10 diciembre 2011

Los papeles de Niceto Alcalá Zamora

Aquel julio de 1936, cuando sale de España en viaje turístico con su familia sin saber que sería sin retorno, creía dejar sus diarios a salvo. A nombre de su mujer, había alquilado dos cajas de seguridad en una oficina madrileña del Crédit Lyonnais y metió en ellas, junto a alhajas familiares y objetos de valor, nueve sobres con sus escritos.

Nunca los recuperó. Su dietario estuvo desaparecido desde que el propio Gobierno republicano, ya durante la guerra, se lo robara del banco. Aún faltaría un robo más, y siete largas décadas, para que reaparecieran los pensamientos y escritos del primer presidente de la II República.

Un arquitecto valenciano los ofrecía a cambio de dinero. Su ambición, y una audaz operación-rescate entre la Guardia Civil y el piloto de Iberia e historiador Jorge Fernández Coppel, lograron dar por fin con el dietario perdido de don Niceto.

Transcurridos 75 años de la victoria del Frente Popular en las elecciones del 16 de febrero de 1936, y del posterior "golpe de estado parlamentario" que le destituyó (con una triquiñuela legal como excusa) como presidente de la República, se conoce hoy el dietario que el abogado de Priego (Córdoba) escribió día a día desde el 1 de enero hasta el 8 de abril de 1936.

Casi 500 páginas que nos presentan una república agonizante, un desmitificado Azaña como líder de la izquierda y un Gil Robles, su equivalente en la derecha, que "llegó a la demencia, a la epilepsia, a las convulsiones de furia".

Ellos y sus partidos, escribía don Niceto el 15 de febrero de 1936, "obsesionados por la idea del aplastamiento y exterminio de los adversarios, sin pensar, o sin detenerse a considerar que ese aniquilamiento puede ser el de la República y el de España, con destinos inseparables".

Alcalá-Zamora llevó un registro minucioso e inmediato de sus vivencias, anotadas en tiempo real. Unos escritos proféticos que de forma continuada advierten de los trágicos acontecimientos que se producirían pocos meses más tarde (la sublevación militar del 18 de julio).

El 8 de enero de 1936 ya escribe: "La insensata pretensión de que el Gobierno, cruzado de brazos, les facilite el empleo de la violencia aniquiladora de las derechas, pues lo que la izquierda desea y cree oportuno es la guerra civil".

La descomposición de los partidos políticos, los odios personales, las ambiciones excesivas… quedan perfectamente reflejados. "Gil Robles se proporciona el cómico desahogo de ir a insultarme, porque cree que ahí me duele, a Córdoba, escogiéndola como capital de mi provincia para toda su propaganda fuera de Madrid".

Alcalá-Zamora, pesimista, se da cuenta de la inutilidad de sus desvelos: unir las fuerzas de centro en un gran partido bisagra que anulara las desmedidas pretensiones de los dos grandes extremos políticos. Siempre creyó que la ley electoral aprobada en el 31 por el primer Gobierno de Azaña sólo beneficiaba a esos extremos, que era una ley "favorecedora de esa guerra civil".

Aquel 16 de febrero de 1936 se celebran las elecciones en un ambiente de extremismo que llevará a que el primer ministro, Portela Valladares, antes de dimitir, proponga al jefe de Estado declarar el estado de guerra, a lo que Alcalá-Zamora se negaría.

La debilidad democrática del país se va confirmando a medida que se reciben noticias sobre la jornada, con robos de urnas, amenazas a gobernadores civiles, manifestaciones y episodios violentos como quema de iglesias.

"Entre el apetito de los vencedores queriendo ensanchar abusivamente la victoria, el achicamiento de los vencidos, la claudicación de la autoridad, y el asalto tumultuario de ésta, ha habido en las más de las provincias desde que terminó la votación legal, enjuagues, falsedades y coacciones, determinantes de la resurrección de unas cuantas docenas de candidatos derrotados, que no decide la mayoría, pero contribuye a desnivelarla".

Sobre el recuento dice más en su anotación del 24 de febrero: "Conocedor Becerra como último ministro de Justicia y Trabajo de los datos que debían escrutarse, calculó en 50% menos las actas cuya adjudicación se ha variado bajo la acción combinada del miedo y de la crisis".

Un panorama de ausencia de libertad democrática, manipulaciones e incluso fraude electoral que empañan la legalidad del gobierno provisional del Frente Popular, que, liderado por Azaña, se forma, tras la desbandada del gobierno saliente de Portela, a los dos días de las elecciones ante tanta violencia, sin ni siquiera esperar el recuento definitivo de los votos, las futuras negociaciones o las posibles apelaciones de los partidos contendientes, Azaña forma gobierno.

Manuel Azaña, como nuevo presidente del Gobierno, desde el primer momento ninguneará al presidente de la República. Alcalá-Zamora, que en algunos aspectos tenía en alta consideración al primer ministro, pensaba sin embargo que su soberbia y narcisismo le nublaban.

De la inquina del nuevo Gobierno contra Alcalá-Zamora se pasó a la conspiración. La situación desembocaría, finalmente, en lo que él mismo llama un "golpe de estado parlamentario" para apartar del poder al último eslabón moderado que quedaba en la República. Una argucia legal les sirvió para acabar con el presidente (al disolver las Cortes para que se constituyeran las nuevas, salidas de las elecciones, le sacaron un artículo, el 81, según el cual un presidente sólo podía disolver dos veces el Parlamento, y ésa sería la tercera si se contaba la disolución del 31 para convocar cortes constituyentes, más las del 33 y febrero del 36).

Este golpe sería efectivo el 8 de abril de 1936. Ese mismo día, los militares le ofrecieron destituir antes a Azaña y su Gobierno. Se niega, manteniéndose dentro de la legalidad.

"Hacia las 11 de hoy me visita un coronel de Estado Mayor. Viene de uniforme, a pedir en nombre del Ejército que en respuesta al golpe de Estado de la Cámara, yo, sin el poder legislativo, firme un decreto destituyendo al Gobierno de Azaña, y dé así más fuerza moral a su inevitable y decidida intervención, que salve al país de la anarquía dentro de la República.

Con cortesía que subraya más la firmeza de mi decisión me niego en absoluto, y con pocas palabras. Mi camino es otro; el de mi deber, sin sospecha de ambición. Queda tranquila mi conciencia y sobresaltado mi patriotismo ante el desastre hacia el que va esta Cámara suicida, codiciosa, que va a exigir a quien la elija el compromiso secreto de no disolverla, garantizado por la discusión firmada. Sé que hoy la opinión, tal vez mañana la historia, me reprocharán no contar con la fuerza, con una razón y medios que otro presidente opondría al golpe de Estado parlamentario. Pero no dudo. Ya se acabó mi dietario de presidente".

Estas son las últimas y clarividentes palabras escritas en los diarios de Alcalá-Zamora. El hombre que, tras ser ministro de Alfonso XIII, fue uno de los mayores artífices de la ilusionante República seis años antes. Con la guerra, que había profetizado, llegó el exilio. Se convertía en un personaje incómodo para los bandos. Tras un largo periplo, el 18 de febrero de 1949, a los 71 años, fallecía en la ciudad de Buenos Aires. Ya sabía que sus diarios estaban en manos de ladrones.

Jorge Fernández Coppel

NOTA
Lástima que no hiciera caso a Portela Valladares y declarara el "Estado de Guerra" tras aquellas fraudulentas elecciones. Resultó ser un hombre debil y poco acorde al puesto en aquel momento.

Ingresó en el Partido Liberal Monárquico, liderado por el conde de Romamones, siendo en 1906, diputado por La Carolina (Jaén) y Subsecretario de Gobernación. Abandonó ese partido para ingresar al demócrata bajo la dirección de Manuel García Prieto, durante cuyo gobierno, en 1917 ocupó el cargo de Ministro de Fomento y en 1922, el Ministerio de Guerra.
Fue profesor de Derecho Procesal, además de ejercer la profesión de abogado en forma independiente, y representó a su país en la Sociedad de las Naciones.
El liberal centrista, Manuel Portela Valladares, fue nombrado entre noviembre de 1935 y febrero de 1936, Presidente del Gobierno con el fin de equilibrar la ideología de derecha de la CEDA con la izquierda radical de Azaña.

Alcalá-Zamora disolvió las Cortes, por estar constituidas mayoritariamente por cedistas y radicales, y en las elecciones de febrero de 1936, se impuso el Frente Popular.Y el Frente Popular se lo cargó a él.

Stanley G.Payne describe a Azaña como "La utopía radical y pequeñoburguesa de Azaña descansaba en el apoyo electoral de no más del 15 o 20 por ciento de la población. Con el fin de imponerla, Azaña hizo la alta apuesta de confiar en el respaldo de los socialistas, pese a sus tendencias revolucionarias."



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