El jeque Imad al-Saed interpeló a uno de sus milicianos cuando descubrió que estaba abofeteando al chiquillo. "¿Por qué le pegas? ¡No ves que no es sino un niño!", le espetó.
El chaval no debía de tener más de 12 años. Vendía perfumes en la puerta de la residencia del líder local. Me explicó que habían matado a su padre y a su hermano en Bagdad. Que tenía que mantener a tres hermanas y a la madre. Le di algo de dinero y se marchó, recuerda ante este periodista.
El chico siguió frecuentando las inmediaciones de la vivienda durante varios días. El 1 de septiembre de 2008, la primera jornada del mes de Ramadán, Imad le regaló 25.000 dinares -unos 20 euros-.
"Le dije: "Vete y cómprale algo a tu familia". Pero el muchacho no pensaba en sus allegados. El padre del jeque Imad, Yasem Hamid al-Mashadani, vio como el chiquillo se abalanzaba corriendo hacia su hijo. "Quería agarrarse a él pero se tropezó, cayó al suelo y explotó", rememora. "Eso salvó a mi hijo", rememora.
El supuesto huérfano era en realidad un integrante de los apodados Pájaros del Paraíso. La última táctica desquiciada de Al Qaeda. Células de niños bomba cautivados con disparatados argumentos religiosos. "Su cuerpo quedó en trozos. Los tiramos en algún huerto", dice Yasem Hamid.
Imad sobrevivió. Pero le tuvieron que amputar una extremidad. "No sé cómo me levanté. Me pitaban los oídos. En el suelo había una mano, carne humana quemada y un gran charco de sangre. No sentía dolor pero si una cierta humedad en la pierna. Me la miré y la tenía al revés. El pie apuntando hacia la rodilla. Mi dishasha blanca (el atuendo típico iraquí estilo camisón) estaba roja. Se me había metido en la carne. Perdí el conocimiento y no desperté hasta dos meses y medio más tarde", cuenta.
El relato de Imad al-Saed es un reflejo del espanto en el que se sumió la ciudad iraquí de Tarmiya -a unos 40 kilómetros al norte de Bagdad- durante casi tres años.
Un periodo en el que los radicales establecieron allí lo que llamaron "Estado Islámico" (EI). Una entidad basada en el puro desvarío. La historia de este brutal proyecto que se extendió por las provincias de Anbar, Salahadin, Diyala, Nínive y el sur de Bagdad sólo se puede reconstruir ahora, cuando el viaje a enclaves como Tarmiya, Haditha o Ramadi no representa ya un periplo sin retorno. Por primera vez, un periodista español se adentra en la zona.
1ª ETAPA En la plaza de los degollados
En realidad, la carretera que conduce de Bagdad hasta Tarmiya podría evocar un bucólico paseo a orillas del Tigris. Un trayecto jalonado de palmeras y huertos. Pero las pintadas que permanecen en los muros permiten anticipar su truculento pasado. "¡Muerte a los espías!", reza uno de los mensajes. "Viva el Estado Islámico", se lee en otra.
Tanques, vehículos blindados y casamatas se suceden a lo largo de la ruta. La travesía era impracticable hasta bien avanzado 2008. Como explica Imad, nadie en sus cabales osaba circular por aquí. El horror regía en Tarmiya y los incautos que lo intentaban simplemente morían.
"Todo el que pasaba por la carretera era detenido. Daba lo mismo si eras suní, chií o cristiano. Los ejecutaban en la plaza pública. La llamábamos la plaza de los degollados. Allí mataban a dos o tres personas a diario", recuerda el iraquí.
La plazoleta se encuentra ahora controlada por un carro acorazado. Patrullas de milicianos suníes recorren el villorrio ametralladora en mano. Pero la atmósfera dista mucho de estar dominada por el pavor de antaño. La mayoría de los restaurantes y comercios están repletos de clientes.
"Con Al Qaeda la gente se iba a casa a las dos de la tarde", evoca Hamis Ibrahim, cuyo hijo de 20 años fue asesinado por los radicales. "Tuvo suerte. Lo mataron con una bomba. A otros los cortaron a pedazos o los agujerearon con taladros".
Todos los habitantes de Tarmiya consultados, incluidos los jeques Imad y Yasem, reconocen que la égida de Al Qaeda fue el resultado de un error propio. Como la mayoría de la población suní, los residentes de esta región agrícola comenzaron a atacar a las fuerzas de ocupación norteamericanas al poco tiempo de la invasión de 2003.
En 2005 comenzaron a afluir los extremistas. "Al principio se les acogió con alegría. Pensamos que venían a luchar contra los norteamericanos", relata Yasem. El propio dirigente tribal de 60 años fue encarcelado por los estadounidenses durante casi un año acusado de colaborar con los grupos armados. "Todos estábamos con la resistencia pero nos engañaron. Nos hablaron de yihad (guerra santa) y lo que querían era exterminar al pueblo iraquí", añade Imad.
Al Qaeda extendió su control sobre la zona a lo largo de 2005 y lo confirmó al año siguiente de una manera expeditiva: un camión cargado con explosivos voló la comisaría. Murieron 14 personas. Donde antes se erguía un habitáculo hoy sólo queda algún muro y pilas de cascotes.
Los agentes que sobrevivieron al atentado huyeron. Lo mismo que las autoridades locales y el ejército. Hasta Imad y su hermano Iyad al-Saed se refugiaron en Siria durante varios meses. La era del "Estado Islámico de Irak" había comenzado.
Con ella se instauraron nuevas reglamentaciones. Primero expulsaron a las 350 familias chiíes que vivían en la zona. "Mataron a muchos para que entendieran el mensaje", apunta Imad.
Después se dispusieron a adoctrinar a la población local. "Si consideraban que una mujer iba vestida de forma poco islámica, la embadurnaban con aceite de coche o con aerosoles (de colores). Si fumabas, te cortaban un dedo. Grababan las ejecuciones en vídeos y los distribuían para atemorizar". Su padre estima que al menos ejecutaron a 700 personas.
Al Qaeda controlaba todo. Ellos eran la "policía", el "gobierno". Instalaron bases de entrenamiento en los cañaverales del área y refugios subterráneos. "Con habitaciones y cocinas", puntualiza Iyad al-Saed. El joven exhibe fotografías de esos habitáculos enterrados en la tierra y de las ingentes cantidades de armamento que manejaban los islamistas. Hasta se apropiaron de la gasolinera y eran los que distribuían el combustible en el mercado negro.
Finalmente la población local se rebeló. El 16 de septiembre de 2007, 57 miembros del clan Mashadani anunciaron la formación de una fuerza paramilitar dirigida a "liberar" la región.
Otros muchos se unieron después a la iniciativa en medio de violentos combates con los radicales. Los acólitos de Imad sufrieron casi 20 bajas mortales, otra treintena resultaron heridos y un número similar perdió su domicilio.
Los extremistas solían volarlos con dinamita. Yasem dice que casi 100 miembros de Al Qaeda murieron en las sucesivas refriegas y otros 70 fueron arrestados.
Fue entonces cuando los fundamentalistas recurrieron a una enajenación final.
Como dicen los Mashadani, Tarmiya se convirtió en el primer lugar en el que este movimiento empleó a los niños suicidas. Los citados Pájaros del Paraíso. "El atentado contra Imad fue el cuarto que organizaban con niños. Es un recurso desesperado que confirma que han perdido la guerra", estima Yasem.
La táctica se extendió a otras regiones del país a lo largo de 2008. En abril, las fuerzas de seguridad detuvieron cerca de Kirkuk a cuatro menores, acusados de ser miembros de esos grupos.
Los paramilitares de Tarmiya acabaron con la vida de Abu Ghazwan, uno de los emires de Al Qaeda más perseguidos de la zona, en diciembre de 2008. En su poder encontraron un manual sobre el reclutamiento y entrenamiento de estos pequeños. "Él era el jefe. Me cobré mi venganza", sentencia Imad.
2ª ETAPA Ejecutaban coincidiendo con el rezo
El periplo a través de los territorios del antiguo EI continúa en dirección a Haditha. El camino también discurre junto a un cauce de agua. Es el río Eufrates. La población se encuentra sita en la provincia de Anbar. Una localidad agrícola vecina de otras dos aldeas casi unidas: Haqlaniya y Barwanah.
La carretera ha sido asfaltada recientemente. "Antes estaba repleta de los socavones que dejaron las explosiones", indica Basil al-Hadithi, un vecino de Haglaniya que viaja con nosotros en el automóvil. Conforme nos aproximamos al lugar, se multiplican los recuerdos de una época en la que conducir por esta senda semejaba ser otro desatino. Las carcasas oxidadas de varios vehículos se suceden en los terraplenes al paso por el pueblo de Khan al-Bagdadi. "Ese era un coche de gente de Al Qaeda. Algo falló y explotó con ellos dentro", añade Basil.
El primer día que Mohamed Abed Omar regresó a Barwanah, en 2007, descubrió ocho cabezas humanas tiradas en las calles. "Solían ejecutar a la gente coincidiendo con el rezo del magreb (en torno a las seis de la tarde). Los degollaban y exhibían la cabeza agarrándola por las orejas", explica el comandante de policía de la aldea aneja a Haditha.
Omar había huido de Barwanah tras la ofensiva que lanzó Al Qaeda en noviembre de 2004, cuando capturó a docenas de agentes y los ejecutó en público. A partir de entonces los radicales dominaron las tres villas. "Ya habían matado al comandante de la policía. Pero en una sola jornada acabaron con todas las fuerzas de Haditha, Haqlaniya y Barwanah. Sólo en Haqlaniya asesinaron a 25 agentes", relata sentado a orillas del río.
Los ataques contra las tropas norteamericanas habían comenzado en Haditha en mayo del 2003, a las pocas semanas de la caída del régimen. El autoproclamado alcalde de la ciudad, Mohamed Nayil, fue asesinado en julio. Poco a poco, la villa quedó aislada del resto del país. Los activistas quemaron el tren que la unía con Ramadi y obligaron a clausurar la refinería.
La ciudad de 90.000 habitantes se convirtió en un mini estado talibán. "Decían que era un estado islámico pero lo dirigía gente ignorante, que no tiene ni idea de lo que es el Islam", opina Ahmed Abdala, propietario de un comercio de dulces.
Este iraquí de 46 años vivió aquel periodo en el que los radicales dictaron toda suerte de prohibiciones, a cada cual más absurda. Las hacían aplicar por medio de los tribunales islámicos que establecieron. "No podíamos vestir pantalones vaqueros, ni llevar patillas. El reloj tenía que ir en la mano derecha. Varias veces agarraron paquetes de cigarrillos y los quemaron en público. Los negocios se llenaron de nikab [el pañuelo que sólo deja ver los ojos de las féminas] y exigían que le quitasen la cabeza a los maniquíes que mostraban los atuendos".
Imitando la filosofía que llevó a los talibanes a destruir los Budas de Bamiyan, los miembros de Al Qaeda devastaron las tumbas de los santones locales. Mausoleos como el de Sheij Ali, Sheij Hadid y Naj Meddi que llevaban allí cientos de años. Del primero sólo queda un precario muro. El segundo panteón perdió la cúpula en la explosión. En su "campaña de purificación" -así lo llamaban- llegaron a volar hasta uno de los arcos triunfales con los que Sadam Hussein solía marcar el inicio de las metrópolis.
La turbación en la que vivían los locales se acrecentó cuando los soldados estadounidenses comenzaron a lanzar ofensivas contra los islamistas a partir de 2005. "Era un vida de locos. Nos encerrábamos en casa a las cuatro y nos pasábamos toda la noche escuchando disparos y explosiones. Por la mañana nos asomábamos. Era muy común encontrar cadáveres. Si veíamos un tanque o a uno de los encapuchados de Al Qaeda volvíamos a casa", evoca el comerciante Abdala.
A las barbaridades de los islamistas se sumaron las de los propios norteamericanos. El 15 de noviembre de 2005, los uniformados asesinaron a 24 civiles iraquíes -mujeres y niños incluidos- en una de las masacres más publicitadas de la guerra. Incapaces de doblegar a los insurgentes, las tropas de Washington llegaron a cercar la localidad con un muro de arena que persiste a la entrada de la misma. También destruyeron dos de los puentes que unen Haditha con Barwanah.
Ahmed Abdala proclama que aquello no era otra cosa que una ciudad muerta. "Casi no llegaba comida. Todo estaba paralizado. Sólo en mi barrio mataron a 25 personas. Los dos lados: Al Qaeda y los norteamericanos. A un compañero de mi hijo que salía de su casa le atravesó la cabeza un francotirador americano. A mi amigo Mohamed Arrabui lo agarraron los de Al Qaeda y lo asesinaron por ser ex miembro del ejército. Así era. Atrapados entre dos infiernos".
El baño de sangre acabó como en el resto de las regiones suníes. La población se alzó en armas contra los extremistas. Mohamed Abed Omar fue uno de los primeros. Junto a varias decenas de miembros de su familia y con el apoyo de los estadounidenses consiguió acabar con ese flagelo. En abril de 2007, los acólitos del oficial -muchos de ellos agentes que regresaron para luchar contra Al Qaeda- desfilaron de forma triunfal por Barwanah, Haditha y Haqlaniya para declarar su victoria.
3ª ETAPA En la capital del "Estado Islámico"
Para llegar hasta la residencia de Ahmed Abu Risha hay que recorrer los 100 kilómetros que separan Haditha de Ramadi. La vivienda parece una fortaleza defendida con torreones y vehículos que portan ametralladoras pesadas. Ondea la bandera iraquí y la enseña amarilla que simboliza el poder de las milicias Sahwa, los grupos paramilitares suníes.
Dentro, el habitáculo semeja ser un museo de la historia más reciente de la villa. Hay decenas de fotos del ex líder de Sahwa, Abdul Sattar, y del propio Ahmed -su hermano y sucesor- acompañados de líderes locales y hasta de George Bush y Barak Obama.
En una pintura, el jeque asesinado en septiembre de 2007 aparece encaramado a un caballo blanco, enarbolando una espada y escudo. "Estoy obligado a irme incluso si no quiero. Dejo mi foto con amor y mis excusas", se lee sobre una de las instantáneas.
Como recuerdan los asistentes del jeque Abu Risha, este domicilio fue el epicentro de la sublevación suní que doblegó a Al Qaeda. Desde aquí dirigió Abdul Sattar la conformación de las primeras milicias tribales. Una iniciativa que se generalizó más tarde por todo el país.
Cientos de yihadistas, bajo el mando del jordano Abu Musab al- Zarqawi -entonces líder de Al Qaeda en Irak-, se habían instalado en la localidad en 2005, desafiando la presencia de un amplio contingente de fuerzas norteamericanas. En octubre del 2006 desfilaron por las calles enarbolando sus tradicionales banderas negras y todo tipo de armamento. Aquellas imágenes representaron quizás el clímax del fracaso estadounidense en Irak. Una urbe de 300.000 habitantes bajo la férula de Zarqawn capital de su Estado Islámico.
El chico siguió frecuentando las inmediaciones de la vivienda durante varios días. El 1 de septiembre de 2008, la primera jornada del mes de Ramadán, Imad le regaló 25.000 dinares -unos 20 euros-.
"Le dije: "Vete y cómprale algo a tu familia". Pero el muchacho no pensaba en sus allegados. El padre del jeque Imad, Yasem Hamid al-Mashadani, vio como el chiquillo se abalanzaba corriendo hacia su hijo. "Quería agarrarse a él pero se tropezó, cayó al suelo y explotó", rememora. "Eso salvó a mi hijo", rememora.
El supuesto huérfano era en realidad un integrante de los apodados Pájaros del Paraíso. La última táctica desquiciada de Al Qaeda. Células de niños bomba cautivados con disparatados argumentos religiosos. "Su cuerpo quedó en trozos. Los tiramos en algún huerto", dice Yasem Hamid.
Imad sobrevivió. Pero le tuvieron que amputar una extremidad. "No sé cómo me levanté. Me pitaban los oídos. En el suelo había una mano, carne humana quemada y un gran charco de sangre. No sentía dolor pero si una cierta humedad en la pierna. Me la miré y la tenía al revés. El pie apuntando hacia la rodilla. Mi dishasha blanca (el atuendo típico iraquí estilo camisón) estaba roja. Se me había metido en la carne. Perdí el conocimiento y no desperté hasta dos meses y medio más tarde", cuenta.
El relato de Imad al-Saed es un reflejo del espanto en el que se sumió la ciudad iraquí de Tarmiya -a unos 40 kilómetros al norte de Bagdad- durante casi tres años.
Un periodo en el que los radicales establecieron allí lo que llamaron "Estado Islámico" (EI). Una entidad basada en el puro desvarío. La historia de este brutal proyecto que se extendió por las provincias de Anbar, Salahadin, Diyala, Nínive y el sur de Bagdad sólo se puede reconstruir ahora, cuando el viaje a enclaves como Tarmiya, Haditha o Ramadi no representa ya un periplo sin retorno. Por primera vez, un periodista español se adentra en la zona.
En realidad, la carretera que conduce de Bagdad hasta Tarmiya podría evocar un bucólico paseo a orillas del Tigris. Un trayecto jalonado de palmeras y huertos. Pero las pintadas que permanecen en los muros permiten anticipar su truculento pasado. "¡Muerte a los espías!", reza uno de los mensajes. "Viva el Estado Islámico", se lee en otra.
Tanques, vehículos blindados y casamatas se suceden a lo largo de la ruta. La travesía era impracticable hasta bien avanzado 2008. Como explica Imad, nadie en sus cabales osaba circular por aquí. El horror regía en Tarmiya y los incautos que lo intentaban simplemente morían.
"Todo el que pasaba por la carretera era detenido. Daba lo mismo si eras suní, chií o cristiano. Los ejecutaban en la plaza pública. La llamábamos la plaza de los degollados. Allí mataban a dos o tres personas a diario", recuerda el iraquí.
La plazoleta se encuentra ahora controlada por un carro acorazado. Patrullas de milicianos suníes recorren el villorrio ametralladora en mano. Pero la atmósfera dista mucho de estar dominada por el pavor de antaño. La mayoría de los restaurantes y comercios están repletos de clientes.
"Con Al Qaeda la gente se iba a casa a las dos de la tarde", evoca Hamis Ibrahim, cuyo hijo de 20 años fue asesinado por los radicales. "Tuvo suerte. Lo mataron con una bomba. A otros los cortaron a pedazos o los agujerearon con taladros".
Todos los habitantes de Tarmiya consultados, incluidos los jeques Imad y Yasem, reconocen que la égida de Al Qaeda fue el resultado de un error propio. Como la mayoría de la población suní, los residentes de esta región agrícola comenzaron a atacar a las fuerzas de ocupación norteamericanas al poco tiempo de la invasión de 2003.
En 2005 comenzaron a afluir los extremistas. "Al principio se les acogió con alegría. Pensamos que venían a luchar contra los norteamericanos", relata Yasem. El propio dirigente tribal de 60 años fue encarcelado por los estadounidenses durante casi un año acusado de colaborar con los grupos armados. "Todos estábamos con la resistencia pero nos engañaron. Nos hablaron de yihad (guerra santa) y lo que querían era exterminar al pueblo iraquí", añade Imad.
Al Qaeda extendió su control sobre la zona a lo largo de 2005 y lo confirmó al año siguiente de una manera expeditiva: un camión cargado con explosivos voló la comisaría. Murieron 14 personas. Donde antes se erguía un habitáculo hoy sólo queda algún muro y pilas de cascotes.
Los agentes que sobrevivieron al atentado huyeron. Lo mismo que las autoridades locales y el ejército. Hasta Imad y su hermano Iyad al-Saed se refugiaron en Siria durante varios meses. La era del "Estado Islámico de Irak" había comenzado.
Con ella se instauraron nuevas reglamentaciones. Primero expulsaron a las 350 familias chiíes que vivían en la zona. "Mataron a muchos para que entendieran el mensaje", apunta Imad.
Después se dispusieron a adoctrinar a la población local. "Si consideraban que una mujer iba vestida de forma poco islámica, la embadurnaban con aceite de coche o con aerosoles (de colores). Si fumabas, te cortaban un dedo. Grababan las ejecuciones en vídeos y los distribuían para atemorizar". Su padre estima que al menos ejecutaron a 700 personas.
Al Qaeda controlaba todo. Ellos eran la "policía", el "gobierno". Instalaron bases de entrenamiento en los cañaverales del área y refugios subterráneos. "Con habitaciones y cocinas", puntualiza Iyad al-Saed. El joven exhibe fotografías de esos habitáculos enterrados en la tierra y de las ingentes cantidades de armamento que manejaban los islamistas. Hasta se apropiaron de la gasolinera y eran los que distribuían el combustible en el mercado negro.
Finalmente la población local se rebeló. El 16 de septiembre de 2007, 57 miembros del clan Mashadani anunciaron la formación de una fuerza paramilitar dirigida a "liberar" la región.
Otros muchos se unieron después a la iniciativa en medio de violentos combates con los radicales. Los acólitos de Imad sufrieron casi 20 bajas mortales, otra treintena resultaron heridos y un número similar perdió su domicilio.
Los extremistas solían volarlos con dinamita. Yasem dice que casi 100 miembros de Al Qaeda murieron en las sucesivas refriegas y otros 70 fueron arrestados.
Fue entonces cuando los fundamentalistas recurrieron a una enajenación final.
Como dicen los Mashadani, Tarmiya se convirtió en el primer lugar en el que este movimiento empleó a los niños suicidas. Los citados Pájaros del Paraíso. "El atentado contra Imad fue el cuarto que organizaban con niños. Es un recurso desesperado que confirma que han perdido la guerra", estima Yasem.
La táctica se extendió a otras regiones del país a lo largo de 2008. En abril, las fuerzas de seguridad detuvieron cerca de Kirkuk a cuatro menores, acusados de ser miembros de esos grupos.
Los paramilitares de Tarmiya acabaron con la vida de Abu Ghazwan, uno de los emires de Al Qaeda más perseguidos de la zona, en diciembre de 2008. En su poder encontraron un manual sobre el reclutamiento y entrenamiento de estos pequeños. "Él era el jefe. Me cobré mi venganza", sentencia Imad.
El periplo a través de los territorios del antiguo EI continúa en dirección a Haditha. El camino también discurre junto a un cauce de agua. Es el río Eufrates. La población se encuentra sita en la provincia de Anbar. Una localidad agrícola vecina de otras dos aldeas casi unidas: Haqlaniya y Barwanah.
La carretera ha sido asfaltada recientemente. "Antes estaba repleta de los socavones que dejaron las explosiones", indica Basil al-Hadithi, un vecino de Haglaniya que viaja con nosotros en el automóvil. Conforme nos aproximamos al lugar, se multiplican los recuerdos de una época en la que conducir por esta senda semejaba ser otro desatino. Las carcasas oxidadas de varios vehículos se suceden en los terraplenes al paso por el pueblo de Khan al-Bagdadi. "Ese era un coche de gente de Al Qaeda. Algo falló y explotó con ellos dentro", añade Basil.
El primer día que Mohamed Abed Omar regresó a Barwanah, en 2007, descubrió ocho cabezas humanas tiradas en las calles. "Solían ejecutar a la gente coincidiendo con el rezo del magreb (en torno a las seis de la tarde). Los degollaban y exhibían la cabeza agarrándola por las orejas", explica el comandante de policía de la aldea aneja a Haditha.
Omar había huido de Barwanah tras la ofensiva que lanzó Al Qaeda en noviembre de 2004, cuando capturó a docenas de agentes y los ejecutó en público. A partir de entonces los radicales dominaron las tres villas. "Ya habían matado al comandante de la policía. Pero en una sola jornada acabaron con todas las fuerzas de Haditha, Haqlaniya y Barwanah. Sólo en Haqlaniya asesinaron a 25 agentes", relata sentado a orillas del río.
Los ataques contra las tropas norteamericanas habían comenzado en Haditha en mayo del 2003, a las pocas semanas de la caída del régimen. El autoproclamado alcalde de la ciudad, Mohamed Nayil, fue asesinado en julio. Poco a poco, la villa quedó aislada del resto del país. Los activistas quemaron el tren que la unía con Ramadi y obligaron a clausurar la refinería.
La ciudad de 90.000 habitantes se convirtió en un mini estado talibán. "Decían que era un estado islámico pero lo dirigía gente ignorante, que no tiene ni idea de lo que es el Islam", opina Ahmed Abdala, propietario de un comercio de dulces.
Este iraquí de 46 años vivió aquel periodo en el que los radicales dictaron toda suerte de prohibiciones, a cada cual más absurda. Las hacían aplicar por medio de los tribunales islámicos que establecieron. "No podíamos vestir pantalones vaqueros, ni llevar patillas. El reloj tenía que ir en la mano derecha. Varias veces agarraron paquetes de cigarrillos y los quemaron en público. Los negocios se llenaron de nikab [el pañuelo que sólo deja ver los ojos de las féminas] y exigían que le quitasen la cabeza a los maniquíes que mostraban los atuendos".
Imitando la filosofía que llevó a los talibanes a destruir los Budas de Bamiyan, los miembros de Al Qaeda devastaron las tumbas de los santones locales. Mausoleos como el de Sheij Ali, Sheij Hadid y Naj Meddi que llevaban allí cientos de años. Del primero sólo queda un precario muro. El segundo panteón perdió la cúpula en la explosión. En su "campaña de purificación" -así lo llamaban- llegaron a volar hasta uno de los arcos triunfales con los que Sadam Hussein solía marcar el inicio de las metrópolis.
La turbación en la que vivían los locales se acrecentó cuando los soldados estadounidenses comenzaron a lanzar ofensivas contra los islamistas a partir de 2005. "Era un vida de locos. Nos encerrábamos en casa a las cuatro y nos pasábamos toda la noche escuchando disparos y explosiones. Por la mañana nos asomábamos. Era muy común encontrar cadáveres. Si veíamos un tanque o a uno de los encapuchados de Al Qaeda volvíamos a casa", evoca el comerciante Abdala.
A las barbaridades de los islamistas se sumaron las de los propios norteamericanos. El 15 de noviembre de 2005, los uniformados asesinaron a 24 civiles iraquíes -mujeres y niños incluidos- en una de las masacres más publicitadas de la guerra. Incapaces de doblegar a los insurgentes, las tropas de Washington llegaron a cercar la localidad con un muro de arena que persiste a la entrada de la misma. También destruyeron dos de los puentes que unen Haditha con Barwanah.
Ahmed Abdala proclama que aquello no era otra cosa que una ciudad muerta. "Casi no llegaba comida. Todo estaba paralizado. Sólo en mi barrio mataron a 25 personas. Los dos lados: Al Qaeda y los norteamericanos. A un compañero de mi hijo que salía de su casa le atravesó la cabeza un francotirador americano. A mi amigo Mohamed Arrabui lo agarraron los de Al Qaeda y lo asesinaron por ser ex miembro del ejército. Así era. Atrapados entre dos infiernos".
El baño de sangre acabó como en el resto de las regiones suníes. La población se alzó en armas contra los extremistas. Mohamed Abed Omar fue uno de los primeros. Junto a varias decenas de miembros de su familia y con el apoyo de los estadounidenses consiguió acabar con ese flagelo. En abril de 2007, los acólitos del oficial -muchos de ellos agentes que regresaron para luchar contra Al Qaeda- desfilaron de forma triunfal por Barwanah, Haditha y Haqlaniya para declarar su victoria.
Para llegar hasta la residencia de Ahmed Abu Risha hay que recorrer los 100 kilómetros que separan Haditha de Ramadi. La vivienda parece una fortaleza defendida con torreones y vehículos que portan ametralladoras pesadas. Ondea la bandera iraquí y la enseña amarilla que simboliza el poder de las milicias Sahwa, los grupos paramilitares suníes.
Dentro, el habitáculo semeja ser un museo de la historia más reciente de la villa. Hay decenas de fotos del ex líder de Sahwa, Abdul Sattar, y del propio Ahmed -su hermano y sucesor- acompañados de líderes locales y hasta de George Bush y Barak Obama.
En una pintura, el jeque asesinado en septiembre de 2007 aparece encaramado a un caballo blanco, enarbolando una espada y escudo. "Estoy obligado a irme incluso si no quiero. Dejo mi foto con amor y mis excusas", se lee sobre una de las instantáneas.
Como recuerdan los asistentes del jeque Abu Risha, este domicilio fue el epicentro de la sublevación suní que doblegó a Al Qaeda. Desde aquí dirigió Abdul Sattar la conformación de las primeras milicias tribales. Una iniciativa que se generalizó más tarde por todo el país.
Cientos de yihadistas, bajo el mando del jordano Abu Musab al- Zarqawi -entonces líder de Al Qaeda en Irak-, se habían instalado en la localidad en 2005, desafiando la presencia de un amplio contingente de fuerzas norteamericanas. En octubre del 2006 desfilaron por las calles enarbolando sus tradicionales banderas negras y todo tipo de armamento. Aquellas imágenes representaron quizás el clímax del fracaso estadounidense en Irak. Una urbe de 300.000 habitantes bajo la férula de Zarqawn capital de su Estado Islámico.
Fueron años de desventura para los locales, instalados, como en Haditha, entre los dislates de los insurgentes y las devastadoras pero inútiles ofensivas de los estadounidenses. El centro de la población no se ha recuperado de aquellas jornadas de horror. Son incontables los edificios derruidos o marcados por la metralla. Hasta la cúpula de la "gran mezquita" continúa plagada de balazos
Durante aquellos tres años, Aziz Tarmuz perdió a 13 miembros de su familia, incluidos su padre, su hermano y dos tíos. Todos asesinados por Al Qaeda. "Zarqawi impuso el terror. Sólo en Ramadi murieron más de 8.500 personas", indica Aziz, un ex coronel del ejército y miembro ahora de Sahwa.
"Se entrenaban durante el día, a la vista de todos. Prohibieron usar corbatas y trajes. La música. El maquillaje para las mujeres. Cerraron la Universidad (porque era mixta). Las decapitaciones eran tan comunes que había un mercado callejero, el de Jaray, donde se repartían DVDs con las ejecuciones como antes se vendían películas de Rambo".
Aziz cuenta que un número indeterminado de personas fueron secuestradas y "desaparecieron". "Varios han aparecido después en las tumbas comunes que encontramos en el Lago Tharthar", dice.
El enclave acuático de casi 2.500 kilómetros cuadrados, ubicado no lejos de Ramadi, antes de la guerra solía ser un retiro frecuentado por familias y pescadores. "Durante la época de Al Qaeda era un cementerio", apunta el iraquí. No es una exageración. Desde 2007 se han descubierto allí más de una docena de fosas con casi 300 víctimas. Muchas sin cabeza. "El Estado Islámico no era un proyecto, era una pesadilla", concluye Aziz.
JAVIER ESPINOSA Enviado especial a Irak.
ruta,horrores
Para que luego hablen de alianza de civilizaciones. Si asesinan hasta a sus propios correligionarios...
ResponderEliminarUn saludo
Nada nuevo bajo el sol, y no necesitamos a Al Qaeda para saberlo, basta echar la vista atrás y recordar como estaba España en la época de la invasión mora.
ResponderEliminarLas distintas tribus que nos invadieron se masacraban entre ellas y masacraban a los nativos (por eso me sorprende lo de la convivencia pacifica de las 3 culturas), y si venían aquí era, ente otras cosas, porque también se masacraban en sus territorios de origen del norte de Africa.
Ya lo dijo Aznar recordándole al iluminado esa estupidez de la alianza de civilizaciones, en todo caso, y como mínimo, alianza de civilizados.
!Jodeeeer!
ResponderEliminarSr. Tellagorri:el de Al-Quaeda es sin duda el peor de los extremismos...ante estos...las diferencias que podamos tener con nuestros pueblos vecinos son mínimas...
ResponderEliminarReciba un cordial saludo.
DADAISTA
ResponderEliminarBienvenido a este blog y gracias por el comentario.
Su opinión es, ciertamente, una advertencia para tener en cuenta a la hora de enjuiciar, comparativamente, las diferencias existentes en Europa entre ideologías.
Hola! Cómo va? Navegando por ahí me encontré con esta página y ya que estoy acá les comento que entrando a http://www.ScanMessenger2.com podrán encontrar emoticonos gratis de divertidos personajes bailando. Se pueden descargar esos y otros emoticonos gratis muy divertidos en http://scanmessenger2.com/es/s/emoticonos-gratis/, para hacer las conversaciones de MSN Messenger más dinámicas y expresivas.
ResponderEliminarsaludos!