10 enero 2012
Medellín, peladitos
La oscuridad reina en la escala que comunica el barrio de la Torre con Independencia Dos en la "Comuna Trece" de Medellín. Una imagen de la Virgen María, decorada con flores y unas velas que iluminan vagamente el final de la escala, marca la frontera imaginaria entre los dos barrios controlados por grupos rivales.
Marra lleva el rostro tapado con una pañoleta oscura. Su mano esconde un 38. No tiene miedo, desde pequeño ha sido parte de este juego mortal marcado por las implacables reglas del narcotráfico.
Dieciséis combos se reparten el negocio del vicio (forma local de denominar al narcotráfico) en el barrio más conflictivo de Medellín. Compuestos por chavales que apenas superan los 12 años y con una esperanza de vida no superior a los 23, estos escuadrones de la muerte se han convertido en la nueva generación perdida del conflicto colombiano.
En la oscuridad, solo rota por los reflejos de las luces provenientes del interior de las casas de la Comuna, Marra se entrega a Dios. Una oración, un beso al nombre de una mujer tatuado en su brazo derecho componen el ritual de muerte de este gatillero del Combo de la Torre.
La banda sonora de salsa, reguetón y hip hop que cada noche rellena el silencio de la oscuridad de la Comuna se interrumpe con el sonido de tres disparos de un 38. Los silbidos de los centinelas de los combos marcan la señal de alarma. Marra corre escala arriba mientras una ráfaga de balas acompañan su retirada a territorio seguro.
Apenas a trescientos metros por donde Marra corre para salvar su vida, la mirada del cabo primero Cuenca analiza la situación. Escondido en la oscuridad que le ofrece uno de los balcones de la base militar situada en el interior de la Comuna, observa las carreras de los grupos de pillos replegándose por el laberinto de callejuelas y escalas que componen el barrio.
"Estos se prendieron una vez más, toca salir", ordena el cabo primero Cuenca a sus hombres. "Quiero dos grupos de siete; el primero lo dirige usted, Mendoza. Quiero que corra para asegurar la escala de la Virgen lo antes posible. Los otros siete, conmigo, subimos en operativo al barrio de la Torre".
Apenas tres minutos después, dos columnas militares se deslizan por la oscuridad que envuelve la Comuna. La música ha dado paso al silencio más absoluto, solo roto por el sonido de los disparos entre los dos combos rivales.
Desde la operación militar "Orión" en octubre del 2002, en la que el Ejército de Colombia, apoyado por la fuerza aérea, tomó la "Comuna Trece" de Medellín, la presencia de los militares aquí es permanente. Como consecuencia de ello, la existencia de unidades de las FARC, ELN y las Autodefensas Unidas de Colombia en los barrios de la Comuna es prácticamente nula. Sus territorios han sido ocupados por nuevos grupos armados al servicio del narcotráfico que usan a los pillos de los combos para la venta de droga al igual que para la práctica del sicariato.
El barrio de la Torre está en silencio. Solo se escuchan los gritos de los pillos amenazando al combo rival. El cabo primero Cuenca avanza en sigilo por la escala aprovechando la protección que le brinda la oscuridad de la noche. Un silbido de alarma de un centinela pone en alerta a los militares.
"Tenemos buñuelos, tenemos buñuelos", grita en la oscuridad el centinela del combo de la Torre. El factor sorpresa con el que contaba el cabo primero Cuenca se viene abajo. Los han visto. Sabe que ahora sus posibilidades de capturar al chico que hace apenas cinco minutos corría por la escala con un 38 son nulas.
"Nos dividimos. Ustedes tres sigan subiendo por esta escala, el resto conmigo, nos vemos arriba en la plataforma", ordena Cuenca mientras corre en dirección contraria. El zigzag de la escalera prácticamente vertical hace difícil el avance. Se trata de un corredor secundario escondido entre el centenar de callejuelas y escalas que componen el laberinto del barrio.
"Silencio", ordena el cabo primero Cuenca. El sonido de pisadas bajando a toda prisa por las escaleras pone en alerta a los militares. Un grupo de cuatro chicos, vestidos con pantaloneta, gorra y zapatillas de deporte, desciende en dirección a ellos. "¡Alto!, ¡Ejército!, ¡contra la pared!". El rostro de sorpresa de los pillos desvela que no esperaban este movimiento del cabo primero Cuenca.
Los soldados registran contra la pared a los adolescentes. "Están limpios, mi primero", señala uno de los soldados. El rostro de Cuenca no muestra sorpresa alguna, se esperaba este resultado, lleva ya muchos meses trabajando en la Comuna y sabe que desde que el centinela dio la voz de alarma todos los pillos han escondido lo que llevaban encima.
"Continuemos hacia la plataforma", ordena el cabo, "esta noche nos quedaremos arriba para asegurar la zona, está empezando a llover; esperemos que la lluvia los calme".
En el interior de la base central de la Fiscalía de Medellín, conocida como "el búnker", Juan observa la tormenta. "Esta noche será tranquila, a los pillos no les gusta mojarse los tenis para matar", le comenta a su compañera Rosa mientras apura sus últimas caladas del cigarrillo. Juan y Rosa están en su turno de guardia.
Pertenecen a la Unidad de Policía Judicial de la Fiscalía de la Nación en Medellín (CTI), responsable de la investigación de homicidios. Durante los últimos años del Gobierno del presidente Álvaro Uribe y con la llegada de la administración Santos, el objetivo de reducir los índices de criminalidad ha sido prioritario para ambos gobiernos. En Medellín, aunque la tasa de homicidios aún continúa siendo alta, dista mucho de los niveles de los años noventa y principios de este siglo.
"Todo lo que usted observa en los barrios es la herencia de la cultura de Pablo Escobar. No hace mucho tiempo en esta ciudad se pagaban dos millones de pesos, unos ochocientos euros, por la cabeza de un policía. La ley del plomo al servicio del narcotráfico era la ley de esta ciudad. Hoy la situación es mucho mejor, pero, sin embargo, ahora son peladitos de catorce a veinte años los que se matan".
Los nuevos sicarios de Medellín son el resultado del fracaso de las políticas sociales del Estado colombiano. Niños y niñas que ante la falta de oportunidades y la realidad heredada del conflicto han sido marcados por la cultura de la violencia y la ley del narco. Las fronteras imaginarias que dividen la Comuna en territorios y bandos son el nuevo frente de combate de esta generación de la violencia. Se matan entre ellos sin saber realmente el motivo por el cual lo hacen.
medellin peladitos
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Un pais tan hermoso como Colombia.Y su desdicha de que siempre ha estado inmersa en guerrillas comunistas o derechistas,Ya en la decada de los 50 habia estos problemas.Uno de los lideres mas famoso de la guerrilla era Camilo Torre un sacerdote colombiano,Y otro era un tal Tirofijo.Ahora da la impresion que se esta calmando la cosa.un buen trabajo.saludo.
ResponderEliminarDON AGUSTÍN
ResponderEliminarSí, ya recuerdo a aquellos lideres guerrillero y hasta había algunos curas españoles dedicados a guerrilleros. Y luego derivó al imperio del Terror de los narcotraficantes.
Ahora son los niños los que empuñan las armas y no saben contra quién.
Cre que la base de todos los problemas radicaba al inicio, como en Guatemala, Nicaragua, México, etc. en que unos pocos FINQUEROS o hacendados eran los dueños y amos absolutos de la vida de esos paises.
Terrible situación la de Medellín. Barrios similares, conocidos como "ranchitos" rodean la ciudad de Caracas desde hace muchos años. Es un sub mundo que las autoridades no pueden controlar.
ResponderEliminarMuy buen reportaje.
Tremendos estos temas.
ResponderEliminarPero no hace falta irse a Colombia para observar el mismo mecanismo, aunque sin armas claro, a otra escala.
No se si se acordará el respetable de un reportaje que salio por la tele hace ya un puñado de años. Era un pueblo costero donde la juventud, casi toda, se dedicaba a coger los fardos de droga que llegaban a la costa cuando los narcos se veian obligados a tirarla por la borda.
Era una juventud que vivía a todo trapo: motos, cochazos, ropa, fiesta.. ¿estudiar? ¿currar por el sueldo mínimo profesional?..kia.. ya.
Y lo más terrible es saber que toda esa generación lo tiene MUY dificil para desengancharse de ese nivel de vida, para descender a la tierra de los mortales, que insistimos en trabajar honradamente. Y en aquel entonces no había crisis.. ahora, imaginen.
SÍ, había leído hace tiempo sobre la existencia de esos "ranchitos" de Caracas y que no se diferencian en casi de nada de los de Medellín. Y deben de funcionar así ya desde los tiempos del dictador Perez Jimenez.
ResponderEliminarSEÑOR OGRO
ResponderEliminarEso que cuentas de España se daba no hace mucho en Barbate. Supongo que habrá otros muchos lugares similares en Galicia.
La diferencia es que aquí los chavalitos no usan armas.
Esa chavalería no tiene ningún futuro, y ellos lo saben : terminan de un balazo o de intoxicación de droga o en una prisión de por vida.
Hace años, por cuestiones laborales, coincidí con 3 colombianos de diferentes zonas del país, todos habían tenido que salir de allí por patas a finales de los 90, gente con estudios, preparada, con un buen nivel de vida... por eso eran objetivo prioritario de guerrilla o narcos.
ResponderEliminarLas cifras siguen siendo terribles aunque han mejorado mucho, no lo suficiente para que ellos vuelvan.
Pero más lamentable es lo de Venezuela, al menos en Colombia hay un gobierno decente decidido a luchar contra esa lacra.
DON ISRA
ResponderEliminarEs terrible la vida en Colombia y Caracas. Y llevan décadas así.
Mi parecer es que la causa proviene de los hacendados que copan todo en el país, desde el nombramiento de presidente y ministros a jueces y policias.
La masa popular se pegó a los narcos como Escobar para sobrevivir.
Y lo mismo sucede, sin pistoleros, en Guatemala, Honduras y países centroamericanos.
Estaba pensando que una sola oración de esos pequeños asesinos vale más que todo lo que pueda rezar en toda su vida un buen cristiano occidental. De este tema, lo que me resulta más apabullante y doloroso son esas vidas perdidas de niños sin infancia, sin presente y sin futuro.
ResponderEliminarPor eso detesto a los yonkis de por aquí. Las verdaderas víctimas de la sociedad están, aún, muy lejos de nuestro mundo.
Das en el centro del problema : las verdaderas víctimas de todos los consumidores de drogas del Mundo, son ESOS NIÑOS. Sin presente digno y con futuro de muerte próxima o de una carcel.
ResponderEliminarAsí está está ese tercer o quinto mundo. Lleno de verguenza para los occidentales.