Hay quien dice que la felicidad no existe, pero la felicidad, ese instante, tiene muchos nombres y uno de ellos es Orient Express.
Así se leía en los rostros de aquellos afortunados que en la estación de Santa Lucía de Venecia aguardaban, expectantes, ante los diecisiete vagones acharolados del mítico Orient Express, con sus insignias de oro reluciente y con esas inscripciones (Compagnie Internationale des Wagons Lits et des Grands Express Europeens) capaces de hacer viajar, con sólo leerlas, al pasado más aristocrático y esnob de la Vieja Europa.
Fue un 4 de octubre de 1883 cuando el tren con dos coches-cama, un vagón restaurante espléndidamente equipado (con salón de fumadores incluido), tirado por una máquina exprés de la Chemin de Fer de L'Est, partía de la Gare de Strasbourg con destino Rumanía. En él viajaban cuarenta pasajeros invitados por el belga que hizo realidad el sueño de atravesar Europa en tren y decidió llamarlo Orient Express.
Más de un siglo después el mismo número de pasajeros se dispone a abandonar Venecia para llegar a Budapest, vía Viena, y terminar el recorrido, dejando atrás Munich y París, en la estación Victoria de Londres.
Un viaje de cuatro días de duración y muchos años de historia en el que revivir la magia del ferrocarril más lujoso del Viejo Continente.
Para ello hay que llegar a la estación con 90 minutos de antelación, que apenas son segundos cuando se ha esperado toda una vida para viajar en este tren legendario. El 'check-in' se realiza en un espacio habilitado entre las plataformas 1 y 2 con una delicadeza anacrónica; se deja el equipaje y, con todas las formalidades cumplimentadas, se toma un refrigerio en una sala contigua. El embarque tiene lugar 20 minutos antes de la hora de salida.
La puntualidad manda y a las 18:35 horas el tren comienza lentamente a dejar atrás a la indolente Venecia. El equipaje ya estaba en el compartimento antes de subir al vagón, donde un sobrecargo británico informa personalmente a los pasajeros a los que ha sido asignado de todas las formalidades del viaje (a él se entregará el pasaporte pues el personal de a bordo se encarga de los trámites en los pasos fronterizos) y funcionalidades del compartimento (timbre incluido, que con sólo pulsarlo hará que éste aparezca como por arte de magia).
Los compartimentos, donde antes se alojaron reyes y reinas, marajás y sultanes, aristócratas y 'bon vivants', así como James Bond (en Desde Rusia con Amor) o el detective Hercules Poirot, es de marquetería lacada en una reluciente madera de caoba.
Delicadas tulipas de cristal iluminarán la estancia cuando la noche caiga sobre Europa y, para entonces, el cómodo sofá con su tapicería de época se habrá convertido (por obra y gracia del 'steward') en una cama de ensueño. El compartimento también posee una mesita donde se servirá el té por la tarde o el desayuno por la mañana, así como un lavabo (discretamente oculto tras unas portezuelas).
Cuenta Mauricio Wiesenthal, excelso cronista de unos tiempos que ya no volverán, que hasta 1850 no hubo ningún genio que pensase en las necesidades (fisiológicas) del viajero de ferrocarril... Y que fue la reina Victoria de Inglaterra la que estrenó el primer tren con 'toilettes'.
El Venice Simplon Orient Express conserva los aseos en ambos extremos del coche-cama (en el que no faltan flores, jabones perfumados y toallas siempre limpias, pues un empleado se encarga de arreglar el baño prácticamente después de cada uso) pero, como en la época victoriana, no cuenta con duchas al tratarse de los vagones originales que se remontan a comienzos del siglo XX.
No mucho tiempo después de haber abandonado Venecia con destino a Viena llega la hora de vestirse para la cena. Antes habrá pasado por el compartimento el 'maître d' hôtel' para anotar la reserva de mesa y el turno de servicio en uno de los tres coches-restaurante. 'Côte d' Azur', 'Etoile du Sud' y la 'Voiture Chinoise' son sus nombres.
Cada uno rememora un ambiente diferente con las tonalidades de los terciopelos de las cortinas y butacas, pero siempre llevan al mismo lugar: a aquella dorada Belle Époque en la que la suave luz de la tulipas convertía en oro el bronce de los apliques, hacía refulgir la delicada marquetería de caoba y resplandecía en la cristalería de las mesas, entre el murmullo de las animadas conversaciones de los comensales.
Así sucede también ahora, mientras los camareros, ataviados con sus impecables uniformes, sirven delicias con la gracilidad propia de expertos bailarines. Y también como entonces, los pasajeros degustan su cena vestidos elegantemente, pues pocas normas rigen en este tren pero la etiqueta en el vestir es una de ellas.
Así, los hombres lucen esmoquin o, en su defecto, traje y corbata, y las mujeres llevan sus mejores galas como sucedía cuando se sentaba en ese mismo vagón-restaurante la poética reina María de Rumanía o cuando le daba al rey Boris III de Bulgaria, entusiasta de los ferrocarriles, por hacerse cargo del control de la máquina... Era la época dorada de un ferrocarril destinado a convertirse en "el tren de los reyes, el rey de los trenes".
Ajenos o no al peso de la Historia los pasajeros disfrutan de la cena. Algunos son norteamericanos. Otros son recién casados en su viaje de luna de miel; también está el joven matrimonio de una japonesa y un británico que reside en Moscú y ha decidido llegar así a Londres para visitar a la familia, o la pareja de parisinos, incluso la gran familia de Holanda, con abuela y nieta incluidas...
Cuando su cena termine todos acudirán al Bar-Car, situado entre los coches-cama y los vagones-restaurante. Allí con la música de piano en vivo se servirán cócteles hasta que el cuerpo aguante y todos irán intimando poco a poco. Y en eso también será como en el pasado, cuando el Orient Express era el último salón de Europa, "donde podía comenzarse una fiesta en Londres, continuarla en París o en Bucarest para acabarla en Estambul. Y cerrar la cortinilla cuando uno se cansaba de ver mundo...", como escribe Wiesenthal.
El americano abandonó en Viena. Y es que el pasaje escoge de antemano la estación en la que subirse o bajarse del tren, de modo que el trayecto no siempre se realiza con el mismo número de pasajeros. Los que prosigueron hasta Budapest pudieron disfrutar tranquilamente del desayuno en su compartimento, salir a estirar las piernas -y/o fumarse un cigarrito- en el andén de la estación de Viena, donde el tren se detuvo unos minutos, mientras que el 'steward' devolvía a los compartimentos su apariencia diurna.
Horas después se sirvió la comida con el mismo procedimiento que la cena de la noche anterior (aunque alternando de vagón-restaurante) para acabar llegando a la estación Nyugati de Budapest a primera hora de la tarde.
La Estación del Oeste de la capital húngara, con su impresionante arquitectura de finales del XIX firmada por Eiffel, es el escenario idóneo donde abandonar temporalmente el Orient Express. Aquí la vida de los pasajeros del tren se separa porque hasta dos días después los vagones azules y dorados no volverán a partir rumbo a Londres. Y como en la época dorada del Orient, en la que los pasajeros que llegaban a Estambul iban directos a alojarse al Pera Palace, en Budapest muchos de ellos se encontrarán media hora después en la recepción del Gresham Palace.
El Gresham Palace de la cadena Four Seasons es, sin duda, uno de los hoteles más impresionantes del mundo en una de las ciudades más monumentales del mundo. Levanta su perfil Art Decó sobre las aguas del Danubio, con el Castillo de Buda en frente y el Puente de las Cadenas a sus pies. Es el punto de partida ideal para recorrer esta ciudad llena de lugares imprescindibles (el castillo de Buda y la iglesia de San Estaban, el edificio del Parlamento y la Catedral, el bulevar Andrássy y la Ópera, la plaza de los Héroes y el parque de Városliget, próximo a los baños de Szécheny, etc...), fruto de su rica historia.
Dos días nunca son suficientes para disfrutar del encanto de Budapest pero en el Orient Express la puntualidad manda y a las 09.10 horas está previsto que el tren abandone Nyugati rumbo a París. Durante todo el día el expreso atravesará Europa (Viena, Salzburgo, Munich, Stuttgart, Estrasburgo, Nancy). Mientras los pasajeros se entregan a las delicias de la gastronomía de a bordo, verán pasar el continente desde sus ventanas, rememorando la época en la que el tren en el que viajan era el escenario de intrigas políticas protagonizadas por espías, como las de una joven holandesa conocida como Mata Hari, que precisamente cosechó en estos elegantes vagones sus mejores informes.
Una de sus más afamadas pasajeras Agatha Christie dió a la posteridad un clásico del género vinculado ya para siempre a este mítico tren. Aunque a decir verdad, 'Asesinato en el Orient Express' originariamente no se llamaba así, sino 'Murder in the Calais Coach' (1934), en referencia a un 'wagon-lit' que partía de Inglaterra hacia el Cuerno de Oro. Y los coches Pullman que aparecen en la película homónima nunca formaron parte del tren.
A la mañana siguiente, tras un desayuno a base de té o café, zumo de naranaja, ensalada de frutas, tostadas y bollería servido en el compartimento, el tren hace su aparición en la Gare de l'Est, en el décimo 'arrondissement' de París. Con la fisonomía arquitectónica del barón Haussman como telón de fondo, el Venice Simplon Orient Express se detiene durante 45 minutos. En este tiempo algunos pasajeros darán por concluido su viaje, mientras que otros lo iniciarán con Londres como destino final.
Y entre el subir y bajar de pasajeros y equipajes, los 'chefs' del tren comenzarán a abastecerse para preparar la comida antes de llegar a Calais. Frutas, verduras, langostas, foie, pan... el trasiego de mercancías frescas, que se pesan, se estudian, se cargan en las cocinas del tren, conforman un auténtico espectáculo que sólo será equiparable a la comida, en la que todos esos alimentos convertidos en platos sofisticados.
Cada vagón posee un nombre propio y, por tanto, su propia historia. Así, 'Minerva' luce la marquetería eduardiana, 'Zena' se utilizó para el rodaje de la película 'Agatha' (1976), y 'Perseus', reservado tradicionalmente para la realeza y para los jefes de estado (de hecho, se utilizó en la coronación de la reina Isabel II), fue el coche funerario de Winston Churchill.
Que vuesas mercedes sueñen con el Orient Express. Los precios parten de los 690 euros por persona hasta los 6.580 euros para el trayecto París-Estambul. Las reservas pueden hacerse para un viaje completo o para tramos del trayecto.
Lástima que no pasa por Alcalá de Henares o Complutum, ya que tienen tranvía pero no tienen tren, caramba, si no fuera por las olas, caramba. Pero tampoco tienen olas, caramba.
Tellagorri
orient express
Pero bueno, tú qué pretendes, ponernos los dientes largos ¿verdad?
ResponderEliminarQué maravilla, y qué lujazo, este tren viene a ser como el Titanic pero sin zona para pobres.
Cómo me hubiera gustado tener dinero y vivir a principios del siglo XX, cambiarme para la cena y dudar sobre qué broche pega más a mi tocado.
Pero en fin, como eso no va a ser, me tengo que conformar con cenar lechuga en pijama. Quizá en una próxima vida, quién sabe.
PD.- Al menos tenemos el AVE en Córdoba.
DOÑA
ResponderEliminarNo te lamentes que aún estás a tiempo de hacer un viajecito en ese tren (mucho mejor que el de Santa Marta) porque sigue funcionando. Total de Budapest a Estambul recorriendo toda Europa te sale por unos 2.600 euritos, que multiplicados por dos (tu señor marido) sólo te sale por 5.200 euros.
Y te podrás poner un bonito broche cada noche para ir a cenar, con largos vestidos, e incluso sombrero cordobés.
En esta vida lo que menos importa es el dinero. Te afilias al Psoe cordobés y te regalan el viajecito.
Pues yo vi el Orient Express aparcado en Viena cuando hice el interrail, que también es un viaje por Europa en tren pero en plan mochilero. Yo lo hice (el interrail) con 18 años y 4 amigos, pasamos por Francia, Benelux, Alemania, Austria y Suiza y de vuelta por Francia hasta MadriZ, 1 mes viajando por Europa con mochila a la espalda y durmiendo en albergues de poca monta, pero una experiencia increíble...conocimos 25 ciudades del viejo continente...para el orient express esperaré a afiliarme al PSOE y ser alcalde de algún pueblucho para llenarme de prebendas.
ResponderEliminarCasualidades de la vida, hace un par de semanas estuve ojeando la web de esta gente para echarle un vistazo al recorrido Venecia-París-Londres (por si algún día la princesa nos deja), viajar en ten es un placer, y si tienes a tu alcance joyas como esa se disfruta más.
ResponderEliminarPero antes de ese viajecito tengo uno pendiente que vi hace un par de años, y es un tren que viaja de costa a costa en Canadá, al módico precio de 6000-7000 euros por persona, pero no hay problema, voy esta misma tarde a sacarme el carné del psoe, así que algo trinco por la patilla fijo (acabo de leerme los comentarios precedentes y veo que el gran Carolvs pretende financiarse de modo similar, es lo que nos pasa a los genios, que a veces compartimos ideas).
Pues hablando de trenes especiales, cuando estuve mirando algunos como el de Canadá había uno por las tierras de Elena que por 4 días te "soplaban" cerca de 4000 euros... me imagino que sería para altos cargos de la Junta
ResponderEliminarCAROLVS
ResponderEliminarSí señor, así hay que ser a los 18 ó 20 años : salir de la aldeanada local y recorrer parte de Europa para conocer la mentalidad y modo de vida de las gentes.
Cuando yo tenía 20 años un verano me recorrí París y el sur de Alemania y parte de Suiza en plan de albergues estudiantiles ( eran muy baratos) y en tren.
En París conocí, en un albergue internacional de chicos y chicas de innumerables países, a un tipo simpatiquísimo que hablaba cuatro o cinco idiomas y simultaneamente mantenía conversación conmigo con alemanes, daneses, ingleses y holandeses. Era de Madrid y decía que se dedicaba a escribir guiones de cine.
Luego resultó ser, muchos años después me dí cuenta, JORGE SEMPRUM el escritor que Felipe nombró ministro de Cultura y al que Semprúm tras unos meses en el ministerio mandó a hacer puñetas.
Escribió varios libros y uno de éxito se llamaba "Memorias de Federico" o algo así y relataba cómo vivíó el franquismo en Paris afiliado al Partido Comunista y visitando la España franquista cada tres meses para conspirar contra el Régimen y a las órdenes de Carrillo. También mandó a hacer puñetas al Carrillo y al "Partido".
ISRA
ResponderEliminarNo te falta tiempo ni nada para que la "princesa" te deje y se vaya por su cuenta. Pero no está mal ir planificando la jubilación aunque luego casi nada se cumple por imperativos de la vida.
Cuando te saques el carnete del Trinque leete un libro de Javier Reverte titulado "El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá". (2009), antes de visitar Canadá y ese viaje en tren porque también habla de eso.
ISRA
ResponderEliminarAhhh, se me olvidaba. Córdoba sí tiene tren, como Santa Marta, y además el AVE, cosa que tú no puedes decir de tu pueblo, por mucho que presumas de él.
Como lectora compulsiva de Agatha Christie, vicio que me contagió mi madre, el día que me enteré de que el Orient Express circulaba de nuevo, me prometí que no me moriría sin hacer el viaje completo. Pero para hacer ese viaje y disfrutarlo es preciso ir relajado y sin pensar qué "gracietas" te puedes encontrar a la vuelta.
ResponderEliminarQue pena que no exista Hercules Poirot, el detective con cabeza de huevo que resolvía crímenes concentrándose con sus castillos de naipes, mucho mejor que James Bond, sin duda.
Debe ser una gozada.
No hace falta carnet de la pesoe, cuando los hijos se emancipan, con el dinero que ahorras te da para eso y más, de momento todo se lo tragan ellos, o casi..
ResponderEliminarAhora que habláis de Reverte, no sé si sabéis que lo han denunciado por plagio. Se trata de un gión que hizo para la película "Gitano" cuyo protagonista es el cordobés Joaquín Cortés.
ResponderEliminarDOÑA CANDELA
ResponderEliminarNo te mueras sin montar en el Orient Express y que disfrutes.
Es cierto que cuando los hijos se casan se ahorra muchísimo y los gastos son mínimos en las casas, empezando por el teléfono.
Sí, también a mí me gustaban las novelas sobre Hercules Poirot. Tenían buen gusto e ironía a raudales.
DOÑA ELENA
ResponderEliminarEse Reverte denunciado por plagio es ARTURO no Javier Reverte.
En cualquier caso no me creo que Arturo haya plagiado a nadie porque no lo necesita y lo tiene demostrado semanalmente con sus artículos.
No lo tenemos ni lo necesitamos Tella, es lo que tiene estar mejor comunicado que muchas capitales de provincia... las ventajas de estar a 15 minutos de la capital del reino.
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