Hablando de pan y cosas de comer

Hace no tanto, el pan no se horneaba todos los días. Por eso se hacía para que durara. Se utilizaban harinas de trigo conocido, se trabajaba la masa con las manos y se fermentaba lentamente. Después, el panadero guardaba una porción de esa masa madre para que, en la siguiente hornada, el pan conservara su sabor y textura propia.

Hoy, esta descripción parece un documental de "Oficios para el recuerdo". Con tanto saborizante y conservante el pan de hoy ni sabe ni huele ni se conserva. Ni siquiera sirve para untar.

Salvo contadas excepciones, cuando lo compras es una pasta cruda, con más aire que miga. Por la tarde es un chicle blando y gomoso y, al día siguiente, no se puede desayunar. Ni siquiera se puede cortar para tostar.

Es un ladrillo que sólo sirve para calzar, en una cuesta , las ruedas del coche. Quizás esa sea la razón por la que se vende en las gasolineras. Esa y que cuesta casi como un litro de carburante.

Aquí, que estamos tan orgullosos de nuestra gastronomía, hemos perdido, en sólo una generación, la cultura del pan.

Hasta hace poco, los domingos, las panaderías eran como las farmacias. Había una de turno. Los panaderos no dormían y en cada familia había un encargado de madrugar, que el pan se acababa, y a hacer cola.

Hoy, hay mucho pan pero pocas panaderías y nos contentamos con cualquier cosa caliente con forma de baguette. La comodidad ha acabado con el pan. Será porque nos hemos vuelto un poco vaguetes.

OTRO IN-COMESTIBLE

Hoy "hay" en San Sebastián "Conferencia de la Paz" entre etarras y "los demás". Para los que crean que "se ha acabado el terrorismo" cabe decir algo elemental y es que no podemos engañarnos en este punto: dejarán de matar sólo si la democracia española admite al final las exigencias políticas por las que llevan casi 50 años asesinando. Esto es algo que los proetarras advierten en todos sus documentos internos. Y las tales exigencias son independencia para Euskadi con Navarra incluída.

La banda terrorista mantiene la posición descrita y considera que su mera existencia cumple un papel disuasorio ante el Estado y, por tanto, debe permanecer viva hasta que se cumplan todos "los acuerdos", por lo que una negativa rotunda del nuevo Gobierno a admitir cesiones y mucho menos un final como el que quieren, podría tener como respuesta el regreso de los atentados. Y el que no quiera enterarse de todo esto que se vaya a la Cartuja de Parma a tocar el piano.

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