El domingo 21 de octubre de 2007, El País estrenaba diseño. Con tan fausto motivo, hizo a sus lectores tres regalos: una tirada de un millón de ejemplares, un reloj bastante feo y una historia política bastante falsa, pero con mucho morbo, que venía con un amplio avance en portada y la firmaba Ernesto Ekaizer, criatura argentina que era pieza destacada de la trituradora de Polanco desde hacía dos décadas.
Estos eran los titulares y la información: Aguirre irrita al rey por defender al locutor que pide su abdicación. El monarca, molesto, reclama que la Iglesia controle a la Cope.
"La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, reclamó el pasado 11 de octubre, en un almuerzo en el Palacio Real con los reyes de España, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y varios comensales más, un "trato humano" para Federico Jiménez Losantos, el locutor de la cadena Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal. Losantos exige desde hace tiempo la abdicación de don Juan Carlos. Las palabras de Aguirre irritaron al rey (...).
"Yo no tengo problema en recibir a la gente. Es a mí a quien tiene que dar un trato humano. ¿Pero esto qué es?", preguntó el rey. "Es intolerable. Le he dicho a Rouco Varela que recen menos por mí y la monarquía y se ocupen más de la Conferencia Episcopal que controla a la Cope", remachó".
Ekaizer terminaba así el relato completo: "(...) Don Juan Carlos hizo un gesto de desdén y dijo tres palabras duras".
En principio, según esas fuentes de agua argentina que manaron, las "tres palabras duras" dedicadas a Esperanza Aguirre por el rey fueron "hija de puta".
El pendolista argentino dice que yo he "exigido", cuando yo no he exigido nada al rey -no tengo forma de hacerlo- sino que he dado mi opinión acerca de su actuación en esos primeros años de Zapatero. Naturalmente, el verbo "exigir" dibuja un monstruo de opereta, "yo", y ridiculiza como algo monstruoso o estúpido algo más serio: la eventual abdicación del rey en el príncipe de Asturias, su heredero legítimo (...).
Pero hay algo aún más grave en la manipulación prisaica, que es privar a un español del derecho a criticar la actuación del jefe del Estado si, a su juicio, acepta la liquidación del régimen constitucional que juró defender. Eso es lo que a mi juicio había sucedido al respaldar la negociación del gobierno Zapatero con ETA, sus pactos con los separatistas de Esquerra Republicana y, sobre todo, el empeño del gobierno en sacar adelante un Estatuto de Cataluña que, en opinión de no pocos magistrados del TC, arruina la legitimidad de la nación española como base de cualquier forma de legalidad en el Estado. (...)
El País, defensor de todas las negociaciones y claudicaciones de Zapatero ante el nacionalismo y el separatismo, al identificar al rey con los proyectos del gobierno socialista, lo convierte en rehén de la izquierda y protegido del PRISOE, más PRISOE que nunca. Operación de entrañamiento e identificación de la corona con la izquierda que se hace a costa de la derecha y sobre todo, de la obligación del rey de serlo de todos los españoles, no sólo de los que mandan. Y por eso muchos creen que, a veces, para salvar la monarquía, ha de irse un rey que, por perder la cabeza, suele acabar perdiendo la corona.
Lo que yo había dicho dos años antes era que, dada la incapacidad del rey para asumir sus obligaciones, sería quizás conveniente para la salud de la institución monárquica que Juan Carlos I, cumplidas ya tres décadas de ejercicio, abdicara en el príncipe de Asturias, siempre que Felipe VI quisiera hacer lo que su padre había jurado hacer y no hacía. (...) Aquella entrevista se olvidó.
Pero la misma semana del banquete real del 12 de octubre, en Telemadrid Sánchez Dragó me preguntó en su telediario por aquellas declaraciones y yo las expliqué de nuevo. Pero -añadí en la tele y repetí en la Cope- "al decirlo quizás pequé de ingenuidad o de confianza excesiva en la institución. Padre e hijo ya son mayores, y si no quieren hacer lo que convendría a todos, allá ellos".
Naturalmente, cualquiera puede discutir mi opinión. Menos el rey, por tres razones: porque es escandalosamente antidemocrático; supone violar el art. 20 de la Constitución, que garantiza el derecho de los ciudadanos a opinar y difundir sus ideas por cualquier medio, y porque ante la crisis del orden constitucional, el rey puede hacer apuestas arriesgadas junto a la izquierda y jugarse la corona, pero no tiene derecho a agredir en público a nadie, y menos a quien critica esas apuestas políticas suyas en términos también políticos.
La edición de Madrid de EL MUNDO, firmada por John Müller, director adjunto, anunciaba también en portada y corregía dentro esta información: Aguirre sobre Losantos ante el rey: "Lo peor es quitar el micrófono a un periodista".
La presidenta de la Comunidad de Madrid abogó a favor del derecho a opinar libremente tras un comentario del monarca durante la fiesta nacional. Al día siguiente, Müller se hacía eco de la opinión de La Zarzuela. La segunda entrega de Müller es minuciosa y detallada. Lo que llama la atención es que La Zarzuela no desmiente lo publicado por El País.
Sin embargo, en Libertad Digital y en la parte de la Cope identificada con nosotros, la nocturna "operación relámpago" de Pedro J. tuvo una lectura muy diferente de la mía, que era de alivio por tener aún un aliado. Pedro J. -interpretaban- trataba de defender a Aguirre y, de paso, a mí, pero sin atacar al rey.
Reconozco que me quedé solo defendiendo a Pedro J. Pero es que la relación de la Casa del Rey con los medios arrastraba tormentas muy antiguas. Cuando yo hacía los viajes largos del rey para Antonio Herrero, tuve ocasión de tratar bastante y apreciar mucho a Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa. Por eso creo entender bastante bien el delicado equilibrio que, con la súbita caída de Sabino, precipitó al rey en brazos de Prisa.
El problema esencial para Sabino en aquellos años era doble: cómo controlar al rey en sus peligrosas relaciones personales y financieras; y cómo evitar o limitar la publicación de datos comprometedores. (...) Durante la larga estadía de González en La Moncloa el rey fue sintiéndose cómodo, hiperlegitimado y archiprotegido por Polanco para hacer su real gana. Sin embargo, como veía Sabino, lo que hacía feliz a la real persona podía poner en peligro a la institución, que disfrutaba de un secretismo propio de una monarquía absoluta marroquí. (...) Para conseguir su propósito, Sabino manejaba con maestría la "filtración controlada" y el "reconocimiento mitigado".
Cuando algún medio había conseguido testimonios fidedignos de ciertos secretos a voces, como, por ejemplo, su relación con Marta Gayá, aireada por Época y recogida en EL MUNDO, Sabino podía refrendar el elemento noticioso, pero añadiendo datos que desvirtuaban su factor corrosivo. Sin embargo, la distancia entre Sabino y el rey se fue haciendo cada vez mayor y tras la seudobiografía de Vilallonga, hecha por el rey a espaldas de Sabino para que el aristócrata caradura no hiciera un libro sobre Marta Gayá (esta es información del propio Sabino), no soportó más su muda y justificada censura; y lo echó.
Mimado por Mario Conde y Polanco, el rey le tomó gusto al sistema expeditivo, más sutil que el siciliano. Entre el CESID, Prisa y Conde con sus conexiones en medios y logias, el interés del PSOE en utilizar políticamente al rey para vadear aquellos años de la corrupción socialista, descubierta y aireada por EL MUNDO y la Cope, con el GAL en el horizonte, creció en la misma medida que la oposición temerosa, acomplejada y perfilera del PP lo permitía. O sea, sin medida.
Opiniones aparte, el hecho es que en el rifirrafe del rey y Aguirre EL MUNDO frenó la manipulación de Prisa. (...) Que la medida respuesta tuvo éxito lo demostró Ekaizer en sus posteriores explicaciones sobre el sentido de la intervención de Aguirre.(...)
¿Fabulaba, especulaba y más tarde reculaba? No. Nadie se pondría a escribir en El País sobre algo tan delicado como una discusión del rey sin que Polanco y Cebrián se lo hubieran pedido o asumido como conveniente (...). Con la perspectiva del tiempo que todo lo aclara, lo que empezó con esa portada manipuladora, luego rectificada y hasta ridiculizada, fue la enésima campaña de aniquilación contra la Cope. Pero esta vez, finalmente triunfó.
¿Era consciente el rey de tomar parte en una operación contra un medio tan significativo políticamente como la cadena Cope? ¿O fue un desahogo verbal, la típica "borbonada" espontánea como el "Por qué no te callas" a Chávez? Creo que el rey era perfectamente consciente de lo que hacía.
El viernes 29 de octubre de 2010, a las 11 en punto de la mañana, Luis Herrero, Eduardo Zaplana y yo aterrizamos en Roma. En el Vaticano, para ser exactos, nos había citado el cardenal Antonio Cañizares, hasta hacía un año arzobispo de Toledo, primado de España y sin duda la figura más destacada del episcopado español después de Rouco. Había sido decisivo en la liquidación de la Cope, pero no pudo disfrutar de la victoria: el Papa lo llamó a Roma para ser prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Un título muy largo para no significar nada, pero demasiado inconcreto para quien en España quería serlo todo. (...)
La escalera que lleva a los despachos cañizarescos está a juego con la entrada, con peldaños demasiado largos, que, acaso para darles alguna armonía, también han hecho demasiado altos, peligrosísimos para las lumbares. Escaleras arriba, un clérigo remeda al Gary Cooper de El manantial. Y ya en la cumbre te lleva a una sala de espera que incluso en Añastro, sede de la Conferencia Episcopal, quedaría desangelada. De pronto, se abrió una puerta de doble hoja y entró Cañizares. Yo estaba sentado a su izquierda, en un sofá de color vino aguado; Zaplana, enfrente, en un sillón de estilo nada; y Luis, a la derecha, ocupaba la joya: un sofá tapizado de rojo aparatoso, aderezado con unas volutas redoradas que, no sé por qué, me hizo recordar a los moros y cristianos de Alicante. (...)
La incógnita del viaje era cómo me recibiría Cañizares. Yo había cumplido ya con la diplomacia amical visitándolo en Roma; ahora le tocaba a él. Y lo hizo magistralmente, con la seguridad de lo pensado: nos miró a los tres pero como si sólo fuera para localizarme a mí; entonces, se me arrancó raudo y recto, entre familiar y anovillado, y me dio la mano con fuerza, mirándome a los ojos tan fijamente como si acabara de morírsenos un pariente o lleváramos años sin vernos por culpa de una guerra justa.
En realidad, ahí terminó la mitad de la entrevista; la palaciega, si aquello fuera palacio; o la protocolaria, de obligarnos algún protocolo. Pero demostrado su interés en el reencuentro conmigo y probado que yo no iba a recriminarle su papel en la campaña contra mí y en la liquidación de la Cope, sólo quedaba aceitar la charla e irnos acercando al asunto que nos traía, que era el de averiguar para qué nos quería Cañizares.
-No tiene mala vista desde aquí, don Antonio -dijo Luis.
-Pero ni comparación con la que tenía en Toledo -dije yo.
-Eso, desde luego. Pero es que aquello es, vamos, incomparable. (...)
-Bueno, ¿y cómo os va a vosotros en esRadio? Creo que muy bien. Os oigo.
-La verdad, para llevar sólo un año en antena, no puede irnos mejor.
-Me alegro, me alegro mucho. ¿Y vais a hacer algo con el viaje del Papa?
-Pues mire, don Antonio, no tenemos dinero y no haremos nada especial sobre el Papa, porque allí van a estar todos los medios. En cambio, vamos a ser los únicos en cubrir la concentración de Alcaraz y las víctimas del terrorismo. Pero si pregunta por nosotros el Papa, ya nos disculpará.
-Es por una buena causa. Lo entenderá.
(...) En fila india, fuimos abandonando sin pesar el despacho, el largo pasillo y la encumbrada escalera. Cañizares saludó en italiano al portero anodino y salimos a la calle. El cardenal y Zaplana se adelantaron. Luis y yo nos rezagamos para discretear un poco.
-Bueno, Luis, no dirás que me estoy portando mal.
-No. Pero ahora, en el restaurante, es cuando tienes que portarte bien. Porque supongo que ahora hablaremos de la Cope.
-O no. Yo creo que lo único que quería era hacer las paces. Y eso ya está hecho. Si no hablamos de la Cope, mejor para él. Todavía más cómodo.
-No, no creo. Falta oír lo que él quiera decirnos. Y algo tendrá que decir.
(...) Il vero Alfredo, el restaurante al que nos había llevado Eduardo era, sin exagerar, de película: entre La dolce vita y El padrino, con algo de Vacaciones en Roma. Sólo faltaban Audrey Hepburn y Gregory Peck en la puerta, con Lambretta y sin casco. Por lo demás, está todo lo que uno piensa que era Roma en los 60. Bajando unos escalones, la entrada disimula su modestia con una apabullante galería de fotos. Mandan los Kennedy: Jack y Jackie; Bob y Ethel, eternamente jóvenes; y el joven Edward, alguna vez joven, muerto ya, sin el esplendor del sacrificio. Aunque cerca del Coliseo, nadie aquí parece mártir. Los muertos envejecen mejor en blanco y negro.
-¿Has visto ese cadáver institucional?
-¿Cómo no voy a ver a los Kennedy? Están en el mejor sitio.
-No, no, Marichalar. En color tiene menos prestancia, pero ahí está.
-Y Alfonso XIII. Y don Juan. Y el rey, que es que nació en Roma.
-Esto tiene algo del Pudridero en El Escorial. No falta un Borbón. (...).
Al primer bocado, nos rendimos. Los maestossimi fettucini all'Alfredo eran un prodigio de sencillez y elaboración, pesados y ligeros, una victoria de la mantequilla en el paraíso del aceite de oliva. (...) Y Zaplana entendió que ese era el momento de entrar a matar.
-Bien, don Antonio, yo no quiero irme de aquí sin plantear la razón de este viaje. Yo no he oído de usted sobre estos dos señores más que cosas buenas, durante muchos años. Y ellos nunca me han dicho más que cosas buenas de usted. Me gustaría saber cómo se ha llegado a esta situación absurda en la que personas que han afrontado juntas situaciones tan difíciles estén ahora enemistadas o aparezcan ante todo el mundo como enemigos irreconciliables. Yo eso no lo entiendo.
-La verdad es que yo tampoco lo entiendo.
-Hombre, don Antonio -terció Luis-, todo viene de la salida de la Cope. Y de la participación que se le atribuye a usted en la defenestración de Federico.
-Pero es que las cosas no son como se han contado. En absoluto -Para mí la Cope -tercié- ya es ayer. Inolvidable, pero ayer. Gracias a que nos echaron creamos esRadio; y eso siempre lo agradeceremos. Pero tengo curiosidad por saber lo que realmente pasó. ¿Lo puede contar usted?
-Pregunta, que lo que sepa, lo contestaré.
-¿Es verdad, como contó La Vanguardia, que usted envió una carta a Rouco antes del comité ejecutivo diciendo que yo no podía seguir en la Cope?
-No es verdad. Yo escribí una carta que previamente se me solicitó y en la que decía que la programación tenía que cambiar. Pero no decía que tenían que quitarte a ti. Decía que había que cambiar la parrilla completa.
-Pero con la campaña en contra que llevábamos padeciendo en los dos últimos años, la carta sólo podía entenderse en ese sentido. Y así se entendió.
-Podía entenderse de otra forma. Por ejemplo, tú podías haber seguido y sin embargo cambiar la parrilla. Lo que yo creía inviable era el conjunto y lo que quería que se aclarase era el sentido de la existencia de la propia Cope.
-Y después de esta temporada -dijo Luis-, ¿está satisfecho con el resultado?
-Ya no es mi responsabilidad, pero, evidentemente, no puedo estarlo. (...)
-Bueno, pero ahora Barriocanal tiene todo el poder ¿no?
-Omnímodo.
-¿Y eso le parece a usted bien o mal?
-Si lo hace bien, me parecerá muy bien. Pero el problema de fondo es el mismo: tener una idea clara de qué hacer con la Cope. Y yo no la veo. (...)
-¿Y cree -dije yo- que ha valido la pena tanto desgaste para tener, un año después, una radio con la mitad de audiencia y sin ninguna influencia?
-Es evidente que hemos hecho cosas mal. Y en lo posible, habría que repararlas. Pero ahora soy yo el que os pregunta: ¿qué puedo hacer? ¿Necesitáis alguna gestión? (...) O para ser más concreto, ¿qué puedo hacer yo?
-Lo primero era hacer las paces -dijo Zaplana-. Y creo que están hechas. A partir de ahora, a ver cómo va todo (...) cómo se desarrolla esRadio; y hablamos. Porque lo seguro es que en pocos meses la radio va a estar otra vez patas arriba.
-Como todo en España.
-Bueno, Eduardo, como supongo que os iréis pronto al aeropuerto, yo quiero agradecerte, pero de verdad, este encuentro. No te exagero si te digo que es una de las grandes alegrías de estos últimos tiempos.
-Ha sido un placer como amigo. ¡Y era una obligación cívica, ja, ja!
-¡Tantas obligaciones no se cumplen! Y gracias, Luis; y gracias, Federico.
Salimos a la calle, a la Piazza de Augusto. Cañizares me abrazó con tal fuerza que parecía emocionado de verdad. Y se volvió al Vaticano andando lentamente. Roma quería despedirnos con una tarde de belleza abrumadora: la luz sobre todas las cosas, el cielo en su sitio, el tráfico cortado, los fieros peatones, las piedras del Coliseo, la gracia torpe del empedrado, la sensación de estar fuera del día, ya que no del mundo… en fin, Roma.
Federico Jimenez Losantos
losantos borbon cañizares
Pues, gracias por dar a conocer cosas que yo ignoraba con tanto detalle.
ResponderEliminarLa gente se confunde con Losantos como se confunde con Reverte, con sus matices, claro.
Roma, la eterna, en la que confluyen los caminos, puede mimetizarse y encarnarse con/en cualquier lugar del mundo, dando lugar a situaciones bastante paralelas. Y de la misma forma que Roma cayó por la podredumbre de sus gobernantes y augustos césares, sus item pueden correr la misma suerte. Sus dioses desaparecieron para dar paso a otros, no tan sutiles..
Lo malo es que la caida de Roma arrastró también a sus súbditos y los condenó a ser esclavos de los pueblos bárbaros.
Como se dice en el Pdrino III,: "Renacen los Borgia".
ResponderEliminarAhora la COPE es la SERCOPE.
Y gracias ello tenemos a un Federico más libre, menos comedido y una gran nueva radio.
Gracias, CANDELA. En efecto, los idem de Roma pueden caer en poder de los bárbaros por culpa de las goferías de unos pocos. Siempre es el pueblo o conjunto de ciudadanos el el que paga con la esclavitud, las idioteces de tres mamelucos endiosados por algunos.
ResponderEliminarEstamos a un metro de que los habitantes de España queden sometidos a los bárbaros Francesc y Kepas de dos regiones.
CAPITAN TRUENO
ResponderEliminarSon unos Borgias de mercadillo, desde algunos cardenales a los coronados impunes.
Efectivamente ahora Losantos es muchísimo más libre que antes y más peligroso para los sectarios.
Jimenez Losanto un periodista valiente con la verdad,Siempre ha tenido poderosos enemigos.Una muestra de su libertad fue cuando Terra Lliure.le secuestro y le pego un tiro en su pierna,un saludo.Agustin.
ResponderEliminar"La libertad, amigo Sancho- decía Don Quijote- es uno de los primeros dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y que el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres" Saludos, compadre.
ResponderEliminarLa de leches que lleva encajadas Federico, ahora les putean todo lo que pueden y mas. Como a Mariano también le arrea no tiene valedores. Creo que antes de ver caer a Federico, veremos caer almenas mas altas.
ResponderEliminarSaluditos.
DON AGUSTIN
ResponderEliminarEfectivamente, es uno de los pocos periodistas valientes e INDEPENDIENTES. Y fue, como dices, secuestrado y tiroteado en una pierna por los de Terra Lliure.
Y explica las complicidades del Borbón con los sociatas : tema tabú hoy. Pero es que una realidad.
EL FUGITIVO
ResponderEliminarEse párrafo de Don Quixote es uno de mis preferidos de toda la Literatura Universal. Y quien lo escribió sabía muy bien de qué hablaba porque él mismo fue objeto de cautiverios diversos.
DON ZORRETE
ResponderEliminarEs lo que supone pretender y ser INDEPENDIENTE en un país de lame-culos. Merece un monumento por ello.
Sin embargo, con todos los odios de los Felipe, Polancos, y las complicidades del Borbón y de algún Obispo, él sigue en lo suyo y no hay "mariano" que se lo cargue.
Que decir de FJL.. en periodismo radiofónico es uno de los pocos libres. Como en mi ciudad no escuchamos esradio por las ondas, a veces en el coche voy buscando noticiarios y tal.. y la verdad es que en general, producen verguenza ajena. Cuando no son tipo agencia EFE, son propagandistas del señorito de la taifa correspondiente, pero hasta unos extremos vergonzantes y grotescos.
ResponderEliminarEl Borbon por lo que veo, tiene mucha soberbia, solo que tiene gentes que le cubren cada cagada que comete.
La iglesia española tenía y tiene graves problemas, y no era precisamente FJL ese problema. Ese problema se llama Sistach, se llama Uriarte, y un sin fin de gentuza escondida en la sotana, pero que no están para difundir la palabra de cristo, sino la de ciertas ideologías muy determinadas.
Menudo gol le metieron a la conferencia episcopal, con lo de la COPE. La iglesia debería tener mas callo con estas cosas.
Ay Borbon... que en tu ocaso te empieza a flotar la mierda.. que metafora lo del ojo..
SEÑOR OGRO
ResponderEliminarYa ves cómo éstos obispones son incapaces de meter mano a los totalitarios de Setien, Uriarte y cía. pero no dudan en ponerse a las órdenes de los Polancos. Lo de siempre en la Historia. Y luego se extrañan de que salgan Luteros por todas partes.
En un tiempo más de media España iba a su trabajo en el coche escuchando a Losantos en la Cope. Y eso no lo podían consentir los absolutistas trileros o cuatreros.
El Borbón va de mal a peor : desde sus queridas aireadas, sus pertenencias a Logias de Suiza, sus afanamientos de patrimonio y sus chuladas a la derecha por estar bajo la férula de los sociatas. Si ZP le pone delante una Ley por la que se da la independencia a Cataluña la hubiera firmado sin dudarlo.
Nunca escuché la Cope, me gusta que un periodista ejerza su libertad de expresión sin el recurso fácil del insulto, el taco y la expresión chabacana, pero nunca defenderé la censura en un medio de comunicación.
ResponderEliminarQue Federico es valiente no lo pongo en duda, pero las formas de su discurso no las comparto. A veces estas formas restan seriedad a lo que dice.
Saludos.
sabrosísimo aporte, Tella. Ah, la diplomacia vaticana, qué lontana: desactivaron a la Cope
ResponderEliminarsaludos blogueros
Gracias por el adelanto, aunque me pienso comprar el libro como todos los que saca.
ResponderEliminarSi no existiera Don Federico habría que inventarlo, no he conocido a nadie más lúcido y libre, y si no fuera por eso, "algo bueno tendrá" cuando les fastidia absolutamente a todos...
ELENA
ResponderEliminarBueno, cada periodista tiene su público y el tono de Losantos gusta a muchos por su ironía corrosiva. Y sucede que, junto con El Mundo, era el único que alzaba la voz sin miedo contra la dictadura felipista y la Zapateriana.
Yo recuerdo que cuando iba por las mañanas a trabajar escuchaba, en breve trayecto, su discurso y me reía a carcajadas a pesar de estar semi-dormido.
DON JOSÉ ANTONIO
ResponderEliminarSí, la diplomacia vaticana es muy sui géneris y capazz de derribar murallas de Jericó sin necesidad de trompetas.
DOÑA MARIBELUCA
ResponderEliminarCreo, como tú, que durante décadas era la única voz libre de este país y que escuchabamos igual que cuando en tiempos de Franquito conectabamos a Radio París por las noches. Para enterarnos de la realidad.
Hoy es otra cosa! Creo que fue ayer que cuando entré y vi a la gorda que salí escopeteado!
ResponderEliminarMenudas historias, ni la trilogia del Padrino.
A Federico antes lo escuchaba mucho, y me reía con el, como tú. Pero últimamente perdío el Norte y parecía que estaba loco.
Ahora oígo a Carlos Herrera, que no es malo y es majete. Y también les da caña a los de arriba.
Y si quiere conservar sus lectores y ampliar la nomina de ellos, ponga más rubias y morenas como esas y en minibikini claro!.
DON LORENZO
ResponderEliminarTe agradecería que, a pesar de mi ancianidad, me tutearas.
Esa gorda estuvo ahí para disfrutar mejor de las portadoras yogurinas de mini-biquinis, pero, en fin, te haré caso y no volveré a incurrir en tamaño error.
Estas cosas de sociatas, Borbones y cardenales dejan siempre pequeña la historia de EL PADRINO.
Nel ringraziarLa per l'articolo sul nostro ristorante, abbiamo il piacere di raccontarVi la storia di nostro nonno, Alfredo Di Lelio, creatore delle “fettuccine all’Alfredo”, piatto noto in tutto il mondo.
ResponderEliminarAlfredo Di Lelio aprì il ristorante “Alfredo” nel 1914 in un locale nel centro di Roma, dopo aver lasciato il suo primo ristorante condotto con la madre Angelina a Piazza Rosa (piazza scomparsa nel 1910 a seguito della costruzione della Galleria Colonna/Sordi). In tale locale si diffuse la fama, prima a Roma e poi nel mondo, delle “fettuccine all’Alfredo”.
Nel 1943, durante la guerra, Di Lelio cedette il ristorante a 2 suoi collaboratori.
Nel 1950 Alfredo Di Lelio decise di riaprire con il figlio Armando il suo ristorante a Piazza Augusto Imperatore n.30 “Il Vero Alfredo”, che è gestito oggi dal nipote Alfredo (lo stesso nome del nonno), con l’aiuto di sua sorella Ines (lo stesso nome della nonna, moglie di Alfredo Di Lelio, cui furono dedicate le fettuccine).
Il locale di Piazza Augusto Imperatore è, quindi, quello che segue la tradizione familiare di Alfredo Di Lelio e delle sue note fettuccine (cfr. anche il sito di “Il Vero Alfredo” http://www.alfredo-roma.it/).
Desideriamo precisare che altri ristoranti “Alfredo” a Roma non appartengono alla nostra tradizione familiare.
Vi informiamo che il Ristorante “Il Vero Alfredo” è presente nell’Albo dei “Negozi Storici di Eccellenza – sezione Attività Storiche di Eccellenza” del Comune di Roma Capitale.
Cordiali saluti
Alfredo e Ines Di Lelio