Aquella boda real que fue de mentira

El secreto de María Cristina de Borbón, la madre de Isabel II: celebró un enlace falso con un militar plebeyo, tuvo ocho hijos "ocultos" con él, quiso que uno reinara en Ecuador...

En 1844, la historia de la ex regente María Cristina de Borbón, la mujer expulsada de España por Espartero primero y por su propia hija después, que fraguó una delirante expedición militar para imponer como rey de Ecuador a uno de sus hijos, enredada en mil negocios con el marqués de Salamanca y acusada en las Cortes de haber robado las joyas de la Corona... 

En septiembre de 1833 había muerto su tío y marido, Fernando VII, y en diciembre de ese año se había casado, o eso creía ella, con Fernando Muñoz, el guardia de corps de quien se enamoró ya en vida de El Deseado.

¿Por qué en secreto? Porque necesitaba el más estricto sigilo para conservar la regencia, que había ejercido hasta 1840, y la tutela de sus hijas: Isabel, la reina niña, y Luisa Fernanda.

Así que en las Cortes Constituyentes de 1854, al formarse la comisión parlamentaria que investigó su actuación política, los diputados fueron incapaces de obtener la certificación de aquel matrimonio, dado que no existía en registro alguno. Aunque se había celebrado.

¿Cómo? Una de las escasas relaciones cortesanas de Muñoz en 1833 era el sacerdote Marcos Aniano González, primo suyo, que se hallaba en Madrid, recién ordenado. Habló con él para que le casase con la reina y le ofreció una capellanía de honor si encontraba el modo de hacerlo en secreto. Intentaron obtener la licencia del patriarca, pero éste se mostró desconfiado con el joven clérigo, consciente de la gravedad de administrar un matrimonio morganático y ocultarlo. También negó su aprobación el obispo de Cuenca, de quien era diocesano el propio Marcos Aniano.

Recurrió entonces la pareja al nuncio de Su Santidad, el cardenal Tiberi. Se resistió al principio pero, una vez repetida la instancia con esquela autógrafa de la real novia, acabó dando licencia al sacerdote.

A las siete de la mañana del 28 de diciembre de 1833 se verificó el matrimonio, en palacio. Pero no era tan fácil evitar los zafios comentarios de la corte y sus detractores. La deslenguada condesa de Campo de Alange enseguida dijo: "Nuestra reina es una dama casada en secreto y embarazada en público".

Y es que ése era el drama, como explicó su nieta, la infanta Eulalia: "La ocultación de la prole y de su matrimonio impuso a mi linda abuela sacrificios increíbles. Cuando nació uno de sus hijos, se vio obligada a vestirse y acudir a leer el discurso de apertura de las Cortes a las cinco horas de haber dado a luz... Sufrió un desmayo que se explicó como pasajero malestar, pero que encendió las habladurías y dio pábulo a infinitas leyendas que no carecían de cierta veracidad".

Eso de llamarle "linda" a su abuela resulta un poco exagerado si observamos la foto de la misma abajo.

Pero el enlace había sido inválido para las leyes canónicas. Todos habían pasado por alto la imprescindible intervención del párroco en la ceremonia, prescrita por el Concilio Tridentino, que era ley del Reino. Así que la piadosa María Cristina y su no menos compasivo esposo convivían como simples amantes y padres de una prole de ocho hijos ilegítimos, a los que mantenían en secreto con ardides increíbles.

Y los escrúpulos habían finalmente hecho mella en la conciencia de la reina, como se desprende de esta conmovedora carta del general Narváez, presidente del Gobierno, a su ministro de Hacienda, Alejandro Mon, en abril de 1844: "S.M. la reina madre me llamó hoy, y con una emoción difícil de explicar por mí, y con un torrente de lágrimas que le caían de los ojos, me dijo que no está casada, que tiene hijos, hijos a quienes ama, y que desea tranquilizar su conciencia, no hacer desgraciados a sus hijos, y salir del grande compromiso en que está".

Por eso, en cuanto regresó tras el exilio en París durante la regencia de Espartero, María Cristina recurrió a su hija. Y así, Isabel II le hizo al Muñoz Grande de España de primera clase como duque de Riánsares y sobre él recaerían después todo tipo de títulos y distinciones: marqués de San Agustín, caballero del Toisón de Oro, o la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, al tiempo que ascendía a coronel, brigadier, mariscal de campo y teniente general.

Pero aún quedaba la cuestión del matrimonio. En el Archivo Histórico Nacional existe un librito titulado de forma elocuente: Desposorio del Excmo. Sr. D. Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, duque de Riánsares, con S.M. la Augusta Reyna Madre Dña. María Cristina de Borbón. Suscrito el 12 de octubre de 1844 por don Juan José Bonel y Orbe, obispo de Córdoba y confesor de la reina Isabel II.

El confesor de Isabel II proclamaba nada menos que ésta había autorizado a su madre a contraer matrimonio con su guardia de corps, admitiendo de ese modo que la pareja aún no estaba casada, aunque ya habían nacido siete de sus ocho "muñoces".

El 15 de diciembre, María Cristina comunicó su situación legal a Luis Felipe, rey de los franceses: "Debo llenar un deber para con vos, tío mío, cual es daros parte de mi matrimonio con el duque de Riánsares".

El documento añadía que María Cristina de Borbón y Agustín Fernando Muñoz contrajeron "matrimonio legítimo" a las nueve y media de la noche, en los aposentos privados de la Reina Gobernadora, ante un altar portátil alrededor del cual se congregaron los oficiantes y contrayentes referidos.

Pues, nada. Todo el que tenga por apellidos de su abuelo el "Muñoz Borbón" es primo del Borbón actual.

No resulta nada extraño que la viuda de un rey subnormal profundo como era Fernando VII, se casara hasta con un sereno. Lo mismo sucedió con la viuda de Polikarpo, "el Inventador de Naciones e Imperios". Esta ultima se casó con un carabinero.
 Para que luego hablen del "glamour" de las bodas "reales".

Tellagorri

aquella bodareal mentira