Oyo Nyimba Kabamba Iguru Rukidi IV

Rey Oyo, el monarca más joven del mundo y líder supremo del reino ugandés del Tooro. Como buen africano, se hace esperar.

Mientras esperan en la sala del trono de su palacio de Kampala, capital de Uganda, se escuchan las risas de la entretenida charla que entre copa y copa de champán francés mantiene un puñado de cortesanos y contemplan el arte que puebla las paredes. Porcelanas chinas, frescos franceses, una lograda copia de la Gioconda y cuadros con el relieve de Napoleón montando a caballo. A los pies, mármol italiano y, al fondo, una grandiosa vista del romántico lago Victoria, cuna del río Nilo.

Engalanado con la tradicional toga real, la que usaba su tatarabuelo mucho antes de los tiempos de la colonización británica, bordada con hilos de oro, el monarca aparece y toma asiento en el trono. En una pose típicamente real, el joven rey, que acaba de cumplir los 18, se reclina y cómodamente posa sus pies sobre la piel de un leopardo que heredó de su padre.

El monarca escucha mientras no pierde cuenta de la pantalla de su flamante iPhone. La mayor parte del tiempo, el rey Oyo vive con la Reina Madre en su Palacio de Munyonyo, un exclusivo suburbio situado en una colina, a 12 kilómetros de Kampala, lejos de los humos y las chabolas de la capital ugandesa, pero visita siempre que puede su reino, uno de los cuatro territorios gobernados por reyes que hoy forman la República de Uganda.

La especialidad local son los saltamontes a la plancha. Bendecida por las lluvias tropicales, la región de Tooro es un lugar de paisajes verdes y tierras rojas, plagado de selva africana, ganado bien alimentado y bananeras, el principal producto que alimenta y a los habitantes de este rincón de Uganda.

A la coronación y aniversario del monarca a finales de abril fue una fiesta nunca vista. Asistieron decenas de reyes africanos, de Ghana, Suazilandia, Costa de Marfil, Sudáfrica, Nigeria, así hasta un millar de ilustres huéspedes. Todos quisieron rendir pleitesía al monarca, adorado por el millón de súbditos que viven en el reinado, un lugar paradisíaco, bordeado de los picos nevados de las majestuosas montañas de Rwenzori, uno de los últimos refugios de los gorilas africanos.

Su Majestad tiene cuatro asistentes personales, 13 ministros, dos consejeros reales, guardia real, una decena de sirvientes, otros tantos chóferes, un palacio en Kampala, otro en Fort Portal, centenares de hectáreas repartidas por todo el reinado y un majestuoso parlamento en Fort Portal donde aún hoy es el encargado de abrir la sesión. El rey y su séquito recuerdan a aquel príncipe de Zamunda hollywoodiense al que dio vida Eddy Murphy.

Pese a carecer de poderes efectivos, el rey Oyo sí juega un papel fundamental en la resolución de conflictos en Tooro, donde aún hoy hace de mediador en las disputas entre súbditos, sobre todo en los conflictos de la tierra, el asunto más candente en África.
Este viernes, el rey Oyo asistió a su graduación de Educación Secundaria. El punto y final de sus años de formación en la Escuela Internacional de Kampala, un centro sólo para los más afortunados.
Ahora se le abrirán las puertas de Sandhurst, la exclusiva academia de los vástagos de la familia real inglesa, donde Guillermo y Enrique de Inglaterra recibieron su formación académica y militar.
Estudiará Ecoturismo, para hacer del oeste de Uganda (lugar de bosques lluviosos y sabana virgen apenas abiertos a los turistas) un destino mundialmente conocido.

"Mi madre quiere que vaya allí, y a mí no me importa, así estaré cerca del estadio del Arsenal", el equipo de fútbol que hace perder los nervios al rey Oyo, que no duda en su apuesta para el Mundial de Sudáfrica. "Estoy convencido de que ganará España". El fútbol es la pasión de este rey tranquilo y distraído, todavía con signos de una pubertad tardía en el rostro.

El inmenso patrimonio de la familia real es quizás una de las cuestiones que más ampollas levanta en un país donde la pobreza se ha convertido en una fábrica de inmigrantes en la región.

La dinastía de los Babita siente debilidad por los lujos y la buena vida, una ostentación que, pese a ser común entre reyes, en África duele mucho más.

El presupuesto de la casa real de Tooro es uno de los asuntos más oscuros de esta historia monárquica. "Básicamente nos autofinanciamos. Tenemos tierras y otras propiedades", zanja la matriarca, sin querer entrar en materia. Sin embargo, según las cuentas de muchos ugandeses, las propiedades de la familia se cuentan por decenas, siendo el tirano coronel libio Gadafi el principal donante de la casa real.

El presidente libio no es el único amigo controvertido de la familia real, que confiesa su admiración por el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, una figura política con una turbia reputación internacional por sus ansias absolutistas, quien decidió restaurar los derechos de las cuatro casas reales de Uganda en los años 90.

Un buen sitio para mandar a Zapatero y a Pepiño que no tardarían en arruinar todo el tesoro real.

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