Cae la tarde de mayo en un pequeño pueblo de Ciudad Real. Una monja, la hermana abadesa, arranca desconcertada a rezar. Acaba de enterarse de que han arrestado a su sobrino político. Entre plegarias, acierta a marcar el número de teléfono de Avelin, la esposa del detenido. La conversación la deja todavía más confusa: a su querido Jorge, el prestigioso empresario gallego, lo acusan de estafar más de
5,4 millones de euros a través de sociedades y facturas falsas. Ya está en la cárcel.
No muy lejos, en Madrid, José Blanco, el ministro de Fomento, el vicesecretario general del PSOE, lee expectante las últimas noticias que llegan de Galicia. Claro que sabe quién es
Jorge Dorribo. Apenas tres meses antes, el 5 de febrero de este 2011, le abrió las puertas de su coche para un encuentro furtivo. En una gasolinera. Sí. Conoce a ese empresario.
El móvil empieza a quemarle en las manos. Su gente de confianza, allá en su Lugo natal, dice no saber que Dorribo estaba empantanado "en un fregado semejante". Pero tampoco percibe excesiva sorpresa entre sus interlocutores ante la noticia. Hace tiempo que en la zona abundan los rumores feos sobre la colosal fortuna del detenido:
su Ferrari, sus yates, su chalet, sus relojes, su helicóptero, su equipo de rallys... Y todo a partir de una crema que inventó a los 26 años para dar lustre y protección a las pieles que importaba de Marruecos.
En apenas una década, Jorge Dorribo, un grandullón de 47 años, había convertido su gran hallazgo, la farmacéutica Nupel, en un coloso con intereses en 26 países. Hasta 43 empresas llevaban su nombre en el Registro Mercantil.
Pero a Dorribo, pese a sus contactos al más alto nivel, le esperaba algo peor que la ruina: la cárcel. El 24 de mayo, la Policía asaltó sus Laboratorios Nupel. Las cartas estaban boca arriba y él, arrestado. El escándalo, bautizado Operación Campeón, ha orillado esta misma semana a las puertas del todopoderoso Pepe.
Porque tras un par de meses entre rejas, el amigo del terruño, Dorribo,
tiró de la manta ante la juez del caso para obtener, como contrapartida, la libertad provisional.
La acusación:
él mismo habría entregado 400.000 euros al hombre fuerte del PSOE, a través de un primo, a cambio de ciertas gestiones en el Gobierno socialista. Blanco lo niega todo: "
Yo sé que me tienen muchas ganas, pero no hay caso, no lo hay ni lo habrá", insistió este viernes.
Fue en sus momentos de mayor aprieto económico cuando el empresario lucense afianzó su relación con su influyente paisano. El celestino habría sido
José Antonio Orozco, socio de Dorribo y uno de los principales accionistas de la empresa de transportes Azkar. Fue él quien se encargó de comunicarle que el ministro aceptaba conocerle en persona.
En sus encuentros, Dorribo le pidió que le "echara la mano" en algunos negocios. El socialista habría puesto precio a su ayuda: 400.000 euros. Al menos, así lo denunció el empresario el pasado 8 de agosto a la jueza que lleva el caso, Estela San José Asensio.
Dorribo declaró que Blanco le ordenó que contratara los servicios de dos empresas. Una,
Proitec, se dedica a la consultoría y la realización de estudios; la otra,
Electricidad Espiñeira y Bran, es propiedad de un primo político del ministro. Manuel Bran. El empresario habría pagado 200.000 euros en metálico a Bran, además de concederle contratos inflados por valor de otros 200.000, según testificó ante la juez.
A cambio, el ministro habría intercedido ante Hacienda para que la dirección de Ayudas Regionales le concediera
467.267 euros en subvenciones. También ante el
Ministerio de Sanidad para que pudiera sacar adelante una empresa de exportación de medicamentos, Salud Innovació 12, con sede social en Andorra.
Así pretendía obtener en exclusiva la retirada de los medicamentos de España (de ahí la necesidad de la ayuda de Sanidad) y reutilizar las medicinas para exportarlas a países en vías de desarrollo.
Los contactos no avanzaban y, el 5 de febrero de 2011, Bran llamó a su primo Blanco para decirle que Dorribo quería verle. El ministro le hizo saber que lo recogería ese mismo día antes del almuerzo en una
gasolinera en Guitiriz, junto a la A-6, muy cerca de Parga (Lugo). El político venía de la firma de dos convenios con el Ayuntamiento de A Coruña. Para ahorrar tiempo, ambos montaron en su coche (del partido, diría luego Blanco) precedido por una unidad de la Guardia Civil y seguido por un coche de escolta.
Ya apoltronados en el vehículo, Dorribo inquirió por las ansiadas gestiones a favor de su empresa. Blanco le respondió que iban bien. "
Si te portas bien conmigo, yo me portaré bien contigo", fue la conclusión del socialista, según afirmó el empresario ante la juez. Después, le habría oído prometer a
Blanco que hablaría con Leire Pajín, ministra de Sanidad. El viaje terminó en un restaurante cercano donde el ministro, Dorribo y otros empresarios de Lugo compartieron un cocido.
Hubo más encuentros. El propio Dorribo fue uno de los organizadores de un homenaje que los empresarios rindieron a José Blanco el 16 de abril de 2010 en Palas de Rei (Lugo), su localidad natal. En la mesa presidencial se sentaron, entonces, Blanco, Dorribo y el ex presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, además de los ex dirigentes de Caixanova y Caixa Galicia, Julio Fernández Gayoso y José Luis Méndez. Después de aquella comida y el encuentro en la gasolinera, Dorribo llamó varias veces a Blanco. Apremiado por el tiempo y algunas deudas, insistió en que le arreglaran "lo suyo".
Esta semana, tras el estallido del escándalo en EL MUNDO, dimitieron los otros dos políticos implicados por Dorribo en su confesión del 8 de agosto: el
ex conselleiro del BNG Fernando Blanco y el diputado gallego del PP Pablo Cobián. En cambio, los socialistas gallegos se han volcado con Blanco, que ha anunciado una querella por calumnias contra Dorribo.
Pero, ¿quien es ese "delincuente" que ha hundido al azote del PSOE contra la corrupción del PP en la peor crisis de su carrera política?
"
Es un gran trabajador, con visión para los negocios... Saldrá adelante", insisten algunos ex empleados que tenían, y aún mantienen, fe ciega en él.
Muy pocos quieren, ahora, dar la cara por Dorribo en Lugo. Y eso que son muchos los empresarios y periodistas que disfrutaron de su amistad, sus fiestas y sus regalos. Hasta el 24 de mayo, Jorge era un "grandísimo empresario"; ahora, "mejor no hablar" de él.
En la Operación Campeón, la juez les atribuía
fraude y evasión fiscal por un valor superior a los 5,5 millones de euros.
Al parecer, Dorribo había utilizado subvenciones de la Xunta para desviar fondos a varias de sus empresas. Todo comenzaba con la presentación de un proyecto de I+D+I en el Igape, que actuaba como intermediario ante el Banco Europeo de Inversiones (BEI).
La Xunta ponía una cantidad, sobre el 40%, y el BEI, el 60% restante. Estas ayudas se vendían como una apuesta del empresario por el I+D+I, pero el dinero se esfumaba en facturas falsas que se cruzaban entre las firmas de su holding.
Pese a lo complicado de la trama, no la desentrañaron las brigadas económicas de la Policía o la Guardia Civil, ni los agentes de la Agencia Tributaria.
El mérito corresponde a la Agencia de Vigilancia Aduanera, que le atrapó mientras indagaba un caso de narcotráfico en la ría de Arousa.
Dorribo ignoraba que el teléfono de su interlocutor estaba pinchado por la Agencia de Vigilancia Aduanera. Fue entonces cuando los agentes iniciaron una investigación paralela sobre Dorribo que, meses después, cuajó en la Operación Campeón.
Nacido en una humilde familia de Lugo,
fue cartero, luego importó pieles de Marruecos y, a mediados de los 80, fundó la empresa Nupel para comercializar una crema protectora del cuero que inventó una de sus hermanas. De las zapaterías locales pasó a El Corte Inglés y, de ahí, a Inditex. Más tarde, con su negocio en plena expansión, Dorribo dio el salto a los productos cosméticos y, a mediados de los 90, a las medicinas. Fue entonces cuando adquirió en exclusiva los derechos sobre fármacos que, después, distribuía en Oriente Medio, América, África...
Fueron los momentos de máximo esplendor de Dorribo. En Lugo lo celebraban como un emprendedor ejemplar y él se dejaba adular por los políticos. En 2009 facturaba 48 millones de euros con medio centenar de empleados.
Es un hombre de lujos caros y desbordante pasión por los coches: entre otros,
cuenta con un Ferrari, un Rolls-Royce, tres Maserati, un Bentley, seis Porsche, un Aston Martin y un Hummer H2.
También disfruta de
dos barcos, con amarres en Vilagarcía, Marina Sada y Sanxenxo. Uno, el
Mansur, es uno de los megayates más imponentes de la Ría de Arousa, bautizado en honor a un jeque de los Emiratos Árabes con el que realizó negocios. El otro, el Avelin, el nombre de su esposa.
En sus momentos de gloria, llegó a disponer de helicóptero particular y de guardaespaldas, sobre todo cuando viajaba a países de África, América y Oriente Medio, donde sufrió algún susto en sus expediciones de negocios.
Tras pasar dos meses y medio encarcelado, Dorribo se sintió solo y desamparado. Así, el 8 de agosto compareció ante la jueza que lleva el caso. Su propósito: denunciar las comisiones que habría pagado a políticos de todos los partidos, incluido el ministro Blanco, para obtener beneficios para sus empresas.
Hoy, Dorribo está en paradero desconocido.
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