Katyn para los polacos, Paracuellos para Madrid

Desde luego, lo que allí ocurrió fue uno de los episodios más escalofriantes de la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los escasos supervivientes de estos campos, Zdzislaw Peszkowski, relató lo sucedido al historiador Guy Walters hace unos años.

"Nos encerraron en camiones de ganado y nos enviaron al campo", recordó. "Un amigo que había sido prisionero me dijo que no comiera los arenques que me darían los rusos, porque son peligrosos si no tienes agua para beber. Uno de mis camaradas no le hizo caso y fue un desastre. Sus labios se secaron tanto que sangraban como si los hubieran cortado con cuchillos".

Cada cierto tiempo, los camiones hacían un alto. Los prisioneros aprovechaban para respirar, estirar las piernas y deshacerse de los cadáveres de quienes no habían soportado el viaje.

Días después, tras alcanzar al campo de exterminio, les encerraban durante meses sin que nadie les explicase su destino. Cuentan que los rusos sofocaban el ruido de sus disparos con unos motores que funcionaban sin pausa. Además, las ventanas estaban embadurnadas con cemento para que los polacos no intuyesen lo que ocurriría con ellos. "No pensábamos que fuera posible que los rusos nos matasen sin misericordia", aseguró Peszkowski.

Corría la primavera de 1940 cuando los soviéticos montaron su factoría del terror en un bosque de las afueras de Smolensk. La eficacia del sistema que idearon habría satisfecho al mismísimo Henry Ford.

Cada noche, los ejecutores chequeaban los datos de docenas de prisioneros, les ataban las muñecas a la espalda y los encerraban en una celda. Una vez allí, les pegaban un tiro en la nuca (sólo uno, había que ahorrar balas) y sacaban los cadáveres por otra puerta, donde les esperaban unos camiones. Así todos las días excepto uno: el Primero de Mayo, día del trabajador.

Hasta los verdugos tenían derecho a descansar.

En total,  20.000 polacos (21.768 es la cifra más citada) fueron asesinados en la matanza de Katyn. En teoría, no se les eligió al azar: los soviéticos, que ocupaban parte del país desde septiembre de 1939 (el resto estaba en manos nazis) les acusaban de ser "nacionalistas y contrarrevolucionarios" .

Bajo las órdenes de Laurenti Beria (mano derecha de Stalin), los rojos aniquilaron a 300 médicos, 200 pilotos, 100 escritores, 24 coroneles, dos generales y un príncipe.

De golpe, la élite polaca quedó diezmada. Así, las fosas comunes de esta arboleda se convirtieron en la metáfora del padecimiento de todo un pueblo.

Ese mismo sistema ya se había usado (con menos víctimas) antes en Madrid. Trataron de eliminar a toda la élite de escritores, intelectuales y profesionales liberales no socialistas de Madrid.
Concretamente en Paracuellos del Jarama y bajo la supervisión del progre Santiago Carrillo, protegido del juez Garzón.

Fue la cárcel de Porlier la escogida para entregar nuevos presos maniatados a las fosas de Paracuellos desde el día 17 y sucesivos, con sus noches, hasta el día 22 en que las otras prisiones vuelven a su negra actividad. De Porlier salieron ahora muy diversas personas.

Por estos días aparece un nuevo centro carcelario, enviando en masa a sus detenidos a la muerte, el llamado cuartel o checa “Spartacus”, establecido por el Comité rojo de la Guardia Civil en un convento de la calle de Santa Engracia. Servía de prisión a los miembros de aquel Instituto que consideraban desafectos, y en la tarde del 19 de noviembre “sacaron” dos centenares de Jefes, Oficiales, clases y números, con pretexto de traslado a Guadalajara, pero realmente para fusilarlos en las tapias de los cementerios de la Almudena y de Vicálvaro.

En los siguientes días, 25, 26, 28 y 29 hay nuevas sacas masivas de Porlier, en las que se incluye, casi al completo a una conocida familia madrileña, la del Notario, Alejandro Arizcun Moreno, 56 años, con sus cuatro hijos: Ramón, 28 años, Ingeniero; Francisco, 26, Abogado; Luis, 24, Médico, y Carlos, 17, estudiante.

En San Antón una gran saca el día 27, en la que fue el fotógrafo de prensa José Calvache, y otra mayor el día 28, la más conocida de esta prisión, por su número y por comprenderse en ella a D. Pedro Muñoz Seca, amarrado al P. Guillermo Llop, Prior de los Hermanos de San Juan de Dios de Ciempozuelos. .

La orden que autorizaba esta saca decía: D.G. de Seguridad. -Sírvase poner en libertad a los presos que se mencionan en la hoja adjunta y hoja 2.ª- Madrid, 27 de noviembre de 1936. El Delegado de Orden Publicó: firmado- Serrano Poncela, y comprendía un total de 110 nombres, entre ellos, además de Muñoz Seca y el Padre Llop, al Provincial de los Agustinos de Castilla, Avelino Rodríguez, con doce religiosos de su Orden. Y catorce Hermanos de San Juan de Dios: el Padre Juan Jesús Adrados, Maestro de Novicios, y otro Padre más con cinco Hermanos de la Comunidad, entre ellos el Hermano Clemente Díaz, de 75 años, cuatro novicios, dos postulantes y un donado. Y el artista-pintor José M.ª Angoloti, de 69 años, y los hermanos Diego y Manuel MacCrohon Jarava, de 23 y 24 años.

De la prisión de Ventas sacan el mismo día 28 otra expedición y una más de la de San Antón el día 29, en la que forman entre otros, el Abogado, José M.ª del Sol Jaquotot y sus hijos estudiantes José M.ª y Luis, de 20 y 18 años, y Arturo Soria, creador de la Ciudad Lineal. Y se prosigue al día siguiente 30 con otra enorme saca de más de 250 presos, en la que sucumbe la flor de la provincia agustiniana de Castilla, encabezados por el M. I. P. Mariano Revilla, Asistente General, y 51 religiosos, de ellos 25 Padres, 20 estudiantes o novicios y 6 hermanos. De los primeros, 5 eran Académicos de la Real de la Historia y 17 Profesores de Universidad.

Se calcula entre 6.000 y 8.000 los ejecutados en Madrid.

En ambos casos, eligen a gentes con estudios y destacados intelectuales.

Existe un escrito de un ex-ejecutor reclutado para Paracuellos, arrepentido hoy, que es mucho más espeluznante que lo de Katyn. Lo de Paracuellos está avalado por el testimonio de numerosos historiadores extranjero y por testigos como Stanley Painey, Orwell, Hough Thomas, el exministro republicano Manuel de Irujo, las Mamorias de Indalecio Prieto y la de un comunista al que llamaban con el alias de "El estudiante", y que actuaba como monaguillo de Carrillo a cambio de comida y alojamiento.

Tellagorri

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