29 marzo 2013

El horror infantil con Torres Baena

Al conocer los testimonios de las víctimas, los informes policiales… nos hemos encontrado con uno de los casos que mejor se adapta a esas palabras que pronuncia Marlon Brando, encarnando al coronel Kurtz en esa obra maestra del cine llamada Apocalypse Now: “No creo que existan palabras para describir todo lo que significa a aquellos que no saben lo que es el horror. El horror. El horror tiene rostro”…

Y en esta caso, sin duda, el rostro del horror era Fernando Torres Baena. Se convirtió en el mayor depredador sexual de nuestra historia.

Fernando Torres Baena es, probablemente, uno de los karatecas más prestigiosos de España: campeón nacional en 1979, cinturón negro sexto dan, entrenador nacional, licenciado en Educación Física, doctor en Ciencias del Deporte, presidente de la federación de karate de Gran Canaria, director de I+D de la Federación Española de Karate. Autor de varios libros sobre este deporte, su fama se debe, sobre todo, a que es uno de los entrenadores con más títulos en su haber.

Dos de sus más laureadas karatecas han acabado sentadas con él en el banquillo y condenadas: se trata de Ivonne González (siete veces campeona de Europa) y María José González (dos títulos europeos y siete de España).  Eso es lo que era Torres Baena hasta que salta el escándalo

¿Cómo salta y por qué? Seguramente, Torres Baena seguiría hoy siendo un entrenador laureado y nada más que eso si el Viernes Santo de 2008 no hubiese pasado lo que pasó en el chalé que el karateca tenía en playa de Vargas. Ese día, una de sus discípulas, Ivonne, quiso dormir junto a una de las alumnas de la escuela, una chica a la que nosotros llamaremos Diana y que en el proceso ha sido conocida como la testigo número uno. La alumna tenía entonces trece años e Ivonne solo pudo manosearla, porque la chica no le dejó ir a más.A la mañana siguiente Ivonne pidió ayuda al maestro Torres Baena, que regañó a la díscola alumna por no haber querido mantener relaciones sexuales con su profesora, a lo que accedió esa misma noche.

Y eso se repitió varias veces, y no solo con Ivonne, sino con otros alumnos del gimnasio. Sus maestros le dijeron que tenía que hacerlo con sus compañeros.  Diana no dijo nada hasta enero de 2010, cuando acababa de cumplir quince años. Y se lo dijo a su tutor del colegio. El profesor la veía sola en los recreos, llorando con frecuencia y cuando le preguntó a la chica, ésta le dijo que había sido víctima de abusos en la escuela de karate y que estaba muy preocupada porque el hermano de una compañera de clase, un niño menor que ella, iba a ingresar en la escuela de Torres y sabía bien lo que le iba a pasar.

Días después, la chica contó lo mismo en su casa y su madre puso la primera denuncia. Y esa primera denuncia es la que desencadena el caso Karate. Muchos se han preguntado en todo este tiempo por qué denunció esa chica, ¿qué razones tuvo ella que ninguna de las otras, al menos 30 víctimas, tuvieron para denunciar a Torres Baena?

La sentencia de la audiencia de Las Palmas es la que mejor contesta a esa pregunta. Leemos textualmente: “su madurez le llevó a dar un paso adelante en defensa de otros menores que pudieran llegar a ser víctimas, consciente de que habían abusado de ella, de que la habían obligado a tener relaciones con sus compañeros. No se trata de ninguna conspiración como pretendió hacer ver el acusado. Se trata simplemente de una menor cuya libertad sexual y dignidad fueron arrancadas por los acusados y que decidió gracias a su madurez, inusual para su edad, poner fin a la situación”.

Durante la instrucción del procedimiento llegaron a declarar 61 posibles víctimas, pero de ellas sólo 39 pudieron acreditar haber sufrido abusos por parte de los acusados y que esos delitos no hubiesen prescrito por el tiempo transcurrido. Algunas de las víctimas apenas tenían nueve y diez años cuando empiezan a abusar de ellas.

Hubo un momento terrible que nos recordaba uno de los policías que instruyó el caso. Uno de los chicos que llevaba desde los cinco años en la escuela de Torres estaba contando con todo detalle los horrores que había vivido. Lo estaba haciendo con normalidad, hasta que oyó, al otro lado del biombo, la tos de Torres Baena, que carraspeó de manera ruidosa. El chico empezó a tartamudear. Estaba aterrorizado. Sólo de esa manera se explica cómo pudo este tipo mantenerse impune durante más de veinte años.

Pero es que, además, el maestro utilizaba técnicas propias de las sectas, tal y como dice en sus informes Vicente Garrido. Había rituales, como en todas las sectas. Por ejemplo, el grupo de los ‘elegidos’  se saludaban besándose en la boca. Y las relaciones sexuales eran en ese grupo un método de evolución personal y deportiva.

María José e Ivonne se paseaban desnudas, se veían películas pornográficas, se consumía alcohol y cannabis y se trataba de desacreditar a las familias auténticas de los alumnos. Fernando Torres Baena es equiparable al jefe de una secta.

Ivonne y a María José, que han sido condenadas a más de 120 años de prisión cada una. Pero antes ya había utilizado a Edith, su primera mujer, con la que se casó cuando ella tenía 16 años. Ella confesó durante la instrucción que había mantenido relaciones sexuales con alumnos de su marido por amor a él. No se ha sentado en el banquillo porque en 1994 se separó y sus delitos ya han prescrito. Fue el primer gancho de Torres. Un papel que luego asumieron Ivonne y María José. Ivonne y María José eran profesoras en distintos centros y colegios.

Ellas llevaban hasta la escuela de su líder a los chicos y a las chicas que consideraban que podían ser del agrado del maestro. No había distinción entre chicos y chicas. Transcribimos parte del sentencia, que define a Torres Baena como un depredador sexual: “Torres lograba que los alumnos se doblegaran a sus requerimientos, logrando que se plegaran a sus deseos, en los que cabía no solo cualquier tipo de práctica sexual, sino que era indiferente su posición tanto como sujeto activo o pasivo y sin importarle el género masculino o femenino de la víctima, ni mucho menos su edad”.

Todos los casos tienen cosas comunes: los abusos se producían, en un primer momento, en el altillo del gimnasio de Torres Baena o en la casa de playa de Vargas, el lugar al que, con la excusa de realizar concentraciones deportivas, el maestro llevaba a los alumnos elegidos para organizar verdaderas orgías. Allí, a ese chalé, Torres sólo llevaba a los chicos que ya estaban doblegados total o parcialmente.

Allí, Torres Baena organizaba con cuadrantes quién tenía que mantener relaciones con quién. Él, Ivonne y María José, por supuesto, elegían a sus parejas entre los niños y niñas. A veces en encuentros, llamémosles convencionales, y a veces en tríos o cuartetos. Pero, en otras ocasiones, instaban a los alumnos a mantener relaciones entre ellos. Y entre esos alumnos estaba el propio hijo de Torres Baena, que está entre las víctimas. En una ocasión, fue obligado a tener sexo con una compañera y entre los dos llegaron a un acuerdo para mentir y simular el encuentro.

Los testimonios son tremendos. No queremos seguir dando detalles, pero basta con decir que muchas de las víctimas siguen sufriendo hoy síndorme de estrés postraumático y secuelas terribles: una huella imborrable, como dice la sentencia.

Hace unos días, la Audiencia de Las Palmas le condenó a más de 300 años de prisión por delitos terribles.


Por Manu Marlasca y Luis Rendueles


13 comentarios:

  1. Y luego dentro de unos pocos años, estara paseando por la calle.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON MAMUNA
      Sí, acogido a todos los beneficios penitenciarios existentes en exclusiva para pededastas, etarras y descuartizadores.

      Tempus facit aerumnas leves :El tiempo hace ligeras las desgracias. (Lucius Annaeus Seneca)

      Eliminar
  2. A mí siempre me ha sorprendido cómo unas experiencias tan traumáticas los dejan paralizados a todos en el sentido de que nadie denuncia, más teniendo en cuenta el número de víctimas, todos con sus distintas personalidades pero que por una cuestión estadística un par de ellos denunciaría a la primera de cambio.

    Con el tema de abusos a menores no hay otra más que la castración, la cadena perpetua y meterlos en celdas con negros con más rabo que el diablo.

    Por cierto, por relajar el tema, si a mí me dicen que con 15 años voy a aprender a repartir hostias y a cepillarme una de esas profesoras hasta sería capaz de trabajar para pagarme las clases... eso sí, con el maricón del jefe ¡que corra el aire!.

    ¿saben los jueces de Luxemburgo que estos pasarán dos tardes en la cárcel si le dan la razón a la putísima hija de la gran puta de la etarra?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON ISRA
      Me uno a tu solicitud de modificación del Código Penal y que la pena para estos fijosdeputas sea, además de los 300 años simbólicos, la que sugieres :
      la castración, la cadena perpetua y meterlos en celdas con negros con más rabo que el diablo.

      En nuestra época de 15 años nos proponen lo que dices y "semos" capaces de hasta gritar Viva Stalin.

      Los de Luxemburgo sospecho que son una pandilla del estilo de los del Prostitucional Nacional, y no espero nada bueno de ellos. Máxime porque aún se acuerdan del 5º Duque de Alba y nos putean siempre.

      Estoy terminando el Informe Muller y ratifica una de mis viejas suposiciones : que los policias alemanes y austriacos de los años 50 y 60 eran viejos nazis de Gestapo. Y que los del M-15 son por genes "hijos de la gran puta bretona".

      Eliminar
  3. vamos, que menos kárate hacían de todo, vaya banda.
    saludos blogueras

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON JOSÉ ANTONIO
      Son unos monstruos que merecen ser pasados por el turmix, ya que se cebaban en NIÑOS.

      Eliminar
  4. Lo más triste es lo que comentan por aquí, que en unos años estará paseando por la calle tan tranquilo y, posiblemente, hasta monte otra escuela de kárate.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON ANGEL
      Pues, sí, lo más triste es que en diez o doce años estará ya organizando otro festival de corrupción de niños en otra parte. Debiera de ser preceptivo con estos tipos el castrarlos.
      Bienvenido al Blog y gracias por esta visita cordobesa.

      Cordiales saludos

      Eliminar
  5. Los niños no denuncian por miedo y sentimiento de culpa que, a veces, logran vencer cuando ven que otros niños pueden ser futuras víctimas de los mismos abusos.

    Son irrecuperables, unos auténticos hijos de puta que, una vez detenidos, no merecen ver la luz del Sol en toda su puñetera vida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DOÑA CANDELA
      Tal como los periodistas detallan los niños les tenían auténtico pánico y de ahí su silencio generalizado. Y no me extraña nada.

      Estos tipos merecen la pena que propone ISRA y aún me resulta corta.

      Un feliz aurresku mañana en honor al "Aberri Eguna", tú que eres muy de los de Bildu y por ahí. Buena me espera mañana todo el día que con los berzotas éstos que me rodean.

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

      Eliminar
  6. Hay que andarse con cuidado con esas escuelaS de karate, judo, taekwondo o campamentos juveniles. Algunas son la excusa de sujetos como el mencionado en el artículo para desarrollar sus desviaciones sexuales.
    El castigo que propone Don Isra para esos monstruos me parece bien, en cuanto a la castración, pero meterlos en una celda con negros creo que sería darles un premio. Tampoco veo cómo castigar a las tipejas que secundaban al tal Torres, como no fuera la aplicación de ciertas costumbres africanas con las núbiles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON BWANA
      Siempre han sido lugares, los gimnasios y campamentos infantiles, lugares en donde proliferan o se descubren a tarados pedarastas como éstos del post.

      Tengo curiosidad por saber qué hacen los africanos con las núbiles pero imagino que será medicina adecuada para esas lesbianas atrofiadas dedicadas a practicar deportes de hombres.
      Yo les sugeriría que adoptaran la digna costumbre nipona de hacerse el harakiri a lo samurai.

      Eliminar