, mientras sus compañeros detonaban la bomba en la plaza de la República Argentina, ella rastreaba las frecuencias policiales con un escáner desde su piso franco de la calle Carranza. No fue su único atentado. Tampoco el más grave.

Del Río participó en la muerte del coronel Romero y de su chófer Juan García (junio del 85); en el asesinato del vicealmirante Escrigas (julio del 85); en el ametrallamiento del comandante Sáenz de Ynestrillas y dos acompañantes, el teniente coronel Besteiro y el chófer Francisco Casillas (junio del 86); en la bomba contra un furgón en la calle Juan Bravo en la que fallecieron cinco guardias civiles (abril del 86).

Pero su último ataque fue también el más sangriento. El 14 de julio de 1986, su comando detonó una furgoneta-bomba al paso de un convoy de la Benemérita en la plaza de la República Dominicana. Fallecieron 12 guardias civiles, mientras que otras 78 personas resultaron heridas.

Sólo por este atentado, la Audiencia Nacional la condenó a más de 2.200 años de prisión. Huyó justo antes de que las autoridades descabezaran el comando Madrid el 16 de enero de 1987. A esas alturas, ella ya estaba en Argelia, nuevo santuario de etarras, tras las fracasadas negociaciones de ETA con el gobierno de Felipe González.

Su rastro reapareció en julio de 1987. Un policía la reconoció en Barcelona, acompañada por un hombre. La siguieron hasta Zaragoza, donde la pareja inspeccionó un Peugeot 309  repleto de explosivos. Esa misma noche del 5 de julio, la detuvieron en el Hotel Gran Vía de Zaragoza, junto al etarra Ángel Luis Hermosa Urra. Fue la última vez que pisó la calle en más de 26 años.

La etarra no tardó en cantar a sus captores. Así, las autoridades se enteraron de que había regresado a España para reactivar el comando Andalucía de cara a la Expo 92. Entre sus objetivos se encontraban instalaciones militares, empresas públicas y centros comerciales. Uno de ellos era un Hipercor como el que semanas antes, el 19 de junio, había sufrido el atentado más sangriento de la historia de ETA, con 21 muertos.

G. Suarez

NOTA DEL BLOG
Así, el legado de Inés del Río ya no serán sólo 24 asesinatos, ni cientos de heridos : también la liberación prematura de más de medio centenar de terroristas. Los ropones de Estrasburgo han "defendido los derechos humanos" de esta mala bestia,  por no haber en España lo que sí tienen en Estrasburgo : cadena perpetua.

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