19 mayo 2009

Nucleares y Cantamañanas domingueros


En estos meses próximos, el debate sobre si en nuestro país se debería incrementar el número de centrales nucleares va a ser a cara de perro y no será la primera vez. Ecologistas y antisistema, radicales nacionalistas se oponen a la implantación de otras nuevas, tal como lo vienen haciendo Alemania, francia y Gran Bretaña.

Tampoco las que disponemos nos deparan excesivas alegrías. Unas están obsoletas y otras sufren frecuentes averías, por fortuna, nunca graves. He aquí, pues, una cuestión que, de llevarla a las urnas, dividiría a la opinión pública, como ya sucede en demasiadas cuestiones.

Hay quienes se muestran contrarios a la construcción de nuevas carreteras que faciliten el acceso a determinadas zonas turísticas, otros se oponen al AVE, los hay que protestan por la construcción de aeropuertos o la ampliación de los marítimos, muchos resultan enemigos declarados de los campos de golf.

Su construcción no nos permitiría acceder a su energía hasta dentro de dos generaciones. Las alternativas -ya sea solar, eólica o la derivada de las mareas- son, de momento, caras y no resuelven un mínimo de los problemas energéticos. Por otro lado, una de las razones que esgrimen los contrarios a la energía atómica es la de los residuos.

Lo cual es una solemne tontería.

No sólo en medicina, en múltiples actividades se producen restos radioactivos que se transportan en trenes vigilados hasta depósitos que nadie desea tener cerca. Desconfiamos, incluso, de las antenas que permiten el acceso a la telefonía móvil y no digamos de los cables que transportan la muy alta tensión.

Nadie, sin embargo, está dispuesto a renunciar a instrumentos que nos permitan disfrutar de mayores comodidades en la comunicación o en el acceso a la energía que deberá transformar la maltrecha economía.
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Los seres humanos somos contradictorios. Tal vez por ello nos consideramos interesantes, capaces de convivir con ideas antagónicas sin ejercer en exceso la fuerza bruta, hoy sofisticada, que parece resultarnos connatural. Pero el problema de la energía se hará más y más acuciante.

En vacaciones, para quien las tenga, es un buen momento, o uno como otro cualquiera, para leer a Unamuno. Cuentan que una vez que el filósofo vasco fue a ver al rey Alfonso XIII (mal número, por cierto) para agradecer que le habían otorgado una condecoración, don Miguel le comentó al rey que, en fin, él se merecía el preciado galardón. El rey respondió bonachonamente, o borbonamente, que "mire, otros condecorados, al contrario que usted, aseguran que no se la merecen"; y el filósofo replicó imperturbable: "Y tienen razón, majestad".

Unamuno retrató con pulso forense el carácter patrio. En "El individualismo español" se refería con sorna a la prepotencia del españolito: "

Lo que no se comprende
, escribió, es que una persona sin hablar, ni escribir, ni pintar, ni esculpir, ni componer música, ni negociar asuntos, ni hacer cosa alguna, espere que por un solo acto de presencia se le dispute por hombre de extraordinario mérito y de sobresaliente talento. Y, sin embargo, se conocen aquí en España no pocos ejemplares de esta curiosísima ocurrencia. (Si levantara la cabeza ahora y viera cómo está el panorama, no lo resucitaban ni en Corporación Dermoestética).

Por Tellagorri

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4 comentarios:

  1. El individualismo español es muy de boquilla. Como ya he referido antes, creo que somos un país sustancialmente gregario, en el que el individuo solo saca la cabeza del rebaño para hablar de sí mismo como si fuera el alma de la fiesta. Por eso los españoles nunca si saben si hablan en plural puro o en plural mayestático "Hemos hecho, hemos dicho, hemos estado, hemos propuesto...". Cuando empieza la balasera, el español medio tiende a meter otra vez la cabecita entre las ovejas, y a balar lo menos posible, no vaya a ser que venga el lobo.
    Sobre el gregarismo hablaba hoy con mi padre (resaca del asunto RH). El asociacionismo en España como el gas: mucho volumen y poca densidad. Se generan grupos por la sola voluntad que algunos individuos tienen de "mandar" sobre otros, de ser "jefes" o, como se dice ahora en giliprogre "coordinadores". El asociacionismo epañol es juntarse para nada (o para discutir, que es peor que nada). Por eso es ruidoso, pero ineficaz.
    Siento que la reflexión se haya ido por los cerros de Ubeda, pero a estas horas me muevo más por evocación, y la palabra individualismo me ha sugerido esta efusión. Espero que sepan perdonarme

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  2. Hay muchísimo lerdo que se mueve a base de consignas y que es incapaz de alcanzar mediante el discernimiento una postura,y recurre de forma bovina al eslogan en cuestión.
    Como dice,Cartas Marruecas,de manera concisa y nítida,"El asociacionismo español es juntarse para nada (o para discutir, que es peor que nada). Por eso es ruidoso, pero ineficaz".

    (Por cierto,hace poco me crucé con una manifestación síndical, y el cabecilla de UGT llevaba una rancia pegatina con el sol de marras y aquella leyenda de "¿Centrales nucleares.¡¡¡No,gracias!!".
    Hay quien no evoluciona jamás...

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  3. SUSCRIBO y tengo la convicción de que es así, lo que ambos, ALFREDO y NATALIA, escribís sobre el gregarismo cobarde y analfabeto que se impone siempre en este país de acobardados individuales.

    Pocos tienen redaños para analizar y tener criterio propio sobre temas que trascienden forzosamente al bienestar de cada uno y de todos.

    Lo que cita Natalia sobre los pancartistas de NUCLEARES, NO, refleja que ni saben lo que es energía nuclear ni si la cantidad de agua que hay en el Planeta es variabe o permanente, pero enseguida SE OPONEN a lo que ignoran.
    Muy cordial abrazo a los dos

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  4. Yo tengo una solución Salomónica, consiste en que todos los que se niegan a la energía nuclear paguen el exceso de precio que pagamos los demás por las otras energías, así todos contentos.
    Saludos

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