08 abril 2013

Cómo es el ropón Castro

JUEZ JOSÉ CASTRO ARAGÓN
El juez Castro está atrincherado en los 15 metros cuadrados de su despacho. Es una estancia modesta: apenas una mesa de trabajo, un armario y un viejo sofá. Los legajos del caso Palma Arena inundan cada milímetro del suelo. Un retrato oficial del rey Juan Carlos, colgado de la pared, preside el cuartito. Es miércoles por la mañana. Ya no hay marcha atrás: ha decidido empurar a su hija.

 "Por lo anteriormente expuesto, dispongo recibir declaración en calidad de imputada, asistida de letrado y con instrucción de sus derechos, a doña Cristina Federica de Borbón y Grecia...".

Este jueves, José Castro, de 67 años, viajó en autobús a su juzgado. De nuevo, recibió los vítores de sus conciudadanos. Ya está acostumbrado a estas alharacas públicas. Por algo se le conoce como el juez del pueblo. Como el instructor que no se achanta ante los ricos y los poderosos, aunque traigan el aval de Zarzuela. Sus detractores (que también los hay) opinan lo contrario. Que Castro no es un juez, sino un justiciero, un robinhood con toga, un temerario cuyos autos "rozan" la prevaricación.

Lo que nadie le regatea, ni siquiera sus enemigos más encarnizados, es su apabullante capacidad de trabajo. Insomne desde la juventud, apenas descansa tres o cuatro horas al día. Aprovecha el resto de la madrugada para pulir sus casos. Muchos días, la luz de su despacho ya está encendida a las seis de la mañana, domingos incluidos. Incluso ha implantado la costumbre de celebrar en sábado los interrogatorios más sonados, como los de Urdangarin y la infanta Cristina (previsto inicialmente para el sábado 27, aunque este viernes quedó aplazado hasta que se pronuncie la Audiencia Provincial).

Así, echando horas, Castro logró erigir de la nada el laberíntico caso Urdangarin. El juez andaba investigando el sobrecoste del velódromo de Palma cuando se topó con un email sospechoso del director general de Deportes del Ejecutivo balear, José Luis Ballester, Pepote, de 2006. A partir de aquella tenue pista, destapó todo el entramado societario del Instituto Nóos de Iñaki Urdangarin.

Así, abrió una pieza separada del caso, cuya instrucción, realizada con la minuciosidad de un neurocirujano, ya se aproxima a su final con la imputación de la infanta Cristina. Era el caso ideal para un juez que reclama que la justicia no haga distingos entre ricos y pobres, entre nobles y plebeyos. Pero tampoco fue ingenuo: ya anticipaba las inclementes presiones a las que se vería sometido.

Cuentan sus próximos que se lo pensó mucho antes de imputar a Urdangarin, en diciembre de 2011. Con Cristina, las dudas fueron aún mayores, pero decidió que, a cuatro años de retirarse a su casita junto al mar, ya no tenía nada que perder . A Castro le pudo su gusanillo de instructor vocacional. El mismo afán investigador que le ha llevado a sacrificar su vida personal durante estos años de paciente reconstrucción de los hechos.

JAUME MATAS
El caso Urdangarin está siendo la mayor aventura de su carrera judicial. En los últimos años, le han ofrecido infinitos ascensos a plazas de mayor relevancia, incluida la Audiencia Provincial. Pero las ha rechazado todas: prefiere su angosto despacho del juzgado de instrucción número 3 de Palma, que ocupa desde 1990, rodeado de un equipo de funcionarios que le adora. Por su mesa de trabajo han pasado poderosos de todo pelaje: de Jaume Matas a Santiago Calatrava, pasando por José Luis Moreno o el propio Urdangarin.

Hijo de una familia de agricultores cordobeses que acabó arruinada, José Castro Aragón conoce la pirámide judicial desde la base. Empezó su carrera como funcionario de prisiones: aprobó la oposición a la primera en 1971 y trabajó en La Modelo de Barcelona. De ahí le viene su alergia a dictar prisión provisional a sus investigados, salvo que esté convencidísimo de que son culpables.

Sin embargo, su verdadera ambición era vestir toga de juez. No paró de estudiar hasta que aprobó, también a la primera, otras dos oposiciones: secretario judicial y juez. Ingresó en la carrera en 1976 y, desde entonces, vagó por plazas de poco relumbrón: Dos Hermanas (Sevilla), Arrecife (Lanzarote), Sabadell (Barcelona)...
Su destino definitivo, Palma de Mallorca, le llegaría en 1985. Primero, lo ubicaron en el Juzgado de lo Social número 2 y, un lustro después, en su actual plaza de instructor. En aquella época, aquel parecía un encargo sencillo, pues Mallorca era un lugar ajeno a las corruptelas que ya acogotaban al resto del país. Pero, desde entonces, la isla se ha convertido en un vivero de escándalos.

Castro apenas tardó unos meses en apuntalar su fama de juez intocable. En 1991, investigó a uno de los magnates más opacos de la isla, Pedro Serra, dueño del periódico "Última Hora". Incluso envió a prisión al gerente de su editora, Sebastián Ginart, acusado de un delito contra la Hacienda Pública por una trama de facturas falsas. Sin embargo, un cambio en la normativa provocó el sobreseimiento de la causa y Ginart quedó en libertad. La reacción de Castro fue fulminante: dejó en libertad a todos los presos que se encontraban en la misma situación que el gerente.

Durante aquella época, los detectives contratados por sus imputados le perseguían por toda la isla. Buscaban asuntos feos con los que convencerle de que dejara de investigar. Pero el cordobés no se arredró y prosiguió sus pesquisas.

Hoy, Castro sigue igual de comprometido con su causa. Está disponible a cualquier hora del día. Jamás se pierde un registro policial: le da igual que sea en la mansión de Jaume Matas o un poblado chabolista donde se trapichea heroína. Dicen en la isla que Castro es un juez osado, heterodoxo y machacón en sus interrogatorios hasta la impertinencia. Más de una vez ha interrumpido una sesión para comprobar, móvil en mano, la veracidad de la coartada del acusado: En una ocasión, a un detenido, ladrón de motocicletas, le espetó: "Macho, acompáñame al garaje... Esta es mi moto, muéstrame cómo haces el puente".

Con los poderosos es aún más abrasivo. No dudó en amenazar con la imputación al presidente de La Caixa, Isidro Fainé, si no colaboraba con sus pesquisas. Le reclamaba las cuentas en el extranjero a las que Urdangarin y Torres transfirieron dinero desde su entidad. A Jaume Matas le intervino el teléfono meses antes de su citación en 2010. Luego, le acogotó con mordaces apostillas sobre el puesto de asesora de su esposa, Maite Areal, en el hotel de cinco estrellas Valparaíso (Palma de Mallorca) :

 -No es normal que la señora del presidente vaya pidiendo trabajo que, encima no hace y con la justificación de que quería estar ocupada. Pues señora, si quiere estar ocupada, póngase de cajera en un supermercado, porque estará ocupada. El trabajo que hacía era el de no estar ocupada. Un trabajo en el que no tiene que ir a la oficina, que no consigue un solo cliente, que no está sometida a horarios, que no está sometida a nada, no es trabajo.

Es un lobo solitario que nunca se ha apuntado a una asociación de jueces. Tampoco da conferencias, ni firma manifiestos ni acude a actos corporativos. Aún así, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) le ha respaldado cada vez que alguno de sus enemigos le ha denunciado por sus heterodoxas instrucciones. Entre bisbiseos, algunos colegas le atribuyen una ideología de izquierda moderada. Pero sus propios hijos aseguran que "es apolítico" y que "ni siquiera vota" en las elecciones.

Tampoco le gusta debatir en casa de sus casos pendientes. Y eso que sus tres hijos son licenciados en Derecho: dos ejercen la abogacía y el tercero, José, es procurador. Los tres también fueron campeones de Europa de kendo, un arte marcial japonés que se practica con unas aparatosas espadas de madera. El juez lleva una vida cómoda, aunque no lujosa.

Gana unos 4.000 euros al mes: 3.600 de sueldo, más 400 por sus clases en la Escuela de Graduados Sociales. Vive en un adosado en primera línea de mar en El Molinar, un barrio pesquero de Palma. Separado hace 20 años, vive solo, aunque tiene pareja. Hasta hace un lustro, Castro se movía por Palma en una potente motocicleta, una V-Max 1200. Sin embargo, su hijo Daniel le convenció de que se buscara un pasatiempo menos peligroso. Ahora, viaja al juzgado en bicicleta, por consejo de su médico, o en un BMW Z3 descapotable. Su gran capricho son los cachivaches tecnológicos. No se priva de una buena tele, un potente ordenador o la ultimísima versión del iPad. También le gusta el cine, el vino y pasear con Rosario, su yorkshire terrier.

Esta vida sencilla se ha visto quebrada por su repentina popularidad. Nada le irrita más que las acusaciones de que es un "juez estrella" que actúa a golpe de telediario. Hace tres semanas, por ejemplo, visitó Madrid para practicar unas diligencias. Según su círculo, se le veía feliz porque nadie le reconocía por la calle. "Le encantó tomarse una caña en el bar 100 Montaditos de Bravo Murillo, leyendo el periódico sin que nadie le molestara", asegura uno de sus contactos en la capital.

Su idea inicial era que la imputación del yerno del rey sirviera de cortafuegos para Cristina. Pero la acumulación de indicios contra la infanta le obligaron a cambiar de criterio. "Dejar que la incógnita se perpetúe sería un cierre en falso en descrédito de la máxima de que la Justicia es igual para todos", se autojustificó Castro en su auto.

De ahí que este miércoles, atrincherado en su despacho, ultimara el texto más difícil de su carrera. Esa misma tarde, se recluyó en su casa frente al mar para seguir trabajando en el caso.

 (Información de El Mundo)


9 comentarios:

  1. El juez Castro la dignidad en estado puro asi de clarito,un saludo,

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  2. Este Juez tiene un problemón: Si acaba condenando a la infanta, se hablará de "estrella y justiciero", por los restos. Si no lo hace, dirán se ha rilado y encogido. Complicado. En cualquier caso su biografía ofrece garantías.

    Más preocupante me parece lo de la escapadita de Urdangarin a Qatar en lo que es a todas luces otro favorcito de la casa real a ese ladrón de guante grueso que es el duque empalmao. Lo quieren alejar, con el ok de la fiscalia, y eso me preocupa.

    Y que la infanta es culpable, lo saben los gitanos.

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    1. SEÑOR OGRO
      Eso que dices es lo que deja entrever en sus manifestaciones : que ni quiere ser tildado de "juez estrella" ni terminar su carrera sin coger el toro por los cuernos.

      La maniobra de enviar al PENEUVERO "don Iñaki" ( nadie en el país vasco se hace llamar así porque en los lugares oficiales han sido, son y serán siempre Don Ignacio. Y en los círculos familiares usarán el "Iñaki". También el Borbón es en su casa desde que nació "Juanito" pero ante el país es Don Juan Carlos) a Qatar es tan burda acción borbónica como insultante para los ciudadanos sometidos al imperio de la ley que somos los demás.

      Doña Kristy no despista ni a los vendedores de la Once. Los gitanos la tienen casi casi de su gremio. Están estudiando el admitirla en sus Consejos de Triana.

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  3. Lo cierto es que a día de hoy no tenía una idea más o menos clara sobre este juez, y gracias al articulo lo veo todo más claro, éste se mueve por principios (rara avis) y tenemos algo que juega muy mucho a su favor, la edad y el que esté cerca de jubilarse por lo que puede mandar todo y a todos a tomar por el culo mientras él hace lo que cree justo.

    La infanta debería estar tranquila... más o menos, si es inocente no tendrá que preocuparse, pero vamos, si yo trapichease la parienta lo sabría.

    Coincido con vuestro punto de vista, agravio comparativo y favoritismo que estando como está el gachó se le permita salir, al menos Manos Limpias va a pedir que le retiren el pasaporte, veremos.

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    1. DON ISRA
      Sí, parece que el ropón éste cumple con los requisitos que mencionas, con lo que se convierte en algo rarísimo en este país. Y le importa un bledo que lo presionen.

      Tú ten en cuenta, por si las flais, que cuando montes en tu limousine a una compañera de trabajo, rubia, para llevarla a su casa y ahorrarle el bus, siempre dejará alguna huella como un pelo o un perfume y que con esos datos (por muy ocultos a tu vista y olfato que se hallen), tu parienta es capaz de describir el color de ropa que llevaba, la edad y el nombre del abuelo de la fémina en cuestión.

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  4. Me gusta ese JUEZ. Eso es una joya a estas alturas, rechazando otros puestos mejores para evitar que su "asunto" sea archivado por sustitutos vendidos.

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    1. DON ZALDUM
      Sí, su rechazo a mejores plazas le situa en un auténtico JUEZ de los de verdad que sabe que quieren enterrar su caso al quitarlo a él. Merece un recocimiento público aunque sea desde la modestia de unos blogs.

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  5. Tras ver que una ropona grasienta como la CILLÁN había escondido en un cajón el asunto de los policias de los trenes del 11-M, ya estabamos muchos convencidos de que aquí habrúa que traer ropones yankees para los casos fuertes, al igual que se hizo en Nuremberg.

    Las actuaciónes y comportamiento de este JUEZ INTOCABLE nos dan aún esperanza de que alguno más se sume a imitarle.

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    1. DON VILLAR
      Esa ropona que citas ya fue EXPEDIENTADA variadas veces cuando era juez en San Sebastián por VAGA. No sacaba ni tramitaba ningún expediente porque eso cansa mucho. De ahí que deba de pesar unos 130 kgs. como mínimo.

      Me uno a tí a darle un gran aplauso al JUEZ CASTRO. Y nuestros agradecimientos por su rectitud.

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