Del seminario a jefe etarra para terminar de teólogo

Quince fieles escuchan las plegarias del párroco en la iglesia donostiarra de San Ignacio. La luz, tenue, no alcanza para que los feligreses distingan las facciones del resto. Ni siquiera las del único que inclina la cabeza al rezar, un cincuentón que se sienta solo en el penúltimo banco y responde de memoria los ruegos del sacerdote.

El hombre no duda en dar la paz a sus semejantes. Luego llega la comunión y arrastra su cuerpo hacia el altar, con un gastado maletín de cuero en la mano derecha. Allí, bajo la imagen del santo que un día fue militar, comulga.
-El cuerpo de Cristo.
-Amén.

El hombre se considera limpio de pecado. Y eso que sobre su conciencia pesan 200 muertes. Los parroquianos ignoran que esta mañana comparten templo con un desertor que abrazó la Biblia, ideólogo de la ETA más salvaje y padre de la kale borroka: José Luis Álvarez Santacristina, Txelis.

A finales de los 80, el donostiarra forjó la ideología de una banda que cometió atentados como el de Hipercor. Y con su caída el 29 de marzo de 1992 en un chalet de Bidart abrió la lenta decadencia de ETA, que este lunes, 72 horas antes de que Txelis humedeciera la hostia con su lengua, cuajó en su comunicado de alto el fuego.

Sólo le detecta el flash del periodista, accionado por un fotógrafo que ya le retrató el día de su detención en Francia hace ya 19 años. "Está muy desmejorado", dice. En esa época, en la agenda de Txelis no había citas que clamaban al cielo, sino fechas, nombres y asesinatos precocinados.

Hace casi tres meses que un juez de vigilancia penitenciaria concedió la prisión atenuada a Txelis, tras constatar que es "una persona distinta" a la que cayó en Bidart. Según un escrito de la Audiencia Nacional del 22 de octubre, el reo ha renunciado a la violencia, ha pedido perdón a las víctimas y, por tanto, ya no forma parte de ETA. Por eso, le autorizó a abandonar la prisión de Nanclares de Oca (Álava) de lunes a viernes para realizar "actividades formativo-laborales".

Txelis se convirtió así en el primer general etarra que recibe beneficios penitenciarios tan generosos.

Pese a las protestas de las asociaciones de víctimas, hasta hoy la rutina diaria de Txelis ha estado envuelta en un secretismo absoluto. Aún así, El Mundo logró localizarlo tras semanas de investigación y siguió sus pasos durante este jueves, el día antes de que testificase en la Audiencia Nacional por el caso Faisán.

A lo largo de 13 horas de ajetreo en su ciudad natal, San Sebastián, Txelis acudió a misa, se reunió con varias personas y, por la tarde, visitó su nuevo lugar de trabajo: el colegio La Salle, donde imparte clases de euskara.

Además, se ha sabido que Txelis dedica sus ratos libres a completar su tesis doctoral en la Facultad de Teología de Vitoria, bajo la dirección del profesor Jesús Martínez Gordo. El etarra arrepentido analiza las opiniones del obispo emérito de San Sebastián (Setién) y del mártir jesuita Ellacuria y las valora desde un punto de vista teológico. Sus obsesiones no han cambiado, aunque ahora las aborda con la pluma en lugar del fusil.

06.15 horas. Una figura anónima abandona el pabellón de la sección abierta de la prisión Nanclares. Cobijado en la oscuridad de la noche, monta en el utilitario de otro recluso y se esfuma en dirección a Vitoria. A los 20 minutos, reaparece en la estación de autobuses. Un chaquetón amarillo y un jersey azul marino envuelven un cuerpo adelgazado a golpe de cárcel. Maletín en mano, sube al autobús antes que nadie. Se coloca en primera fila y ocupa el asiento del pasillo, como quien desea evitar compañías inesperadas.

El sol todavía no ha salido, pero Txelis ya tiene prisa. Al llegar a la estación donostiarra de Amara, sale disparado hacia la taquilla y compra un billete de vuelta a Vitoria. Lo usará a las 21.15 horas, ya que el juez le exige que pernocte en Nanclares. En su vida no hay margen para los imprevistos, igual que, cuando integraba la cúpula de Bidart, decidía que algún enemigo del pueblo vasco debía morir.

Como el cazador que fue, Txelis sabe qué convierte a una presa en vulnerable. Por ello, no camina: corretea. Convierte el callejero donostiarra en un circuito de carreras. Avanza cabizbajo, como si le avergonzara pisar las calles de su ciudad natal. Parece que se siente perseguido. Al llegar al piso de unos amigos, aligera el paso y simula pasar de largo. Luego se para, mira, da media vuelta y sale disparado hacia el portal. Entra y desaparece.

08.15 horas. Apenas ha salido el sol en los jardines de Alderdi Eder, frente al Ayuntamiento. En un bar de la Avenida de la Libertad, Álvarez Santacristina estrecha la mano de un conocido; al parecer, su abogado. Durante hora y media, debaten entre papeles. Quizá ultimase su declaración del viernes en la Audiencia Nacional, en la que reiteró su rechazo a ETA y negó que conociera cómo funcionaba su sistema de extorsión.

Justo después, a las 11.00, llega la cita más importante del día: la comunión. Una ceremonia que resume el largo viaje de Txelis en los últimos 40 años: de seminarista a etarra, para acabar en terrorista arrepentido.

Ya en su adolescencia, Álvarez Santacristina, nacido en 1953, mostró su pasión por la fe. Hijo de un militar donostiarra, cursó el bachillerato en los Sagrados Corazones. Luego ingresó en el seminario y, entre 1972 y 1975, estudió Teología con notas brillantes. Sin embargo, una crisis vocacional le llevó a abandonar los estudios. Y, tras completar COU, se sacó el título de profesor de lengua vasca y se matriculó en la facultad de Filosofía de San Sebastián, donde completó tres cursos.

Fue entonces cuando empezó a coquetear con el independentismo radical. Su caso no es una excepción: en aquella época, amplios sectores de la iglesia vasca apoyaban la causa abertzale bajo el pretexto de la liberación de los pueblos. En 1981, el joven militante cruzó la muga para unirse a las filas de ETA en Francia. Ya agnóstico, sustituyó a Dios por la mítica Euskal Herria en su panteón particular.

Gracias a su sofisticada formación, Txelis hizo carrera en ETA. En 1986, ingresó en su comité ejecutivo y, tras la caída de Josu Ternera, se encargó de redactar los comunicados. Era un intelectual en un mundo de pistoleros, así que aprovechó el vacío de cerebros para sentar los cimientos de la ETA moderna. Suyo es, por ejemplo, el invento de la kale borroka: le indignaba que activistas de peso cayeran en acciones menores, así que subcontrató la lucha callejera a menores sin antecedentes.

Pero su trayectoria se abortó en 1992, cuando un comando de la Guardia Civil siguió su pista hasta un chalet a las afueras de Bidart. Allí fue apresada la troika dirigente de ETA: Francisco Múgica Garmendia, Pakito, José Arregi Erostarbe, Fiti, y el propio Txelis. Fue el mayor varapalo de la banda en su historia: por primera vez, parecía factible derrotarla por la vía policial.

Tras su detención, Txelis emprendió su alejamiento de ETA, que cometió 200 asesinatos en sus años de liderazgo. Primero concedió entrevistas sin permiso de la banda. Luego pidió su abandono definitivo de las armas. Y, finalmente, condenó el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Al año siguiente, el 3 de septiembre de 1998, la banda le expulsó por "promocionar un claro intento de escisión".

Cuanto más se distanciaba de ETA, más se acercaba a su antigua fe. En este proceso le acompañaron familiares, amigos, lecturas y, ya en la cárcel de La Santé (París), el capellán. Allí comenzó la carrera de Teología de la Universidad de Estrasburgo. Y, en junio de 1998 (dos meses antes de su expulsión de ETA) consiguió la licenciatura con el estudio Bienaventurados los no violentos, bienaventurados los artífices de la paz. Estudio exegético y teológico de las bienaventuranzas pacificadoras.

El nuevo Txelis maneja ideas cercanas a la Teología de la Liberación. En sus escritos, cita como ejemplos a Jesucristo, Gandhi y Luther King. "Creyentes o no creyentes, todos hemos sido en algún momento lobo para nuestro prójimo", escribió este otoño en la revista Herria 2000 Eliza, editada por un grupo de sacerdotes abertzales. "Cuando decimos la expresión lobo, la entendemos como sinónimo de enemigo, egoísta, pasota generador de sufrimiento, arrinconador..."

Hoy Txelis en su celda sólo ha colgado una cruz y una estampa. Tampoco se pierde las misas dominicales que se celebran en las prisiones en las que ha estado recluido. "Tiene más cultura teológica que la mayoría de curas españoles", explica Félix Ochagavía, capellán de la prisión de Logroño. "En las misas, incluso le dejaba que hablara a los presos, como si fuera una homilía".

De vuelta a San Sebastián, Txelis abandona San Ignacio de Loyola tras su comunión matutina. Luego viaja en autobús al piso de unos amigos de la izquierda abertzale en el paseo Zarategi. Allí descansa, se cambia de ropa y se encamina al lugar donde ya ha comenzado una nueva vida: el colegio La Salle, donde el célebre terrorista se ha reinventado como anónimo profesor.

Una marea de niños lo rodea. Ha llegado pronto. Aún no ha sonado la campana de inicio de las clases. Frente al portón principal, los críos silban a sus compañeras. Txelis se borra de la estampa y se sienta solo en uno de los tres bancos del patio. Su rostro, pegado a un viejo móvil con la pantalla gastada, muestra cansancio.

El ex etarra no está en la plantilla del colegio, sino que trabaja para un euskaltegi [centro de enseñanza de euskara] ajeno a su dirección. Los responsables de La Salle aseguran que se limitan a ceder un aula para varios miembros de la asociación de padres que propusieron esta actividad extraescolar.

"Ni siquiera sabía quién era él", explica el director del centro. "Me enteré por un comentario. Él no es nuestra responsabilidad y tampoco da clases a nuestros alumnos".

De todas formas, no es la primera vez que el etarra arrepentido ejerce de profesor. Ya en Francia, ayudó a muchos presos a obtener el graduado escolar o acceder a la universidad. Y lo mismo hizo en las cárceles españolas por las que ha pasado tras su extradición el 17 de noviembre de 1999. Aquí amplió su abanico al inglés, las matemáticas o los trabajos manuales. También ejerció de preso de apoyo, con la misión de prevenir los suicidios de reos con problemas psicológicos.

Le sobra currículum para ser profesor. Habla castellano, euskara, francés, inglés, alemán, latín y griego. Es doctor en Filosofía por la Sorbona, donde realizó una tesina sobre Wittgenstein y una tesis sobre Aristóteles. Ha traducido a grandes filósofos y posee una amplísima biblioteca. Admira a nuestros místicos, como Santa Teresa o San Juan de la Cruz.

¿Qué habrá pensado este docto arrepentido del ramplón comunicado que leyeron sus sucesores Iratxe Sorzábal y David Pla?

"Es el hombre más culto que ha pasado por ETA: desde que cayó, han nombrado generales a soldados sin galones", dice el periodista Matías Antolín, que se carteó con él para sus investigaciones sobre la banda.

Hace 10 años, Txelis presentó su solicitud de doctorado en la Facultad de Teología de Vitoria. Como director de tesis eligió a Jesús Martínez Gordo, su tutor desde 1993. En estos años, se han reunido por prisiones de toda España. La última vez, hace unos días.

Álvarez Santacristina cumplía todos los requisitos, así que la Facultad decidió aceptar su solicitud. Dada su condena, el reo no podía asistir a clases presenciales. Por eso le organizaron cursos tutoriales, que se celebraron entre 2001 y 2003 sin que el alumno pisara el seminario. Otra cosa es la tesis doctoral, que sigue sin presentar. Dicen que la prioridad del etarra arrepentido no es completar su doctorado, sino encontrar un trabajo y sacar adelante su familia: tiene dos hermanos, mujer y un hijo, a quien apenas conoce tras casi dos décadas entre rejas.

21.15 horas. El día ha sido intenso y así lo evidencia Txelis cuando aparece en la estación de autobús. Llega por los pelos, todavía con su indumentaria de profesor. Es entonces cuando divisa al periodista, que se le acerca. No le conoce, pero aun así le ofrece un recibimiento cordial. Extiende la mano, sonríe y resuena una voz rasgada, un tanto afónica: "No suelo acordarme de las caras pero...".

-Escribo para EL MUNDO. ¿Le importa que me siente con usted?

-No, por favor, siéntate.

Ya en el autobús, se apoltrona en el asiento de la ventana. Mira lo justo a los ojos de su interlocutor, aunque rompe silencios incómodos con preguntas amables. Charla animadamente sobre el euskara. Asegura que está "muy contento" por poder salir de Nanclares a diario. Y, una y otra vez, resalta la "importancia" de que los reclusos estudien carreras para promover su reinserción.

La conversación sólo se tensa cuando se le informa de que el periodista va a revelar su lugar de trabajo. Más que enfado, su rostro evidencia decepción. Cree que cuando los padres de los alumnos le descubran, perderá su empleo. "¿Hasta cuándo voy a tener que pagar?", replica.

Tras 19 años en la cárcel, considera que merece una segunda oportunidad. Pero lo que más le irrita es que el periodista saque el tema de ETA. Es entonces cuando deja claras las reglas del juego.

-Si quieres que hable de algo de eso me voy.

Tellagorri (Información de El Mundo)

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