19 noviembre 2008

LOS FASCISTAS LLEVAN CORBATA






Cuando digo que este país es una mierda, algún lector elemental y patriotero se rebota. Hoy tengo intención de decirlo de nuevo, así que vayan preparando sellos. Encima hago doblete, pues voy a implicar otra vez a Javier Marías, que tras haberse comido el marrón de mis feminatas cabreadas, acusado de machista –¿acaso no se mata a los caballos?–, va a comerse también, me temo, la etiqueta de xenófobo y racista. Y es que, con amigos como yo, el rey de Redonda no necesita enemigos.

Madrid, jueves. Noche agradable, que invita al paseo. Encorbatados y razonablemente elegantes, pues venimos de la Real Academia Española, Javier y yo intentamos convencer al profesor Rico –el de la edición anotada y definitiva del Quijote– de que el hotel donde se aloja es un picadero gay. Lo hacemos con tan persuasiva seriedad que por un momento casi lo conseguimos; pero el exceso de coña hace que, al cabo, Paco Rico descorne la flor y nos mande a hacer puñetas. Que os den, dice. Y se mete en el hotel.

Seguimos camino Javier y yo, risueños y cargados con bolsas llenas de libros. Bolsas grandes, azules, con el emblema de la RAE. Cada uno de nosotros lleva una en cada mano. Así cruzamos la parte alta de la calle Carretas, camino de la Plaza Mayor.

Imaginen –visualicen, como se dice ahora– la escena. Capital de España. Dos señores académicos con chaqueta y corbata, cargados con libros, hablando de sus cosas. Del pretérito pluscuamperfecto, por ejemplo. En ese momento pasamos junto a dos individuos con cara de indios que esperan el autobús. Inmigrantes hispanoamericanos.

Uno de ellos, clavado a Evo Morales, tiene en las manos un vaso de plástico, y yo apostaría el brazo incorrupto de don Ramón Menéndez Pidal a que lo que hay dentro no es agua. En ésas, cuando pasamos a su altura, el apache del vaso, con talante agresivo y muy mala leche, nos grita: «¡Abajo el Pepé!… ¡Abajo el Pepé!». Y cuando, estupefactos, nos volvemos a mirarlo, añade, casi escupiendo: «¡Cabrones!».

Me paro instintivamente. No doy crédito. «¡Pepé, cabrones!», repite el indio guaraní, o de donde sea, con odio indescriptible. Durante tres segundos observo su cara desencajada, considerando la posibilidad de dejar las bolsas en el suelo y tirarle un viaje.

Compréndanme: viejos reflejos de otros tiempos. Pero el sentido común y los años terminan por hacerte asquerosamente razonable. Tengo cincuenta y siete tacos de almanaque, concluyo, voy vestido con traje y corbata y llevo zapatos con suela lisa de material. Mis posibilidades callejeras frente a un sioux de menos de cuarenta son relativas, a no ser que yo madrugue mucho o Caballo Loco vaya muy mamado. Sin contar posibles navajas, que alguno es dado a ello. Además tiene un colega, aunque nosotros somos dos. Podría, quizás, endiñarle al subnormal con las llaves en el careto y luego ver qué pasa con el otro; pero acabara la cosa como acabara –seguramente, mal para Marías y para mí–, incluso en el mejor de los casos, con todo a favor, hay cosas que ya no pueden hacerse. No aquí, desde luego. No en este país miserable.
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Imaginen los titulares de los periódicos al día siguiente: "El chulo de Pérez-Reverte y el macarra de Marías se dan de hostias en la calle con unos inmigrantes". "Xenofobia en la RAE." "Dos prepotentes académicos racistas, machistas y fascistas apalean salvajemente a dos inmigrantes." Aunque aún podría ser peor, claro: "Marías y Reverte, apaleados, apuñalados e incluso sodomizados por dos indefensos inmigrantes".

Marías parece compartir tales conclusiones, pues sigue caminando. A envainársela tocan. Lo alcanzo, resignado, y llegamos a la Plaza Mayor rumiando el asunto.

«Es curioso –dice pensativo–. A mí tío, republicano de toda la vida, lo insultaban por la calle, durante la República, por llevar corbata.»

Yo voy callado, tragándome aún la adrenalina. Quién va a respetar nada en esta España de mierda, me digo. Cualquier analfabeto que llegue y vea el panorama, que oiga a los políticos arrojarse basura unos a otros, que observe la facilidad con la que aquí se calumnia, se apalea, se atizan rencores sociales e históricos, tiene a la fuerza que contagiarse del ambiente.Del discurso bárbaro y elemental que sustituye a todo razonamiento inteligente.

De la demagogia infame, la ruindad, el oportunismo y la mala índole de la vil gentuza que nos gobierna y nos envenena. Ésta es casa franca, donde todo vale. Donde todos tenemos derecho a todo. Cualquier recién llegado aprende en seguida que tiene garantizada la impunidad absoluta. Y pobre de quien le llame la atención, o le ponga la mano encima. O tan siquiera se defienda.

Así que ya saben, señoras y caballeros. Ojito con las corbatas y con todo lo demás cuando salgan de la RAE, o de donde salgan. Nos esperan años interesantes. Tiempos de gloria.

Por Arturo Pérez Reverte
Académico de la Real Academia de la Lengua

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4 comentarios:

  1. Que relato tan interesante y que gran verdad esa percepción que describe Arturo. Llevamos años contemplando como los medios de comunicación toman partido por los inmigrantes en simples peleas que han provocado y de las que han salido mal parados.
    Luego está el tema de cómo gente de fuera y ajena a nuestras rencillas, se envenena con el discurso lanzado por el PSOE, esta más que claro que la propaganda y el populismo lo bordan.
    Saludos

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  2. Desde "Cuadernos del Gustav", revista online de Pensamiento, Filosofía, Ciencia... deseamos recomendarles la lectura de "¿Esperando (otra vez) al cirujano de hierro.?". Artículo publicado en las páginas de nuestro último número en el que se analizan desde una perspectiva ponderada científicamente trabajos del señor Pérez-Reverte como "Los fascistas llevan corbata".
    Esperando que les resulte de interés y enriquezca y aquilate con más precisión su visión sobre la obra del citado autor, reciban un cordial saludo.

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  3. En mi opinión, el insulto verbal hay que combatirlo con el insulto verbal, no clavando llaves en la cara.
    Me parece excesiva la reacción, muy violenta y fascista. Si yo le ofendo a usted de palabra ¿Usted es dueño de endilgarme un soberano hostión? No es una respuesta equitativa.

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  4. ANÓNIMO

    Tengo la impresión de que no has entendido nada del artículo de Arturo Pérez Reverte, o que no lo has leído bien, o que eres un membrillo de los de ir con una flor en la mano a ver los amaneceres sin luna.

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