04 junio 2018
Rui Gonzalez de Clavijo
Nadie contribuyó tanto a fraguar la leyenda de Samarcanda en Occidente como el español Ruy González de Clavijo, ayuda de cámara del rey Enrique III de Castilla, que visitó la ciudad en los albores del siglo XV al frente de una embajada enviada por su rey con una carta para el gran Tamerlán.
La embajada de Clavijo y el magnífico relato que hizo de los avatares de su aventura y de los grandes descubrimientos que le asombraron constituyen el primer ejemplo de literatura de viajes de las letras españolas.
Con Constantinopla cercada por los otomanos, el Imperio bizantino parecía vivir sus últimos días, cuando apareció en escena Tamerlán, señor de Samarcanda, que venía cosechando victorias desde Delhi a Damasco y derrotó a los ejércitos de Bayaceto en la batalla de Angora.
El 21 de mayo de 1403 embarcó en Puerto de Santa María una comitiva de una docena de hombres, entre los que se encontraban, además del citado Clavijo, fray Alonso Páez de Santamaría, Gómez de Salazar, que moriría en el viaje, y Alfonso Fernández de Mesa.
El trayecto que siguieron atravesó por mar todo el Mediterráneo, cruzó el Bósforo y llegó hasta Trebisonda, el puerto más oriental del mar Negro, donde, el 11 de abril de 1404, comenzó el viaje por tierra, que les llevaría a visitar las ciudades de Arzinjan, Erzurum, Aunique, Khoy, Tabriz, Sultaniyah, Teheran, Mamogan, Andkhuy, Valque, Termes, Kesh y, finalmente, Samarcanda, adonde llegaron el 8 de septiembre de 1404.
Tamerlán construyó un vasto imperio cuyos límites se extendían desde Anatolia hasta el océano Índico, y la relevancia de su figura es tal que traspasa los confines de varias civilizaciones entre dos épocas, la medieval y la renacentista.
Tamerlán escogió Samarcanda como su capital, y pronto esta ciudad, donde confluían las caravanas procedentes de Oriente y Occidente, con sus especias y exóticos perfumes, acabó convirtiéndose en la residencia de una corte de leyenda.
BIEN por Clavijo.
ResponderEliminarA los españoles la ciudad de SAMARCANDA nos suena a novela de ficción.
DON FERNANDO.
EliminarUn lanzado como hoy podrían serlo los astronautas.
Samarkanda, en el corazón de la ruta de la Seda, la antigua capital de un imperio que se extendía por toda Asia. La ciudad más icónica de Uzbekistán, cuyo sonoro nombre evoca oasis perdidos, mercancías preciosas y mil y una noches al abrigo de palacios.
ResponderEliminarDON ARISTIMUÑO
EliminarUna ciudad que nos cae lejos pero que era lo más avanzado del Mundo de aquella época.
Su rol de nudo caravanero es el que alimenta el mito de Samarkanda, aunque desde luego no es éste el único que le ha tocado asumir a esta ciudad que, con sus recién celebrados 2.750 años, es una de las más antiguas del mundo aún habitadas.
ResponderEliminarDON SANCHO
EliminarYa el propio Alejandro Magno sentía curiosidad por conocerla.
Eran otras epocas, con un mundo mas grande y mas riesgo en esas aventuras. Gente que le echaba muchos huevos, que duda cabe.
ResponderEliminarSEÑOR OGRO.
EliminarEfectivamente mucha testosterona se tenía que tener para lanzarse a aventuras de este estilo.
Aquellos viajes eran bastante más complicados y peligrosos que irse hoy a Marte.
ResponderEliminarDON TRECCE
EliminarEstoy de acuerdo : era más dificil y complicado hacer aquellos viajes que hoy organizar uno a Marte.