02 noviembre 2012

Precoz tirador

Aquel amigo de mi padre no mató a muchos. Ocho o diez, a lo sumo. Hombres. También creía haberle disparado a una mujer, por error; pero eso nunca pudo confirmarlo. Eran otros tiempos, me decía. Años lejanos de guerra civil, juventud, tiempos artesanos. Nada de visores nocturnos, intensificadores de luz, infrarrojos y otras sutilezas de ahora. Una manta en el suelo para no helarte. Un Máuser y paciencia. Mucha paciencia.

El Máuser era un Coruña 35 –aún pueden verse en museos– al que le había limado la rebaba del gatillo, o algo así, e iba suave como la seda. Bastaba una presión leve, y bang. Cazaba seres humanos. Vidas.

No había nada en su casa que recordase aquello: ni condecoraciones, ni fotografías, ni armas de ninguna clase. Tardé años en saber en qué bando estuvo; perdedores y ganadores, daba lo mismo. Tampoco yo tenía claro eso de los bandos, y sigo sin tenerlo.

Todo había sido cuestión de azar, técnica, condiciones personales. Estar aquí o allá en el momento adecuado. Hay quien es bueno para el violonchelo, o el cálculo, o el sexo. Él era bueno para aquello: tenía buen pulso, era paciente y tenaz. Por eso le dieron un fusil y le asignaron un tejado, una ventana, una tronera. Tenía diecisiete años.

Después, muchos años más tarde, a veces, me sentaba a su lado y él me contaba. Yo estaba aquí, el objetivo allá. Dibujaba distancias imaginarias en el aire, o sobre una hoja de papel. Trayectorias. Frutas sobre la mesa. Olor a tabaco negro. He visto asesinar manzanas, naranjas, peras, pasas, nueces, piñones, vasos de vino. Bang, bang. O tal vez debería escribir asesinar a manzanas y nueces.

Y vas a volver loco al niño, decía su mujer. Cómo se te ocurre. Dios mío. Cómo se te ocurre contarle esas cosas.
Luego se iba, y entre el humo de tabaco negro flotaba un silencio cómplice. Gracias a él aprendí a caminar, a moverme siempre como si hubiese un fusil apuntándome y yo me recortase en el círculo de un visor. Y sigo haciéndolo. Cuando era pequeño jugaba a lados buenos y lados malos, camino del colegio. Asomado a la ventana, elegía a víctimas imaginarias. Dispara, cambia de posición, dispara de nuevo. Sin ruido, sin alardes. Así tardan más en localizarte, o no lo hacen nunca.

Otras veces me ponía en lugar del objetivo para estudiar su comportamiento. Subía y bajaba la acera, me detenía en las esquinas. Aprendí pronto una obviedad utilísima. Un arma tiene dos extremos: uno bueno y uno malo. La culata es el bueno, y el cañón es el malo. Si estás en ese extremo, o crees estarlo –es bueno creerlo siempre–, no te pares nunca. Muévete. Es más difícil acertarle a un blanco móvil que a un blanco fijo.

Una vez quise probar. Doce años. Carabina Gamo, perdigones. Me movía por un campo de batalla imaginario, y el pájaro estaba posado en una rama desnuda del cerezo, sobre un fondo gris casi bélico. Cielo de nubes bajas. Sucias –cuando al fin conocí una guerra, la confirmé como una inmensa nube baja, sucia y gris–.
Me acerqué despacio, arrastrándome, entre los helechos. La paciencia era básica, le había oído decir mil veces. Tanto como el pulso, la concentración y la capacidad de pasar horas y días y semanas operando en absoluta soledad. Yo estaba resuelto a ser paciente.

Me detuve y apunté, tomando mi tiempo. Da igual que se vayan, sabía. Y confirmé luego. Si esperas, siempre terminan pasando una y otra vez ante la mira. Hasta los mismos. Vaya si pasan. Y aquel no se fue. Retuve el aire al oprimir el gatillo con suavidad, y sentí en el hombro el pequeño retroceso del arma.

Tump, hizo. El pájaro –un gorrión– emitió un quejido corto y seco. No sé si los gorriones se quejan. Tal vez sólo pió, o como se diga lo que hacen los pájaros cuando les meten un perdigón en el buche. O creí oírlo piar. Luego cayó como una piedra, vertical, cloc, al suelo. Quizá si no se hubiera quejado, o piado, habría sido diferente. Para mí. Para el resto de mi vida.

Pero el gemido, o lo que fuera, me paralizó, inmóvil, la carabina pegada a la cara, un ojo todavía entornado y el otro abierto tras el punto de mira. No me acerqué a cobrar la pieza. Me quedé allí quieto, mirando el pequeño ovillo de plumas grises sobre la hierba. Pensando. Luego retrocedí entre los helechos y me fui en silencio. No volví a matar. Ni un animal, ni un pez. Nunca. Deliberadamente, al menos –lo no deliberado es otra cosa–.
Pero ésta no es la historia de un psicópata, sino la de un remordimiento.


ARTURO PEREZ REVERTE
Académico



11 comentarios:

  1. Jajaja este Arturo. Es raro, porque normalmente a las personas no les gusta hablar de eso y menos si se es tirador. Los tiradores tienen mala fama, todo el mundo quiere uno bueno en su unidad, pero no les gustan a nadie y normalmente suelen ser tipos más bien solitarios.
    Una cosa, para hacer un buen tiro, no hay que retener el aire, si no expulsarlo. Lo expulsas, esperas y jalas el gatillo con firmeza pero con suavidad.
    Saluditos.
    Ps: He visto tú comentario en casa de Isra, ya te jodieron. Te dije que te habían jodido la imagen de portada pero pensé que sería solo eso. Ya nos contaras si tenemos que cambiar url o lo que sea. Esta actualización parece que entro bien en mi blog, pero si hay problemas ya te avisare.

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    1. DON ROBERT
      Hasta de eso, de disparar a lo francotirador, eres un experto. Tú eres un polifacético.

      He reestablecido imágenes eliminadas y he cambiado de nombre al blog y estoy a la espera de que me confirmen la aceptación de un dominio personal. Si con ello me supone cambio de URL ya te avisaré.
      Lo curioso es que en mi ordenata no notaba nada y cuando me avisastes me fui al portatil y sucedía lo que me decías. Después también en mi ordenata de mesa me sucedía lo mismo.
      Gracias por los avisos pasados y futuros que puedan ocurrir.

      Un muy cordial saludo

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  2. Bueno, pero Reverte no habla de patos exactamente.

    Muchos de esos tiradores lo fueron de forma accidental, algunos, casi niños. No todos son capaces de trasladar al papel determinadas sensaciones pero a algunos sí les consolaba contarlas, incluso esa sensación de alivio, desde la lejanía, porque muchos tuvieron la suerte de no estrenarse y siempre se lo agradecieron a Dios o al destino, según.

    ¿Porqué tienes que cambiar el nombre al blog? ¿No basta con la URL..?

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    1. DOÑA CANDELA
      El error está en la imagen que he puesto de un cazador de patos, y eso es culpa mía.
      Yo a P. Reverte lo interpreto como que ahora a su edad le parece un crimen eliminar cualquier cosa viviente. Y que cuando mató al gorrión también se sintió frustrado. Creo que todo eso es a lo que se denomina SENSIBILIDAD.

      Algo poco frecuente en los políticos, en algunos hospitales y en muchas oficinas de trabajo. Y en tantos otros lugares.

      No sé porqué pero ha sido un impulso el de cambiar el título porque lo de la URL, como dices, es suficiente. En fin véamos como se suceden las cosas. Si el tema prosigue tendré que recurrir a instancias competentes en el asunto.

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  3. He tenido la suerte de no tener que disparar a ningún ente vivo en toda mi vida; mi contacto con las armas de fuego se ha limitado al tiro al plato con escopeta. Comprendo perfectamente la angustia y el arrepentimiento del asesino del gorriocillo.
    (Por cierto, la estampa deportiva de Blanquita es impresionante)

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    1. DON BWANA
      Me alegra saberlo. Tampoco he disparado jamás contra ningún ser vivo.

      Prima Blanquita está muy en forma, de momento.

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  4. Cuando ingresé en la Guardia Real, era el típico niñato que creía que todo aquello era un juego. Hasta que en práctica de tiro sufrí un ataque de ansiedad. las armas no son ningún juego. Su uso y práctica tienen que gustarte mucho, sino pasa lo que pasa, notas que es algo que no te va. Por suerte pude irme a la Unidad de Música, donde acabé mi vida militar tres años después.

    Un saludazo.

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    1. DON PEDRO
      O sea que también has tenido la experiencia de haber pasado por ese Cuerpo y su rígida disciplina. Imagino será una gran experiencia vital.

      Cordiales saludos

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  5. Ya veo que has cambiado algo tu blog, por cierto preciosa la foto desde Ulía.
    Ayer me extraño, que no salia imagen, a mi cuando no me dajaba subir imagenes compré mas espacio y de momento sin problemas, por 4 €,compre 20 gigas para un año, no se si es tu caso.
    En cuanto al Maestro Pérez Reverte y a la persona que refleja, me recuerda a mi padre que tambien fue de los que participó en aquella barbarie y nunca quería habalr de ella; en la prepotencia de mi juventud, le dije: ¿Por que no quieres hablar de la guerra, si tu eres de los que ha ganado?; muy enfadado me dijo: Una guerra civil no la gana nadie, todos la perdimos.
    Tambien él tenía 18 años cuando empezó.
    No hablo de un intelectual, hablo de un hombre de pueblo, un minero del carbón.
    Salud
    Salud

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    1. Un gran ser humano tu señor padre, DON JAIME. Pocos ha habido así tras la guerra aquella.

      Mi nuevo blog está en

      http://tellabeltzbureau.blogspot.com.es/

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  6. Ni he sido cazador ni ha habido en mi familia interés en la caza, es más, en alguna ocasión en que he estado cerca de un arma imponen un respeto tremendo y dan un yuyu mu grande.

    Por cierto, nuestro amigo Zorrete no deja de sorprendernos, no sé si le pondremos en un aprieto pero huele a comando o algo así, jajajajaja.

    Por cierto (veo que no ando muy sobrado de léxico) a pesar de las putaditas y cambios no he tenido que hacer nada para acceder al "nuevo" blog, eso sí, compruebo que algunas cositas han desaparecido, aunque otras se mantienen, y quería felicitarte por tu promoción del deporte (el voley femenino es muy entretenido, especial en su variedad playa)

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