09 febrero 2016

Leche lunar en Cestona

Cuidado, no lo toques!".
Jon Laskibar quería meter la mano en el río blanco y Natxo del Cura le pegó un grito. Estaban explorando unas galerías, varias decenas de metros por debajo de la superficie, en el valle de Aizarna, municipio de Cestona  (Guipúzcoa).
-Era la cosa más extraña que yo había visto nunca -recuerda Natxo-.

Parecía un río de nata. No sabíamos qué era aquello, así que por si acaso agarré una piedra y lo removí un poco. Al removerlo, flotaron unas partículas. Lo iluminaron con las linternas del casco y el arroyo blanco resplandeció en la galería negra. En algunas zonas la sustancia se volvía más espesa, como un yogur que podía untarse en las piedras.
-Flipamos.
Yo le dije a Natxo: esto es que en algún caserío se les ha derramado la leche -se ríe Jon.

Natxo y Jon nunca habían visto nada así. Probablemente, nadie había visto nunca nada así. Caminamos por el valle de Aizarna, una cuenca cerrada en la que los arroyos no tienen salida al mar y se infiltran por las simas del terreno calcáreo, del karst. A nuestros pies (bajo los prados, bajo la carretera, bajo los caseríos de Aizarna) se despliega un laberinto de galerías, todo un sistema de pozos, salas y ríos subterráneos, un territorio con rincones tan ignorados como si fueran de otros planetas.

Las marcas que dejó el mar cuando entró y salió de ciertas cuevas en fases que duraron miles de años.

Natxo sabe leer el tiempo geológico en el subsuelo. Hay que agacharse un poco y asomarse a una galería excavada en la caliza carbonácea: el río blanco fluye entre paredes negras.
Los espeleólogos avanzan por la galería, sin meterse en la leche lunar, apoyando un pie en cada pared. Cuando la galería se ensancha, entran ya en el cauce y caminan unos metros hasta una zona de rocas salientes. Se sientan en ellas. Por muy experimentados que sean, aquí paran un momento y se reencuentran con lo que quizá sea su búsqueda: el asombro puro.
Tiran una piedrita al río para ver las ondas blancas que se extienden galería adentro, meten la mano, se miran los dedos, sacan fotos y se hablan excitados: qué pasada, es tremendo, esto parece de otro planeta.
¿Pero qué es, entonces, este río blanco? Lo descifró Carlos Galán, un biólogo guipuzcoano de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, autor de varias publicaciones científicas sobre este fenómeno. La leche de luna se conoce desde hace siglos. El naturalista suizo Konrad Gessner la vio en una cueva de los Alpes, cerca de Lucerna, y en 1555 le dio ese nombre cósmico: mondmilch.

Se trataba de una pasta blancuzca, un precipitado de calcita que, en lugar de petrificarse, se mantenía en estado cremoso. Al apretarla, soltaba un líquido blanco. Durante siglos esa leche se recetó como tratamiento para la piel. Y se encontró también en otras cuevas del mundo.


    Por Ander Izaguirre

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hay quien denomina "Naturaleza" a díos. En cualquier caso ha sido y es siempre un conjunto de misterios a descubrir y explicarse.

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  2. Me extraña ningun memo haya echado la culpa al calentamienti global.
    Mmmm iguak lo llevo al facebook a ver si alguno pica :-D

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    1. SEÑOR OGRO.
      Cierto que con tanto memo profesional y otros tantos vocacionales de las nicromancias hay muchas probabilidades de que califiquen esto como fenómeno de alteración del clima o de fin de Mundo.

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  3. Mala suerte que en Suiza ya lo hubieran descubierto hace siglos.... la de miga que le hubieran sacado al asunto los vascopitecos del PNV.

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    1. DON CSC
      Bueno, pero cuando Suiza estaba poblada sólo de vascos, antes de que llegaran los suizos, Aitor ya les enseñó a los peneuveros a usar esas aguas como termales.
      En cualquier caso ni las pirámides egipcias son anteriores a los inventos de bilbainos.

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