30 mayo 2013

Sin rumbo

El bombardeo de estupidez mezclada con causas nobles y la contaminación de éstas, los cómplices que se apuntan por el qué dirán, la gente de buena voluntad desorientada por los golfos (y golfas, seamos paritarios)  que lo convierten todo en negocio subvencionado, la falta de formación que permita sobrevivir al maremoto de imbéciles que nos inunda, arrasa y asfixia, ha conseguido que la peña vague por ahí sin saber ya a qué atenerse.

Sin osar dar un paso con naturalidad, expresar una opinión, incluso hacer determinados gestos o movimientos, por miedo a que consecuencias inesperadas, críticas furiosas, sanciones sociales, incluso multas y expedientes administrativos, se vuelvan de pronto contra uno y lo hagan filetes.

Voy a poner dos ejemplos calentitos. Uno es el del amigo que hace una semana, al ceder el paso a una mujer -aquí sería inexacto decir a una señora- en la entrada a un edificio, encontró, para su sorpresa, que la individua no sólo se detuvo en seco, negándose a pasar primero, sino que además, airada, le escupió al rostro la palabra "machista".

Así que imaginen la estupefacción de mi amigo, su cara de pardillo manteniendo la puerta abierta, sin saber qué hacer. Preguntándose si, en caso de tratarse de un hombre, a los que también cede el paso por simple reflejo de buena educación, lo llamarían "feminista".
Con el agravante de que, ante la posibilidad de que el supuesto varón fuese homosexual -en tal caso, quizá debería pasar delante-, o la señora fuese lesbiana -quizá debería sostenerle ella la puerta a él-, habría debido adivinarlo, intuirlo o suponerlo antes de establecer si lo correcto era pasar primero o no.

O de saber si en todo caso, con apresurarse para ir primero y cerrar la puerta en las narices del otro, fuera quien fuese, quedaría resuelto el dilema, trilema o tetralema, de modo satisfactorio para todos.

Pero mi drama no acaba ahí, comentaba mi amigo. Porque desde ese día, añadió, no paro de darle vueltas. ¿Qué pasa si me encuentro en una puerta con un indio maya, un moro de la morería o un africano subsahariano de piel oscura, antes llamado sintéticamente negro?

¿Le cedo el paso o no se lo cedo? Si paso delante, ¿me llamará racista? Si le sostengo la puerta para que pase, ¿no parecerá un gesto paternalista y neocolonial?

¿Contravengo con ello la ley de Igualdad de Trato o Truco? ¿Y si es mujer, feminista y, además, afrosaharianasubnegra? ¿Cómo me organizo? ¿Debo procurar que pasemos los dos a la vez, aunque la puerta sea estrecha y no quepamos?...

Pero aún puede ser peor. ¿Y si se trata de un disminuido o disminuida físico o física? ¿Cederle el paso o la pasa no será, a ojos suyos o de terceros, evidenciar de modo humillante una presunta desigualdad, vulnerando así la exquisita igualdad a que me obliga la dura lex sed lex, duralex? ¿Debo echar una carrerilla y pasar con tiempo suficiente para que la puerta se haya cerrado de nuevo cuando llegue el otro, y maricón, perdón, elegetebé el último?...

Por otra parte, si de pronto me pongo a correr, ¿se interpretará como una provocación paralímpica fascista? ¿Debo hacer como que no veo la silla de ruedas?... O sea, ¿hay alguien capaz de atarme esas moscas por el rabo?

Y bueno. Si a tales insomnios nos enfrentamos los adultos, que supuestamente disponemos de referencias y de sentido común para buscarnos la vida, calculen lo que está pasando con los niños, sometidos por una parte al estúpido lavado de cerebro de los adultos y enfrentados a éste con la implacable y honrada lógica, todavía no contaminada de gilipollez, de sus pocos años.

El penúltimo caso me lo refirió una maestra. Un niño de cuatro años había hecho una travesura en clase, molestando a sus compañeros; y al verse reprendido ante los demás, un poco mosca, preguntó quién lo había delatado. "Fulanita, por ejemplo -dijo la maestra señalando a una niña rubia y de ojos azules-, dice que eres muy travieso y no la dejas trabajar tranquila."

Entonces la criatura -cuatro años, insisto- se volvió despacio a mirar a la niña y dijo en voz baja, pero audible: "Pues le voy a partir la boca, por chivata".

Escandalizada, la maestra le afeó la intención al niño, diciendo entre otras cosas que a las niñas no hay que pegarles nunca, etcétera. Que eso es lo peor del mundo, lo más vil, cobarde y malvado.
Y entonces el enano cabrón, tras meditarlo un momento, muy sereno y muy lógico, respondió: "¿Por qué? ¿Es que no son iguales que los niños?".

ARTURO PEREZ REVERTE


7 comentarios:

  1. Este texto de Reverte me suena tiene un tiempo, pero es absolutamente actual, con una sociedad que permite aberraciones mientras se la coge con papel de fumar ante genuinas estupideces.

    Pero pinchan hueso, cada vez somos más los politicamente incorrectos, los que nos ciscamos en público, como dios manda, ante tanta tontería.

    Ay la igualdad, lo mismo la usan para un roto que para un descosio. Así vamos, buscando el norte mientras damos tumbos como boxeador sonado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. SEÑOT OGRO
      Sí, este texto tiene ya una antiguedad pero, como dices, sigue siendo actual en todo su contexto.
      Afortunadamente, además de la borregada nacional estamos cada vez más gentío que pensamos por nuestra propia cuenta.

      El sistema implantado por las Bibis y Aidos ha degradado a la MUJER en general y esa igualdad ha terminado por convertir a algunas féminas en zafias impresentables.
      Lo de ser llamado "machista" por dejar pasar ante una puerta a una chica, también me ha sucedido a mí varias veces.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un poco exagerado el video pero tiene su gracia.
      Y no te carcajeees de que las mulleres nos traten como la de la Portada a su chucho.

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
  3. Varias veces me sucedió a mí eso de estar haciendo cola para pagar en el super, llegar una negrota culona, verla cómo va pasando por delante de los dos o tres abueletes que me seguían y, al llegar a mi altura y decirle yo él típico... "¿A dónde vas?"... llamarme ella, "¡Racista!".
    Hasta ahí todo normal. Siempre suele suceder así... pero lo importante es qué respuesta (en este caso) de yo, o de tu amigo ante el "accidente" de la puerta.
    Yo suelo decir... "Sí, ¿y? Ya puedes ir tirando para atrás, chica, a ver dónde te crees que estas"... y la cosa acaba bien, retrocediendo ella mientras, entre murmullos, se acuerda de todos mis difuntos... pero...
    La sociedad ha interiorizado este discurso amorfo y ahora, como bien dice la entrada, uno no sabe a qué atenerse, temiendo que lo pongan verde ante la menor incorrección.
    Como decía aquel, "hay que tener talante", Javier.
    Ante todo, mucho talante.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. DON HEREP
      Me parece bien lo "mantener el talante" en cualquier circunstancia, incluso en guerra, pero ante determinadas fuerzas de la Naturaleza como son las mulleres es como estar a merced de uno o simultaneos TORNADOS a lo californiano.

      Por todo ello, ya pueden decir misa de pontifical los "progres" que cada hora soy y seré MÁS MACHISTA. Y a mucha honra porque pretenden que nos comportemos como los maricas.

      Eliminar