Se ha dicho que los dos elementos que fundan a las grandes tradiciones, especialmente en la cultura occidental, son la excelencia y la diversidad.
Búsqueda de la excelencia, pese a que, como ya señaló Spinoza, "la cosa excelente ha de ser muy difícil".
Si en el terreno de la cultura y el arte, y también en gran medida del conocimiento en general, la búsqueda de la excelencia es consustancial a ellos, sin embargo, en el terreno de las relaciones sociales y humanas no siempre se ha entendido correctamente, bien distorsionando su significado, bien negando la necesidad de su aplicación.
Actitud que, en buena medida, deriva de la incomprensión de que la búsqueda de la excelencia en los proyectos vitales y profesionales de las personas es componente del reconocimiento de que el criterio del mérito individual, y no el del nacimiento, es el característico de las sociedades liberal-democráticas de nuestra época.
Defender la búsqueda de la excelencia en cualquier actividad o relación humanas no significa el imaginar siquiera que todo el mundo puede y va a ser excelente en esos aspectos, porque eso sería desconocer la condición humana.
Defender el principio de la búsqueda de la excelencia significa el proponer y fomentar un tipo de actitud ante la vida y el quehacer de las personas; un tratar de hacer y comportarse de la mejor forma posible, aun sabiendo que tenemos limitaciones y condicionantes en esa tarea.
Porque la excelencia puede y debe buscarla tanto el intelectual más dotado como el artesano más modesto, tanto en su actividad profesional como en sus relaciones humanas en general.
Cuando se elogia adecuadamente la excelencia se está defendiendo una sociedad que fomente el éxito del individuo que busque ser distinguido moral, intelectual, profesional, estéticamente, ser interesante para sí y para los demás, y por el contrario, procure la no conformación del hombre-masa, de la persona indiferenciada y, por ende, fácilmente manejable.
Porque, desde las últimas décadas del siglo XX se ha ido amalgamando un tipo de mentalidad y de usos, especialmente en las generaciones más jóvenes, mezcla de, por un lado, hedonismo, con un culto fetichista al presente, un derecho a la diversión casi absoluto, una reivindicación de derechos sin deberes correspondientes, una actitud propia del "niño mimado" del quererlo todo y de manera inmediata, y, por otro lado, búsqueda de excelencia casi obsesiva en el ejercicio de determinadas profesiones, en el culto al cuerpo, la salud, la higiene o una regulación rigurosa del tiempo y de los planes diversos.
Ha sido, en el ámbito de la educación -y también de la política- en el que más se ha hecho sentir la falta de la búsqueda de la excelencia como principio importante de su actividad.
Entre otras cosas, por la ausencia o insuficiencia de referentes que potenciasen esa actitud. Ya Stefan Zweig señalaba en sus memorias que en las primeras décadas del XX "toda una generación de jóvenes había dejado de creer en los padres, en los políticos y los maestros".
En la actualidad escasean los grandes líderes intelectuales, se esfuma la autoridad de los maestros y los modelos que predominan se han desubicado.
Es en la educación, posiblemente, donde el no potenciar la búsqueda de la excelencia sea la rémora que más pueda obturar la calidad moral y cultural, así como el progreso, de la sociedad.
En el caso de España, el problema es preocupante, y empieza a ser ya clamoroso. Los datos al respecto son contundentes y conocidos. Un fracaso escolar injustificable, con aproximadamente un tercio de los adolescentes que no acaban la educación secundaria, y casi un 40% de jóvenes de más de 16 años que no llegan a completar ni el Bachillerato ni la Formación Profesional.
El resultado es que casi la mitad de los españoles no tienen más estudios que los obligatorios. Con una calidad educativa, según informes y encuestas diversas, manifiestamente mejorable, en comprensión, lectura, gramática o matemáticas.
Sin olvidar que, entre las doscientas universidades de mayor calidad a nivel mundial, sólo hay una española. Todo ello repercute, obviamente, en los deficientes índices de competitividad de la economía española, que recientemente se han vuelto a confirmar en informes del Foro Económico Mundial.
A esta situación se ha llegado por una confluencia de factores, desde excéntricos planes de estudio hasta desistimientos de los propios maestros y profesores en su actitud docente.
La decepción hacia nuestras universidades, en este sentido, podría verse reflejada en las palabras que Saul Bellow pone en boca de uno de sus personajes de "El diciembre del decano" :
"No habían sido puestos aparte, con todos sus privilegios, a fin de que fueran como todo el mundo, sino para que fueran diferentes, y si no eran capaces de aceptar la diferencia, no podían hacer la aportación cultural que la sociedad necesitaba. El reto a los humanistas era el reto de producir nuevos modelos".
Frente a la molicie en las aulas, a la confusión entre "enseñanza" y "psico-pedagogía" (aliada ésta más bien con la burocracia), y la falta de exigencia intercambiable entre profesores y alumnos (envuelto todo ello, eso sí, con la tela de esparto de una agobiante burocracia del papeleo y del lenguaje oficial farragoso e insoportablemente petulante) está la llamada de los más sabios y honestos al rigor y a la búsqueda de la excelencia.
Wittgenstein, en su frecuente tono bronco y aquí un punto exagerado, contestaba así a un amigo profesor de Lógica frustrado por la poca aplicación de sus estudiantes: "¡Por favor, sigue el camino más condenadamente escarpado! Quéjate, maldice, pero sigue. Los estudiantes son estúpidos, pero algo sacarán de todo ello".
Ha sido el rechazar, e incluso el renegar, de principios fundamentales de una educación de calidad, como es inculcar la necesidad del esfuerzo, lo que ha llevado a la situación de abandono de la excelencia.
Particularmente grave es la situación en la enseñanza media, seguramente la base de todo el sistema educativo. Se ha repetido en varias ocasiones que es en la enseñanza secundaria donde se libran los combates decisivos contra la barbarie y el vacío.
"Enseñar es despertar dudas en los alumnos, formar para la disconformidad".
Un FALSO igualitarismo ha ido debilitando el fomento del esfuerzo y la búsqueda de la excelencia en los estudiantes, y esto se da ya desde los niveles de educación más básica. La defensa de un falaz igualitarismo en el que no se debe premiar el esfuerzo y la capacidad de los más dotados o aplicados; en el que no se debe hacer ninguna distinción entre los alumnos porque eso frustra a los menos estudiosos, trabajadores o capaces, así como otras variantes de un tipo de pedagogía que está resultando penosa en general.
La ideología dominante sostiene que es mucho mejor renunciar a la excelencia antes de correr el riesgo de lastimar la autoestima de cualquier estudiante. En lugar de estimular a los niños para que se superen, los maestros invierten sus energías en conseguir que los niños más lentos en aprender no se consideren a sí mismos fracasados.
Además, cualquier persona, independientemente de sus aptitudes, profesión o estrato social, puede y debería ser educada en la interiorización de una actitud vital de actuar y hacer las cosas lo mejor posible; del intento por buscar la excelencia en todo el quehacer cotidiano, aunque no se llegue a cotas de la elite excelente.
Tellagorri
elogio,excelencia
Interesante post, aunque es difícil de encontrar en un país en el que se premia el mínimo esfuerzo.
ResponderEliminarSaludos
Cuánta razón tienes cuando dices "...toda persona...debería actuar y hacer las cosas lo mejor posible..."
ResponderEliminarAsí lo intento todos los días y procuro inculcarlo a mis hijos, no soy perfecta pero actúo buscando la perfección.
Cualquier detalle en la vida debe ser escusa para cultivar la excelencia.
Un abrazo.
CABALLERO ZP
ResponderEliminarContra esa idea que citas, del mínimo esfuerzo, y que ha sido inculcada a la SOCIEDAD por los sociatas y progres en general, hay que contrarrestarla en CASA con la propia familia para imbuirles de que simepre, antes y ahora, sólo el esfuerzo garantiza el respeto ajeno.
ELENA
Me alegro de que pienses así y de que inculques a tus hijos la idea de "actuar y hacer las cosas lo mejor posible".
Hubo un tiempo, hasta el siglo XX, en que las profesiones de todo tipo exigian iniciarse de APRRENDICES, para con los años llegar a OFICIAL, y el objetivo era llegar a ser MAESTRO. Maestro relojero, maestro carpintero, maestro herrero, maestro constructor, maestro pintor, maestro escultor, etc. etc.
La mediocridad siempre se ha exaltado desde la progresía;se trata de no destacar,de no zaherir a quien no se esfuerza, al que no pugna por alcanzar la excelencia.
ResponderEliminarEl esfuerzo,la dedicación y el sacrificio son valores que no cuentan para los progres, y sólo hay que ver la LOGSE o la EpC para darse cuenta de que ese "igualitarismo" a la baja, tan soviético y tan estalinista, es el modo en el que pretenden encauzar a las genercaiones futuras en el estabulamiento.
Os deja la última noticia la respecto donde la Junta de Andalucia,ordena aprobar a dos alumnos que sacaron un 2 de nota en Biología.
VIVA LA JUNTA DE ANDALUCIA
ResponderEliminarConforma indica doña Natalia, la noticia y el HECHO son los siguientes =
De un 1,7 a un 5; de un deficiente a un aprobado. De tener que repetir 2º Bachillerato a poder presentarse una semana después a los exámenes de selectividad. Un alumno del Instituto Valle Inclán de Sevilla ha visto cómo aprobaba la Biología de 2º de Bachillerato por 'decreto' de la delegación de Educación y pese a que, según la evaluación a que fue sometido por los profesores de su centro, su examen no merecía más allá de un 1, 7 -un 2 según la calificación oficial, pues la base de datos de la Consejería de Educación no admite decimales-.
Los profesores del centro han denunciado la actuación del delegado de Educación, Jaime Mougán, que firma la resolución admitiendo la reclamación del alumno sin argumentar el cambio de calificación ni aportar los detalles de la evaluación que ha llevado a la comisión de reclamaciones a ordenar que se apruebe al alumno.
De esa forma ya tenemos otro tonto más aspirante a ser MINISTRO socialista.
A lo mejor es que somos bichos raros, pero incluso cuando voy a comprarme una hamburguesa lo mínimo que pido es buen servicio, el problema es que unos pocos venimos con defectos de fabricación y en todo lo que hacemos nos exigimos lo máximo de lo que somos capaces (si no se puede mas no se puede, punto) y encima queremos que los demás obren de la misma manera.
ResponderEliminarEs verdad que cada uno tiene sus limitaciones pero eso no debe ser excusa para no intentar mejorar día a día, pero claro, la cabra tira al monte y si pequeños salvajes indocumentados (y no tan pequeños) observan a su alrededor y ven como la "excelencia" es premiada (v.g. Belén Esteban, Leire Pajin, Bibiana Aido....) considerarán prioritario anteponer el mamoneo a la preparación.
TELLAGORRI, cuando leo estas noticias me hierve la sangre; a los que no se esfuerzan los premian, y como tú dices futuros ministros/as socioslistos/as.
ResponderEliminarUn hijo mío estudió Derecho gracias a una beca del Estado, con una base brillante en sus estudios
de EGB-BUP-COU en un famoso Colegio de Sevilla.
Tuvo en segundo curso a un catedrático "famosillo y progre", el muy estúpido creería que era hijo de papá-mamá, en los éxamenes lo mismo le ponía de nota un 9 que un 4, al final de curso le suspendió la asignatura, no había forma de que la aprobara.
Yo estaba muy mosqueada, pensaba, ¿qué clase de notas son estas?. Allá que me fuí -sin que lo supiera mi hijo-, a hablar con este "famosillo", las razones que me dió se cayeron una a una, lo volvió a examinar y lo aprobó, pero mi hijo en tercero perdió la Beca por culpa de un sectario, no aceptaba que un alumno "fuera un facha", para reir, por no llorar.
Saludos que hierven.
PASION
ResponderEliminarDura experiencia la tuya con lo de tu hijo y el progre-profe.
Pero así suelen ser y también alguna experiencia de ese estilo.
Está claro que el profesorado, desde Felipe Gonzalez, ni está a la altura ni es imparcial.
De esa forma la ENSEÑANZA es una loteria y cada cual tiene que buscarse la vida aprendiendo al máximo, y ajeno a los centros, lo que quiere saber.
Los del OPUS en sus centros universitarios funcionan aún de forma más mafiosa.
Invitan a los padres del alumno a pasar una tarde de un sábado por mes a una "reflexión" conjunta.
La susodicha "reflexión" no es otra que la entregar cada padre un SOBRE CON PASTA como donación.
Los padres que no lo hacen, tienen asegurado que sus hijos no pasarán curso aunque sean Einstein.