24 enero 2014

Leguineche, vasco universal

Hace más de 30 años torturé a Manu obligándole a que me escribiera un prólogo. En los diez folios que me envió está contado casi todo: el privilegio que fue viajar al extranjero durante la dictadura, en la que casi ningún español podía hacerlo salvo como emigrante, exiliado o refugiado; la suerte de que, por hacer algo que nos gustaba, encima nos pagaran; la adrenalina que produce el ver con tus propios ojos la guerra o la tragedia; la posibilidad de contarlo, excepcionalmente en primera página; la devaluación que lo internacional sufrió en la Transición cuando nos jugábamos algo mucho más importante aquí en casa: la libertad; la esclavitud del transistor de onda corta, siempre pendientes de la BBC; en ocasiones el morbo o, como decía Dominguín, la droga del miedo; mucho más que el miedo a morir, lo que quema y destruye al enviado especial es el estrés de lo secundario: el teletipo, el teléfono o internet cuando dejan de funcionar; las mentiras de los gobernantes y sus voceros, los hoteles inmundos y carísimos, la miseria que padecen centenares o miles de millones de seres humanos.

Hay que ser, insistía Manu, hipocondríaco, sarcástico, jeremiaco y masoca para sumarse a este club de soñadores, ambiciosos, solitarios y faltos de cariño.

Desde El camino más corto, su primer libro, Manu es para muchos de nosotros una especie de hermano mayor que se fue pronto de casa. con un humor dulce, un tanto socarrón, y el escepticismo de los mejores periodistas: ni cínico ni creyente, siempre buscando, siempre expectante, documentando cada página, cada entrevista y cada libro con una paciencia y una capacidad de sacrificio excepcionales.


Su despacho, su bandera y su ideología estuvieron siempre en las carreteras y caminos polvorientos de los terceros y cuartos mundos del norte y, sobre todo, del sur. Gracias a él, leyendo aunque sólo sea un poco de lo mucho que ha escrito (47 libros, según mis cuentas), en este mundo cada vez más peligroso y desigual, es fácil distinguir a los buenos y a los malos, a los cuerdos y a los locos.

Fue uno de los mejores y, seguramente, el más modesto discípulo de la generación del "Norte de Castilla", de Delibes, su segundo padre, su punto de referencia, la persona de la que se acordó siempre que tuvo algún problema grave. Nunca fue hombre de muchos consejos, aunque siempre tuvo cerca a periodistas que necesitaban estar cerca de él como si de un cargador de energía humana se tratara, antes de salir hacia el aeropuerto, camino del siguiente reportaje, de la siguiente guerra: Jesús Picatoste, Juan González Yuste, Luis Garmat…

Autodidacta, vasco universal, alcarreño de corazón, independiente pero nunca neutral, solitario del que todos querían ser amigos…

Felipe Sahagún .

CON DELIBES y UMBRAL

6 comentarios:

  1. No se crea que los Leguineches han desaparecido, sigue habiendo profesionales de la comunicación jugándose el tipo por las guerras de medio mundo. El problema es que ahora no tienen cabida en los grandes medios y sobreviven como pueden malvendiendo reportajes. Leguineche abrió el camino y otros muchos lo continúan, aunque en condiciones penosas y relegados al anonimato.

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    1. DON MELITON
      Imagino que seguirá habiendo muchos corresponsales de guerra jugándose el tipo. Aunque sospecho que actualmente no son fijos de ningún diario sino de agencias.

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  2. No hace mucho Pérez Reverte dijo que su referente había sido Manu.
    DEP

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    1. DON MAMUNA
      Mira, eso le honra a P. Reverte al reconocer que su maestro fue Leguineche.

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  3. He conocido varios corresponsales de guerra y son una raza especial

    Y gracias por ilustrar el Blog con la divina Scarlett.

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    1. DON BWANA
      Forzosamente tienen que serlo, de una pasta especial. Porque esa sí es una auténtica profesión de riesgo.
      Prima Scarlet no termina de darme su nº de teléfono para pasarselo a los comentaristas. Pero seguiré en el empeño.

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