24 junio 2016
Caballo Loco, un genio militar
Un genio militar que logró vencer a Custer en Little Big Horn ; un líder carismático que dirigió a sus hombres contra los "wasichus" (hombres blancos) que querían conquistar las tierras de los pieles rojas y, además, un bravo guerrero que se lanzaba contra sus contrarios al grito de "¡Hoka Hey!" (¡Hoy es un buen día para morir!).
Caballo Loco fue un jefe indio que cambió la historia de los Estados Unidos al infligir al país una de las mayores derrotas del Siglo XIX. Sin embargo, no murió como un bravo guerrero debe y como él hubiera querido: combatiendo hasta desfallecer contra sus enemigos. Por el contrario, dejó este mundo un 5 de septiembre de 1877 después de que un soldado del ejército norteamericano le clavara una bayoneta a traición, y por la espalda.
Durante aquellos años fue testigo de algunas de las matanzas más cruentas que el ejército norteamericano perpetró contra los indios con el objetivo de que abandonaran los territorios en los que habían vivido desde siempre y se encerraran en reservas.
"Con dieciséis años adoptó el nombre de su padre y participó por primera vez como guerrero en una incursión exitosa, pero en la que fue herido en una pierna", completa el experto. A partir de ese punto Caballo Loco se fue ganando la lealtad de su tribu a base de arco y hacha, pues demostró su valor y su valía como guerrero primero, y general después, en todo tipo de combates contra los norteamericanos.
Sin embargo, su gran victoria se sucedió en Little Big Horn (batalla cuyo aniversario se celebrará mañana). Aquel día, un Caballo Loco convertido ya en jefe de los siouxs oglala acabó, junto a Toro Sentado, con el Séptimo de Caballería del mal llamado general Custer (pues era teniente coronel). Un hombre enviado por los EE.UU. para obligar al jefe indio a pasar el resto de su vida lejos de territorios que, desde siempre, habían sido de su tribu. Con todo, lo cierto es que Cabellos Largos (como le conocían los nativos) no solo no consiguió vencer a aquellos pieles rojas, sino que murió con sus hombres tras lanzarse como un verdadero cafre con poco más de 200 jinetes contra 1.200 nativos.
Tras la derrota de Little Big Horn Estados Unidos comenzó una campaña de venganza contra los nativos que habían acabado con la vida de Cabellos Largos. Una tormenta de muerte apoyada por la población, ávida de sangre, y realizada con la excusa de confinar a los nativos en reservas. Como ya había sucedido meses atrás, las persecuciones y matanzas de pieles rojas se generalizaron.
Los norteamericanos, el ejército. y el gobierno de las barras y estrellas querían derramar sangre para desquitarse. Por eso fue por lo que el gobierno ordenó a oficiales como el general George R. Crook o el Coronel Miles (más conocido como Chaqueta de Oso Miles) que se dedicasen a hostigar durante meses a todo aquel con penacho de plumas que se cruzara frente a sus fusiles.
Perseguidas y apaleadas, a muchas tribus indias no les quedó más remedio que marcharse de sus casas y convertirse en nómadas. Casi se podría decir que el remedio fue peor que la enfermedad pues, con la llegada del frío, se hizo imposible para jefes como Caballo Loco dar de comer a sus hombres, mujeres y niños.
Al final, la falta de un trozo de carne que llevarse a la boca, el insoportable viento gélido que en aquellas fechas les helaba los huesos, la escasez de municiones con las que enfrentarse a los contrarios, y las promesas de sus enemigos de que solo querían parlamentar, hicieron que Caballo Loco se dejase convencer por sus consejeros y aceptase reunirse con los casacones para pactar una solución a aquella persecución malsana que iba a acabar con su tribu. Para entonces, de hecho, no le parecía tan mala la idea de que les cediesen una reserva.
Expuesto y sabiendo que podía ser aniquilado, Caballo Loco se personó junto a sus hombres frente a las puertas de la plaza. Y todo parecía ir bien... hasta que unos mercenarios (indios como ellos, por cierto, pero a las órdenes de los "hombres blancos") les vieron llegar y les tirotearon como si se trataran de conejos. Cinco de los hombres del séquito se fueron con el Gran Espíritu (murieron baleados, vaya), pero nuestro protagonista tuvo suerte y logró salir ileso. A partir de ese momento, la poca fe que le quedaba a este jefe indio se esfumó.
Aquellos bigotones no eran gente de fiar, por lo que decidió que lo que le tocaba era volver al campamento, hacer el petate, y poner pies en polvorosa.
Pero Miles no estaba dispuesto a dejar escapar a Caballo Loco, un líder cuya importancia era crucial para la moral de los nativos, así que llamó a sus hombres para perseguir a los indios y acabar con ellos de una vez.
"El militar les dio alcance el 8 de enero de 1877 en Battle Butte. Caballo Loco apenas tenía munición para defenderse, pero contaba con algunos jefes guerreros extraordinarios que, recurriendo a sus argucias y audaces tácticas, lograron extraviar primero, y castigar después, a los soldados mientras el grueso de la fuerza india ponía tierra de por medio atravesando las Wolf Mountains", explica Brown.
Durante esa batalla, la última de este jefe indio, sus hombres lograron que el pomposo ejército de los Estados Unidos se retirase a base de arco, flechas e ingenio (pues la munición era algo escasa). Con todo, el frío también ayudó a que Miles saliese por piernas y se dirigiese hacia su campamento.
Había sido traicionado por el hombre blanco pero, al final, Caballo Loco había salido victorioso.
Pie sobre pie, y todavía con 900 siouxs oglala junto a él, Caballo Loco logró llegar hasta el noroeste de los Estados Unidos, a las tierras del río Powder. Una zona que podría haber sido idílica para él de no ser porque el Ejército de los Estados Unidos andaba pisándole los talones descalzos. Las semanas siguientes continuaron entre el hambre, el frío y la desesperación para los nativos. Y todo ello, aderezado con los tejemanejes que se traía el general Cook quien, al ver lo que le estaba costando acabar con aquellos siouxs, ofreció grandes ventajas políticas a otros jefes indios a cambio de que convenciesen a Caballo Loco, de una santa vez, de que lo mejor era rendir las armas y retirarse a una reserva.
La efectividad de su llamada fue innegable, pues algunos líderes tribales como Cola Moteada o Nube Roja trataron de hallarle para convencerle de que, a pesar de todo, el hombre blanco no era tan malvado como parecía. Nube Roja fue el que encontró a Caballo Loco y le transmitió que, a pesar de que el general Crook estaba hasta el sombrero de él, le ofrecía una retirada honrosa en una reserva cerca del río Powder.
"Los 900 oglalas supervivientes se estaban muriendo de hambre […] los guerreros carecían de munición y los caballos parecían sacos de huesos. La promesa de una reserva en el territorio del Powder era todo cuanto hacía falta para que, por fin, Caballo Loco ofreciera su capitulación", explica Brown. La oferta fue demasiado tentadora para el líder indio, que terminó pasando por el aro y rindió el hacha el 5 de mayo de 1877 en Fort Robinson.
"El último de los jefes guerreros de los sioux acababa de convertirse en un indio más de las reservas; desarmado, sin caballo, sin autoridad sobre los suyos y prisionero de un ejército que jamás había logrado vencerle en el campo de batalla", completa el experto. Lo cierto es poco más podía hacer.
Aún así, a partir de entonces el feroz guerrero se mantuvo fiel al acuerdo al que había llegado con aquel sujeto ataviado con tres estrellas y procuró que sus hombres no participaran en escaramuzas contra el ejército de los Estados Unidos. Con todo, de tonto no tenía una pluma del penacho y, en palabras de Doval, sus esperanzas de que el militar cumpliera con los dicho no tardaron en desvanecerse en el aire. «Caballo Loco hacía caso omiso de todo cuanto le rodeaba; él y sus hombres vivían solo pensando en el día en que Tres Estrellas Crook cumpliera su promesa», determina Brown.
La situación llegó a ser tan tensa que Crook (desconocemos si para ganar tiempo o no) ofreció a Caballo Loco viajar hasta Washington para entrevistarse con el presidente Rutherford B. Hayes. El tema a tratar: la cesión de la reserva. El jefe indio se negó.
Si los ánimos ya estaban candentes, terminaron por ponerse al rojo vivo en agosto. Fue entonces cuando llegaron noticias hasta Caballo Loco y sus hombres de que la tribu de los nez percés ("narices agujereadas") había entrado en guerra con el ejército de los Estados Unidos. Aquello no era algo excesivamente raro, pero lo que sí lo fue es que los norteamericanos solicitaran a los oglalas que se alistaran en sus filas para servir como exploradores. El jefe indio, al que solo le quedaba el respeto de los miembros de su tribu, instó a que nadie participara en aquella absurda contienda generada por el hombre blanco. Sin embargo, el 31 de agosto su ánimo fue destruido cuando multitud de jóvenes guerreros pieles rojas decidieron vestir el uniforme azul de la caballería para servir a las órdenes del presidente.
Por su parte, la página web del gobierno de los EE.UU. dedicada a la memoria de este jefe indio aporta una versión totalmente diferente: «En 1877, Caballo Loco fue bajo bandera blanca a Fort Robinson. Las negociaciones con los líderes militares de los EE.UU. estacionados en el fuerte se rompieron. Los testigos culparon de ello a los traductores, que no transmitieron bien lo que quería decir Caballo Loco. El jefe fue detenido y llevado a la cárcel».
La versión más extendida sobre su fallecimiento es que corrió a cargo del ejército norteamericano y que sucedió a traición."Los soldados lo hicieron prisionero y le comunicaron que sería llevado a Fort Robinson para entrevistarse con Tres Estrellas. Una vez en el fuerte, le dijeron que era demasiado tarde para ver a Crook aquel día, de modo que se le puso bajo la vigilancia del capitán James Kennington y de uno de los policías de la reserva.
El soldado de guardia, William Gentles, hundió su bayoneta en el abdomen de Caballo Loco, Al final, Caballo Loco falleció esa misma noche, el 5 de septiembre de 1877.
(M. Villatoro)
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El guardián que lo mató nunca aclaró si lo hizo por encargo o por propia voluntad (algo recurrente en los EE.UU.) y murió poco después de asma. Era un inmigrante irlandés loco por hacer méritos.
ResponderEliminarDON ULTIMO.
EliminarEso no lo sabía. Pero los gringos se portaron como auténticos "hijos de Gran Bretaña" con estos indígenas y con todos los del Estados Unidos.
En su contra jugaba que no se había graduado en West Point.
ResponderEliminarDON TRECCE
EliminarPues ahora que lo dices lo más probable es que le tuvieran envidia de saber guerrear sin haber pasado por West Point.
¡Qué diferente es la historia aquí contada con lo que nos enseñaban los armericanos en sus películas!
ResponderEliminarDON BWANA.
EliminarAquellas pelis del Oeste contaban lo contrario de lo que en la realidad había sucedido. Porque nunca los indios fueron a matar americanos blancos y lo contrario sí sucedió y con ánimo de exterminarlos.