Llevaba tatuajes de su película preferida, "Depredador", y decía que imitaría a los extraterrestres que en la pantalla decapitaban a humanos. El viernes 13, lo hizo. "Soy Dios, soy Dios", gritaba el búlgaro con la cabeza de su víctima en la mano.
Jugar a ser Dios con un cuchillo jamonero. Hacer justicia divina en un bazar chino de todo a 100. Decidir al azar quién va a ser tu víctima… y cortarle la cabeza.
Deyan Valentinov Deyanov es el autodenominado "mesías" que decapitó el pasado viernes 13, el día de la mala suerte en la cultura anglosajona, a la británica Jennifer Mills. Y puso así a Tenerife en el mapa de los crímenes más truculentos que se recuerdan en España.
Tres minutos. Poco más de lo que se emplea en pedir un menú en un restaurante de comida rápida. Justo lo que tardó Deyan en deslizar la hoja de metal del cuchillo, una y otra vez, en el cuello de Jennifer hasta separar cabeza y cuerpo.
Ese viernes amaneció en la localidad de Los Cristianos, en el municipio tinerfeño de Arona, como cualquier otro día. En este paraíso de vacaciones de turistas europeos, especialmente británicos, en el que viven unas 20.000 personas, Jennifer, de 60 años, pasaba largas temporadas aprovechando los beneficios del clima. Esa es la razón por la que hace 10 años compró para su retiro un apartamento en la urbanización Port Royal, en la ladera de la montaña de Guaza, muy cerca del edificio Valdés Center en el que está el comercio chino donde perdió la vida.
No lejos de allí, sobre las 10 de la mañana, Deyanov, un joven búlgaro indigente de 28 años, entró en un supermercado de Los Cristianos pidiendo un cuchillo "así de grande", mientras acompañaba la petición separando sus manos casi medio metro.
"¿Para qué lo quieres?", le preguntó Carlos, el dueño del local.
"Para matar a alguien", le contestó. Al pensar que era una broma, el comerciante lo echó de la tienda.
Deyan se dirigió entonces a la parte alta de Los Cristianos, a unos cientos de metros de distancia, y entró como un comprador más en un bazar chino. Cogió un cuchillo jamonero de hoja fina de uno de los estantes y por primera vez cruzó sus ojos con los de Jennifer Mills, quien sin dar mayor importancia, siguió a lo suyo.
Instantes después, al volver a mirarlo y darse cuenta de lo que llevaba en la mano, se sobresaltó. Ahí empezó y acabó todo. Él se abalanzó sobre ella, la tumbó en el suelo de espaldas y agarró su cabeza. Sin mediar palabra comenzó a cortársela, viva; sin ninguna puñalada ni golpe previo.
Los gritos de la mujer hicieron que una pareja mayor que se encontraba en la tienda se acercara a intentar rescatarla. Pero al comprobar lo macabro de la escena huyó despavorida junto a los empleados del local, mientras gritaban espantados: "¡Killer!, ¡asesino!, ¡están matando a alguien!".
Dentro, el agresor continuaba cortando por el cuello a la mujer hasta terminar su trabajo durante unos 180 largos segundos. Así lo relatan quienes han podido ver las durísimas imágenes grabadas por las cámaras de seguridad del comercio, en poder de la juez.
Hubo alguien más que pudo contemplar la escena. Un enfermero del centro de salud que hay a pocos metros, quien, alertado por los gritos, entró en la tienda mientras el agresor terminaba de separar la cabeza del cuerpo. Llegó, vio y salió de nuevo con la misma rapidez con la que entró con el rostro pálido de la impresión que le causó la dantesca escena.
Casi simultáneamente, por la otra puerta de la tienda, salía Deyanov. Llevaba la cabeza en su mano, exhibiéndola como trofeo y en la otra el cuchillo. Mientras caminaba por la calle gritaba: "Soy Dios, soy Dios".
Logró recorrer unos metros antes de que uno de los vigilantes jurados del Registro de la Propiedad, justo enfrente de la tienda, tratara de reducirlo. Ese vigilante, Tony, cuenta que lo vio de frente y que con su arma reglamentaria comenzó a golpearle "en la mano que llevaba la cabeza para que la soltara".
Consiguió que dejara caer la cabeza, y ésta rodó varios metros por el suelo, mientras Deyan huía. Más adelante, varios transeúntes lograron reducirlo y retenerlo hasta que llegó la policía. Alguien tapó con una pequeña manta la cabeza que yacía sobre la acera.
La reacción de quienes estaban en el lugar en el momento en el que el asesino caminaba sosteniendo la cabeza, son la muestra del estupor que provocó la imagen. Un repartidor de snacks (chuches y frutos secos) que al contemplar por el retrovisor de su furgoneta la escena, arrancaba su vehículo para marcharse lo más rápido posible de allí preso del miedo.
Deyan lucía en uno de sus brazos grandes tatuajes alusivos a su película preferida, Depredador, una cinta de 1987 protagonizada por Arnold Schwarzenegger que le marcó para siempre.
Deyan Deyanov había estado en varias ocasiones en la isla. Desde octubre de 2010, un chalé abandonado de la avenida marítima de Los Cristianos era su hogar. Una Biblia, una foto de Jesús colocada sobre unos bloques de cemento a modo de altar, varias camisetas de propaganda y un paquete de tabaco de liar eran sus pocas pertenencias.
La infancia de Deyan en nada se parece a lo que sería su vida posterior. Cambió el dinero y sus casas lujosas por las drogas y la vida en la calle. El joven búlgaro era hijo de un empresario y funcionario del Partido Comunista en su país. Su familia gozaba de una posición acomodada en la localidad de Ruse, una de las grandes ciudades de Bulgaria. La caída del comunismo a finales de los 80 supuso también el desplome familiar. Deyan, que desde hacía años se dedicaba a las drogas, cayó por completo en las redes de la heroína y otras sustancias. Su comportamiento violento no era desconocido por las autoridades búlgaras, que lo consideraban un peligro público.
Nadia Milanova, con quien tuvo una hija hace ahora siete años, afirma que vivía con el pensamiento constante de que iba a matarla. La madre de esta joven ha relatado que cuando el bebé de ambos tenía apenas unos meses, él cogió un cuchillo y le dijo a su hija: "Tú decides quién muere, el bebé o tú".
El siguiente capítulo de su vida se escribe en el Reino Unido, donde pasó una temporada visitando a una hermana y una tía. En ese tiempo llegó a estar ingresado varios meses en un hospital psiquiátrico de Gales por su comportamiento agresivo. Allí mantuvo una relación, durante varios meses, con Raquel, una joven cuyo relato coincide con el de todos aquellos que han tenido contacto con él: el de un joven violento con serios problemas de drogadicción que una vez trató de estrangularla porque se negó a llamarle "Dios".
Las autoridades inglesas aún tratan de explicar porqué Deyan, con graves problemas mentales, estaba en la calle y no en un hospital psiquiátrico. De hecho, se ha abierto una investigación para esclarecer si se le dio el alta médica o fue él quien se fugó. De una manera o de otra, el destino o quizá el azar, lo llevó a Tenerife, adonde llegó en octubre de 2010.
Qué curioso que a todos estos locos les dé por matar y disponer de la vida de los demás como si de Dios se tratase; a ninguno le da por doblar el lomo y trabajar a destajo la tierra o por meterse en una mina y picar sin descanso.
ResponderEliminarSupongo que cuando su familia perdió los privilegios y lujos que le permitía el partido comunista de su país (que manda güe...), también perdió la cabeza, y es que debe ser muy duro dejar de ser comunista.
Ayer no comenté el tema del ácido, y aprovechando lo de hoy, quiero dar opinión. Nuestra cultura de raíces cristianas, niega el ojo por ojo, pero quien más quien menos, según la ocasión, naturalmente que lo apoya, aunque sea en un arresto de ira.
ResponderEliminarPersonalmente, siempre me he puesto en contra de la pena de muerte, no por motivos humanitarios, sino porque el hombre tiende al equívoco, y hay sentencias que no tienen vuelta atrás. Y esto lo aplico a casos como lo del ácido por ejemplo.
Pero dicho, he de decir muy claro, que yo no tendría problemas morales para coger a quien echa (por despecho amoroso) ácido a la cara de otra persona y dejarle parapléjico a golpes. Y no tendría problema moral para coger a este carnicero con ínfulas divinas, y electrocutarlo hasta dejarlo bien tostado.
Porque lo que debería primar en el análisis es la empatía con la víctima. Todos tendemos al racionalismo, a intentar "no ser como el agresor", pero digo yo, ¿no tiene esa actitud un tanto de orgullo que nos ciega?.
La sociedad tiene muchas necesidades y la obligación de autodefenderse, y los medios son limitados. Jamás entenderé porque tratamos tan bien a ciertas escorias. No entenderé jamás esas cárceles-hotel, esa farsa de la reinserción, ese trato con pluma de cisne a auténticos bárbaros, que si por mi fuera trabajarían con pico de sol a sol y comerían lo que plantaran en un tiesto abonado con su propia mierda.
DOÑA ELENA
ResponderEliminarTodo el que sea crea que es Díos que se corte su propia cabeza y luego intente resucitar. Y que dejen en paz a los restantes mortales.
Como comentas, dejar las prebendas y lujos de ser capitoste comunista debe de ser tremendo, y me temo que algo parecido les pasa a los de aquí que van a dejar los chollos. Menudos dramas para Pepiños y cía., aunque sospecho que ya van con los riñones muy forrados para el futuro.
SEÑOR OGRO
ResponderEliminarSí, el cuerpo pide que se les aplique, a los autores, el mismo tratamiento que han utilizado ellos. Pero desde la perspectiva de nuestra "avanzada" civilización de derechos humanos no es lo adecuado.
En cualquier caso sigo también siendo partidario como tú de que se apliquen las sanciones al estilo Dakota del Norte o de Nebraska. Con la imposibilidad de evitar las penas por razón de teorías amariconadas de reinserciones y parecidas.
Al japuta éste de búlgaro habría que hacerle lo que hizo él : cortarle poco a poco y en vivo la cabeza de beneficiado comunista venido a menos.
De entrada me cago en la putísima calavera de ese cabrón.
ResponderEliminarHay gentuza que está como las chotas y alguien en Tenerife lo ha visto y no ha hecho nada (me refiero al hecho de tener a un loco por las calles).
Yo no sé si es muy crstiano el ojo por ojo pero es necesario... bueno no, el asesino debe sufrir lentamente y muchísimo más que su víctima.
Te felicito porque te habrás quedado a gusto, mientras leía la decapitación apretaba tanto el culo que no me entraba una lenteja de canto.
Eso pasa por las memeces progres de cerrar frenopáticos (y que la droga es malísima para la neurona, fíjate en los porreretes hortofrutícolas de Sol)
ResponderEliminarISRA
ResponderEliminarEstas cosas, aunque reales, son como los de las pelis esas de Terror que tanto te gustan.
Fíjate que el tío se dedica a cortarle la cabeza en directo en directo estando viva y consciente, durante los TRES MINUTOS que tarda en quedarse con ella en la mano.
Todo por haber perdido las prebendas de cargo de su papi.
¿Hay mucho niño de papa con cargo sociata y chalete en tu pueblo? Si es afirmativo mucho ojo con entrar en un chino de todo a 100.
DOÑA MARIBELUCA
ResponderEliminarClaro, ahora no está de moda tener a los locos en frenopáticos, los dejan en sus casita y paseando por la calles.
Si encima el drogarse es más normal que no hacerlo entre esta gente de menos de 35 años, pues el pastel que nos espera es pleno.
Espero que a los parafrénicos salientes no les de por decapitar a la gente, porque son tantos que la calle y los localitos iban a quedar hechos unos zorros.
ResponderEliminarHombre, en este caso es evidente que se trata de un loco, el abuso de las drogas en psicóticos suele dar estos resultados. Lo que a mí me guararía saber es porqué está en la calle, porque los responsables son los que permiten que solo se acepte el ingreso en un psiquiatrico en la fase aguda de la enfermedad, y luego a la calle.
Te asombraría la cantidad de esos que andan por ahí sueltos, muchos muy normalitos aparentemente, y sin tatuajes. Si lo que no entiendo es como esto no ocurre con más frecuencia.
Por cierto, no somos tan malas. Yo soy de las que si puedo evitar pisar a una hormiga lo hago, pero también soy "del que la hace la paga", por eso me ponía en el lugar de la del ácido.
(La tenía ya copia)
;)
Javier, con crome te puedo comentar a tí, pero ahora no a Natalia ni en otros. Ella está teniendo problemas raros también, me tocará llamar a un informático porque no entiendo qué pasa.
ResponderEliminarDOÑA CANDELA
ResponderEliminarNo, no me asombro de la cantidad de gentío muy pirado que circula por las calles porque cada vez hay más droga y más enganchado. Incluso los jubilatas que ni saben lo que es un chute, están semi-drogados con la cantidad píldoras que les recetan y se les ve ir por las calles hablando solos. Y algunos hasta se contestan así mismos.
Pero los que han tenido episodios de vilencia y consta en antecedentes, debieran de estar encerrados sabiendo que siendo vilentos y drogados son una bomba. Me imagino que nadie tiene interés alguno de preocuparse por el tema porque el horario laboral no admite esos temas ni entre psiquiatras.
En San Sebastián hubo una cirujana que la veían hablar a su portatil apagado como si estuviera conversando con alguien. Y un día salió a un pasillo del hospital y se cargó a media docena de personas con su bisturí.
Pero nadie quiso intervenir antes cuando era evidente que estaba pirada del todo.
No decía que las mujeres seaís malas, sino mandonas por genes. Por ello, supongo, los santos varones del Vaticano no han querido nunca como cardenales colegas a mulleres.
Respecto al navegador, hace cosa de un mes a mí me sucedía lo mismo. Empecé a usar el Chrome un par de días y a continuación Blogger me admitió el uso de Firefox. Y desde entonces no tengo problemas. No creo que sea asunto de informáticos sino de fallos de Goggler. Que lleva ya una larga temporada más psicótica que todos los ingresados en frenopáticos.
Están esos locos en la calle porque no hay sitio para más en los psiquiátricos y porque el gobierno pasa de desviar dinero a eso, prefieren guardárselo en los bolsillos.
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