Son dos hermanos gitanos y han metido el miedo en el cuerpo a los presos de ETA. Cuatro acabaron en la enfermería tras toparse con ellos.
Luis Amador, 34 años y una cabeza de tigre tatuada en su antebrazo derecho, apura la tarde apoltronado en el sofá de su casa. Hoy se ha levantado de buen humor.Sólo se crispa cuando surge un tema de conversación: los terroristas con los que compartió encierro durante 15 años.
-Son todos unos acojonaos. ¡Les pegas una galleta y salen corriendo!
Luis salió del trullo hace tres semanas. Su hermano Juan, de 36 años, sigue encerrado en la prisión de Puerto I (Cádiz), donde ocupa una celda en el módulo de máxima seguridad. Los funcionarios están obsesionados con que no se cruce con etarras. El lío estaría asegurado.
"Si yo tengo acojonaos a los vascos... ¡Mi hermano mucho más!".
Tal es la paranoia de los reclusos de la banda que han amenazado con amotinarse si meten a un Amador en su módulo. Ellos, terroristas con 800 muertos a sus espaldas, temen a un par de quinquis de Murcia. El terror lo confirma el último informe de Etxerat, la asociación de familiares de presos etarras. Allí se dedica una página a las andanzas de los Amador. "Queremos denunciar la actitud de Instituciones Penitenciarias por trasladar a preso con un historial como el suyo a los módulos donde hay presos vascos... Los familiares vivimos con sufrimiento y miedo este tipo de situaciones".
Luis suelta una risotada cuando escucha la denuncia de Etxerat. No sabía que su leyenda de tipo duro había llegado a "España del Norte", como llama a Euskadi. Pero tampoco se sorprende demasiado. "Mucho matar niños, pero luego son unos cobardes", insiste. "Había ocho o nueve en mi módulo del Puerto I. Yo solito los tenía acojonaos a todos. ¡Y eso que no les hacía nada! Pero oían mi apellido y se asustaban".
Luis es el séptimo de nueve vástagos de un clan de jornaleros de sangre gitana. Mientras sus hermanos se ennoviaban, él cayó en la heroína. Rondaba los 20 años cuando lo enchironaron por un atraco. Fue su perdición: enlazó condena tras condena por peleas, hurtos, atracos... Hasta que, hace tres semanas, recuperó la libertad.
Luis se convirtió en un fanático del código de respeto de la cárcel. Los funcionarios lo conocían por su violencia contra quienes le desafiaban. En general, eran presos comunes, pero en otoño de 2004, en Villena (Alicante), se le cruzó un terrorista. Fue el comienzo de la cruzada antietarra de los hermanos Amador. Su primera víctima fue Aitor Fresnedo, Asterix. Miembro del comando Vizcaya, a Fresnedo lo arrestaron en Galicia en 1994 cuando tramaba un atentado contra Manuel Fraga. Pero este historial no intimidó a Luis, que sintió que Asterix le había faltado al respeto. "Le dije: "Mañana te arreo en el patio"... Y le arreé". -
Etxerat dice que lo apuñalaste.
-¡Que va! Sólo le clavé la uña del pulgar en la mejilla derecha. Eso sí, le hice un buen agujero. Y luego le pegué dos tortas. Namás.
La noticia de la insólita represalia corrió entre los etarras. Era lo nunca visto: un preso común que se rebelaba contra uno de los suyos, en vez de bajar la cabeza ante los vascos. La cosa no se quedó ahí: el 6 de octubre, su hermano Juan se metió en otra pelea con terroristas en la prisión de El Acebuche (Almería). "Se le tiraron encima seis", cuenta Luis. "Le hicieron una encerrona. Él se defendió con un punzón metálico".
Fuera en defensa propia o no, Juan hirió a dos etarras en el pecho, las manos y las piernas. Uno era Patxi Ruiz, asesino de Tomás Caballero (1998), concejal de UPN en Pamplona. El otro, Jon Koldo Aguinagalde, contaba con dos muertos en su currículo: el carnicero Lorenzo Mendizábal (1983) y el guardia civil Ángel Zapatero (1984).
En aquella época, el historial de Juan, de 36 años, ya incluía robos, peleas, tráfico de droga... Su debut carcelario fue en 1993, por un robo con fuerza. El rifirrafe con los etarras sumó otros dos años a su condena, mientras que los etarras sólo tuvieron que pagar una multa.
"Eso sí, el director de la cárcel le felicitó por plantarles cara, cuenta Luis. ¡Incluso le dio whisky y un puro!".
-¿Por qué os peleáis con etarras?
-Porque se creen los dueños de la cárcel. Son los reyes y nosotros unos pringaos... -Otros presos no se atreven... -Tienen miedo. Saben que pueden buscarse la ruina. Pero a nosotros nos da igual... Somos así.
Es cierto que los etarras apenas montan peleas. Suelen ir a lo suyo. Apenas se juntan con el resto de presos: los sociales, en el argot batasuno. Pero, cuando hay roces, la mayoría se arredra: el hacha y la serpiente paralizan a los más curtidos.
Sin embargo, todo cambia cuando hay un Amador en el módulo. Los terroristas se tientan la ropa antes de desafiarles. No son víctimas tan fáciles como el preso cojo de Picassent (Valencia) al que dos etarras apalizaron este julio. Su único delito era haberse sentado en la mesa favorita de los terroristas en la cantina. -
Luis, ¿te has peleado con otros etarras?
-Sí, dos o tres veces. Pero nada grave. Enseguida se acojonan. Cuando me reconocen, me amenazan. Pero luego salen corriendo.
Tras varios años de tregua, la cruzada de los Amador se recrudeció este junio. En el módulo 6 de la prisión de Fontcalent (Alicante), Juan se dedicaba a amedrentar a los etarras. Una tarde, dice Luis, su hermano se enzarzó con Aitor Liguerzana, militante de Segi, la cantera etarra. Los funcionarios, al quite, abortaron la discusión y cambiaron de turno de patio a Juan. No sirvió de nada: el 28 de junio, un colega de módulo se vengó en su nombre a cambio de un paquete de tabaco. Le pinchó tres veces con un bolígrafo afilado y el batasuno acabó en la enfermería. En cuanto se sofocó la escaramuza, a Juan lo encerraron en el módulo de aislamiento. De ahí, lo mandaron a la prisión de Puerto I, donde coincidió con su hermano Luis. Allí fue destinado al módulo 1, el de máxima seguridad, mientras los 19 etarras del presidio ocupan los módulos 3-4, más normalizados.
El 13 de septiembre, tres etarras (Oskar Calabozo, Jose Mari Etxeberria y Jon Urretabizkaia) lo aguardaban a la entrada del módulo 13-14 con actitud desafiante.
-¡Te vas a enterar cuando entres!
-¡Os váis a enterar vosotros! "
Fue una cagada de los etarras", cuenta un funcionario de Córdoba. "Amenazaron con levantar el módulo si metían al hermano ahí... Vamos, que hicieron el ridículo".
Luis apenas durmió unos días en la prisión de Córdoba. A principios de octubre volvió a su pueblo de toda la vida.
"Ellos son 500 presos y nosotros sólo dos. Ellos matan y nosotros no... Pero, en el fondo, ¡son todos unos acojonaos!".
Una uña, un punzón, un bolígrafo...
G. Suarez
amador etarras
Empiezan a caerme bien los gitanos :)
ResponderEliminarDON GEORGE
EliminarCon estos dos también a mí.
¡Qué bueno!
ResponderEliminarLos gallitos gudaris... Ja, ja, ja.
Con una pistola, y en la nuca, se conoce que es todo más fácil.
FugisaludoS