Los tuneles de Gaza y los negocios de otros

Los túneles de Rafa son ahora una suerte de ciudad paralela con “calles” que discurren entre los túmulos de tierra que dividen cada orificio. Un auténtico enjambre de socavones que por las noches parece una feria, iluminada por decenas de bombillas, y repleta de obreros y camiones que transfieren el material que sacan del subsuelo.

Uno de ellos es tan enorme que cubre decenas de metros de perímetro y hasta cuenta con un acceso horizontal (la mayoría son huecos verticales) delimitado por sacos terreros. “Lo usan para pasar los coches”, explica el palestino.

La ciudad fronteriza con Egipto es el cordón umbilical que mantiene viva a Gaza. El tráfico ilegal a través de los conductos subterráneos ha alcanzado tal magnitud que suministra el 80 por ciento de los bienes de consumo que llegan al enclave y emplea a más de 25.000 personas, según cifras de Banco Mundial y el economista Mohsen Abou Ramadan.

Sin embargo, desde finales del 2009 las autoridades egipcias se afanan en la construcción de un muro de acero a lo largo de los 14 kilómetros de linde, que debería alcanzar los 18 metros de profundidad.
“Nunca soñamos que los egipcios se alistarían (en la campaña) contra 1,5 millones de palestinos miserables en Gaza y construirían un muro de la desgracia”, escribió Abd a-Rahman Rashed, uno de los columnistas más prominentes de la región.

Las ingentes máquinas perforadoras y las grúas que está usando Egipto se pueden divisar en las inmediaciones de la línea divisoria de Rafa.El lunes pasado un portavoz de El Cairo declaró a Afp que la obra estará finalizada a finales del verano. “Vamos a cerrar todos los túneles”, dijo de forma rotunda.

Dicha hipótesis se pone en cuestión en Rafa, donde los “empleados” de los túneles muestran con regocijo a los visitantes un vídeo donde se puede ver como la barrera de metal que se pretendía inexpugnable ha sido ya perforada con sopletes. “Cuesta varios días pero al final se rompe. Los túneles están pasando a través del muro”, precisa uno de los habitantes de la villa.

La agencia palestina Maan aseguró hace días que los propietarios de las galerías están pagando en torno a 10.000 dólares para que un equipo de profesionales consiga agujerear la barrera.
La afluencia de productos a través de los pasadizos es tal que los precios de muchos de ellos han registrado una substancial reducción. “Han saturado el mercado y la gente no puede comprar, no tiene dinero”, precisa Omar Shaban, otro economista de Gaza.

Porque el principal problema de la franja, explica el experto, no estriba en la carestía de bienes de consumo sino en el empobrecimiento generalizado que está generando el cerco, que al mismo tiempo ha creado toda una nueva clase minoritaria de adinerados sin escrúpulos: los propios dueños de los túneles.

“Esa gente se está haciendo millonaria en meses. ¿Qué mensaje van a percibir mis hijos al ver esto?”, inquiere el experto.

“El 61 por ciento de la población de Gaza no tiene asegurada su alimentación. Hay un amplio abanico de alimentos en Gaza pero la gente no puede adquirirlos”, aclaró hace días Sarah Leppert, portavoz de Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura.

La Cámara de Comercio de Gaza es una de las entidades que más se ha significado a la hora de alertar sobre los efectos perniciosos a largo plazo que podría tener este tráfico ilegal de mercancías para la economía local. Según uno de sus directivos, Maher Tabba, los “importadores” de Rafa no tienen reparo alguno en traer bienes de consumo que ya han expirado o de ínfima calidad, pero de precios tan reducidos que están amenazando el futuro de las escasas industrias locales que no han clausurado ya a causa de la presión israelí.

“Estamos ante un sistema basado en la anarquía. Por ejemplo, es más barato comprar las bebidas gaseosas que vienen de Egipto que las que se producen en Gaza, que además tienen enormes dificultades para conseguir desde Israel los materiales básicos con las que hacerlas. Están destruyendo el sector privado y sustituyéndolo por una mafia. Además, la cuestión de los alimentos y medicamentos caducados es muy grave. Nos hemos convertido en un basurero al que envían cualquier porquería”, observa Tabba.

Esta misma institución insiste en que la transferencia de productos que se canalizan a través del subsuelo de Rafa sigue siendo muy inferior al comercio que se mantenía con Israel. “El volumen de transacciones anuales en los túneles no supera los 500 millones de dólares mientras que antes de que se iniciara el bloqueo Gaza importaba productos por valor de 1.300 millones de dólares al año”, precisa.

La denuncia de Tabba en torno a la calidad de los bienes de consumo que se distribuyen en Gaza es cierta. Basta con visitar algunas de las tiendas del lugar para ver como el mercado está dominado por el “Made in China” o sus homólogos egipcios.
La subversión del comercio tradicional de la franja ha trastocado incluso los circuitos habituales de estos intercambios y si antes los palestinos se orientaban hacia Cisjordania o Israel, ahora hay un creciente número que han llegado a instalarse en China para facilitar así el envío de productos a través de Rafa.

Firmas como Al-Dahshan disponen desde el 2006 de representantes en la pujante ciudad china de Cantón, al sur del país. “Así resulta más fácil controlar los envíos. Tenemos que llevarlos primero a Port Said (Egipto) y desde allí organizar la transferencia a través de los túneles. Todo eso requiere mucho dinero, sobretodo en sobornos”, reconoce Nahed Dahshan, el responsable de la tienda del mismo nombre sita en pleno centro de la ciudad de Gaza.

Nahed desconoce el número exacto de negocios palestinos que han abierto oficinas en Cantón, pero sus familiares le dijeron a la agencia Irin que al menos había ya 35 compañías de Gaza en esa villa.

“Los túneles sólo cubre un mínimo de la demanda. Antes podíamos traer 60.000 dólares al mes en productos, ahora esa misma cantidad sólo se cubre en 90 días”, concluye el joven.

Tellagorri (Con información de El Mundo)

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