El hijo de Yoyes

Han pasado 10.000 días desde que Yoyes ( ex jefa de Eta que se arrepintió y abandonó la organización) dedicó unas líneas de su diario al bebé que anidaba en su vientre. El 22 de septiembre de 1982, la etarra arrepentida ya intuía que ese "mundo tan injusto, tan terrible" sometería a su hijo a un caprichoso vapuleo. Sus temores cuajaron cuatro años después, cuando el pequeño Arkaitz contempló cómo un pistolero, el sanguinario Kubati, abatía a su madre de tres disparos en Ordizia (Guipúzcoa).
Esa noche le relató lo ocurrido a su tía Glori: "Han venido los vaqueros con pistolas y han matado a mamá...".

Un cuarto de siglo después, Kubati sigue aferrado al fanatismo que le llevó a descerrajar a su ex compañera de armas ante su hijo de tres años y medio. El tiempo, sin embargo, sí que ha ablandado al autor del texto con el que ETA justificó un crimen que estremeció a la propia izquierda abertzale.

Hablamos de José Luis Álvarez Santacristina, Txelis, hoy tan distanciado del terror como Yoyes en el momento de su muerte. Tras dejar la banda, el ex jefe etarra ansía reunirse con los familiares de la asesinada para pedirles perdón.

La oferta incluye al pequeño Arkaitz, hoy transformado en un prometedor científico cuyo anonimato es su máximo tesoro. Ante su obstinado silencio, los encargados de responder a la petición de Txelis son sus familiares. Y su postura es férrea: si la ejecución de la primera mujer que lideró ETA fue pública, también deberá serlo su arrepentimiento.
"Que hable Txelis, que nosotros no vamos a hablar", sentencia Glori, la misma tía que le bañó aquella noche entre sollozos de "Nik amarekin nahi det" (Quiero con mamá).

A sus 28 años, Arkaitz afronta desde el extranjero el 25 aniversario del asesinato de su madre. Hace meses que abandonó el País Vasco para proseguir sus estudios de Biología, la disciplina que cursó en la Universidad de Navarra hasta 2005. Volcado en su carrera profesional, el hijo de Yoyes evita recrearse en su dramática infancia. Y una tupida malla de familiares le blinda de cualquier pregunta incómoda.

"Algunos de sus amigos ni siquiera saben quién fue su madre", explica un allegado.

Visto su historial, no extrañan tantas cautelas. Arkaitz siempre ha sido una víctima especial y más de uno ha tratado de explotar su desgracia en beneficio propio. Entre ellos, la propia izquierda abertzale, que pretendió captarle en su adolescencia. "Jarrai contactó con él cuando tenía 13 o 14 años", cuenta un destacado integrante de los cuerpos de seguridad. "Sin embargo, el chico los mandó a la mierda. Nadie odia más a ETA que él... Pero siempre en la intimidad".

La trayectoria criminal de Dolores González Cataraín, Yoyes, marcó la vida de Arkaitz desde su nacimiento el 3 de noviembre de 1982 en México DF. Allí se exilió la guipuzcoana junto a su pareja, Juanjo, cuando abandonó la banda tras 10 años de militancia. Y el parto le hizo renunciar del todo a sus veleidades terroristas en un momento en que ya barruntaba su trágico final.

["El hecho de que Arkaitz exista cambia mi sentir ante la muerte, la idea de dejarle sin madre me horroriza". Diario de Yoyes, 24-IV-1984].

Pero ella ansiaba retornar a su pueblo. Sus diarios evidencian su temor (paradójico, como se vería luego) a que Arkaitz se educara en las violentas calles mexicanas. De ahí que el 11 de octubre de 1985 decidiera volver a casa con la amnistía de 1977 en la maleta, pero sin ninguna garantía de que ETA no se vengaría por su traición. En esa época, el terrorismo era una carretera de un solo sentido; una política que posteriores arrepentidos como Txelis no han tenido que padecer.

Así fue como Yoyes apareció en la Plaza Nueva de Ordizia aquella cálida tarde de septiembre. Mientras Arkaitz jugaba en un tractor, Kubati abordó a la "traidora" siguiendo las indicaciones de otro futuro arrepentido, Fermín.

-¿Eres Yoyes?

-Sí.

-¿Sabes quien soy?

-No.

-Soy un militante de ETA y vengo a ejecutarte.

Tras esta ejecución, Arkaitz se mudó con su padre al barrio de Gros, al este de San Sebastián. Y allí se crió el chaval, entre goras a ETA garabateados en las paredes. Fue el viudo quien se encargó de que el chico no creciera como símbolo de la barbarie, sino como un chico cualquiera, que jugaba al fútbol, montaba en bici y cogía olas en las playas donostiarras.

Juanjo le matriculó en el Liceo Santo Tomás, una prestigiosa ikastola donde él daba clases de Arte y Filosofía. Cuentan que Arkaitz siempre fue un buen alumno y que, al graduarse, se mudó a Pamplona, donde obtuvo la licenciatura de Biología con notas brillantes. Luego pasó una temporada en Barcelona antes de regresar al País Vasco y, finalmente, emprender su aventura en el extranjero.

A Arkaitz lo describen como un chico tímido e introspectivo, que habla vascuence con acento de Ataún, el pueblo de su padre. Como recoge la ley, hace cinco años que dejó de cobrar la pensión de víctima del terrorismo.

Hoy Arkaitz figura como estudiante predoctoral de la fundación donostiarra Inbiomed, bajo la dirección del doctor César Trigueros. Su especialidad son las células madre hematopoyéticas y mesenquimales y, pese a su temprana edad, ya ha publicado estudios en prestigiosas revistas extranjeras.

Tellagorri

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