Piensen vuesas mercedes en que el Holocausto no se habría podido llevar a cabo con tanta eficacia de no haber sido por la colaboración de miles de empleados del ferrocarril, carteros, funcionarios del censo y policias municipales, que quizá no eran nazis y muchos de ellos no sentían manía contra los judios, pero cumplieron con su trabajo diligentemente por la simple razón de que se lo ordenaban sus superiores.
No se les ocurrió falsificar un número, traspapelar un documento o boicotear un convoy.
Mucho de eso sucede con los funcionarios y jueces del sistema zapaterista. Y es que hasta para quebrar y arruinar a un país como España también se necesita mucha colaboración de muchos españoles canallas, especialmente ropones.
Porque la historia de las decepciones es tan vieja como Homero. Y no deja de repetirse.
Hace veinte años, después de veintisiete de cárcel, Nelson Mandela salía en libertad para poner en marcha uno de los más esperanzadores acontecimientos históricos de finales del siglo pasado. Tras una compleja negociación política con el Gobierno racista del apartheid, Mandela llegó a la presidencia y consiguió unir al que había sido el país más dividido del mundo.
Hoy, la ilusión de aquel comienzo ya no existe. Hoy, las clases dirigentes del Congreso Nacional Africano (ANC) viven entregadas a la cultura del lujo y la ostentación. Todo esto, en un país asfixiado por la delincuencia y la corrupción municipal, un país que sigue siendo un océano de pobreza.
Desde el fondo de la experiencia, hora es de que no hagamos caso a ninguna propuesta de los fantoches y majaderos de todo tipo circulando por los comederos de la mamandurria. Mejor que seamos conscientes de que la política es un arte de realidades y no un fumadero de opio.
Una lección que, tras siete años de políticas de imagen, algunos españoles también empiecen a entender ahora lo que es un bluff que ha desembocado en el mayor recorte social de la historia de nuestra democracia.
Viendo la incorregible y fatal ceguera del inepto Zapatero, que durante tres años perdió todo contacto con la realidad que nos acosaba, y que ahora parece creer que puede hacer de pronto lo contrario de lo que defendía hasta la víspera y seguir como si nada.
Voy a terminar diciendo lo que ya sabe todo el mundo : este es un país de catetos y palurdos, obcecados y cerriles como nadie. Un país de ignorantes que se enorgullecen de su ignorancia y hasta alardean de ella. Un país de sumisos que presumen de rebeldes, que se reconforta en su propia y grosera pequeñez.
Así es el país en su conjunto a pesar de la existencia de brillantes blogueros y periodistas e incluso profesores no contaminados. Por tanto, hay que resignarse a aceptar que, por muchas glorias militares y epopeyas individuales o colectivas del pasado, estamos mucho más próximos a los países del Norte de Africa que de los europeos de retaguardia. Hasta Portugal o Grecia tienen, hoy, una población más activa en lo analítico de sus gobernantes.
Tellagorri
hay demasiado cplaboracionista
Si elpaís es un desastre es porque el pueblo lo está permitiendo, y es hora de decir BASTA!
ResponderEliminarEstas criticas de ilustres blogueros deberían ser el inicio de la red-volución. Si conociera Madrid ya te estaría diciendo donde y cuando hacer una manifestación.
Un abrazo
MATHU
ResponderEliminarEste pueblo está acobardado y dormido. Necesita con urgencia una SUBLEVACIÓN POPULAR que arrase con la clase política actual.
No sé como se puede producir pero los blogueros serios estamos clamando por ello desde hace mucho.
Y lo peor es que conforme van pasando los años las generaciones se vuelven más conformistas, más apáticas y más pasotas.
ResponderEliminarPoco podemos esperar de unos jóvenes que jamás han luchado por conseguir nada, y que no valoran el esfuerzo ni tienen afán de superación.
Un abrazo.
DOÑA ELENA
ResponderEliminarY para "pior" aún, lo que tú dices : que cada generación que se sucede vive con menos preocupaciones y menos responsabilidades y más desligada de todo que sea ajeno a sus caprichos personales.