Nafissatou Diallo

Hubo un tiempo en el que Morrisania no era parte de la ciudad de Nueva York sino una pradera donde se asentaba la suntuosa mansión de la familia Morris, que gobernó la ciudad a principios del siglo XVIII. Hoy es uno de los barrios más deprimidos del distrito neoyorquino del Bronx y el lugar donde hasta hace tres meses vivía con su hija Nafissatou Diallo, la mujer de 32 años que le arrebató a Dominique Strauss-Kahn la dirección del FMI y cambió para siempre el curso de la política francesa.

En Morrisania hay quien conoce a Diallo. En la mezquita de Futa no recuerdan si ha venido alguna vez a la oración pero saben quién es y conocen a su padre, que vive en la aldea guineana de Tchakulé y es una autoridad local en la enseñanza del Corán.

El dueño de un café la recuerda entrando por la mañana a comprar por seis dólares un bocadillo de ternera e intentando sacar un dinero extra por las noches a base de vender tarjetas telefónicas a los clientes.

Antes de empezar a limpiar las habitaciones del Sofitel, Diallo trabajaba por las mañanas en una herboristería y por las tardes servía cenas en un restaurante africano del barrio ataviada con un traje guineano y un pañuelo amarillo en la cabeza.

El retrato ha sobrevivido al cierre del proceso judicial. En parte porque el fiscal Cyrus Vance reconoce que no puede asegurar que Diallo no sufriera una violación y en parte porque la comunidad africana de Morrisania se ha tomado su decisión como la prueba del racismo endémico de la Justicia estadounidense.

"Los guineanos que vienen aquí a rezar están muy enfadados", explica Maladho Diallo, responsable de la mezquita de Futa, lugar de encuentro de la comunidad guineana neoyorquina. Maladho tiene el mismo apellido que la presunta víctima, pero no le une a ella ningún lazo de consanguinidad y asegura que puede hablar en nombre de sus vecinos.

"Aquí todos sentimos una gran frustración", explica enfadado, "el archivo del caso es la prueba de que el fiscal no quería hacer justicia. No había ningún motivo para abandonar. Se ha hecho sólo porque el acusado era un hombre poderoso y la víctima una mujer pobre. Quizás con una mujer blanca todo habría sido distinto. Yo no sé qué ocurrió en esa habitación. Pero sí sé que a Nafissatou se le debería haber dado la oportunidad de dar su versión en un juicio".

El fiscal Vance no opina lo mismo. El lunes solicitó al juez que desechara los cargos que pesaban contra Strauss-Kahn y justificó su decisión en un escrito de 25 páginas. El documento reconoce que es imposible saber qué ocurrió el 14 de mayo en la suite 2806 del hotel Sofitel de Nueva York, pero ofrece por primera vez un relato detallado de las distintas versiones de la presunta víctima.

"Si el caso fuera a juicio", se justifica Vance, "la prueba descansaría sólo en el testimonio de la víctima. Pero las pruebas físicas y científicas establecen que ella mantuvo un encuentro sexual apresurado con el acusado y no aclaran si fue forzado y sin consentimiento. No hay ningún otro testigo del incidente y al jurado se le debe persuadir de que la presunta víctima es creíble. Si nosotros no podemos creerle más allá de una duda razonable, no podemos pedirle al jurado que lo haga".

El escrito de la Fiscalía hace un relato minucioso de lo que ocurrió durante las horas que siguieron a la presunta violación. Dos policías detuvieron a Strauss-Kahn en un avión de Air France que se disponía a despegar del aeropuerto JFK, se le hizo aparecer esposado delante de las cámaras y se le exigió un millón de dólares en metálico a cambio de salir en libertad bajo fianza.

Al principio el fiscal confió por entero en la veracidad del testimonio inicial de la víctima, que explicó que se había encontrado desnudo a Strauss-Kahn en la suite donde se alojaba. Según Diallo, el político le agarró las tetas, cerró la puerta y la arrastró hasta la cama, donde intentó meterle el pene en la boca. La limpiadora dice que el miembro contactó con sus labios cerrados y que entonces Strauss-Kahn le rasgó el uniforme y le quitó las medias para meterle la mano en la vagina. Luego la puso de rodillas, le metió el pene en la boca y eyaculó casi inmediatamente.

El testimonio se antojaba sincero y lo corroboraba la versión de dos supervisores, que respaldaron las palabras de la limpiadora y dijeron que llevaba tres años en el Sofitel y no tenía un solo incidente en su hoja de servicios. Pero en los meses siguientes el fiscal examinó al microscopio la versión de la presunta víctima y le pareció mucho menos convincente.

El fiscal reprocha la imposibilidad de saber si fue un encuentro forzado o consentido. Según su abogado, en esa conversación que fue grabada, Diallo "nunca dijo las palabras atribuidas a ella por un diario estadounidense de que Strauss-Kahn tenía mucho dinero".

El día de autos, los forenses levantaron la moqueta y el papel que cubría la pared de la suite e identificaron cinco restos biológicos. Sólo uno correspondía al semen del acusado y estaba a unos tres metros de donde la víctima decía que se había producido el incidente. Las otras cuatro manchas correspondían al semen de otros clientes.

Se encontraron más restos de semen en la parte superior del uniforme de la limpiadora, que llevaba puestos un vestido, un delantal y dos pares de medias. Pero no había semen ni en las uñas de Diallo ni en ninguna otra parte de su cuerpo.

El parte médico confirmó que Strauss-Kahn recibió aquella mañana una felación. Pero es imposible aclarar si Diallo se la hizo con consentimiento. Los doctores del hospital de St. Luke dejaron constancia de un enrojecimiento en la boca de Diallo pero añadieron que "no era probable" que fuera el fruto de una violación.

El cierre del caso no ha gustado en la comunidad africana del Bronx. Pero tampoco entre quienes trabajan con víctimas de la violencia sexual en barrios marginales. Las cifras dicen que sólo un 6% de los violadores estadounidenses acaban yendo a la cárcel y que muy pocas mujeres negras se atreven a denunciar por miedo a ser poco creíbles ante un gran jurado.

Es difícil saber qué ocurrirá a partir de ahora con la guineana Diallo. Podría vender su historia en forma de serial a un diario sensacionalista. También podría seguir adelante con su demanda civil contra el presunto violador, que exige una carga probatoria mucho menor y acercaría la posibilidad de que se celebrara un juicio.

Al presentar la demanda civil a principios de julio, Diallo y su letrado fueron acusados de intentar hacer caja a cuenta de su agresor. Pero los expertos dicen ahora que es la única oportunidad de que se haga justicia y que Strauss-Kahn podría intentar sobornar a su presunta víctima con un acuerdo extrajudicial que evite un proceso judicial que se antojaría tan largo como vergonzante.

"Ella no lo tiene difícil para ganar y lo tiene aún más fácil para lograr una compensación económica sin ir a juicio", explica la profesora Williams, "los procesos civiles son menos complejos que los penales y bastaría con indicios menos evidentes porque no está en juego la libertad del imputado".

Son minucias legales que no comprenden los africanos de Nueva York, que piensan que fue el nombre de Strauss-Kahn el que dirimió el caso en contra de su conciudadana. Así lo cree Blake, que regenta un restaurante senegalés en un boulevard de Harlem.

Por ahora a Nafissatou Diallo, 32 años, viuda y madre de una adolescente, se le ha perdido el rastro. Su abogado no responde a la prensa y ella no se ha dejado ver en el Sofitel ni en las calles del barrio.

"La culpa de todo la tiene su abogado", dice el responsable de su mezquita, "le dejó que hablara más de la cuenta. El agresor no ha dicho ni una palabra y le fue bien. Ella debería haber sido más discreta.".

NOTA BLOGUERA

El bloguero está mucho más que harto de las falsas denuncias de "violaciones y malos tratos que presentan una gran cantidad de mujeres sinverguenzas de España, al amparo de una estúpida ley creada por las Bibianas, pero en este caso de la guineana del Bronx cree más a ella que al "pichabrava" ese del francés.

nafissatou diallo