Bono teme el silencio del teléfono

Si alguien disfruta currando de prócer, y por tanto le jode especialmente que el teléfono pueda dejar de sonar, ése es el todavía presidente del Congreso, José Bono. Ya se sabe que cuando se pierde cargo, dejan de sonar los teléfonos.

Qué triste y prematuro destino, hacerse enterrar ya con un ejército de ujieres de terracota. A los que jotear durante toda la eternidad esos discursos con los que Bono suele enseñar a los españoles lo que "nos falta" para terminar de ser felices.

A Bono le convendría que su pueblo de Salobre se aviniera a llamarse Colombey-les-Deux-Églises, y sentarse ahí, ante las fichas de dominó, a esperar a que la nación proyectara un haz de luz , llamando a su salvador gaullista. Mientras, ya va ensayando el papel.

Engoló la voz, impostó una cosmética de estadista, y dijo que lo que España necesita para mitigar su estado de emergencia es un Gobierno de concentración.

Un solo gobierno en el que se disuelvan las siglas. Como en la Alemania de Schroeder y Merkel, ha puesto de ejemplo.
Empecemos por desactivar la imagen alemana: aquel acuerdo no fue vocacional ni se hizo por espíritu patriótico, sino porque el resultado de las elecciones, por parejo, había dejado un país ingobernable.

Los partidos que ganan las elecciones con mayoría suficiente no precisan de acompañantes, tal como lo han demostrado sobradamente los zapateriles. Cuando manipula el ejemplo alemán, Bono está urdiendo una trampa para que el PP, aunque ganara por mayoría absoluta, se sintiera acuciado a mantener a Bono con el teléfono sonando.

Es significativo que, después de toda una legislatura en estado de emergencia nacional, sea precisamente cuando les toca desocupar el poder cuando los "Bonos" empiezan a decir que lo que conviene al país es un Gobierno de concentración que incorpore a los dos partidos mayoritarios.

El descubrimiento es tan casual como el del 15-M, que sólo coincidiendo con la probable llegada a Moncloa de la derecha fue a reparar en las imperfecciones del sistema y lo declaró no representativo.

Unos y otros ( los sociatas y "los indinaos") tratan de evitar que la democracia funcione: que  el pueblo, a través de las urnas, es el que confecciona los Gobiernos y las representaciones.

Es como lo que narraba Alfonso Ussia :

"El Gobernador, enterado de la derrota de sus tropas ante los zulúes en Natal, con todos sus oficiales y soldados muertos sobre la planicie de Ulundi, cerró la carpeta de cuero que tenía sobre la mesa de su despacho con energía, y con gran serenidad comentó: “Creo que ha llegado la hora de entrar en negociaciones con el pueblo zulú”

Tellagorri

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