25 mayo 2010

Vascos negreros


Don Pío Baroja es uno de los expertos más documentados en el tema de la trata de negros en los siglos XVIII y XIX, y da detalles muy reales en su obra "Pilotos de Altura".

He aquí cómo describe el modo de fletar un buque negrero.

"Como ya no puede quedar vivo nadie que haya presenciado con sus propios ojos cómo se creaba y cómo funcionaba una empresa de trata de negros, lo explicaré yo con detalles.

Se constituía una sociedad de ocho o diez personas de La Habana, comerciantes, bodegueros y almacenistas.

Se reunía un capital de cien mil duros, por lo menos.

Uno de los armadores solía ser el administrador.

Se calculaba que un buque de trescientas toneladas podía llevar a bordo, entre el sollado y la cubierta, de quinientos a seiscientos negros. Claro que iban estibados como si fueran vacas o caballos.

La sociedad elegía un capitán, y el capitán nombrado giraba una visita a la bahía, para ver si hallaba un buque de buena marcha, y de preferencia construido en los Estados Unidos.

En el caso de no encontrar en la bahía uno a gusto, el capitán emprendía un viaje a Baltimore; en este puerto yanqui se construían los más veloces.

Después de comprar el buque, el capitán se hacía cargo de él; lo llevaba a La Habana, Casa Blanca, a uno de los muelles. Se examinaba el barco desde la quilla hasta el tope, tanto el casco como la arboladura, y se reparaban todas las deficiencias encontradas.

En seguida se ajustaban con un maestro tonelero doscientas pipas de aguada estibadas en la bodega. Un carpintero tomaba la contrata para construir un sollado de tablas de quita y pon sobre las barricas de la aguada y bajo la cubierta. El velero cosía un juego nuevo de velas, pues las que solía llevar el buque se deshacían en el camino antes de llegar a la costa de África.

Aquellas lonas servían también para abrigar a los negros cuando dormían sobre cubierta.

Las faenas preparatorias se terminaban en dos o tres semanas a fuerza de gente y de oro. En tanto, los armadores se agenciaban un factor para las compras de negros en África.

Casi todos aquellos factores eran portugueses o agentes de los portugueses.

En el intervalo, el capitán encontraba sus oficiales: tres pilotos, primero, segundo y tercero; dos guardianes, un condestable y el cirujano. Como los puestos eran peligrosos, se buscaba gente fiel y de confianza.

Ningún capitán se embarcaba en la carrera africana sin llevar varios viajes de piloto. El elegido debía ser hombre valiente, experimentado y sereno; había que sostener en el barco una disciplina rígida; si venían las cosas mal, entregarse al crucero inglés que intimaba la rendición, y si existían posibilidades de resistir con éxito, contestarle a cañonazos.

Al mismo tiempo, el capitán debía conocer las costumbres y las enfermedades de los negros.

Al momento de instalarse el factor en el barco hacía una lista de los géneros que tenía que llevar; se la entregaba a los armadores, y el administrador y él comenzaban a recorrer los almacenes. Los géneros comprados se depositaban en un cobertizo.

Los guardianes y el condestable vigilaban la aguada y se agenciaban leña, calderos para el rancho, alambiques y filtros, por si escaseaba el agua; coys, sirenas de mano, maletas de cinc, jarras para llevar la pólvora de la santabárbara, bombas, palanquetas, sacos de metralla, lampazos con que enjugar la cubierta, carracas, que usaban a veces los capataces africanos, y zambullos o baldes de madera.

El bodeguero almacenaba toda clase de géneros de comer y beber, como dulces, conservas, cecinas, mermeladas, vinos y licores.

El factor se ocupaba sólo de lo relativo a los negros, y compraba, primero, aguardiente.

Los reyezuelos y personajes importantes de África no podían vivir sin aguardiente, al que llamaban, en las orillas del Congo, "mala fo".

Por lo general, los barcos negreros llevaban treinta o cuarenta pipas de alcohol, ocho o diez fardos de guineas azules y cuatro de guineas blancas. A estas telas de algodón las llamaban guineas, porque eran las que servían para la compra de negros en la costa de Guinea.

Cargaban también los factores dos fardos de telas de romales, dos de sarasa, cuatro o seis cajas de abalorios, ocho o diez de fusiles, cien barriles de pólvora, de arroba y de arroba y media, y un sinnúmero de chucherías.

Se llevaban trescientos pares de grillos dobles para poner a cada negro en el pie, una o dos barras de justicia y cien pares de esposas. Al mismo tiempo se embarcaban útiles de carpintería, de herrería y de artillería.

Cuando el barco se encontraba ya listo, se largaba en el tope del palo trinquete una bandera cuadrada, roja, indicación para pedir gente. Al llamamiento acudían marineros de todas las naciones, muchos reincidentes en el viaje a la costa de Guinea, y el contramaestre los escogía uno a uno.

Generalmente, se pagaba a cada marinero de cuarenta a cincuenta duros al mes, por adelantado, y en el caso de lucha, el armador se comprometía a darles una gratificación de cincuenta a cien duros.

Al tercer día después del ajuste, por la madrugada, debían estar todos a bordo.



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Entre la oficialidad del barco negrero, el factor era de los más importantes; además de su sueldo, cobraba el diez por ciento de los negros llegados a salvo.

Si un capitán, factor o piloto traía a bordo algunos negros adquiridos por él, al armador le correspondía la mitad del precio de tales negros por el pasaje y la manutención.

Los factores, generalmente, iban contratados para comprar tres o cuatro cargamentos de ébano. A veces pasaban largas temporadas en África, y escribían a los armadores cuando reunían el cargamento completo.

Los capitanes de los buques negreros cobraban la comisión del diez por ciento y cien o ciento veinte duros al mes.

El primer piloto ganaba ochenta duros mensuales y seis duros por cabeza; su obligación era la derrota, ocuparse del consumo del agua y de los víveres, llevar una lista de los muertos en alta mar, subir a los palos con el anteojo cuando el vigía cantaba vela y curar a las negras enfermas.

El segundo piloto ganaba cuatro duros por cabeza y setenta al mes. Su obligación consistía en montar la guardia del capitán y llevar el diario de a bordo.

El tercer piloto tenía dos duros por cabeza y sesenta mensuales. Hacía guardias, copiaba los apuntes del factor y se hallaba encargado del botiquín.

Generalmente, el reyezuelo o el cacique prestaba sus carpinteros para construir las barracas.

El tercer piloto debía hacer, además, la cura a los negros, en compañía del contramaestre; cuidar de la bodega, probar la comida y estar siempre con el fouet o musinga en la mano.

El contramaestre se ocupaba en cumplir las órdenes del capitán, mandar a la marinería, disponer el aseo del buque y vigilar para que la comida fuese buena.

Los primeros y segundos guardianes espiaban a los negros, observaban si comían o no, si complotaban algo, y tenían siempre media caldera de agua hirviendo con sus grandes cucharones de hierro, pues en caso de sublevación, lo que más terror producía a los negros era el agua hirviendo, y con este procedimiento bárbaro se acababan sus batallas.

Los guardianes ganaban cincuenta y sesenta duros mensuales y un duro por cabeza de negro.

Había además otro empleado, llamado pañolero o bodeguero. El bodeguero vigilaba la bodega, los víveres y la aguada; solía tener a sus órdenes ocho o diez negros jóvenes, llamados muleques, encargados de poner orden.

A veces aparecía en la dotación un capitán, llamado de bandera, capitán ficticio, puramente de aparato, y que servía de testaferro.

Cuando existía capitán de bandera a bordo, éste ganaba un duro por cabeza y cincuenta al mes.

Entonces el capitán efectivo solía presentarse oficialmente como si fuera pasajero.

Cuando el buque negrero se encontraba ya listo, se disparaba un cañonazo, se levaba el anda, y si no había viento, lo remolcaban algunos botes.

Al aproximarse al muelle de Caballería de La Habana, se acercaban al costado casi siempre quince o veinte guadaños o botes de alquiler llenos de gente, comerciantes de la ciudad interesados en la expedición. Venían a almorzar a bordo fuera del Morro. El capitán solía disponer un gran almuerzo.

Regía la costumbre de que cada convidado escogiera los cubiertos, platos y copas, y después de servirse de ellos los tirara al agua. Esto se practicaba para dar una impresión de riqueza y de rumbo.

Tras de la ceremonia, los comerciantes habaneros daban la mano de despedida a los oficiales del buque y en seguida se embarcaban en los guadaños, haciendo grandes saludos con sombreros y pañuelos.

Algunos capitanes, socios en las empresas, solían al despedirse dar verdaderos banquetes, que les costaban cientos de pesetas, a los que acudían los negreros de La Habana y sus queridas y otras mujeres de vida alegre.



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EL VIAJE y LA COMPRA DE NEGROS


Desde el momento en que se emprendía el viaje y se salía a alta mar, se ponía un grumete en el tope de proa para avisar al oficial de guardia cualquier vela que se presentara a la vista.

Todo barco mercante o de guerra era un enemigo para el negrero. Nunca paz por debajo de la línea. "No peace beyond the une", decía Drake. Todo es enemigo fuera del puerto, podíamos decir nosotros. Si se veía algún buque de guerra, se variaba el rumbo, y luego se iba enderezándolo hasta llegar a África.

Al aproximarse al punto de destino, generalmente la costa desde Sierra Leona a la orilla del río Congo, llegaban unas cuantas canoas con dos o tres negros a bordo. El capitán mandaba darles aguardiente y les compraba huevos, gallinas y pescado.

Aquellos negros proporcionaban al capitán y al factor cuantas noticias pudieran desear: qué buque salió el último, cuántos esclavos llevó, si iba a La Habana o al Brasil, si quedaban muchos negros en la plaza, a qué precio se cotizaban, cómo se llamaba el reyezuelo.

Contaban también si había estallado alguna guerra entre las tribus, si se hicieron muchos prisioneros, si rondaban ios buques ingleses y si frecuentaban aquellas aguas las canoas de los curmanes.

Los curmanes servían de espías a los ingleses y daban aviso a los buques de guerra cuando recalaba un negrero. Los curmanes, gente de Liberia y de Sierra Leona, pagadas por el gobierno de Inglaterra, hablaban inglés.

Al llegar al poblado, el capitán se embarcaba en su bote y saltaba a tierra, se presentaba en la casa del reyezuelo, le explicaba su objeto y discutía con él; el reyezuelo exigía primero sus derechos: cuatro o seis garrafones de aguardiente, un barril de pólvora, un fusil y seis piezas de guinea. A este lote daban el nombre de cábala.

El capitán preguntaba al reyezuelo cuántos esclavos podía entregarle pagándole lo de costumbre, y le pedía que pusiera guardias cuando se construyeran las barracas para que no se le escapasen los presos.

El buque se conducía a un fondeadero y se daba principio a la construcción de las barracas, cerca de la costa. El capitán y el factor se internaban río arriba llevando género para comprar cincuenta o sesenta hombres.

En el primer poblado alquilaban una choza, que les servía de tienda. Con sus sirvientes principiaban a hacer unos lotes.



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TRATOS EN AFRICA


En un listón de madera como el que sirve para tallar a los quintos marcaban siete pies de altura, los dos últimos de arriba divididos en pulgadas.
El negro valía más cuanto mayor fuese su estatura. Si medía seis pies, valía dieciocho piezas, entre ropas, abalorios, pólvora, aguardiente, fusil, etcétera. Cada pulgada de menos se rebajaba una pieza. Las mujeres tenían el mísmo valor si eran jóvenes y de buen aspecto.

La unidad de medida para la compra era diferente en los distintos países: en Bonny se llamaba una barra; en la Costa de Oro, una onza; en Calabar, un cobre; en Benin, una caldera; en Angola y en el Congo, una pieza.

Concluidas las barracas se desembarcaba todo el cargamento, y el tercer piloto solía remitir en lanchones hacia el interior la mayoría de los artículos clasificados.

A los pocos días el reyezuelo se presentaba en el buque con su estado mayor, todos armados, y el jefe con una corona de barbas de elefante en la cabeza.

El capitán invitaba al jefe o reyezuelo a sentarse en un taburete, mandaba sacar unas cuantas botellas de aguardiente; la primera copa la recibía el jefe, pero no podía beber sin dar antes su parte a su dios, Grigri o Xuxu.

Este dios venía a ser unas ataduras que llevaba en el puño y en la cintura, con unos nudos, y dentro de ellos un poco de tierra, hierbas, barbas de elefante y cortezas de distintos árboles. El reyezuelo echaba un poco de aguardiente a su dios, a quien suponía amigo del alcohol, y el resto se lo bebía él; los de su estado mayor le imitaban.

Celebrada la ceremonia, comenzaban las operaciones financieras en grande. Se presentaban dos o tres comerciantes con ocho o diez negros, tomaban asientos, bebían aguardiente y discutían los precios; después de ellos venían otros, y otros, casi todos portugueses o mestizos de portugueses.

Con relación al precio, los muchachos robustos tenían más valor; los viejos con la cabeza rapada, menos; las mujeres con hijos, menos que las solteras, y a las viejas no las quería nadie. En general, el negro, cuanto más oscuro era y más robusto, valía más. El negro pálido no producía confianza.

Los negros venían al mercado con sus comerciantes y havildares, generalmente sueltos, pero si eran prisioneros de guerra, cimarrones del bosque o ladrones, los traían atados.

Solían emplear para ello una caña de bambú de una vara de larga, con dos agujeros en los extremos; en cada agujero de éstos iba sujeto cada brazo con un bejuco, y con los dos brazos en forma de cruz y con un cordel atado a la cintura, el amo llevaba a su esclavo como un aldeano lleva a su vaca al mercado o al matadero.

Cuando un jefe mandaba un pelotón de soldados suyos a los bosques, a cazar a los cimarrones, recomendaba que los cogieran a palos o con trampas, y que si les disparaban tiros de fusil lo hicieran de las nalgas para abajo; así muchos prisioneros, al parecer fuertes, tenían las piernas débiles por las heridas, y eran inútiles para trabajar.

En ocasiones, un reyezuelo guardaba hasta doscientos presos de esta clase, y si no llegaba pronto algún buque de trata, el reyezuelo no encontraba mejor procedimiento de zafarse de ellos que cortarles la cabeza.

Cuando se les reprochaban estas muertes, decían que la manutención de tanta gente les costaba mucho.

Los esclavos eran de distintas procedencias: unos hechos por astucia por el factor, otros prisioneros del reyezuelo y cautivados por él, algunos, criminales, ladrones y adúlteros que el gobierno de la tribu vendía.

Había también prisioneros de guerra, esclavos nacidos de madre esclava, y algunos, muy raros, hombres libres que, impulsados por su pasión por el juego, se jugaban a sí mismos y a sus familias, convirtiéndose voluntariamente en esclavos.

Había otra clase de esclavos llamados en el país esclavos de casa, hijos de los esclavos unidos al servicio de la finca de un dueño. Era raro que estos cautivos fueran vendidos a los extranjeros.

Se consideraba deshonroso entre los negros propietarios el venderlos. Únicamente lo hacían los hombres desprestigiadós, jugadores y borrachos.

Allí, en el Congo, cada familia tenía muchos hijos.

Un jefe podía reunir cuarenta o sesenta mujeres propias; un particular, hasta ocho. Cuando un congolés se quería casar con una mujer, debía pedir permiso al reyezuelo, e ir de gala.

Para esta ceremonia cada uno llevaba una piel blanca de gato sujeta a la cintura y colgando por delante.



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EL VIAJE DE VUELTA CON LA CARGA


Respecto a la moral de los capitanes y pilotos negreros, era indudable que se acostumbraban a ver en sus expediciones una aventura peligrosa en que se podía perder el dinero y la vida y ganar la fortuna.

La desdicha del africano encadenado no les hacía mella: lo consideraban como a un animal.

La codicia les impulsaba a no dejar a los negros en su barco más que un espacio parecido al que ocupa un muerto en su ataúd.

Muchos negros estaban obligados a viajar siempre sobre un lado, replegados sobre sí mismos, sin poder extender los pies. Acostados, sin vestidos, sobre un suelo muy duro, traídos y llevados por el movimiento del barco, su cuerpo se cubría de úlceras y sus miembros no tardaban en ser desgarrados por los hierros y las cadenas que los tenían atados unos a otros.

Cuando llegaba el mal tiempo y se cerraban las escotillas del barco, los sufrimientos eran horribles; echados los unos sobre los otros, sofocados por el calor insoportable de la zona tórrida y por la exhalación nauseabunda que salía de sus cuerpos, la sentina del barco parecía un horno ardiente y pestífero.

Aquellos desgraciados, encerrados de tal manera en un calabozo infecto y privado de aire, solían lanzar gritos lamentables; se les oía llamar y decir en su lengua:

"Aquí nos ahogamos"; pero los negreros no hacían caso.

Había terribles negreros, capitanes crueles y desalmados, con instintos sádicos, que no sólo estibaban a los negros como si fueran fardos, sin dejarles sitio para moverse, y si morían los tiraban al mar para que sirvieran de pasto a los tiburones, sino que los martirizaban.

Éstos utilizaban la barra de justicia, una barra de hierro con grillos para los pies, y el collar que se conocía con el nombre francés de carcan.

Había casos terribles. Cuando el barco negrero la Jeune Estelle, de la Martinica, con su capitán, Olimpio Sanguines, se dirigía camino de las Antillas, un crucero inglés le dio caza.

Mientras se efectuaba la persecución pasaron por cerca del çrucero varias barricas. Cuando los ingleses entraron en el barco se quedaron asombrados de no ver negros, pero oyeron gemidos que salían de una barrica.

La abrieron y encontraron dos muchachas negras asfixiadas y medio muertas. Todo el cargamento había ido al mar metido en las barricas, y aquellas dos muchachas quedaban porque los negreros no tuvieron tiempo de echarlas por la borda.

El capitán Sanguines, de la Martinica, hizo su procedimiento famoso entre los negreros, y algunos le imitaron en casos parecidos.

Los portugueses y brasileños, que llevaban muy poca tripulación en sus barcos, sólían tener a los negros encadenados por brazos, piernas y cuello, sin sacarlos al aire, y muchas veces se morían asfixiados por el ambiente espeso y el calor de la bodega.

Algunos negreros eran verdaderamente satánicos; muchos llevaban a bordo perros antropófagos, que se alimentaban de carne y bebían sangre humana. Estos animales feroces, conocidos por los colonos de América con el nombre de perros devoradores, eran empleados en las colonias para la caza de los cimarrones.

En algunos barcos negreros se les colocaba durante la noche cerca de las escotillas, a fin de que se echaran sobre el negro que intentara, a favor de la oscuridad, salir de la bodega para respirar o para tirarse al mar.

También solían usar, sobre todo los brasileños, otro sistema muy bárbaro. Tenían a todos los negros con un par de grillos a los pies, lo mismo en la bodega que en la cubierta o en el entrepuente, y pasaban por entre las piernas de los esclavos una cadena delgada, a la cual ponían un sistema de poleas.

A la menor alteración o bulla, tiraban de la cadena, la ponían tensa a cierta altura y quedaban los negros cabeza abajo.

En épocas anteriores a la mía, muchos de los negreros eran también piratas. Se recordaba el caso del capitán Lemoine, al mando de la "Bamboche".

Lemoine partió de Lìle-de-France para hacer la trata, encontró un barco portugués cargado de negros y de polvo de oro, se lanzó al abordaje, mató al capitán, al contramaestre, a un coronel portugués que iba de pasajero, encerró a los marinos en la bodega, robó cuanto había, hizo un agujero en el barco, para hundirlo, y se marchó.

A los negrófilos, lo que más les indignaba era el baile que se celebraba en los barcos negreros al son del tamtam. En general era un baile inocente.

A veces, los negros se excitaban y había que poner marineros en las bordas para que no se tirasen al agua porque se volvían como locos. Después de estos bailes las escenas en la sentina debían de ser terribles.

El espíritu de lucro de los negreros se comunicó a los negros, y los padres vendían a los hijos y los maridos a las mujeres. Los agentes europeos impulsaban con frecuencia a la guerra a unas tribus contra otras y a los reyezuelos entre sí.

El odio se unía a la codicia, porque el vencedor no sólo ganaba la guerra cuando la ganaba, sino que vendía a todos los prisioneros.

Los franceses, en el Senegal, acostumbraron a los reyezuelos a hacer prisioneros a los indígenas de su mismo país y a venderlos; desde entonces solían coger a todos los habitantes y hacerlos esclavos.

Los negros mismos eran los peores traficantes de la genfe de su raza y de los que con más dureza trataban a sus esclavos.

Antiguamente, y en tiempo de Zaldumbide, por lo que me dijeron, los capitanes se entendían con los mismos negros comerciantes, que tiraban tiros, tocaban el tambor o encendían hogueras en la costa para dar a entender que tenían esclavos a la venta.

Era la época en que con unos paquetes de guinea, abalorios y unas cuantas escopetas viejas, todo por valor de cinco o seis mil pesetas, se compraban cargamentos de negros para venderlos en La Habana o en el Brasil por ochenta o cien mil duros.

Respecto a las tripulaciones negreras, naturalmente, podía asegurarse que las constituían lo peor de cada casa. A los marineros no se les exigía libreta ni documentos.

Los capitanes y pilotos eran de distinta procedencia: franceses, ingleses, españoles, portugueses o italianos y de varios países de América, en particular brasileños y cubanos. De éstos no se podía decir quiénes eran mejores ni peores: había de todo.

Entre los marineros negreros se notaban diferencias grandes: los franceses se mostraban reñidores y borrachos; los portugueses y gallegos, roñosos y disciplinados y un tanto serviles; los italianos, ladrones y vengativos; los brasileños y cubanos, gandules y perezosos, y los primeros más crueles, pues trataban a los negros peor que al ganado, como si tuvieran algún agravio que vengar de ellos.

Entre los españoles, los peores marinos para los viajes negreros eran los catalanes y los vascos. Los catalanes reclamaban siempre y creían que los engañaban, todas eran quejas.

Los vascos se mostraban indisciplinados, desesperados, marineros rebeldes, marineros tigres. Creían, sin duda, que, fuera de su país y de su pueblo y en un barco dedicado a la trata, no quedaba en pie ni leyes ni respetos humanos.

Probablemente, de ser marinero, yo hubiera creído lo mismo. Esta condición se sabía entre los negreros, y una tripulación completa de vascos no la hubiese aceptado ningún capitán, de miedo a la rebelión.

La gente de color tampoco se admitía en un barco negrero, al menos en gran número, porque podían jugar una mala pasada; así que, fueran soplets, como llamaban los franceses a los marineros negros, o curmanes que hablaran inglés, no entraban en las dotaciones de barcos negreros más que en exigua minoría.

NOTA del AUTOR : Muchas de las grandes fortunas tradicionales de San Sebastián y Bilbao provienen de abuelos dedicados a la trata de negros. Sin citar apellidos, pocos saben que dichas familias ricas "de siempre", son beneficiarias del negocio negrero de abuelos y bisabuelos.Los vascos hemos sido muy aficionados a este negocio y al del corso o piratería. Lo mismo sucede en San Juan de Luz, Bayona y Biarritz.


Tellagorri

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17 comentarios:

  1. inisfree dijo...

    Muy interesante, Tellagorri. No conocía esta faceta de nuestros antepasados. Claro que, los vascos, siempre hemos sido pelín racistas...
    12:09 AM
    Manuel dijo...

    En primer lugar, decirle que me he quedado impresionado por este excelente relato de D.Pio Baroja, con que hoy nos deleita; he tenido que leerlo dos veces, para tratar de comprender, el sufrimiento de esos hombres, al ser tratados como simple mercancia, y tengo que decirle, que se me ha revuelto el estomago.Hace mucho tiempo lei algo sobre el tema, y lo tenia olvidado, tambien sabia, que, los españoles, fuimos los ultimos en dejar la esclavitud, incluso fuimos perseguidos por ello,por las potencias de la época, franceses e ingleses.
    Los españoles, siempre hemos ido de conquistadores, y en el camino hemos cometido muchas tropelias, que solo escondian,truculentos negocios,y saciar la sed de codicia de los mandamases de la época.
    un saludo
    un saludo

    Javier Tellagorri dijo...

    INISFREE
    Lo de pelín RACISTAS es muy cierto. Y en mi opinión proviene, no de las teorías del vate Polikarpo (que ese era del siglo XX), sino de que desde 1.300 los reyes castellanos nos concedieron la HIDALGUIA UNIVERSAL o equiparación de igualdad a nobleza a todo habitante vascongado, desde el labriego y marinero al jauncho o dueño de tierras y bienes.

    Unido a que siempre, esos antepasados, estaban metidos hasta el cuello en las empresas de guerra aportando barcos y marinos, o en las de conquista y colonización de América, Africa y Asía, todo vasco trataba a los más enseñoreados señorones de otras tierras con un espiíritu de TÚ a TÚ, de igualdad.
    Tal no sucedía ni en Castilla ni en Aragón ni en las Hispanias más tarde, y por ello los llamados "vizcainos" o vascongados estaban siempre al mando de algo.

    Javier Tellagorri dijo...

    DON MANUEL

    Los británicos, que eran quienes más poderío naval tenían tras Trafalgar, habían abolido y prohibido en todos los mares la esclavitud, pero los galeones españoles, especialmente vascongados, se dedicaban a la trata de negros para abastecer las haciendas en América.

    De la misma forma, cuando los reyes concedían patentes de corso, en el siglo XVI, XVII y XVIII para atacar a barcos ingleses y franceses, especialmente con Felipe III y Felipe IV, los titulares de tales derechos de corsario o pirateo eran los armadores de las costas vascas, que actuaban en el Atlántico, a diferencia de los filibusteros que lo hacían en el Caribe.

    Gracias por el comentario.

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  2. HABÍA AQUÍ un comentario de CAROLVS que ha desaparecido. Venía a decir que es increible que hubiera gente que considerara a los negros como animales y que los negreros eran gente sin moral.


    Lo cierto es que en aquellos siglos los curas predicaban, más menos, que los negros no tenían alma y era costumbre social que los esclavos formaban parte de una sociedad normalita y señorial.
    Las grandes familias de España, tanto en Sevilla como en Madrid, disponian de ESCLAVOS a su servicio. Estamos hablando de los siglos XVI a XIX.

    Muchas familias costeras vascongadas financiaban el flete de estos barcos que Don Pio Baroja detalla. Y lo hacían a través de LA HABANA.

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  3. Este post de hoy del señor Tellagorri incide una vez más en un aspecto nuclear de la cuestión vasca: la mitificación del vasco. El nacionalismo difundió con mucho éxito la especie de que los vascos son puros, inmaculados, buenos por naturaleza y trabajadores sin tacha.

    Este tópico se ha sostenido gracias a la coyuntura histórica por la que ha atravesado España desde la aparición del nacionalismo. El nacionalismo vasco nunca le podrá agradecer lo suficiente a España en su conjunto una trayectoria histórica como la española en toda la contemporaneidad, llena de fracasos y de frustraciones. Y ahí es donde ha medrado como en caldo de cultivo propicio la leyenda del nacionalismo vasco.

    La mitificación del vasco, no obstante, empieza antes de Polikarpo, con la literatura fuerista romántica. La diferencia que aporta Polikarpo es que esa mitificación se asocia con la reclamación de independencia y se da alrededor del año decisivo de 1898, que marca el definitivo declive del poder histórico español en el mundo.

    Los vascos somos diferentes, dirán entonces los nacionalistas, luego tenemos que tener un Estado propio, tenemos que ser independientes de España. Ahí está la cuestión.

    Y todo empieza con la exclusión hacia los inmigrantes, que llegan masivamente con la explotación minera y primera industrialización, a los que se considera indeseables: los inmigrantes que proceden de España, esa "nación enteca y miserable" en palabras de Sabino Policarpo Arana. Por eso hay que independizarse, porque es la única manera de poder excluir a los que llegan, o confinarles en lugares previamente asignados (esto lo dice Sabino en su artículo "Efectos de la invasión" en el periódico Baserritarra.

    La inmigración de otras partes de España es la causa que explica la aparición del nacionalismo vasco. El nacionalismo vasco apareció en Bilbao porque era el lugar donde llegaban masivamente inmigrantes a finales del XIX. No ocurrió ni en Navarra, ni en Guipúzcoa, ni en Alava, ni mucho menos en el llamado País Vasco francés.

    Las historias del nacionalismo que atribuyen su aparición al carlismo o al foralismo olvidan dos cosas fundamentales:

    1. Que Sabino se tuvo que fajar duramente con carlistas y foralistas a los que despreció y tachó de españolistas, porque ni carlistas ni foralistas de la época de Sabino estaban por la independencia.

    2. Que tanto el carlismo como el foralismo continuaron su vigencia y actuación después de surgido el nacionalismo:
    a)El carlismo continuó en Navarra y formó el requeté que invadió Guipúzcoa en la Guerra Civil.
    b)El foralismo continuó en todo el País Vasco con los partidos carlistas y también con los liberales y republicanos. Además a él se debe la consecución de los primeros Conciertos Económicos en 1878, no se olvide, cuando todavía el PNV no había sido fundado aún.

    Por tanto, la aparición del nacionalismo vasco se debe a la exclusión xenófoba de la población inmigrada de otras partes de España a Bilbao, a finales del XIX. Y el nacionalismo consiste en pedir la independencia de los países vascos respecto de España (lo de Francia es la anécdota que redondea la cuestión), porque España se considera una rémora: lo repiten una y otra vez, hasta hoy mismo, como decía José Luis Bilbao el otro día: mientras la cigarra española canturreaba, la hormiga vasca trabajaba.

    Saludos,

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  4. Interesante, muy interesante.

    Hace muchíiisimos años vi una serie que se llamaba Kunta-Kinte... Bueno, en realidad era "Raices", pero todo el mundo la llamaba por el nombre del protagonista. Aquella serie fue fabulosa (y eso que sólo había una cadena de televisión). En ella conocí alguna de estas prácticas para el transporte y caza de esclavos negros, y aunque era muy pequeña no he podido olvidarlo porque me impresionó sobremanera.

    Al margen de esto, hoy me han llamado la atención dos detalles curiosos del artículo que nos traes:
    -Se daba más valor al esclavo cuanto más negra era su piel, y desconfiaban de los de piel clara.

    -Algunos "se jugaban" a sí mismos y a su familia. O sea, que perdían su libertad y ponían en riesgo su propia vida y la de sus descendientes de forma voluntaria.

    Amigo Tellagorri ¡Qué cosas!

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  5. SR. CHACON DELGADO

    Coincido con Ud. en todo lo referente al nacionalismo y sus mixtificacioens sobre lo vascongado.
    Lo cual no es EXCUSA para que se considere a los vascos, historicamente, como unos desalmados. Eran gente que tenía bravura para iniciarse los primeros en la INDUSTRIALIZACIÓN, a imitación de los británicos, en ser los transportadores navales de las lanas castellanas, en formar las primeras empresas de construcción de armas para los tercios, en ser los únicos constructores de navíos para la Flota de Indias, en crear las primeras sociedades mercantiles dedicadas a la banca, y en crear el primer Instituto de Educación para formar bachilleres (Vergara).

    Junto a las grandes empresas vascas de comercio con América (Compañía Vascongada de Caracas), también eran piratas, corsarios, negreros y hacendistas americanos.

    Desalmados auténticos eran los comerciantes y aristócratas de Madrid y Sevilla que terminaban por quedarse con las miles de toneladas de oro y plata que llegaban de América, mientras el Rey no disponía de medios para pagar las soldadas a sus Ejércitos (Tercios).

    Los corsarios vascos actuaban (bajo su riesgo) con PATENTE REAL.

    De ahí, de señalar las virtudes y vicios de nuestros antepasados, a pretender que lo vasco es una invención de Polikarpo y sus fantasías carlistonas, va el mismo abismo que considerar al Quinto Duque de Alba y sus militares como unos asesinos por mantener, cumpliendo órdenes reales, bajo su bota a las poblaciones de media Europa.

    Un cordial saludo

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  6. DOÑA ADELAIDA

    Es como dices. Y se te olvida el detalle, mucho más grave, de que quienes convertían en esclavos a sus gentes y lo vendian por unos barriles de ron, eran los propios REYES NEGROS.

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  7. Probablemente la mayor "contribución" de Sabino Arana a la historia contemporánea vasca, junto con la creación del partido, esté en la división profunda que provocó con su teoría entre los propios vascos.

    Los dividió por sus apellidos y este apellidismo perdura hasta hoy. Sabido es que sólo consideraba vascos de raza a los que tenían apellidos euskéricos. Hoy esta teoría está ampliamente defenestrada por la antropología más seria, la que sabe cómo se pusieron los apellidos en el País Vasco, allá por el Concilio de Trento y quiénes estaban aquí para que se les pusiera esos apellidos. Y cómo esos apellidos fueron evolucionando desde el patronímico al toponímico, desde el apellido del padre al del lugar donde se mora.

    Pero todo eso a Sabino le importó un pepino, claro está. Y alguno de sus seguidores le preguntó por el particular.

    La realidad es que Sabino Arana sabía que muchos vascos de muchas generaciones no llevaban apellidos euskéricos, pero lo consideró un mal menor. Para él la parte del león de su apellidismo consistía en que gracias a ello podía excluir a "todos" los que llegaban de fuera del País Vasco, porque sabía que ninguno de ellos o uno de entre mil tendría por entonces apellido euskérico. Hoy eso sería impensable, puesto que sabemos por el especialista en estadística José Aranda Aznar, que hay más gentes con apellido euskérico viviendo en el resto de España que en el propio País Vasco.

    Pero en cualquier caso, el apellidismo caló, y caló fuerte, tanto aquí como fuera de aquí. Y a las pruebas me remito:
    -Compruébese en la página web del Parlamento vasco los apellidos de los parlamentarios desde el inicio de la transición, allá por 1980 y compárese con las estadísticas de José Aranda Aznar que están publicadas en la revista Empiria, nº1, 1998 (también hay resumen en la revista Claves). Se verá cómo la proporción de apellidos euskéricos de los parlamentarios es muchísimo mayor que la de la sociedad en su conjunto.

    Estamos aquejados de apelliditis profunda. Los EBB del PNV están repletos de apellidos vascos: es muy raro quien esté allí que no lo tenga, cuando se sabe, por ejemplo, que sólo el 20% de la población de la CAV tiene los dos primeros apellidos euskéricos.

    - El actual gobierno de Patxi López, por ejemplo, de diez miembros que tiene sólo tres tienen el primer apellido no euskérico.

    Y así sucesivamente. Lo dicho. La gran "aportación" de Sabino Arana y que ha quedado hasta hoy es el apellidismo. Estamos divididos malsanamente por él entre vascos nativos y vascos sobrevenidos. Es, probablemente, el primer mito que habría que deshacer si queremos amigarnos un poco entre los propios que vivimos aquí.

    Abrazos.

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  8. Desde que el mundo es mundo y mientras lo sea...

    Siempre habrá corrupción en los que tengan el poder
    Y siempre se abusará de los más débiles.

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  9. Terrible y magnífico relato de Don Pío Baroja, como no podía ser de otra manera.

    Una vez leído el post y los comentarios tan interesantes, poco puedo añadir. Sí quiero decir que aunque la esclavitud se abolió en todo el mundo, el trato en aquellos años e incluso ahora, de los reyezuelos para con su propia gente es aberrante, cruel e indecente.

    Creo que muchos de los males que sufrió y sufre África son consecuencia de sus propios gobernantes.

    En cuanto a los marinos vascos... otro mito por los suelos, al final vas a dejar al pueblo vasco a la altura de cualquier habitante del resto de España. ¡Uy si levantara la cabeza Polikarpo y te cogiera por banda!

    Cuídate, un beso.

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  10. Ultimamente ademàs amigo Tellagorri me estoy interesando por el colonialismo espanol de finales del XIX, el triàngulo Cuba-Fernando Poo-Filipinas y la verdad es que todo ello estaba basado en el trabajo negro (y como no la mano de obra esclava)...espero poder crear un blog paralelo al mìo sobre el tema aunque la verdad estoy bastante falto de tiempo, llevar uno es ya una carga importante, dos como bien sabes, es complicado.

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  11. SR. CHACON DELGADO

    El polikarpismo ha prosperado a partir de 1980 con la creación del Gobierno Vasco y las Diputaciones y concejalias RETRIBUIDAS.

    Hasta la guerra civil, Guipuzcoa era en un 98% de ideología carlista y enemiga del nacionalismo. Y así prosiguió hasta la muerte de Franco.

    Hoy todos aquellos pueblos carlistas son en su mayoría BATASUNOS gracias al clero y a los jesuítas, no a los extremeños y andaluces inmigrados.

    El trato que se ha dado en el País Vasco a los extremeños inmigrados no es peor que el que han recibido los mismos en los pueblos de LA MANCHA, en donde no los quieren ver ni en pintura.

    Respecto a los apellidos y otras insustancialidades del Polikarpo, está todo eso tan desfasado como la existencia de dominicos inquisidores.

    Jamás defenderé a los de Polikarpo, todo lo contrario, y este blog tiene abundantes muestras de ello, pero el racismo de los catalanes, sevillanos, cordobeses y castellanos en general hacia morismos y judios en los años 1300 y 1500, sólo ha sido superado por ADOLF.

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  12. DOÑA ELENA

    No sé si Polikarpo ( que era impotente y tontorrón hasta aburrir) pero sus secuaces actuales si me cogieran harían lo que hacían los domínicos con los judios.

    Lo de igualar a vascos con restantes españoles es uno de mis intentos más voluntariosos, ya que lo contrario deviene en lo que sa sabes : majadería humana absoluta.
    No han existido ni existen ni existirán la raza francesa, o la raza belga, o la raza burgalesa de Miranda del Ebro.
    Aplicado a los bovinos podría ser : raza charolesa, pirenaíca, etc. y a los ovinos también, raza churra, raza merina, etc., pero a las personas es muy dificil de separar salvo en asiáticos, indoeuropeos y africanos.

    De cualquier manera, no creas que TODOS SEMOS IGUALES. Faltaría más. Ni tú tienes nada que ver con Ana Obregón o la Esteban, ni yo con los melocotones de primavera procedentes de tierras del Cid.

    Un abrazo

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  13. CAROLVS

    El colonialismo español, a mi entender, con todo y a pesar de todo, era muchísimo más benigno y humano que el HOLANDÉS (boers de Sudafrica y Birmania), inglés (exterminio total de razas oriundas en Usa y zona sajona de Canadá)y del francés (estado en que quedaron tras la independencia sus excolonias de Argelia, Chad, Camerún, Túnez o la Martinica.

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  14. Como dices no se distinguen del resto de españoles en aventurarse en todo tipo de negocios siempre y cuando fuesen lucrativos, del mismo modo que los españoles no se diferenciaban demasiado de otras nacionalidades, si unos traficaban con negros y les iba bien... pues nosotros más y mejor.

    De todos modos tampoco incidiría demasiado en el racismo, era negocio puro y duro, si el kilo de judío hubiese tenido el mismo precio o el del moro o el de los castellanos o renanos los habrían llevado igualmente donde hubiesen hecho falta, y no olvidemos el negocio tan lucrativo que fuimos para los moros cuando nos invadieron.

    Me voy a poner trascendental y filosófico (cercano al paroxismo bambino presidencial), antes abusaban de nuestros cuerpos ahora de nuestras almas, y después de esta tontuna sin aparente sentido me voy a comer.

    Por cierto, interesante relato Tella.

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  15. Márqueme usted las diferencias con los que llegan en patera, salvo un trayecto más corto, aunque a veces no menos trágico, que tienen que pagarse ellos el viaje, y que por un mísero salario (sin contrato, ni situación legal alguna)tienen que buscar alojamiento(muchas veces la puta calle) y subsistir(al menos de eso antes se encargaba su amo).

    Es el esclavismo moderno, no reconocido, pero igual de cruel o más.

    Por no hablar de las putas ucranianas, brasileñas... que vinieron engañadas en busca de un trabajo digno y les ha pasado lo que les ha pasado.

    No hace falta ir al pasado. No hemos evolucionado tanto, ni a mucho mejor.

    Para más cojones, antes, los culpables, los inmorales; eran los esclavistas. Ahora son los de la patera "que vienen a quitarnos el trabajo, o a delinquir, o a putear en el retiro".

    Si es que tenemos unos huevos...

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  16. ISRA

    Por no sé qué misterios tu comentario me había desaparecido ( y van hoy varios) y lo he encontrado por pura casualidad.

    Completamente de acuerdo contigo : hoy se denomina RACISMO a cualquier feo que le hagas al vecino, e incluso sin que sea un feo, simplemente llamando tonto al que lo es.

    Lo de los negros y los cautivos cristianos en Argel no eran otra cuestión que puro NEGOCIO. Convertir a seres humanos en mercaderías.

    Más hipócritas que los traficantes de ébano lo eran los señoritos acaudalados que en propia tierra de conejos,es decir en España, hacían ostentación de disponer de esclavos comprados a precio de oro.

    Por otra parte, la gente de hoy ignora, en general, que hasta hace muy poquito y todavía aún hoy, se hacen desprecios y separaciones de gentes de la misma raza y nacionalidad en base a su CONDICIÓN. Jamás un señor de palacio y lacayo de librea se molestaba en atender, escuchar o incluso mirar a un labrador o a un peón de albañil.

    En mi juventud, cuando acudía a Valladolid a examinarme ( porque en la Uni de Deusto de Bibo no tenían competencias para examinar y calificar carreras universitarias) me llamaba enormemente la atención la gran separación de clases sociales que formaban ( se notaba en las cafeterías y bares)por un lado los abogados, médicos, catedráticos, oficiales del Ejército de comandante para arriba, propietarios de fincas ganaderas o agrícolas, etc. en relación a currantes y comerciantes pequeños.

    Hasta la viuda de un coronel con una exigua paga de viudedad, miraba por encima del hombro y a distancia a la dependienta de un comercio.

    Tal forma social de vivir no ha existido nunca en el País Vasco. Los dueños de las fábricas salian a tomar chiquitos con sus obreros, y se juntaban en las sociedades gastronómicas a cenar alegremente sin tener en cuenta eso : La Condición de cada quién.

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  17. DAMS

    Bien dices. El esclavismo de la búsqueda de trabajo en zonas industrializadas y por parte de los de zonas miserales, es igual de miserable que el de los negros vendidos por sus reyes de tribu a los barcos negreros.

    Además de los de las pateras, las brasileñas y ecuatorianas, los polacos y rumanos junto con chinos y orientales, están los mexicanos-chicanos llamados "espaldas-mojadas" tratando de entrar en Usa, y el clarísimo ejemplo del medio millón de ilegales trabajando durante 30 años en New York sin tener el más mínimo derecho a nada.

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