01 diciembre 2009

Las convulsiones nacionalistas ante el crack económico


Dice Jon Juaristi que los nacionalismos secesionistas de Cataluña y el País Vasco nacieron de una crisis de la derecha antiliberal en la Restauración. Durante la República, ganaron a las clases medias democráticas, fundamentalmente urbanas, en ambas regiones.

Tuvieron enfrente a la mayor parte del movimiento obrero, anarcosindicalista en Barcelona y socialista en Bilbao y Eibar. En las comarcas rurales de ambas regiones, el peso del tradicionalismo carlista seguía siendo importante a la altura de 1936.

Es evidente que, bajo el régimen de Franco, el crecimiento de las mesocracias ( forma de gobierno en que la clase media ostenta el poder) asalariadas favoreció la difusión de una versión del nacionalismo porque, a fin de cuentas, éste aparecía como cultura distintiva de la clase media, y todo el mundo quería ser clase media, tanto los campesinos carlistas como el movimiento obrero. Era el horizonte utópico del franquismo, su idea de la modernización de España.

En teoría, esta nivelación tendría que haber fortalecido la cohesión nacional, toda vez que se había generalizado una forma de vida bastante homogénea: el piso en propiedad, el utilitario y la televisión con dos canales.

Franco debió morir con la conciencia bastante tranquila. Por fin, la Historia lo absolvía revelando para qué habíamos muerto un millón de españoles entre Melilla y el frente del Ebro.

Tampoco los antifranquistas tenían una impresión muy distinta. Desaparecido el general, la democracia podría integrar las discrepancias que fue imposible contener dentro de los límites de la política y de sus propios medios cuarenta años atrás.

La Constitución de 1978 surgió de una confianza en las virtudes civilizadoras del crédito hipotecario como factor de arrinconar la sed de revanchas y de los ideales sublimes que, tarde o temprano, derivan en escabechinas.

Ya que el franquismo había probado que cualquier pretensión de erradicar al NACIONALISMO sería ilusoria, cabía intentar, al menos, privarlo de tensiones apocalípticas y disolverlo en la vida cotidiana.

Y eso fue un fracaso y una total tomadura de pelo.

El caso del contestado nombramiento del obispo Munilla, por ejemplo, ilustra perfectamente la condición de religión sustitutiva que se atribuyen los nacionalismos en una época post-cristiana y su consiguiente incapacidad de admitir la existencia de una Iglesia independiente de la cultura política y del poder social (lo que, por otra parte, no es una característica exclusiva de los nacionalismos, si bien en éstos resulta más patente, al carecer del camuflaje agresivamente laicista del socialismo).

Como religiones póstumas, los nacionalismos articulan comunidades que marginan al discrepante, y por eso los no nacionalistas comprueban reiteradamente la ineficacia de apelar, en defensa de sus derechos individuales, al estatuto de ciudadanía.

Con todo, podrían resignarse los no nacionalistas  a una subalternidad protegida semejante a la de los infieles en las sociedades ISLAMISTAS, mientras pagaran religiosamente sus impuestos.

Pero la crisis financiera ha venido a dar el golpe de gracia a un sistema dictatorial ya gravemente subvertido por el irresponsable radicalismo del Gobierno de Rodríguez, y los nacionalismos han entrado en una fase de convulsiones que será difícil enfriar con dispositivos económicos de contención. O sea, que ni con pasta gansa se contenta a los eternos pedigüeños.

Ahora, creo, que sólo les queda tirarse al monte a lo Comandante de Chiapas, o difrazarse de democrátas y moderados, o quizá aparecer como una sucursal de los Testigos de Gehová. Ya no saben cómo incordiar. Y el presidente de España les hace el juego e incluso les instruye en cómo destruir la vigente forma de democracia.

No olvidemos al principal actor y causante de este enorme desaguisado que, termine como termine, terminará mal. No es otro que el membrillo de Zapatero, el mismo que abrió, sin necesidad ni demanda social alguna, el melón de Estatutos Nuevos para todos.

Tellagorri



5 comentarios:

  1. Tú lo has dicho, Zapatero se ha(nos ha) metido en un berenjenal sin necesidad ninguna.

    Ahora viene el presidente Montilla hablando de constitucionalidad, de que queremos echar a los catalanes de la Constitución, cuando en realidad, lo que se busca por parte de los no nacionalistas es que se cumpla, y por supuesto, que no se dé vía libre a unos estatutos que se salen de la legalidad de la Carta Magna.

    Ya podían ocupar su tiempo en facilitar la vida a los ciudadanos en vez de acarrearles problemas-fantasmas.
    Todas estas cortinas de humo que no dejan de intoxicar al ciudadano de a pie, espero que al final, les cobre su factura en las urnas.

    Saludos.

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  2. ...Y que tenga que ser un cordobés el que "consiga" la independencia en Cataluña...
    ¡Manda hue...!

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  3. La Constitución española está para acatarla y respetarla, aunque a algunos eso del respeto se les olvida al paso, lo mismo que la educación y la libertad de opinión, la cual confunden con insultos necios. A la vista está.

    Saludos.

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  4. Pues llegados a este punto solo se me ocurre una salida digna, pero a ver quien es el que tiene lo que hay que tener para pararlo todo "manu militari" (y no necesariamente recurriendo al ejército), basta con plantarles cara a estos impresentables, suspenderles las autonomías y todos a su casa (aunque alguno previo paso por la cárcel).

    Es asombroso el dineral que cuesta el estado de las autonomías, si se racionalizase el gasto y, sobre todo, se centralizase todo iría bastante mejor, y si para suplir sus carencias e inseguridades ya no les queda la salida de presidir taifas autonómicas que se vayan al Congo.

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  5. Adelaida, esto ha quedado que parece que lo dices por mí, jajaja
    El individuo al que te refieres acaba de visitarme en mi blog y me ha dejado un par de insultos, que por supuesto no he publicado.
    En fin, luego dicen que los intolerantes somos nosotros.

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