01 agosto 2008
LOS ETARRAS SON LA FLOR DEL NACIONALISMO
Escándalo mediático tras escándalo mediático, los sucesivos casos De Juana Chaos están ejerciendo una gran labor pedagógica sobre lo que de verdad es ETA. Y es que, fuera del País Vasco y de Navarra, existe un profundo desconocimiento acerca de las dimensiones reales de un fenómeno que es criminalidad organizada sí, pero de un tipo muy especial, por el arraigado apoyo social con el que cuenta.
Así, los españoles estamos descubriendo estos días que, cuando un etarra ha cumplido su magra pena de prisión –magra, por supuesto, en proporción al precio de sangre que purga-, aunque la cárcel no haya realizado su función constitucional de reeducarle y reinsertarle en lo que lo debería ser una sociedad sana, saldrá a la calle para integrarse con toda normalidad en una sociedad enferma que lo acogerá con los brazos abiertos. Y no se trata sólo del llamado "entorno etarra", sino del peculiar mundo que el nacionalismo ha creado en el País Vasco y en parte de Navarra.
¿Y cómo logró reducir De Juana parte de su condena inicial? Pues, según parece, de la misma manera, gracias a instituciones universitarias dominadas por sus correligionarios, donde hay fuertes sospechas de que los etarras conseguían extraordinarios beneficios académicos, hasta que el Gobierno de José María Aznar se empeñó -y lo consiguió a pesar de las resistencias provenientes de sectores políticos y de la propia Universidad- en que los reclusos estudiasen a través de la UNED.
Pero esto no son más que retazos mínimos de algo que en estas páginas quienes conocen de cerca el País Vasco y Navarra han relatado más de una vez: el nacionalismo vasco en general y, dentro de él, el entorno etarra en particular (el autodenominado "Movimiento de Liberación Nacional Vasco", del que ETA no es más que una pieza, y no al revés) han creado sociedades separadas en las que, desde la cuna hasta la tumba, se puede vivir de manera exclusiva "en nacionalista".
Los grandes avances que se registraron durante en la época del PP en el poder en la lucha antiterrorista se debieron a que el Estado de Derecho empezó a asumir, al menos parcialmente, la compleja unicidad del fenómeno etarra y se decidió desmontar sus ramificaciones más evidentes y escandalosas, que son las políticas. Asimismo, la reacción social producida frente al vil asesinato de Miguel Ángel Blanco contribuyó en alguna medida a minar la normalidad con la que se desenvolía en la calle el entorno etarra.
Queda mucho por hacer y, después del paréntesis que está suponiendo la presidencia de Rodríguez Zapatero, habrá que retomar la labor empezada. No es posible imaginar que una organización como la que integra a ETA puede subsistir durante tantas décadas sin un sólido entramado económico detrás, del que sólo de vez en cuando salen a la luz algunos elementos cuando se investiga el pago del llamado "impuesto revolucionario": la parte abiertamente ilegal. Falta la "blanca", de la que se pudo ver un pequeño ejemplo cuando se clausuraron las "herriko tabernas".
Sin embargo, lo auténticamente difícil, y sería definitivo para acabar con el fenómeno etarra, es la reeducación de la parte enferma de las sociedades vasca y navarra. La revisión del actual modelo educativo, abandonado en manos nacionalistas, tendría que ser el principio; el resto, emprender una política de juventud, parece por desgracia fuera del alcance de las posibilidades del Estado en las modernas sociedades pluralistas.
Por S.D.
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