El ser humano también es un superviviente natural. Necesita vivir tranquilo, olvidar, no volver la vista hacia ciertas zonas oscuras de sí mismo. Acolchar en la memoria los malos ratos, los sufrimientos, el horror. Sólo así se explica, supongo, que quienes sufren pérdidas familiares terribles se adapten, a veces, a la vida normal. Que las víctimas procuren olvidar, o lo intenten.
Que incluso perdonen a sus verdugos, o sean capaces de convivir con ellos sin recurrir al viejo expediente del ojo por ojo. Al inmenso alivio de la venganza.
Le di unas cuantas vueltas a este asunto hace unos días, cuando se juntaron varias cosas. Una fue la detención del cerdo carnicero al que en otro tiempo, en los Balcanes, conocí como general Mladic. Los canallas de ese calibre no tienen remordimientos, por supuesto; pero uno habría esperado que sus cómplices por defecto, toda aquella diplomacia europea y de Naciones Unidas, con nombres y apellidos (tengo uno, español, en la punta de la lengua), que durante tres cochinos años le estuvo dando palmaditas en la espalda y besos en la boca a Mladic y a sus jefes de la Gran Serbia con pretexto de apaciguarlos, mostrase a estas alturas alguna contrición por el infame papel que hicieron en aquello.
Por las innumerables fosas comunes con que tres años de infame pasividad, cobardía e impotencia alfombraron la antigua Yugoslavia. Pero resulta que no. Que ahora esos perfectos mierdas se congratulan de que al fin se haga justicia. La que ellos no tuvieron las agallas de hacer, cuando podían.
Otro asunto que me hizo pensar en remordimientos, o en la ausencia de ellos, fue el vigésimo aniversario de la matanza terrorista en la casa cuartel de la Guardia Civil, en la localidad catalana de Vic.
Y no hablo de los siempre heroicos gudaris de ETA, analfabetos hasta para deletrear la palabra, sino de la gente respetable, o que se dice tal. A fin de recordar a las diez víctimas, simbolizadas en aquella foto del guardia civil ensangrentado llevando en brazos a una niña a la que le faltaba un pie, allí se congregaron hace pocas semanas cuatro gatos: representantes de los cuerpos policiales, y punto; con clamorosa ausencia del consejero de Interior y del presidente de la Generalidad.
La población de Vic tampoco estuvo presente ni se esperaba que estuviera, porque un asunto de guardias civiles, obviamente, no iba con la honrada y laboriosa Cataluña.
Ya lo habían dejado claro los vecinos a los dos años justos del atentado (que en su momento acogieron con lógico desagrado, pero también con indiferente silencio), cuando, esa vez sí, salieron a la calle para protestar porque la nueva casa cuartel iba a construirse cerca de una escuela.
Al mismo tiempo que un imbécil apellidado Carod Rovira, que ni sé a qué se dedica ahora ni me importa un carajo, pero que durante algún tiempo salió mucho en la tele gracias a unos cuantos miles de honrados y laboriosos ciudadanos catalanes con derecho a voto (incluidos, supongo, varios de Vic), escribía a ETA una carta memorable y por supuesto ya olvidada: "Cuando queráis atentar contra España, situaos previamente en el mapa".
Tienen suerte todos ésos. Los que así funcionan. Quienes lo mismo bostezan sobre una fosa bosnia que sobre los escombros de una casa cuartel donde fueron asesinadas diez personas. Otros no tienen tanta suerte, pues sobrevivir no siempre es confortable.
Asombraría conocer la cantidad de espectros que arrastran algunos: cadáveres propios y ajenos, remordimientos por aquéllos a quienes mataron o ayudaron a matar, real o figuradamente. Por cientos de causas.
Vivían pendientes de la hora del telediario o el cierre del periódico, miraban en otra dirección, estaban absortos caminando, viviendo, durmiendo. Ya lo dije: sobreviviendo. Algunos, los más afortunados, escriben novelas con eso.
O quizá artículos como éste. Otros con menos recursos o menos suerte se limitan a estar con los ojos abiertos de noche, dando vueltas por habitaciones a oscuras. Pagando el sucio peaje de la vida. Pero esto, naturalmente, es lo raro. El insomnio.
Basta un vistazo alrededor para confirmar que, en materia de remordimientos, la mayor parte de nosotros duerme a pierna suelta. Son pocos los que juegan al ajedrez con sus fantasmas.
ARTURO PEREZ REVERTE
remordimientos algo fuera uso
El olvido es un sistema de defensa de nuestra mente. Sin el olvido reviviríamos cada poco tiempo las grandes alegrías de nuestra vida, pero también las grandes tragedias: simplemente nos volveríamos locos.
ResponderEliminarPero ¿como olvidar si cada día sabes que el carnicero de turno (Maldic o Ternera) está suelto y se rie de todos? ¿como puedes olvidar si ves constantemente gentes, aparentemente normales, que apoyan al carnicero?... tiene que ser tremendo, apabullante, yo es que no entiendo como tanta gente es incapaz de mostrar esa empatía con las víctimas del terrorismo.
En mi cuadrilla hemos hablado del tema, y la conclusión es que si alguien toca a la familia, cogemos una escopeta y reventamos al hijo de puta que toque reventar. Y luego, que venga esta "justicia" a defender los derechos del hijos de puta de turno. Ya se que esto es de boquilla, pero viendo el actual panorama, ¿es tan extraño?. Lo extraño es que no haya pasado ya a estas alturas, y es que el colectivo de victimas del terrorismo sí que merece el nobel de la paz, pero de verdad además, tal es su ejemplaridad.
SEÑOR OGRO
ResponderEliminarRespecto a la primera parte de lo que comentas, es ciertamente así y la mente se autoprotege de la locura. En las personas normales.
En las otras ni siquiera actúan esos mecanismos porque a los psicópatas no les molesta en absoluto el recuerdo de sus barbaridades. E incluyo a los fanatizados de cualquier ideología.
Respecto a la segunda parte, es muy raro que las víctimas se hayan comportado hasta ahora de forma ejemplar o no violenta, habiendo tantas y tan variadas.
Conozco varios casos en que familiares de asesinados por Eta se han acercado a concejales batasunos de su localidad y les han comunicado que si Eta mata a otro vecino o pariente suyo, el próximo muerto será ese concejal, tenga o no tenga nada que ver. Y ha sido mano de santo.
También es célebre el caso del industrial OLARRA que contrató a la mafia marsellesa para que si él era asesinado, se les entregara una fuerte suma de millones tras eliminar a varios etarras. El clásico "contrato" a la italiana.
Y Olarra murió en la cama.
Sospecho que en adelante esta tolerancia pacífica hacia los asesinos etarras va a terminarse. Porque ahora ya hay una generación dispuesta a todo y que se ha radicalizado al mismo nivel que los asesinos. No creo que los de BILDU usen las mismas chulerías tradicionales en sus relaciones con los no nacionalistas. Han detectado el asunto. Y son muy cobardes a nivel individual.
A poca presión que haya por los proetarras contra ciudadanía no nacionalista, van a saltar unas chispas que hasta ahora no se producían.
Hasta los judíos, raza historicamente pasiva ante las violencias contra ellos en todas partes y épocas, reaccionaron en el XX y en ello están.
Como decía Burke, para que triunfe el mal sólo basta que los hombres buenos no hagan nada..era más o menos así la cita, y qué verdad más grande.
ResponderEliminarA veces la "comodidad" es letal literal y moralmente.
DOÑA MARIBELUCA
ResponderEliminarEl Burke tenía mucha razón. La no reacción a las acciones de etarras es lo que les da el dominio de toda una sociedad.
Y los hommes de gobierno de hoy no reaccionan ni aunque sufran un terremoto en sus culos de sillón.
Difícilmente una persona normal no tenga remordimientos por sus actos más o menos acertados, lo que pasa es que tratándose de estos etarras y proetarras no estamos hablando de gente normal.
ResponderEliminarPara que una persona normal sienta remordimientos sólo basta con ponerse en el lugar del agraviado, en el caso de los desalmados, la empatía es imposible.
Saludos.
DOÑA ELENA
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tu diagnóstico sobre lo que son remordimientos : ponerse en el lugar del agraviado.
No solo no son capaces de ello sino que siguen odiando al muerto hasta en la tumba, y la prueba está en las profanaciones de cementerios a cargo de proetarras para tratar de manchar la memoria del asesinado.
Mucho de todo esto sufría aquel loco de enjaular que se llamaba Lope de Aguirre y que exterminó, en su odio a todos, hasta a su propia gente. Para mí es el prototipo de vasco enloquecido furioso y de igual mentalidad que la de una alimaña que no se satisface con la carne de sus víctimas.
Veo la foto del Guardia Civil co la niña y me acuerdo de aquél atentado.
ResponderEliminarSIN PALABRAS
DON JUAN
ResponderEliminarLo más triste es la miseria moral de los habitantes de VIC que ni siquiera van a los actos de recuerdo de aquello por miedo a la imperante mentalidad totalitaria.