13 agosto 2018

Petrosino


Un hombre que luchó incansablemente contra la organización criminal que durante décadas denigró la inmigración italiana en el Estados Unidos del siglo XIX. Y que tuvo que marcharse del barrio neoyorquino que le acogió cuando llegó con 13 años, en el mismo momento en el que entró en el cuerpo de policía de la ciudad.
Contaban que, de niño, Petrosino había emigrado con su abuelo y su primo, años antes que su familia directa. El anciano falleció atropellado por un tranvía poco después de llegar, y los pequeños fueron acogidos, y educados, por un juez irlandés.
Siendo un adolescente, mientras lidiaba con la crueldad de los jóvenes de la comunidad irlandesa, se puso a trabajar de limpiabotas en Manhattan. Pero pronto se hartó, porque quería “ser alguien”. Ayudante de carnicero, controlador de horarios de personal del ferrocarril, empleado en una sombrerería e incluso músico itinerante fueron otras de las profesiones que ejerció el joven Petrosino. Hasta que, con 18 años, fue contratado por el ayuntamiento como barrendero, una actividad que por aquel entonces dependía del cuerpo de policía.Eso le permitió dar el gran salto y convertirse en policía, a pesar de su corta estatura.

A base de trabajo, multitud de disfraces y una envidiable capacidad para almacenar información, consiguió convertirse en el primer sargento detective italiano del país dos años después de comenzar su carrera Y en la mitad de tiempo logró 17 condenas por asesinato, el récord del Departamento de Policía de la ciudad.

La Mano Negra se dedicaba a amenazar y extorsionar a los inmigrantes italianos, hombres y mujeres con los que los integrantes de las bandas probablemente habrían coincidido en su viaje desde el otro lado del océano. Secuestraban a sus hijos, hacían volar sus casas o asaltaban a sus últimas víctimas, provocando que la población italiana de Nueva York viviese aterrorizada, esperando la carta de la organización que los situase en el punto de mira.
Petrosino pudo constatar que la Mano Negra no interesaba a sus superiores. Tampoco a sus compañeros, mayoritariamente irlandeses, ni a sus paisanos, que consideraban a la organización demasiado peligrosa como para unirse contra ella.
Para llamar la atención de unos y dar la razón a otros, la Mano Negra siguió aterrorizando a la población neoyorquina y a mediados de septiembre Petrosino recibió la aprobación para crear una brigada italiana de policías que parase los pies a la Mano Negra.
Según los cálculos de Alberto Pecorini, un editor de prensa especialista en la sociedad secreta, el “95 por ciento de los pequeños empresarios, comerciantes, organilleros, banqueros y trabajadores no cualificados de las colonias italianas” eran extorsionados “para que abonaran una cuota semanal a cambio de mantener sus negocios y familias a salvo”.

Doscientas cincuenta mil personas llenaron las calles de Nueva York para despedir al incansable detective, un humilde investigador que solo deseaba “extinguir la criminalidad italiana que indigna a las personas de mi raza”. No pudo lograr su objetivo, pero su trabajo resultó esencial para aquellos que llegaron después que él, y consiguieron acabar con la organización criminal.


2 comentarios:

  1. Nueva York tuvo, y durante muchos años, la plaga de los precursores de nuestra ETA. Con los mismos sistemas y los mismos tipos de crímenes y extorsiones de dineros a los comerciantes.

    ResponderEliminar