"Esta es mi casa. Nací aquí". Livinio Stuyck, porte patricio acorde con su nombre, no se inmuta. Pese a la orden para desalojarlo del dúplex de 700 metros que ocupa sobre la Real Fábrica de Tapices, él se mantiene firme. "No voy a dar las llaves", sostiene ante las puertas de la fábrica, un edificio con más de 300 años de historia. Livinio no se mueve.
Se desvelaba la insólita situación de la madrileña Real Fábrica de Tapices. Propiedad de la familia Stuyck, de origen flamenco, desde hace 300 años fue rescatada en 1996.
Debía entonces 237 millones de pesetas a la Seguridad Social y a Hacienda, según explica el administrador de la Fundación, Alejandro Klecker. Entonces, el Estado se hizo cargo con un pago de 566 millones de pesetas y pasó a gestionarlo una fundación en la que están el Gobierno, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital.
Pese a que pasó a ser pública, hubo algo que nunca cambió en este tiempo: Livinio siguió viviendo con su esposa en la fábrica. Ocupa un dúplex de 700 metros cuadrados, con siete ventanas y balcones a la calle. "No he contado los metros, pero más o menos tendrá eso", sonríe Livinio ante la puerta.
Parece tranquilo.
Desde 1996, Livinio no ha pagado un euro de alquiler. Tampoco abona las facturas de luz y agua. Tiene seguridad 24 horas y está muy cerca del Retiro. Avisa a seguridad y entra por la puerta principal.
mendezrafael
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"No voy a dar las llaves", ante las puertas de la Real Fábrica de Tapices |
Si desde los tiempos en que GOYA entregaba sus cartones para que los conviertieran en tapices a esa Real Fábrica no se ha gastado nada la familia Stuyck, ese edificio debe de estar bastante destartalado.
ResponderEliminarDON CABALLERO.
EliminarEs de suponer que los padres y abuelos del Livinio hayan mantenido el edificio, ya que era suyo, en condiciones de habitabilidad. En cualquier caso no creo que disponga de modernos baños y de cocina de inducción.
Un poco de morro sí tiene el Livinio. Debiendo al Estado más de 500 millones de euros y siendo edificio público ahora, es un okupa multicaradura.
ResponderEliminarDOÑA CANDELA
EliminarEl Estado ha pagado 500 millones de PESETAS, no de euros. Pero sí tiene morro el tipo viviendo como dueño en un edificio PÚBLICO.
Si no llego a leerlo aquí, hubiera jurado que la Real Fábrica de Tapices era estatal desde sus origenes. Cosas raras suceden en este país desde hace mucho.
ResponderEliminarDOÑA SOFIA.
EliminarEra suponible y realmente es muy raro que en donde se elaboraban los tapices para los palacios de los reyes no fuera una propiedad real también. Es decir del Estado.
Bonito cuadro de pintura realista el de la Portada de hoy.
ResponderEliminarDON KING
EliminarGracias y alabo tu buen gusto. Es una pintura del pintor donostiarra Ricardo Sanz.
A los efectos vivir ahí es como vivir en el Museo del Prado ocupando 700 metros.
ResponderEliminarDON JOSÉ.
EliminarEfectivamente, vivir ahí es como vivir en el Museo del Prado o en el Palacio de Oriente, propiedades del Estado.
No pueden legalmente cortarle la luz y al agua porque la propiedad no es suya ni está alquilado.
ResponderEliminar¿El de seguridad le abre la puerta para que entre a vivir a un edificio publico? Parece broma.
DON ANDONEGUI.
EliminarClaro. Ya que ni es de su propiedad ni lo tiene alquilado el edificio, corresponde pagar el agua y la luz al Estado.
Lo gordo es que el gobierno gaste en seguratas y a éstos les parezca normal que allí viva un individuo ajeno al mismo.
Al final este "fantasma de la ópera" no hace más que emular a los cargos políticos catalanes osea, hacer lo que le da la gana.
ResponderEliminarDON JUAN CARLOS-
EliminarBuena comparación : vivir como los políticos catalufos. Es decir, del CUENTO CHINO.
Como leí en algún sitio: Un okupa cinco estrellas.
ResponderEliminarDON TRECCE.
ResponderEliminarEl Livinio es un okupa cinco estrellas pero con más jeta que toda la fachada de la fábrica de Tapices.
Han pasado 20 años sin echarle... mal lo tienen... derecho de usucapion.
ResponderEliminarDON CSC.
EliminarSí, cumple con casi todos los requisitos para reclamar la usucapión o prescripción adquisitiva pero precisa de 30 años de uso con buena fé. No 20.