Cementerio del Norte de Manila. En este camposanto de 55 hectáreas, que es el mayor del país y fue inaugurado en 1904, miles de familias pobres han formado su hogar entre las tumbas de ilustres artistas y padres de la patria como Ramón Magsaysay, Sergio Osmeña y Manuel Roxas.
A simple vista, pone el vello de punta solo de pensarlo, pero lo cierto es que tiene sus ventajas en una megalópolis tan caótica y congestionada como Manila, donde buena parte de sus 12 millones de habitantes malviven hacinados en chabolas de latón en medio de un tráfico infernal.
“Antes vivía en una vieja cabaña de madera en Montalbán, pero esto es más tranquilo porque no hay mucho ruido y también muy fresquito gracias al mármol de las tumbas”, razona, con toda lógica, Mario Formales, quien lleva 32 de sus 55 años morando en el panteón de la familia De Castro.
Junto a él viven su esposa, sus cinco hijos, tres yernos y cuatro nietos, que se distribuyen como pueden en los ocho metros cuadrados que tiene cada planta del mausoleo. “Es pequeño, pero lo bueno es que toda la familia está junta”, se congratula Mario mientras le da el biberón a su nieto de dos meses, Leycee, a quien su hija Maricar ha dado a luz con solo 17 años.
Dando buena prueba de que este lugar está lleno de vida, sus otras dos hijas también se enamoraron de sus maridos en el cementerio, donde trabajan esculpiendo lápidas por unos 1.000 pesos (16 euros) al mes. Sus hijos, que juegan al escondite entre los nichos y hacen las tareas sobre las tumbas, van a una escuela cercana donde a nadie le parece raro vivir en un cementerio. Sin duda, en Manila hay sitios mucho peores.
Bajo la cruz de una lapida, uno de ellos duerme plácidamente la siesta, no tan eterna como la de su vecino en la tumba de al lado.
Para alumbrarse de noche, cuando un silencio sepulcral envuelve el camposanto en medio de una oscuridad fantasmal, la familia utiliza la batería de un coche porque no hay electricidad. Tampoco agua potable, lo que permite a porteadoras como María Caguiza, de 52 años, ganarse el jornal vendiendo por 2 pesos (tres céntimos de euro) las botellas que trae de la fuente que brota frente a la tumba del expresidente Manuel Roxas.
Por P. Diez.
solucion vivienda
Seguro que los muertos no tienen inconveniente en compartir su morada, suelen ser bastante desprendidos.
ResponderEliminarDON TRECCE
EliminarSegurísimo de eso. Hasta algunos se lo estarán pasando bien observando a los vivos.
Hola,Javier,
EliminarQue se conviertan en okupas puede parecer tétrico, pero tal como llevan la cosa, a lo mejor hasta pueden conversar los idos con los que les hacen compañía.
Un cordial saludo,
DON XESÚS
EliminarAhí la "Santa Compaña" no tiene nada que hacer con esos filipinos, dado que siendo una procesión de muertos que vagan por la noche reclamando el alma de los vivos, a los vivos que habitan en ese lugar no les asustan lo más mínimo.
Saludos
Acojonante. Nunca había leido sobre esto. Lo más parecido que conozco son aquellos casos de grandes ciudades donde mucha peña vive en las alcantarillas. Pero esto de vivir en un cementerio... toma del frasco.
ResponderEliminarY además con sus explicaciones : mas tranquilo, fresquito... la monda!
SEÑOR OGRO
EliminarEl gentío se las ingenia para hallar lo que pueda albergar algo aunque sea en plan cueva prehistórica, y nada mejor que los enormes panteones de los ricos filipinos, fresquitos, limpios y sin tráfico.
Creo que en Vitoria tenéis un cementerio con inmensos panteones de ilustres vitorianos y ojo no vaya a alguien ocurrirsele copiar a los de Manila.
Tranquilo sí que parece el lugar, con la ventaja de que los que allí viven se habrán acostumbrado al vecindario cuando les llegue la hora de estirar la pata.
ResponderEliminarEs curioso que hayamos coincidido, ambos dos, en comentar hoy asuntos de OKUPAS.
DON BWANA
EliminarSí, estamos "sincronizados" con los temas. Hoy nos tocaba lo de los OKUPAS.
Los filipinos esos han descubierto la forma de no pagar el IBI ni tampoco a las funerarias cuando les llegue el momento de ser "occisos". Directamente se quedan bajo cualquier losa de las que disponen.
Al menos estos no son como los perroflautas que se empeñan en denominar a sus edificios ocupados (robados debería decir) en "centros Sociales"
ResponderEliminarEstos viven y dejan vivir (y morir) y los otros te complican la vida
Sí, éstos bastante ttienen con sobrevivir aún entre difuntos y por ello son pacíficos e inofensivos.
EliminarLos denominados okupas se aprovechan de una legislación, creada por las tontas ministras de ZP, en cuya virtud para desalojarlos de una finca, casa o piso es imprescindible entablar una demanda judicial de desahucio, tal como si los okupas fueran arrendatarios que han dejado de abonar una o dos rentas de alquiler.
Con el Invicto no sucedian esas cosas : bastaba con llamar a la pareja de guardisibiles de Botijares, y asunto resuelto.
Viviendo en un cementerio poco tendrán que preocuparse de los vecinos ruidosos y demás minucias que atormentan una comunidad de vecinos... pero no sé yo si me vería en esa tesitura. Además, con lo voraces que son las autoridades en este país, no creas que escaparías al más que seguro impuesto.
ResponderEliminarDe todas formas, me hago cruces con estas cosas, Javier.
DON HEREP
EliminarEso es lo que hay a montones en ese lugar = CRUCES.
O sea que tú crees que viviendo en un panteón de esos no me libraría de que el Montorín me cobrara el IBI. Espérate que aquí se enteren de esa costumbre filipina y verás la de gentío que abandona sus chabolos para irse a vivir en un enorme panteón de algún ilustre.
A mí no me haría ninguna gracia ver una estampa así, pero tranquilitos ellos sí que estarán
ResponderEliminarDOÑA MARIBEL
EliminarAhora que pronto te vas a ir a los pinares hazte la idea de que la tranquilidad que vas a disfrutar, los filipinos esos la tienen durante todo el año. Y para más confort a esos lugares no van nunca los políticos zurdosos.
Frequita sí, pero "tranquila"...hay mucha parentela jeje
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