18 febrero 2010

Tres frailes de armas tomar

Está fechada (la documentación) en 1634, y se refiere a la peripecia de tres frailes mercedarios españoles que viajaban frente a la costa de Cerdeña. Me van a permitir que lo cuente, porque no tiene desperdicio.

El barco era pequeño y franchute, llevaba rumbo a Villafranca de Nizo, y a bordo, además de los tres frailes españoles –Miguel de Ramasa, Andrés Coria y Eufemio Melis–, iban el patrón, cuatro marineros y cinco pasajeros.

A pocas millas de la costa se les echó encima un bergantín turco –en aquel tiempo se llamaba así a todo corsario musulmán, berberiscos incluidos– haciendo señales de que amainasen vela.

El patrón se dispuso a obedecer, argumentando que, siendo francés el barco, podrían negociar con los corsarios y seguir viaje a salvo.

Pero los tres frailes, súbditos del rey de España, no veían las cosas con tanto optimismo. Ustedes se escapan de rositas, protestaron, pero nosotros vamos a pagar el pato. Por religiosos y por españoles, pasaremos el resto de nuestras vidas apaleando sardinas al remo de una galera, o cautivos en Argel o Turquía. Así que, de perdidos al río, resolvieron cenar con Cristo antes que en Constantinopla.

Que el diálogo de civilizaciones, apuntaron, lo dialogue la madre que los parió.

De manera que se remangaron las sotanas, se armaron como pudieron con cuatro chuzos, tres escopetas y tres espadas sin guarnición que había a bordo, y amotinándose contra los tripulantes del barco, los metieron con los cinco pasajeros encerrados bajo cubierta.

Después pusieron trapos en torno a las espigas de las espadas para que sirvieran de empuñaduras, y se hicieron una especie de rodelas amarradas al brazo izquierdo con almohadas y cuerdas. Luego se arrodillaron en cubierta y rezaron cuanto sabían. Salve, regina, mater misericordiae. Etcétera.

Ahora, háganme el favor y consideren despacio la escena, que tiene su puntito.

Imaginen ese bergantín corsario de doce bancos que se acerca por barlovento.

Imaginen a esos feroces turcos, o berberiscos, o lo que fueran –veintisiete, según detalla la relación–, amontonados en la proa y en la regala, blandiendo alfanjes y relamiéndose con la perspectiva, en plan tripulación del capitán Garfio.

Imaginen la sonora rechifla del personal cuando se percata de que en la cubierta de la presa no hay más que tres frailes arrodillados y dándose golpes de pecho.

Y en ésas, cuando los dos barcos están abarloados y los turcos se disponen a saltar al abordaje, los tres frailes –los supongo jóvenes, o cuajados y correosos, duros, muy de su tiempo– se levantan, largan una escopetada a quemarropa que pone a tres malos mirando a Triana, y luego, gritando como locos Santiago y cierra España, Jesucristo y María Santísima, o sea, llamando en su auxilio al santoral completo y al copón de Bullas, tras embrazar las almohadas como rodelas, se meten en la nave corsaria a mandoble limpio, acuchillando como fieras, dejando a los turcos con la boca abierta, perdón, oiga, vamos a ver, aquí hay un error, los que teníamos que abordar éramos nosotros.

Con la cara del Coyote tras caerle encima la caja de caudales que tenía preparada para aplastar al Correcaminos. Y así, en ese plan, dejando la mansedumbre cristiana para días más adecuados, los frailes escabechan en tres minutos a doce malos, que se dice pronto, y otros cinco se tiran al agua, chof, chof, chof, chof, chof, y el resto, con varios heridos, pide cuartel y se rinde después de que fray Miguel Ramasa le atraviese el pecho con un chuzo al arráez corsario, "juntándose los dos tanto, que le alcançó el turco a morder en una mano, y acudiendo fray Andrés Coria le acabó de matar". Con dos cojones.

Ocurrió el 21 de octubre de 1634, día de santa Úrsula y de las Once Mil –una más, una menos– Vírgenes. Y qué quieren que les diga. Me encantan esos tres frailes.

ARTURO PEREZ REVERTE
Académico de la Real Academía de la Lengua.


7 comentarios:

  1. Jajajaja..., qué bueno. Me he reído un montón siguiendo las recomendaciones del autor de imaginarme la escena.
    Y a mí como al autor, me encantan esos tres frailes.
    Esa es la picaresca y la valentía españolas, sí, esa que se transformó con los años en complejo y cobardía.

    Abrazos.

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  2. ELENA

    Es buenísimo el HECHO y el modo de relatar de Arturo.
    También yo me reí mucho cuando lo leí.

    Cariñosos saludos

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  3. Lo de Reverte es la leche; y vaya con los monjes; los shaolin de cuando David Carradine unos auténticos principiantes al lado de estos tres. Vete tu a saber si estos fueron los verdaderos creadores del "Voto a Bríos". Me pase un buen y relajado rato leyendo, con lo cual solo queda darte las gracias por traernos una nueva maravilla de don Arturo.

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  4. ARTURO hace sonreir y meditar a la vez. La anécdota está genialmente redactada y el hecho de los frailes resume el espiritu de una época.

    Gracias por la opinión.

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  5. Entre este artículo y el otro de las "miembras" ya no sé qué decir.

    Como dices no es sólo lo que cuenta, era otra época en la que por suerte no había equivalentes a José "tupé al viento" Bono ni Carmen "sonrisa equina" Chacón, donde podían darse por muertos, jodidos y porculeados nuestros amigos religiosos al hacer suya la máxima superfragilisticuespialidosa MORIR ANTES QUE MATAR.

    Pues eso, con 2 cojones, lo que hoy no hay.

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  6. No os recuerda a los tebeos de Asterix y Obelix contra los piratas...

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  7. ISRA

    XACTAMENTE. No había el mariconismo impuesto ahora y había que jugarsela cada vez que se salía de casa a tomar el aire o a comprar manzanas.

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