11 abril 2013

Dos leyendas

Tanto Margaret Thatcher como Sarita Montiel son inmortales. Vivirán eternamente porque ya forman parte de la leyenda. Hace muchos años que forman parte de la leyenda. Hace tiempo que ya no eran ellas. Sus leyendas respectivas las habían superado.

La Thatcher vivirá siempre porque fue la mujer que más influyó en la historia del siglo XX ya que, aparte de conseguir poner en marcha a un Reino Unido que se asfixiaba en una gran crisis económica y de valores a causa de una izquierda trasnochada, heredera del mayo francés, que se creía en poder de la verdad y la razón y lo ejercía con mano de acero; de acabar con el poder dictatorial que ejercían unos sindicatos intransigentes que maniataban la economía del país y dar el paso definitivo hacia la derrota de un terrorismo que ensombrecía la vida de los británicos, la Primera Ministra británica contribuyó, junto a Ronald Reagan y el papa Juan Pablo II, a descorrer el Telón de Acero para que el mundo pudiera ver la miseria moral y económica que se escondía tras él.

Algo que la izquierda no le perdonó nunca porque la Caída del Muro de Berlín demostró que la teórica superioridad de la izquierda era una falacia y que, en el paraíso comunista, sólo existía miseria y corrupción.


Sarita Montiel, por su parte, vivirá siempre porque puso a España en Estados Unidos cuando más lo necesitaba sin saber cantar, sin saber bailar y declamando mal. Solo con su mirada.

Porque la Montiel tenía ojos de mujer fatal que la hacían irresistible. Posiblemente, los ojos más seductores del cine español. Sarita hablaba con los ojos y así nadie se daba cuenta que no tenía voz bonita. Y cantaba con los ojos y nadie se daba cuenta que no sabía.

Y se movía con los ojos para que nadie se diera cuenta que era bajita. Pero Sarita Montiel era tan atractiva que todo el mundo caía rendido a sus pies.

Y daba igual que fuese un científico insigne, un poeta de izquierdas, un famoso director de cine o un dentista... Los hombres la adoraban. Las mujeres la envidiaban y los travestis la imitaban. Era divina... Después se fabricó su propia leyenda y se convirtió en mito.

 

6 comentarios:

  1. La Sarita, además de cantar con los ojos, lo hacía con la lengua; alquien le había dicho que sacar la lenguita mientras cantaba era muy sexy.

    A la Margaret siempre la admiraré por pararle los pies a los sindicatos y a los militares argentinos.

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    1. DON BWANA
      Sí, por las dos razones que menciona también yo admiro a la Margarita. Cómo se echa de menos aquí una gobernanta o gobernante parecidos.

      Lo de la Montiel estaba todo relacionado con SU ROSTRO. Y se ganaba al público y a los productores de cine.

      Oí ayer en la radio que cuando vino a Madrid la MARÍA FELIX, gran dama del cine entonces, la única que fue a recibirla a Barajas, y con un taxi para trasladarla al hotel, fue la Sarita.

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  2. Suscribólo, aunque al lado de Maggie la Saritísima me dejaba bastante indiferente, precisamente por diva,no es el estilo que me gusta sin por ello menospreciar sus encantos y éxitos.

    La otra señora era todo un carácter por ser un ama de su casa con los pies en el suelo y la cabeza en su sitio (a pesar del exceso de laca)

    Los liberal-conservadores estamos de luto, pero todo occidental con sentido común debiera agradecer sus esfuerzos por la libertad y la seguridad de todos.

    Un saludazo

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    1. DOÑA MARIBELUCA
      No tienen nada que ver, a efectos de repercusiones sociales, la una con la otra. La única coincidencia entre ambas es que han muerto el mismo día.

      Como bien dices hemos perdido a la máxima representante del bien hacer de los liberales conservadores.

      A mí lo único que me hacía mucha gracia de la Sara era su MODO DE HABLAR, pausado, hombruno o de garganta ginebrera y puro habano, y el valor de internacionalizarse siendo una aldeana.

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  3. Pues vaya...una semana triste.

    Personalmente creo que, de esa época, Carmen Sevilla era la más guapa de todas las actrices españolas, la Saritísima me ponía nerviosa porque parecía un ninot pero siento su muerte.

    En cuanto a la Dama de hierro qué decir, ojalá tuviesemos la suerte, ahora, de tener una como ella, fuerte, desacomplejada y que verdaderamente sabía lo que quería para su país sin importarle el coste político. Ojalá tomaran nota los blandiblups que nos ejem.. gobiernan?, enpezando por la esfinge maragata, que no es Sarita pero igual lleva algún gen de esos..de la paraplejia enorme y flú...

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    1. DOÑA CANDELA
      Creo yo que la Sara se imponía por genio y rostro a todas las demás, aunque creo que tienes razón en que Carmen Sevilla era la más guapa.

      La otra es inimitable y no creo, como en el caso de Charles De Gaulle, que en otros "cienes" de años salga un gobernante parecido.

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