06 noviembre 2012

Mujeres piratas del XVIII

En un punto turbulento del mar Caribe, dos piratas se enfrentan a un duelo en pleno siglo XVIII, la edad dorada del pillaje. Apuntan, disparan. Ambos fallan. Se abalanzan, espada en mano, hacia su contrincante. La bandera del barco ondea en la punta del mástil y cuando el viento sopla fuerte, se ve clara la imagen: un cráneo y dos espadas cruzadas.

Uno de los marineros es fornido, con cara de pocos amigos. El otro, más bien pequeño pero ágil. En un momento de distracción, sorprende a su contrincante con un arma secreta: se abre la camisa y exhibe dos pechos de mujer. El grandullón, atónito, se queda paralizado ante su verdugo, una fémina, quien le clava la espada en el cuello y le quita la cabeza de un tajo.

Así era Mary Read, la más famosa mujer pirata, quizá, de todos los tiempos. El terror, allá por 1718, de los galeones españoles, buques preñados de tesoros de Indias que buscaban esquivar a los piratas ingleses y llegar a salvo a Europa en una época en que la población de asaltantes de altamar rondaba los 2.000 sólo en el Caribe.
La leyenda de Mary,tan temida como su compinche Anne Bonny, quedó sepultada bajo toneladas de historias de piratas de tupidas barbas.

Su sangre fría, su facilidad para transformar su aspecto en el de hombre rudo, el hecho de ser una mujer en ese mundo de hombres brutos, es también una forma de mirar la vida a Mary Read, la británica que un día decidió dedicarse al pillaje hace casi 300 años.

Hija ilegítima de una inglesa, Mary nació hacia 1690 en Plymouth (Inglaterra) y creció reemplazando a su hermanito, muerto al poco tiempo de nacer. Obligada a vestir como varón desde su primer día de vida, se acostumbró a andar por casa sin la vanidad de las señoritas. La treta fue idea de la madre, para convencer a su suegra de que el niño seguía vivo y así poder recibir de ella una corona semanal.

Cuando murió su abuela, la pequeña Mary, todavía vestida de muchacho, fue lacayo de una francesa, pero pronto se hartó y decidió alistarse en el ejército. Ingresó en un regimiento, donde pasó unos meses que le templaron aún más el carácter. Lo que no anticipó fue que su compañero de tienda de campaña cambiará los planes. Esto aplazó su cita con la piratería, pero no la canceló.

Mary, con la mente turbia por la situación, le reveló el gran secreto a su compañero y confesó ser una mujer. El joven soldado pasó del estupor a la complacencia y ambos decidieron casarse. Desde ese momento, Mr. Read, muchacho hosco y con voz impostada, asumió el papel de esposa y empezó a usar vestidos por primera vez. Juntos abrieron un hotel, el Three Horseshoes (Tres Herraduras), pero justo cuando creía que su pasado de mascaradas estaba enterrado, el esposo murió.

Sin pensárselo mucho, Mary, con alma guerrera, tiró los vestidos a la basura y volvió a su atuendo de pantalón y camisa. El siglo XVIII no era una época feliz para las viudas.

En cuanto pudo, se sumó a la tripulación de un barco mercante holandés. El minutero se acercaba al momento en que el barco pirata capitaneado por Jack Rackham les tomaría por asalto y permitiría que Mary Read, travestida como marinero británico, se sumara a la tripulación.

Jack viajaba con Anne Bonny, quien también vestía como chico ante los demás miembros de la tripulación. Fue en este cruce de caminos cuando comenzó a forjarse la reputación de Mary Read como la pirata "Sedienta de Sangre".

Anne Bonny era famosa por su voracidad sexual (revelaba su sexo sólo a sus amantes), y bajo esta batuta empezó a cortejar a Mary, convencida de que su presa no era más que un joven incauto. En el momento álgido de la seducción, Anne le mostró su cuerpo desnudo. Y Mary no tuvo otra opción que revelar también su verdadera identidad. Dos mujeres. Dos piratas.

La verdad es que el capitán montó en cólera por la excesiva atención que Anne prestaba al chico inglés. Anne, para deshacer el entuerto, se apresuró a abrirle la blusa a Mary, aplacando así la ira del capitán.

Disfrazadas, estas féminas de tres siglos atrás cubrieron sus cabellos y sus pechos con vendas e igualaron a los otros piratas en vulgaridad lingüística y en resistencia a la hora de empinar el codo. Así lo narró un cazapiratas que los encontró en plena celebración de barriles de ron y los llevó a las autoridades.

Al capitán Rackham lo ahorcaron a los pocos días de la redada. Durante el juicio por robo, las dos Gatas furiosas del infierno no pidieron clemencia y fueron declaradas culpables. Ante la inminencia de la condena (la horca) revelaron estar embarazadas. La condena se postergó.

La línea de la vida de Mary Read se vuelve boceto y parece tocar la leyenda hacia el final. Según algunos historiadores, se le perdonó la vida tras la condena por piratería, pero falleció luego, en el parto.

Otros dicen que escapó. Lo cierto es que Mary y Anne existieron, y el mito de las guerreras de la piratería en el Caribe inspiró la figura fantástica de la hija de Barbanegra. Pero eso ya es cine.

Tellagorri


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