La mejor biografía suya la ha escrito el historiador Henri Kamen, profesor de la Universidad de Chicago..
Vamos a resumir su trayectoria.
Alto, enjuto, de piel cetrina, severísimamente austero, recio, fiero, despótico a veces, la leyenda negra nos ha traído la imagen del creador del Tribunal de los Tumultos para castigar a los protestantes de los Países Bajos, y ese nombre terrible que se invocaba en las noches ante los niños como si fuera el del Coco o el Hombre del Saco si no se dormían. "Duerme, niño, que si no vendrá el Duque de Alba y te llevará".
Y desde ahí vienen aún muchas putaditas europeas actuales a cargo de holandeses y belgas de la UE
Ya a los seis años acompañó a su abuelo Fadrique, del que heredaría el título ducal, en la toma de Pamplona, en 1513, y con tan solo diecisiete años, en 1524, sin el consentimiento familiar se enrolará con las tropas de Íñigo de Velasco, Condestable de Castilla, que se aprestaban a liberar Fuenterrabía, en manos entonces del francés. Tamaño fue el valor de Fernando que tras la victoriosa batalla quedó, aun adolescente, puesto al frente de la villa guipuzcoana.
Quiso además la suerte que el Duque de Alba conociera a uno de los grandes amigos de su vida, a un entrañable camarada al que la muerte se llevaría tan temprano, el poeta y bravo alférez Garcilaso de la Vega.
Para quienes ven la historia con mayores objetividades, fue un bravísimo general y un acertadísimo estratega, uno de los primeros grandes capitanes de los bravísimos Tercios, y también el peor tratado por Carlos V y por su hijo Felipe II.
El Duque gobierna los Paises Bajos |
Su siguiente servicio sería como diplomático de alto fuste, y merced a que dominaba varios idiomas, lo que hacía de él la persona perfecta para acompañar a Felipe II en su viaje a Inglaterra cuando se realizó el matrimonio del joven Felipe con María Tudor.
Poco después, de vuelta a las armas Fernando fue enviado a Italia, donde los franceses habían vuelto a tirar de acero, y se quedó solo y dueño de toda Italia, con los títulos de capitán general, gobernador de Milán y virrey de Nápoles.
En 1566 el protestante no perdía ripio guerrero y volvía a amotinarse al norte, en los Países Bajos. Y hasta allí se fue encorajinado el bravo Duque. Los luteranos habían dado fuego a numerosas imágenes católicas y Felipe II no lo podía permitir. El 22 de agosto de 1567 entraba en Bruselas, y poco después nuestro singular compatriota ponía manos a la obra de hacer justicia creando el Tribunal de los Tumultos, tan traído y tan llevado por la leyenda negra, que hasta se cuenta que los herejes prefirieron llamarlo Tribunal de la Sangre.
Lo que estaba en juego no era poco, y el Duque de Alba se mostró inflexible con la rebelión. No faltaron las ejecuciones de los nobles protestantes e incluso de algún antiguo aliado ahora pasado a las filas de Lutero. Se cuenta que el Duque en persona presenciaba los ajusticiamientos de los enemigos, sin duda para causar aún más miedo entre ellos.
Pero como los reyes son poco agradecidos el Duque acabó desterrado y exiliado en Uceda, a causa de haber contraído matrimonio sin permiso de su rey, estando como estaba viudo desde hacía muchos años.
Su fama de legendario soldado le valió la rehabilitación cuando los portugueses se sublevaron contra España y el único capacitado para sofocar aquello era el Duque. Tenía 72 años, y en ese 1580, el rey Felipe II le pidió lanzarse allende la frontera portuguesa y sofocar la rebelión de los portugueses que se habían alzado contra la Corona. Y Álvarez de Toledo no falló. Venció en la batalla de Alcántara y ocupó Lisboa.
Felipe II volvía a ejercer de Felipe I de Portugal. En la capital lisboeta vivió Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel sus dos últimos años de vida como Primer Virrey de Portugal.
NOTA : Está demostrado que Fernando Alvarez de Toledo ha sido el mejor militar que ha tenido España en su Historia junto con Gonzalo Fernández de Córdoba conocido como "El Gran Capitán". Cabe destacar el entusiasmo y el fervor que tenía el Duque entre aquellos soldados barbudos, veteranos de todas las trincheras, curtidos y asaeteados por heridas y cicatrices, a los que se refería siempre con un "Señores soldados…", antes de que tuvieran que entrar en feroz combate.
EL DUQUE TOMA LISBOA |
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