Monstruos payasos africanos

Todos los déspotas africanos han resultado unos monstruos o unos payasos. Todos fueron genocidas y ladrones. Y todos tuvieron una decadencia feliz en el exilio y han muerto en la cama. La mayoría eran negros como su alma.

Y si es cierto que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, el argumento es reversible y cuando se trata de sinvergüenzas, también detrás existe una mujer sinvergüenza.
En el caso de Ben Ali y su vituperada Leila, resulta paradigmático. Acaso la diferencia entre unos y otros se halle en el discreto encanto del dictador tunecino y en su bajísimo perfil, destello de su inteligencia.

Lo que ha llevado a Sarkozy a montar en cólera y a pensar que sus espías son una cuadrilla de vendimiadores. Se enteró de la huida cuando Ben Ali llamó a su puerta pidiéndole asilo político.

Está claro que tanto el déspota como su esposa habían urdido la escapada con los detalles del asalto a un furgón blindado. La maquiavélica señora fue vendiendo el país del que, piedra a piedra, se había apoderado: agencias de turismo, hoteles, líneas aéreas. Sumados todos los conceptos se calcula una cantidad aproximada a los 5.000 millones de euros.
Sin contar con un número indeterminado de edificios en los lugares más nobles y emblemáticos de grandes ciudades, como París.

Se decía que un turista podía estar 24 horas en territorio tunecino sin pisar Túnez, porque todo pertenecía a la emprendedora familia Ben Ali. Así se hicieron las grandes fortunas del continente y así vivieron sus sanguinarios dictadores, con los réditos que suponía el pago de favores a las potencias occidentales.

A Leila, la 'rebelión de los jazmines' la pilló en una joyería de Dubai, país al que era verdaderamente aficionada.

Cuenta Sánchez Piñol cómo estos tipos mediocres se adueñaban de su mundo, se hacían transportar en silla gestatoria, colgaban sus retratos en escuelas, iglesias, tabernas y burdeles, daban su nombre a calles y universidades.

Ben Ali cuelga ahora en esa galería de miserables: Mobutu, Idi Amin, Bokassa... Con alguna diferencia: no utilizó el poder como espectáculo y fue monógamo. No se le conocen cinco mujeres oficiales, diez semioficiales, treinta amantes y 43 hijos que se le adjudican a Idi Amin, ni tampoco que recibiera a los ministros en la cama tras hacer el amor. Tampoco construyó como Bokassa una ciudad en miniatura para pigmeos, ni envió diamantes al presidente francés.
Bueno, a lo mejor le alquiló en París alguno de sus apartamentos.

Estas cosas no suceden en España, y mucho menos con socialistas gobernando o en cargos públicos. Salen todos con muchísimo menos dinero que cuando entraron ¿Verdad?

Tellagorri

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