15 octubre 2015

Javier Molins y los mandingos

Molins era hijo de un juez en los tiempos más duros del franquismo en San Sebastián. Su madre, Juana Artola, se encargó de la educación de sus cinco hijos: Isabel, María Luisa, María Jesús, María Victoria y Francisco Javier.
Francisco Javier Molins Artola, una persona licenciada en Derecho en Madrid, que después fue a Harvard y Brighton para perfeccionar el inglés.
Adquirió una cultura elevada viajando por varios países europeos y americanos. Por ello nadie entendía que hacía ocupando un modesto puesto de auxiliar administrativo en las embajadas de Ghana y Liberia (entre 1981 hasta el 90). Pero, según las investigaciones de EL MUNDO, Molins fue miembro del Batallón Vasco Español, una organización terrorista parapolicial que luchó contra ETA en el País Vasco desde 1975 hasta el 81. Después de disolverse, muchos de sus integrantes pasaron a formar parte de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) y a Molins le obligaron a huir a África.

Antes de pasar por Exteriores, trabajó varios años para el Ministerio del Interior. Oficialmente formaba parte del grupo administrativo en el Gobierno Civil de Vizcaya, ahora Subdelegación del Gobierno.

Monrovia, 17 de septiembre de 1990. La ciudad está totalmente a oscuras. Hace días que se acabó la gasolina del generador y en el edificio de la Embajada de España, junto a la playa. El sonido de los tiroteos es cada vez más intenso. Las tropas del presidente Samuel Doe resisten atrincheradas en el Palacio Presidencial mientras los guerrilleros del rebelde Charles Taylor dominan ya toda la ciudad. Apenas hay comida en la despensa y el agua llega a duras penas a los depósitos.

Hacia las tres de la madrugada alguien llama a la puerta. La voz de José Herminio, un antiguo empleado de la Embajada, suena nerviosa desde fuera pidiendo una linterna. Francisco Javier Molins, el único funcionario español que queda en la legación, accede a abrir la puerta blindada sin saber que nunca más se cerrará.
Inmediatamente, y antes de poder reaccionar, es empujado violentamente hacia atrás por los cuatro guerrilleros que acompañan a José Herminio. Tienen los ojos inyectados en sangre por la pólvora que habían esnifado. Sin mucha convicción, "Danos a los mandingos", le espeta el que parece dirigir ese comando mientras le apunta con un revólver en la cabeza. Molins les invita a acompañarles y lleva a los guerrilleros hasta la caja fuerte. Saca de ella 9.000 dólares en billetes de 100 y se los ofrece a los asaltantes con la condición de que se marchen inmediatamente.

Por un momento llega a pensar que ha conseguido comprar la vida de sus compañeros. El jefe del comando coge el dinero y hace una seña a sus hombres. Inmediatamente derriban la puerta de la cocina y sacan a rastras hasta el jardín trasero de la embajada a los tres primeros varones que se encuentran. Les mataron allí mismo. Después, los guerrilleros siguieron con su ritual sangriento: violaron a algunas mujeres y acabaron con la vida a machetazos de sus maridos.

Cinco horas más tarde, Molins y otras 15 personas salían a pie de la embajada escoltados por los guerrilleros. Esa fue la última vez que, oficialmente, alguien vio con vida a Francisco Javier Molins Artola, 34 años en el momento de su desaparición.
Anteriormente la Embajada española había sido evacuada en una caótica escapada que dio mucho que hablar por lo desesperada que fue. El cuerpo diplomático y parte de la colonia hispana, con el embajador Manuel de Luna a la cabeza, pasaron 45 días atrincherados en el interior bloqueados por las tropas rebeldes que les exigían la entrega de un grupo de 30 liberianos mandingos (etnia favorable al presidente) allí refugiados.
Finalmente el Gobierno español decidió abandonar a su suerte a los mandingos y ordenó la evacuación de los españoles con destino a la vecina Costa de Marfil.

NOTA.
En 2003 el Tribunal Especial de Sierra Leona acusó a Taylor de crímenes de guerra. Entonces la ONU envió una fuerza multinacional de paz forzando a Taylor a anunciar su dimisión, y exiliándose a Nigeria. En 2006 es arrestado y llega a la Haya para ser juzgado por sus crímenes. En 2013 fue condenado por el tribunal internacional a 50 años de cárcel.

MANDINGOS

8 comentarios:

  1. Muy interesante. Y está visto que las embajadas deben estar provistas de suficiente personal militar y armas para todo el mundo y por supuesto, como en el cuento, decirle al lobo que asome la patita por debajo de la puerta, pero no abrirle nunca.

    Impresionante Ramona, impresionante.

    Abrazo gordo.

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    1. DON TANN.
      Me satisaface que te haya interesado porque historias de éstas debe de haber a miles a cuenta de desaparecidos que nadie se preocupa por ellos. se empieza por esconder en esas embajadas de Africa a policias no muy limpios, y se temina olvidándose lo que ha sido de ellos cuando vienen las malas.

      Lo de abrirle la puerta a desconocidos de noche y en Africa es mala costumbre, como bien saben las señoras mayores que viven en Madrid o en Andujar y solas.

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  2. Menuda historia, hay que tenerlos cuadrados o estar muy desesperado para quedarte en un pais donde sucedian cosas del pelo entre etnias con tanta regularidad. Las masacres entre etnias,habria que recordarselas a todos esos creyentes del mito del buen salvaje y tanta sandez. O a los que hablan del genocidio español en america.

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    1. SEÑOR OGRO.
      Tan desesperado como haber sido miembro del Batallón aquel y luego del Gal en los años de plomo. Se sentía más seguro en plena Africa entre guerrilleros o pistoleros que en Territorio Sioux.
      Y efectivamente los genocidios son los que se han dado en el Congo, Ruanda, Liberia, y los que se siguen dando.
      Es curioso que estos analfabetos e ignorantes de la Historia de España tengan conocimiento de las ideas románticas y utópicas de Rouseau. Increíble.

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  3. Novela de terror, pero por desgracia, en este caso, convertida en realidad. Una cosa es contarlo y otra el horror y el pánico que ha de suponer enfrentarse a una situación así.

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    1. DON TRECCE.
      Sí, situaciones como ésta son de terror. Vivir en una embajada de esas en países como Liberia tiene que resultar aterrador, aunque imagino que los diplomáticos asignados sumarán muchos puntos en su carrera. O quizá no.

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  4. Las embajadas siempre han sido refugio para el personal que ha formado parte de las cloacas de cualquier estado; se les camufla y al final se olvidan los "servicios prestados" y si desaparecen, mejor que mejor

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    1. DON JAIME.
      Es una habitual forma de hacer desaparecer a los que forman lo sucio del Estado.
      Imagínate si lo cogen los etarras al donostiarra Molins éste.
      No sé si es mejor vivir pendiente del tiro en la espalda de los etarras o en una embajada de esas de Africa.

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