24 septiembre 2009

Aquellos ancestros nuestros tan enteros

La Pax Sempronia se romperá dramáticamente en 154 a C cuando, en medio de una campaña de saqueos y depredaciones romana, un caudillo lusitano de nombre Púnico se alce en armas contra Roma derrotando a los propretores MANLIO y CALPURNIO y casi aniquilando su ejército, lo que motivó que numerosos pueblos se le unieran en esta lucha contra una Roma que, abandonando el espíritu de Sempronio, se ha lanzado una vez más a la depredación.

Entre las adhesiones que recibe Púnico se encuentra la de la ciudad de NUMANCIA, la capital de la Celtiberia.

Pero Roma no va a dejar que la aventura de Púnico quede sin castigo.
En el año 153 aC llegan a España el cónsul Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mummio con unos 60.000 hombres en total.

El alzamiento ha causado gran temor en Roma y los generales romanos prescinden de los auxiliares celtiberos procedentes de los territorios bajo dominio romano. Es una auténtica guerra de la Hispania libre contra Roma, una auténtica guerra de nativos contra el invasor como años más tarde lo será la de Vercingetórix contra César.

SEGEDA, la capital de los titos y belos, es destruida por Fulvio Nobilior y sus habitantes se refugian en la vecina Numancia que se prepara para resistir el ataque. Pero entonces el ejército de Lucio Mummio es derrotado estrepitosamente por los lusitanos de Púnico y nativos de media Iberia que aclaman frenéticamente a los héroes que han derrotado a dos ejércitos romanos en dos campañas.

La vulnerabilidad de Roma ha quedado demostrada frente a los ejércitos de celtibéricos curtidos en la batalla que se enfrentan sin miedo a las poderosas legiones romanas. Un sentimiento de solidaridad recorre por primera vez las tierras de la Hispania, no dominada por Roma, que ve como miles de hombres dejan sus hogares para marchar a luchar unidos contra el invasor.

Y en ese momento, los numantinos, animados por tanto jolgorio salen de excursión y acorralan y aniquilan a una legión entera a la que han aislado e ido empujando a una astuta trampa el 23 de agosto de 153 a.C.

En Roma no pueden creérselo: una banda de bárbaros sin civilizar ha vencido a dos ejércitos y aniquilado a toda una legión de postre. El día de la derrota y su dios tutelar, Vulcano, fueron señalados como nefas.

Fulvio Nobilior, encolerizado, por aquella osadía se lanza sobre Numancia, pero la ciudad, construida en un acantilado sobre el río Duero, es inexpugnable por la naturaleza y por las murallas que la rodean.

Mientras tanto, el Senado, ha ordenado el reclutamiento de dos nuevas legiones, pero se encuentra con que nadie quiere ir a Hispania.

Por toda Italia circulan relatos extraordinarios de las proezas de los guerreros españoles, vinculados entre sí por extraños pactos sagrados y armados de sus temibles gladius que masacran legiones como si tal cosa.

Roma no puede reclutar dos nuevas legiones porque la juventud romana se niega a ir a ese extraño país a ser masacrada por los temibles bárbaros.

Tras las grandes victorias de antaño, Roma se creía invulnerable, y los celtiberos la han golpeado donde más daño pueden hacerla. Roma se siente vulnerable y el Senado, estupefacto, presiona a Fulvio Nobilior para que acabe con la pesadilla hispánica de una vez por todas.

El cónsul romano pide ayuda a los númidas de Africa que le envían jinetes y elefantes de guerra. Los refuerzos llegan ante Numancia con diez elefantes y el cónsul romano los lanza sobre los sobresaltados numantinos que nunca antes han visto algo así.

Pero siempre hay que contar con los imponderables. Y uno de esos imponderables apareció sobre el campo de batalla en forma de un curtido veterano que sí sabía lo que había que hacer contra los elefantes y se lo dijo a un hondero que lanzó su mortífero proyectil contra el ojo del paquidermo, el cual, enloquecido por el dolor, se volvió sobre sus pasos aplastando a la infantería romana que venía detrás.

Los numantinos, al ver aquello, se lanzaron contra los elefantes masacrándolos y de paso masacrando también a los romanos para estupefacción del pobre Cónsul que, humillado, tuvo que retirarse de aquellas tierras malditas habitadas por invencibles demonios.

El Senado, harto de aquella situación, envía al cónsul Marco Claudio Marcelo que, temeroso, se entretiene por el camino dando largas hasta que el Senado, enfurecido, le ordena atacar Numancia.

Corre la primavera de 152 a C. y el cónsul Marcelo prueba la diplomacia en lugar de la fuerza, consiguiendo una tregua que augura la paz. Entre sus oficiales hay otro Escipión, Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto adoptivo de el Africano, que adquiere así experiencia militar que le será fundamental en su futura carrera destructiva.
Pero el Senado no quiere oír hablar de paz y el nuevo cónsul Lucio Licinio Lúculo emprende de nuevo la guerra atacando a los vacceos y sitiando su capital Cauca.

Sus pobres habitantes, que no han hecho nada para merecer aquello, son conminados a rendirse entregando todas sus armas y 100 talentos (2.700 kg.) de plata.

Los habitantes de Cauca acatan las exigencias romanas y envían todas sus armas y la plata.
Entonces Lúculo ordena el asalto de la indefensa ciudad, exterminando a todos sus habitantes. Acto que merece la condena de historiadores como Apiano que la califican como merece al decir que "tales actos llenaron de infamia a los romanos".

Pero ante los muros de Pallantia, nuestra Palencia, no hay mujeres y niños indefensos, sino indígenas que luchan por su Libertad y el salvaje criminal Lúculo es derrotado y obligado a retirarse apresuradamente.

Ante esta acción Escipión regresa a Roma, pero no porque sienta asco del comportamiento en Cauca. No. Escipión se marcha porque no quiere seguir en un ejército que va a la defensiva y emprende una campaña contra lo que considera incompetencia frente a la rebelión hispana.

Lúculo, que desea un botín a toda costa, arrasando de nuevo las tierras de los vacceos ¡pobres vacceos! siempre en mitad de la bronca... saqueando todo lo que encuentra a su infame y cobarde paso.

Sulpicio Galba sucede a Mummio y planea un golpe que acabe con la guerra de una vez por todas del modo más vil.
Pacta una tregua con los lusitanos concediéndoles todo cuanto piden, firma el tratado y cuando los 30.000 guerreros lusitanos, desarmados, están reunidos para celebrar las conversaciones sobre el reparto de tierras los ataca de improviso masacrando a unos 8.000 y capturando miles más que son vendidos como esclavos.

De aquella masacre escapará con vida un joven pastor de la sierra de Estrella al que la Historia tiene reservado un lugar entre los grandes: VIRIATO.

Viriato es un verdadero genio de la guerra. Fue tan temido y a la vez admirado en Roma que sus historiadores no dudan en considerarle Romulus hispaniensis "el Rómulo hispano".

Poseedor de una cabeza privilegiada para la guerra y para la política, formará cuidadosamente un ejército capaz de derrotar a Roma. Alternando las acciones en campo abierto con la guerra de guerrillas, desconocida para los romanos, Viriato consigue frenar las razzias romanas y poner a Roma a la defensiva, lo que ya es un tremendo triunfo.

Pero Viriato es más que todo eso, mucho más. Adiestrado ya su ejército, en 147 aC invade el valle del Betis aplastando a su paso todo lo que huele a ejército romano.

Viriato es un auténtico mago de la estrategia que utiliza el terreno como un elemento más de su ejército.
Se pasea en triunfo por toda la Hispania Ulterior sin que los romanos puedan derrotar a su ejército que tan pronto aparece como se desvanece por arte de magia, desapareciendo para volver a juntarse de repente a espaldas del enemigo y golpearle con toda furia.

Las legiones romanas, acostumbradas a enfrentamientos "ortodoxos" con ejércitos formados en líneas compactas, son golpeadas una y otra vez por esta nueva técnica hasta ser derrotadas contundentemente.

En el valle del Tiétar, Viriato derrotará magistralmente al propretor Cayo Plautio y convertirá a Segóbriga en su capital. Los hispanos, armados con sus gladius hispaniensis, machacan a la infantería romana como un martillo machaca una nuez.

Desde esta ciudad carpetana cuyas impresionantes ruinas aún podemos admirar junto a la autovía de Valencia, iniciará Viriato una serie de golpes contra el dominio romano de tremenda resonancia.

Es un insulto que Roma no puede tolerar y envía a Quinto Fabio Máximo, uno de sus mejores generales, que es vencido por Viriato en una brillantísima campaña en la que Máximo cae en una trampa meticulosamente preparada.

Todo el ejército romano cae prisionero de Viriato, pero lo que el caudillo quiere no es sangre romana, sino Pax Hispana.
Político además de general, Viriato convence a su prisionero Quinto Fabio Máximo para firmar un tratado de paz que asegure la independencia de la Lusitania.

El brillante Viriato sabe que puede contener a los romanos, pero no expulsarlos de España, así que admite el status quo vigente: Roma se quedará con sus territorios ibéricos pero no conquistará ya más. Ya tienen todo el litoral levantino y la Bética y no deben tener más.

En Roma, los senadores se quedan perplejos.
Es la mayor humillación impuesta a Roma desde las Horcas Caudinas... aunque aún no saben que con el tiempo vendrá después otra aún mayor...

El soberbio Senado, acostumbrado a imponer él los tratados, tiene que tragarse su orgullo y ratificarlo. Pero Servilio Cepión, cónsul en 139 aC tiene otros planes. Miembro de una infame familia optimate que pasará a la Historia por la traición, el saqueo y el asesinato en masa, rompe el tratado atacando la Lusitania.

Cuando Viriato envía tres embajadores a Cepión, el romano les soborna prometiéndoles enormes cantidades de oro si asesinan a Viriato que será apuñalado en plena noche en su tienda por los secuaces de los traidores.

Traidores que escapan, mientras en el campamento aún se ignora el crimen, al campamento de Cepión. Este miserable canalla, en el colmo de la mezquindad más mezquina, les espetó la famosa frase de "Roma no paga traidores"... y así se quedó él con la recompensa, claro.

Sin embargo, la mayor humillación sufrida jamás por Roma en campaña en toda su historia llega en 138 a.C, cuando el cónsul Cayo Hostilio Mancino al mando de su flamante ejército consular llega para acabar la guerra de una vez por todas. Pero Iberia arde.

Los saqueos y la destrucción causada por Roma han colmado la paciencia de los enfurecidos hispanos de tal manera que la mayor parte de las tribus se unen de nuevo para combatir juntas al odiado enemigo romano.

Incluso las temibles tribus cántabras marcharán para unirse a esta gran coalición de pueblos que luchan por su MODO DE VIDA contra un poder opresor que se basa nada más que en la fuerza bruta para imponer su ley sanguinaria.

El cónsul Mancino sitia, de nuevo,  Numancia,  y las tribus libres corren desde todos los puntos a socorrer a la ciudad hermana. Mancino, al enterarse de la inminente llegada de toda aquella gente enfadada con él, no se lo piensa dos veces y apresuradamente levanta su campamento e inicia eso que algunos llaman "retirada estratégica" o como dicen los castizos "marica el último".

Los numantinos, que tenían preparada otra bonita "fiesta de las espadas" a los romanos se entristecen tanto al verlos partir que salen en tropel dispuestos a montar la fiesta allí mismo.

Los romanos se aterrorizan y emprenden la huída a marchas forzadas, pero lo que el cónsul Mancino no sabe es que está siendo llevado a una inteligente trampa igual que se lleva una oveja al matadero.

Los numantinos empujan a las legiones que, con sus flancos rodeados por las tribus que llegan, sólo tienen un camino posible... precisamente aquel que los hispanos les están dejando libre... y que conduce, a través de un desfiladero a una hoya sin salida donde todo el ejército consular romano queda encerrado.

Desarmadas, las legiones de Roma, son obligadas a desfilar ante los orgullosos hispanos y enviadas a Roma con el cabizbajo cónsul al frente, que se ha visto obligado a firmar un tratado de paz... otro tratado de paz... Es la mayor humillación jamás soportada por Roma, que ha visto muchas veces a sus ejércitos ser derrotados y aniquilados en múltiples guerras, pero nunca jamás ser humillados de esta manera.

La escena ante el Senado de Roma es inolvidable. Los enfurecidos senadores acusan a gritos a Mancino de alta traición, le repudian y le ordenan que vuelva a España para ser entregado a los Numantinos. A él, ¡nada menos que un Cónsul romano!

Y el pobre Mancino es llevado ante los muros de Numancia y allí le dejan sus compatriotas romanos, desnudo y atado con cadenas, esperando que los numantinos le den muerte.

Los sucesivos cónsules llegados a Iberia: Emilio Lépido (137 aC), L. Furio Filón (136 aC) y Q. Calpurnio Pisón (135 aC) no se atreverán a acercarse a Numancia, contentándose con saquear los territorios fronterizos a las posesiones romanas.

Todo ello hacía necesario acabar rápidamente con Numancia sin ninguna contemplación, por lo que había que enviar a un general de prestigio.

Fue designado PUBLIO CORNELIO ESCIPIÓN EMILIANO (Africanus minor), que encabezaba el grupo belicista y nieto de El Africano.

Escipión se encontró con un ejército muy menguado, unos 20.000 hombres – sólo pudo traer de Roma 4.000 voluntarios y algunos hombres que le proporcionó Macipsa, rey de Nmidia, pero contó con la ayuda económica de Antioco de Siria y Atalo de Pérgamo con la que pudo reclutar numerosos mercenarios – y sobre todo sumamente indisciplinado por lo que su primer esfuerzo fue someterlo a duros entrenamientos para dotarlo de moral, disciplina y eficacia.

Según Apiano, tras la campaña contra los vacceos, en el 134 a.C., Escipión avanzó para invernar en la región de Numancia, e instaló sus dos campamentos cerca de la ciudad.

Como los numantinos incitaran a los romanos a entablar batalla, prefirió encerrarlos y rendirlos por hambre. Para ello, levantó siete fuertes alrededor de la ciudad y ordenó rodearla con un foso y una valla.

Cuando tuvo esta obra acabada, para una mejor protección, más allá de esta fosa y a poco intervalo construyó otra, guarneciendola de estacas, y levantando un muro de ocho pies de ancho y diez de alto, sin contar las almenas.

Se levantaban torres por todas partes, a unos treinta metros unas de otras. Y no siendo posible cercar la laguna próxima, construyó a través de ella una valla de la misma altura y anchura, para suplir la muralla.

En lugar de puentes sobre el Duero construyó dos castillos, desde los que tendió vigas de madera, atadas con cuerdas sobre la parte ancha del río; clavadas en ellas había muchos hierros agudos y dardos.

Los numantinos intentaron varias veces romper el cerco, ya que no había peor castigo para un celtíbero que no poder morir luchando.

Finalmente, RETÓGENES, acompañado de cinco compañeros y cinco criados, aprovechando una oscura noche de la primavera del año 133 a.C. logró superar el cerco, incluidos los caballos, para los que utilizaron unas tablas, consiguiendo matar y despistar a los centinelas y escapando rápidamente.

Se dirigieron a solicitar ayuda a las ciudades arévacas, intentando levantarlas de nuevo contra Roma, pero fue rechazada su petición por miedo a las represalias de los romanos.
Solamente de la ciudad de LUTIA (situada a 56 km. de Numancia, pero no identificada) encontró Retógenes el apoyo de los jóvenes guerreros; pero, enterada, y tratando de evitar represalias, la asamblea de los ancianos denunció por miedo este intento de rebeldía a Escipión.

El general romano se plantó rápidamente ante Lutia y ocupó la ciudad, exigiendo a los ancianos que le entregasen a todos los jóvenes guerreros, unos 400, a los que impuso el cruel castigo de CORTARLES LAS MANOS. Así acabó el único intento de ayuda a Numancia.

El texto de Apiano no deja claro si los dos campamentos iniciales formaban parte del cerco o no. No obstante, Shulten, que estudió los campamentos y el cerco, entre 1906 y 1912, habla de un número total de 9 instalaciones militares.

Según el investigador alemán, el cerco de asedio estaría constituido por siete campamentos levantados en los cerros que rodean Numancia y dos castillos ribereños para el control de los ríos.

Sus exploraciones y la interpretación de los textos de Apiano, le llevaron a localizar los dos campamentos principales en los cerros de Castillejo y Peña Redonda, ya que, situados diametralmente opuestos ofrecían la mejor posición para la defensa de toda la empalizada y el mayor control visual.

Estos campamentos y castillos estarían unidos por un sólido muro, de 2,4 m. de ancho (Schulten entiende que Apiano se refiere a su parte alta, pero que en su zona baja medía 4 m. y 3 m.).

De alto (más 1.5 m. de aparejo), de 9 km. de perímetro, con torres o fortines de madera, dispuestos a distancias irregulares, y constituidos por dos pisos, el de abajo para catapultas y el de arriba para las señales.

Este muro iba precedido de un foso profundo y una empalizada, aprovechando los tres ríos y las zonas pantanosas para intensificar la defensa, e incluso el Duero fue controlado por medio de rastrillos; la comunicación entre campamentos se establecía por señales visuales para acudir con refuerzos a aquellos lugares que lo precisaran.

El número de militares de que disponía Escipión oscilaría entre 50.000 y 60.000, de los que la mayor parte eran tropas auxiliares hispanas, reclutadas entre los propios indígenas de la Península (entre las que abundaban muchos vascones mercenarios).

De esta manera Numancia fue condenada a la muerte por inanición, ya que unos 4.000 hombres encerrados en la ciudad poco podían hacer frente a semejante dispositivo.

En ocasiones intentaron forzar el cerco sin resultado y sin que los romanos respondieran al ataque, como el comentado caso de Retógenes.

La escasez de víveres provocó una situación insostenible en Numancia, los alimentos eran cada vez más escasos, llegando a tener que cocer los cueros y las pieles para comer, e incluso carne humana de los fallecidos.

Pero lo peor para el concepto celtibérico del honor no era el hambre, sino el no poder morir luchando. En esta situación, los numantinos, con su jefe AVAROS al frente, realizaron negociaciones ante Escipión para conseguir una paz digna.

Pero el general romano, que exigía la paz sin condiciones, les ordenó que aquel mismo día llevasen las armas a un sitio convenido y que al día siguiente se presentasen ellos en otro lugar.

Esto era para los numantinos inaceptable, pues de sobra sabían cual iba a ser su fin, bien la muerte o bien su existencia como esclavos.

Muchos en tal trance prefirieron quitarse ellos mismos la vida, pidiendo un día más de plazo para disponer su muerte.

Después de once meses de asedio, en el verano del 133 a.C. los numantinos supervivientes rindieron la ciudad.
Es Apiano quien transmite la información de POLIBIO, testigo de vista del cerco y caída de Numancia, diciendo que “convenida la rendición los que tal decidieron se tomaron la muerte cada uno a su manera.

Los restantes acudieron en el tercer día al lugar designado y se presentaron ante Escipión terribles y de aspecto extraño, con sus cuerpos inmundos, cubiertos de pelo, con sus largas uñas y su suciedad, despidiendo un olor nauseabundo, con sus vestidos andrajosos tan sucios y fétidos como sus cuerpos.

Pero su mirada era terrible porque aún se veía en ella la ira, el sufrimiento, la fatiga y el remordimiento de haber devorado a sus compañeros.”

La ciudad fue arrasada, “destruida de raíz” dice Cicerón, y repartido después el territorio numantino entre los pueblos inmediatos aliados de Roma.

De los numantinos que entregaron la ciudad, algunos fueron vendidos como esclavos y unos 50 fueron llevados a Roma para formar parte del desfile triunfal de Escipión, celebrado en el año 132 a.C.

Esta gesta y lucha por la libertad de un pueblo impresionó tanto a Roma que los escritores romanos posteriores mostraron su simpatía por los numantinos y llevaron hasta la exaltación su heroísmo.

Así Petronio, en su Satiricón, dice que cuando Escipión entró en la ciudad vio a madres que apretaban contra su pecho los cuerpos de sus hijos medio devorados; una imagen similar es transmitida por Valerio Máximo: “se encontraron en la ciudad muchos numantinos que llevaban agarrados en sus manos miembros y pedazos de cuerpos humanos destrozados”.

Esta es la historia de hoy, y se la recomiendo leer a la señora CHACÓN para que tenga una idea mínima de lo que es un hispano en guerra. Antes. Hasta hace poco.

Tellagorri


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9 comentarios:

  1. Espléndido relato histórico, Javier. En estos temas es cuando más agusto me encuentro al leerte. Te prodigas bastante y es de agradecer pero deberías hacerlo un pelín más.

    El pasado Agosto estuve visitando Numancia en esa bella provincia de Soria, que como dice su publicidad "Ni te la imaginas". Me has hecho recordar el agradable día vivido entre las ruinas de esa histórica ciudad. Deberían darle un empujón decidido a las excavaciones, todavía tiene que haber muchas interesantes sospresas enterradas.

    Saludos.

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  2. Excelente, empezar el día con un relato así no tiene precio.

    Lástima que algo que debería ser conocido por todos se oculte y se olvide miserablemente.

    También estuve allí hace un par de años y no puedes evitar una sensación extraña recordando la historia.

    Repito, brillante

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  3. Es una pena que en la televisión no abunden programas en los que se relate la historia de una manera tan sensacional. No solo es educativo, pues cuando comienzas engancha como la mejor película de intriga.
    Saludos

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  4. Es un gozada tu post, querido Tella. La historia que solo conocemos por encima, nos la hacer revivir y ampliar con los detalles. Casi todo lo que cuentas lo desconocia.

    Trueno: No recuerdo esa canción que citas. Quizás es posterior a las de mi época...o anterior, no se...Si recuerdo la primera de cuando llegué...Decía así:

    En la puerta de la UDI
    Hay un farol encendido
    Con un letrero que dice
    Jódete y no haber venido

    La UDI era la Unidad de Depósito e Instrucción que estaba ubicada en Murcia...de ahi nos pasaron a Jabalí Nuevo en tiendas de campaña, donde los bichos de la 19ª Compañia nos "trasmitian los valores militares"...Una gozada.

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  5. FERNANDO, ISRA, CABALLERO ZP, CHARNEGUET

    Veo que estos pequeños rollos os gustan pero a su medida. Porque abusar de un tema supone aburrir.

    A mí me encanta la HISTORIA y por ello procuro leer cualquier libro que amplie lo que en el bachillerato de mi época se estudiaba de forma mucho más amplia que ahora.

    Gracias por estar a pie de este Blog y leerlo. Es mi auténtica satisfacción, saber que lo escrito sirve para conocimiento de otros.

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  6. Como dice Julio, es una pena que en la televisión no abunden programas en los que se relate así la historia, en vez de tanto "Sálvame" y tanta televisión basura.

    Saludos.

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  7. TELLAGORRI, felicidades por refrescarnos la memoria, me has traído recuerdos de una gran profesora que tuve en EGB, ella disfrutaba enseñándonos nuestra Historia al detalle.

    A los Poderosos/as que nos controlan no les interesa que sepamos tanto, lo tienen todo manipulado y politizado para crear adictos a la mediocridad, mientras menos sabemos mejor para ellos/as.

    Tengo la certeza que en España existe un gran público que sin saber con detalles de nuestra historia, disfrutarían conociéndola e incluso crear para el público infantil.

    Saludos cariñosos.

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  8. NATALIA y PASION

    Ya soís varios los que proponeís que en TV debiera de haber algún programa que detallara con AMENIDAD la historia de España y la europea también.

    Me quedo hoy con la frase de PASION siguiente :

    A los Poderosos/as que nos controlan no les interesa que sepamos tanto, lo tienen todo manipulado y politizado para crear adictos a la mediocridad, mientras menos sabemos mejor para ellos/as.

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  9. Javi, aunque con nocturnidad (son ahora la 1,30 de la madrugada y ando liado con lo que tú ya sabes), acudo no a tu página, si no a tu aula de Historia.

    Bello relato el tuyo, por los dioses, y más bella todavía si cabe tu dedicatoria final:
    "...se la recomiendo leer a la señora CHACÓN para que tenga una idea mínima de lo que es un hispano en guerra. Antes. Hasta hace poco."

    Pero esa bacante y pendeja nada sabe de gestas heróicas ni de hispanos en pie de guerra. Ni las estudió en su día, ni le interesan lo más mínimo ahora y por si fuera poco, en su fuero interno desprecia a España y a los guerreros bajo su mando. Se ríe de todo ello.
    Como único grito de guerra para arengar a la tropa sólo sabe decir:
    "Capitán, mande firmes"

    ¡Por los clavos de Cristo, cómo odio a esa mal nacida!











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