—Don Santiago, ¡cuénteme lo de Paracuellos…!
Dio una profunda calada a su pitillo, bebió un sorbo del licor escocés, se ajustó las gafas y me miró fijamente con una mirada heladora.
—¡Joven, déjelo, en otra ocasión!
A partir de ahí mantuve con Carrillo varios encuentros periodísticos y le invité a mis cursos universitarios e incluso fue prologuista de uno de mis libros. Murió sin relatarme lo que le pedí. No le agradaba el asunto. Poco tiempo antes de expirar mandó a Luis del Olmo "al infierno" cuando osó sacarle el escabroso asunto de Paracuellos.
El hispanista Paul Preston, no precisamente sospechoso de franquista, acaba de publicar una completa biografía sobre el dirigente comunista que ya a los 16 años se enfrentaba porra en mano a los jóvenes (años 30) que vendían el católico "El Debate".
Fueron 97 años vividos intensamente y permanentemente en primera fila política.La virtualidad del hispanista es que en 380 páginas destroza, con datos y pruebas, "las abundantes falsedades y confusiones deliberadas" que el comunista dejó escritas sobre sí mismo.
FERNANDO CLAUDIN |
PILAR BRAVO |
La suya fue una vida de fracasos sazonada por un "optimismo imperecedero" y recordada con mentiras, traiciones, ambición y pragmatismo adobado con altísimo concepto de sí mismo y de su inteligencia. Pasó de ser un agitador revolucionario a "apparatchik" comunista, líder estalinista y, a la postre, héroe nacional gracias a su contribución al restablecimiento de la democracia. Por el camino hubo muchas traiciones.
Especialmente despiadado se mostró Carrillo con Jorge Semprún ("Federico Sánchez"). Afirmaba que el combatiente antifranquista "mantenía vínculos oscuros con Henry Kissinger y Leónidas Breznev" a la vez. Carrillo utilizó al escritor de origen noble para los contactos en el interior en su etapa estalinista y luego lo expulsó del partido, junto con Claudín, porque sospechó que la propuesta de incluir a Javier Pradera en el comité de intelectuales tenía la intención de socavar su autoridad en el PCE.
Carrillo siempre tuvo obsesión con el que finalmente fuera ministro de Cultura con Felipe González. En el otoño de 1963 culminó su caída en desgracia sin reparar en calumnias absurdas propias de paranoicos. Suerte muy parecida corrió el que había sido una de sus correas de transmisión más sumisas y obedientes, Fernando Claudín. Carrillo le acusó de ser más "derechista que los democristianos" e impidió siquiera que su familia (Carmen y dos hijas) pudieran siquiera comer.
Utilizó a tres acólitos (Ignacio Gallego, que cobraba de la KGB, Gregorio López Raimundo, y Santiago Álvarez), para destruir a Semprún, que podía vivir de su oficio de escritor de éxito, y a Claudín. La liquidación de ambos le dio el poder absoluto en el PCE.
JOAN CAMORERA |
Un grupo de dirigentes conocidos como "renovadores" (Carlos Alonso Zalvídar, Pilar Bravo y su fiel y veterano Manuel Azcárate ) cree que no hay otra salida para el comunismo español que practicar la democracia interna y adoptar políticas flexibles y realistas a la sociedad. Los expulsó "manu militari".
Tampoco Nicolás Sartorius, partidario de estos últimos, corrió mejor suerte. Tuvo que dimitir. El PCE pasó de contar con un 11 por ciento de los votos a un 3,6 en las elecciones de 1982. Saltó por los aires.
Incluso su fiel "Gerardín" (Iglesias), al que designó como sucesor, se alineó "con los enemigos que no reconocían su liderazgo".
Lo relatado aquí son simples botones de muestra de sus "cadáveres" que cosechó regados por doquier, aunque su papel en la Transición le hizo pasar del enemigo número uno a tesoro nacional.
El 20 de septiembre del 2012 sus cenizas eran esparcidas en la costa de Gijón. En algún lugar le esperaban sus víctimas.-
Por Graciano Palomo
Ignacio Gallego, Enrique Curiel, Ramón Tamames, Nicolás Sartorius y Gerardo Iglesias |
carrillo noventa
Vaya elemento.
ResponderEliminarEl tipo más miserable de todo un siglo, Don Mamuna.
EliminarY a su muerte se le rindieron honores como si hubiera sido un héroe; aquí siempre se trabaja muy bien el género necrológico.
ResponderEliminarMuy buen artículo.
DON F.J.EUGENIO
EliminarSe le rindieron honores por causa de la CALIDAD de gobernantes que "habemus" y que son casi tan míseros como el homenajeado. No creo que el país en general guarde el más mínimo sentido de simpatía hacia los carniceros de la guerra civil.
Por otra parte, esta sociedad es funcionalmente analfabeta.
El, un miserable. Pero todos los que contribuyeron a su reaparición en nuestra historia, más miserables aún, me da igual cuales fueran sus intenciones.
ResponderEliminarTeníamos derecho a nuestra propia Historia, no a la de nuestros padres o nuestros abuelos y estos nauseabundos personajillos de la Transición nos hurtaron esa posibilidad. Espero que se reunan con él en el infierno más pronto que tarde.
DOÑA CANDELA
EliminarLlevas razón respecto a los que dirigieron la Transición y permitieron todo de todo incluso que este miserable figurara como uno más de los "hacedores" de la nueva "Democracia post franquista".
Pero los que figuran en la lista de sus colaboradores, y que los eliminó, fueron los únicos que ejercieron oposición al franquismo con claro riesgo de su piel, en tanto que el Jefe y la Pasionaria vivian en Moscú primero y en Rumanía después a salvo de todo.
Lo mismo sucedía con los jefes del Socialismo que vivían comodamente en Toulouse y en México, siendo unicamente Nicolás Redondo Urbieta el que fue condenado a 30 años de prisión de los que pasó más de 22. Los demás no asomaron la nariz.
Los que de verdad venian a España y creaban células comunistas y repartian consignas antifranquistas eran Jorge Semprúm, Enrique Múgica Herzoc , Montero y algunos más. A esos los liquidó Carrillo del Partido para que no le hicieran sombra. Y siempre desde la la lejanía de un país comunista. A muchos, como Camorera ( que se jugaba ser fusilado) el propio Carrillo los denunció a la policia franquista cuando los mandaba a España.
Ya posteriores comunistas fueron Sartorius, Curiel, Marcelino Camacho, Ramón Tamames, etc., Domingo Dominguín (hermano del torero Luis Miguel) y muchísimos intelectuales que no arriesgaban nunca nada de nada porque eran inofensivos para el franquismo.
Los lideres comunistas de la guerra como Lister vivieron en Moscú. Y los del Psoe como Llopis en Toulouse, o como Prieto en México.